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Fetichismo, Incestos en Familia

Mi sobrina Lucy de 10 años segunda parte

Lucy con 10 años recién cumplidos no podía mover ninguna extremidad debido al accidente fatal en el que murieron sus padres. También había perdido la capacidad del habla por todas las complicaciones que sufrió ese mismo dia hace 4 años..
Ahora que había pasado esa primera noche en la que me atreví a follarla por la boca los días pintaban muy diferente.

Cierto día estuvimos viendo la caricatura de los 90s, Sailor Moon y se me ocurrió vestirla igual a «Serena» el personaje principal.

Pedí por mercado libre un traje a su medida y en cuanto lo tuve, puse manos a la obra.

Puse el mayor detalle a cada una de las prendas que llevaría puestas.

Una larga peluca amarilla con dos coletas muy bien peinadas adornadas cada una, con una esfera amarilla . Leotardo blanco con solapas azul rey y un moño rojo gigante adornaba el pecho. Por supuesto el disfraz era de corte erótico. Estaba hecho de telas delgadas semitransparentes. Una diminuta falda azul tableada para la parte de abajo y unas finas medias rojas que llegaban 10 o 15 centímetros arriba de la rodilla. Para completar la fantasía también me di la tarea de pedir unos calzoncitos blancos de encaje super transparente y unos corpiños para niña de 10 años.

Mi pequeña Lucy se veía radiante, idéntica a la caricatura de los 90s, se veía feliz; en sus expresiones había alegría y emoción. La cargue en brazos y la lleve hasta el espejo grande, la puse frente a él. Se miraba contenta de le gustaba el reflejo que observaba. Sonreía contenta. Así estuvimos contemplando su imagen en el espejo. Yo me perdía viendo ese cuerpecito quieto y sutil de hermosa figura. Sus brazos descubiertos, suaves. La tela entallaba la breve cintura de Lucy y me hacía volar en un sueño de amor.

Su moño rojo en el pecho la hacía ver tierna e infantil, al mismo tiempo que realzaba sus hermosos ojos y su bella sonrisa.Poco a poco nuestras miradas se fueron cruzando y el ambiente se hizo más denso y caliente.

Yo le miraba los ojos y bajaba la mirada por su cuello. Me detuve en sus diminutos pechos y continúe hacia abajo, pase por su ombligo y regrese la mirada a su rostro. Ella me veía, su gesto había cambiado. Su sonrisa ya no era infantil. Estaba sería con los labios engrosados. Parpadeaba lento y con la mirada me invitaba a seguir paseando los ojos por su cuerpo.

Bajé de nuevo la vista. Lento hasta llegar a su sexo. La faldita azul cubría desde sus caderas y me imposibilitaba ver el nacimiento de su vulva entre sus piernas, aún así, yo podía imaginarla.

Ella estaba de pie sostenida por mi. Yo la abrazaba desde atrás para que pudiera verse completa en el espejo.

No hablaba, pero escuchaba muy bien y yo le susurraba cosas.

«Que hermosa te ves mi amor»

«Que bonitos ojos»

«Que bonitas mejillas »

Mi mano libre acariciaba su hombro, su codo, su antebrazo lleno vellitos. Mis dedos llegaban al nacimiento de la falda y se metían traviesos por el resorte que la mantenía fija. Podía sentir la orilla del leotardo fusionada con su calzón de encaje. Más abajo, la suave piel de Lucy se sentia calientita, firme, erizada al sentir mis caricias.

Con tal festín visual y sensorial mi verga se mantenía alerta, esperando el momento de erguirse por completo.

«Que orejitas tan velluditas tienes» le susurraba en el oído sientiendo precisamente esos vellitos en la punta de la lengua. Besaba su cuello y le propinaba pequeños mordiscos suaves.

Metía la mano por la falda y toqueteaba su vulva por encima del leotardo. Sentía muy cerca los botoncitos de esa prenda que se abrochan justo entre las piernas. Lucy tenía los ojos cerrados abandonada a mi.

La respiración de mi pequeña se hizo más notoria y más profunda. Quizá tal vez por lo que le decía, quizá porque mi mano iba y venia por todos lados. Quizá porque mi verga dura se metía cada vez más entre sus nalgas.

Decidí desabotonar el leotardo y unos jaloncitos en el borde de la unión bastaron para que se separaran las telas elásticas dejando ahora solo el calzón de Lucy entre mi mano y su piel.

Para este momento las mejillas de mi nena estaban super coloradas y calientes. Mi boca no había dejado de decirle cosas y de saborear se cuello y sus hombros. Me hice hacia atrás y la senté en un silloncito que teníamos a la mano.

La fui acomodando para que quedara sentada y pudiera ver en el espejo lo que seguía.

Me hinque frente a ella y separe sus piernas. Pasaba mis manos desde sus tobillos hasta los muslos. Acariciaba desde su cadera hasta sus rodillas y abría un poco más sus extremidades. Hincado como estaba, empecé a darle pequeños besos en las piernas. Subía centímetro a centímetro tocando con mis labios su piel suave, magra, deliciosa.

Alternaba entre pierna y pierna mientras mis dedos electrizaban sus pantorrillas con suaves pases.

«Te gustan los besitos, cariño?» Pregunté. Y obtuve dos parpadeos seguidos que eran igual a un «si» en nuestro lenguaje y seguí. Subí las manos por sus piernas y llegué hasta ese calzoncito blanco que llevaba. Lo empecé deslizar hacia abajo y fui descubriendo su hermosa conchita. Pequeña, lampiña, cerrada , con una ligerisima abertura por la posición de las piernas que permitía ver la piel rosa de los labios menores. Estaba indeciso si quitarle las bragas o dejárselas a medio camino. Era muy excitante ver esos calzoncitos a la mitad de esas piernas inmoviles. Ella sentada con la cadera casi al ras del sillón tenía los ojos brillantes, llenos de emoción. Seguí hincado avanzando. Era la primera vez que llegaba con los labios hasta la panocha de mi pequeña y no me detuve más. Por fin llegué con la lengua hasta esa dulce rajada, le di un vistazo más a Lucy que se mantenía observando su reflejo y me zambullí en el delicioso néctar sexual de mi pequeña. Lamí, succione, mamé, mordí y besé cada rincón, cada pliegue de su deliciosa pucha. Me bebí todos los jugos que de ella emanaban. Con mi lengua taladraba hasta donde podía, sintiendo la piel magra de su chochito. Con las manos sentía las piernas, la falda, el leotardo, la cintura y todo lo que alcanzaba de Lucy. Era el manjar más delicioso que había probado en la vida. Habré pasado 15 minutos mamandole la rajada cuando su cuerpecito comenzó a tensarse y su respiración se agito súbitamente. Su sexo hambriento comenzó a mojarse a más no poder y yo gustoso, lamia sus jugos mientras mis pulgares se sincronizaban para abrirse paso en su diminuto ano cerrado.

Levante la vista, salí de entre sus piernas y vi a una muñeca hermosa completamente extasiada abandonada a lo que yo le hacía. Era mía completamente. El rubor de sus mejillas y el sudor de su frente lo decía todo. Sus cabellos desalineados, su vagina empapada. Su ano cediendo a mis ataques. Todo estaba listo era hora de cojerme a mi sobrina.

Me levanté de mi posición, saqué mi verga y la blandí frente a ella. Me monte en su cuerpo sentado y sin decir nada la apunte a su boquita. Ella ya sabía que hacer, abrío sus labios y empuje mi camote venudo. Le di varias estocadas profundas con la finalidad de que me ensalivara la mayor parte de verga puesto que mi intensión era desvirgarla ahí mismo.

Baje la vista y la vi. Los los ojos llorosos, mi verga dentro de su boca y sus miradas calientes. Cómo diciéndome que ya estaba lista para ser penetrada.

La cargué entre mis brazos y la lleve a la orilla de la cama. Abrí y flexione sus piernitas. Su pucha quedó expuesta. Por un momento me detuve y reflexioné si una panocha de 10 años podría aguantar una verga adulta como la mía. Pensé si le dolería al romper el himen y pensé si debía penetrarla con cuidado. Coloque la punta de mi pene en la entrada de su sexo y al momento de sentir sus carnes ya no pude pensar más y me deje ir con todo a las entrañas de Lucy. Cuál fue mi sorpresa que no se quejó de dolor, le entró toda la verga sin vacilar y de inmediato sus pliegues internos abrazaron al nuevo intruso con gusto para no dejarlo salir.

Le di lo más duro que pude y lo más profundo que llegaba mientras sostenia sus piernitas pegadas a su pecho. Miraba el leotardo blanco de Sailor Moon empapado de sudor. La peluca amarilla y las coletas habían desaparecido, las medias permanecía adheridas a las piernas de Lucy y yo, disfrutaba los gestos calientes que ella hacia cada que mi verga urgaba en su interior. Sentía su pucha lubricada y contenta, aguantando cada estocada propinada y sin más, sentí como el calor, un cúmulo de sensaciones y mi leche subían para derramarse por completo en el interior de mi niña hermosa. Tres chorros de leche caliente disparados en su interior fueron el pago que recibió Lucia por todo lo que gozamos su cuerpo esa noche. Seguí moviendome revolviendo nuestros fluidos hasta que mi verga se fue adormilando. La acomodé en la cama, me acomode yo y dormimos desnudos sin preocupaciones.

 

Nuestros encuentros han seguido, a Lucy le encanta la verga y solo me tiene a mi para dársela de todas las formas posibles.

Ya les seguiré contando.

81 Lecturas/6 junio, 2025/0 Comentarios/por Writecarlos
Etiquetas: leche, mayor, metro, pene, sexo, sobrina, vagina, verga
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