Mi sorprendente vecina.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Quien se iba a imaginar, que una simple travesura de adolescente me llevaría a muchas otras travesuras, que aún sigo practicando.
Tenía ya casi los dieciocho, cuando jugando con una pelota de americano, rompí un cristal de la casa de nuestra vecina. La pelota quedó dentro de su casa, y fue mi tía con quien me hospedaba, quien me sugirió reparar el daño. Ese día no estaba la vecina, pero temprano al día siguiente acudí a su casa. Toqué a su puerta, y me encontraba ciertamente asustado, pues no sabía nada de aquella señora, a la que solo había visto en ocasiones. Pero entonces, abrió, y me sorprendió lo atractivo de su imagen. Ahí de pie, vistiendo un delantal de vinil rojo floreado y luciendo un par de guantes rosas largos hasta el codo, se presentó ante mí con una bella sonrisa.
__ ¿Que se te ofrece? – Me dijo en el tono más familiar, mientras se secaba las gotas chorreantes que resbalaban de sus guantes.
En un principio, quedé mudo ante la impresión que me causó aquella señora, que de tan guapa, no perdería el describir su imagen en aquel entonces. Rubia, de cabello envuelto en una toca redonda, de modo que permitía verse un cuello níveo y delgado, sobre el cual cruzaba la línea en circular que le sujetaba el delantal; tras éste, su ajustaba una blusa abotonada casi ceñida que realzaba sus bien delineados pechos no tan grandes, pero sí de bello contorno. Vestía un pantalón de dorado color, con lo cual demostraba unas piernas torneadas y sus pies calzaban unas botas negras de tacón alto, lo cual demostraba lo sexy de su figura. Rondaba los cuarenta y cuatro, si es que más, pero poseía un cuerpo de una de veinte. Tras esto, sin más, decidí aunque avergonzado, declarar mí culpa. Una vez que me escuchó, se rio, pero dijo que no pasaba nada, más yo insistí en reparar el daño, a lo que ella accedió gustosa. Me regresó el balón, y cuando alargué la mano para recuperarlo, tocó la mía aún con sus guantes puestos, y me dijo con una sonrisa ya maliciosa:
__ Te espero mañana entonces.
Esa noche no pude dormir, pensaba en mi vecina, y de solo tenerla en mi mente, sentía explotar mi pene. Al fin logré conciliar el sueño, no sin tener sueños eróticos con aquella mujer. Al día siguiente, como a las once, y siendo sábado, fui a la ferretería donde compré el vidrio, y con no poco esfuerzo llegué a donde la vecina. La puerta estaba abierta, y ella, notando mi presencia, alzó la voz diciéndome que pasara. Fui a donde la ventana, colocando el reemplazo. Gracias a la visión que me permitía el reflejo, por la luz a mi favor, observe a mi vecina un poco alejada, mientras limpiaba una mesa de su sala y tuve una erección. Ahí estaba, calzando sus botas negras resplandecientes, sobre un pantalón ajustado de mezclilla, y usando su delantal con los húmedos guantes. Se agachaba y alcanzaba a ver la división de sus pechos. Pero queriendo evitar la pena, giré mi vista, aunque desconcentrado totalmente.
Ella se dirigió a otro cuarto, diciendo que tardaría un poco, y yo aprovechando aquello, y dado que estaba sola, me dirigí a donde tenía sus fotos enmarcadas y tomando una donde lucía un vestido largo entallado, comencé a masturbarme puesto que no lograba evitar aquellas sádicas ganas. Fue esa una deliciosa jalada, y antes de que ella regresara ya había limpiado todo. Con esto, me dio un beso en la mejilla y salí de su casa. Sin embargo, esa misma tarde, estando aburrido en el patio, noté que la vecina me hablaba, a lo cual acudí servicial. Desde la ventana reparada, asomaba su bello rostro, y desde ahí me pidió que entrara a su casa. Yo acudí inmediatamente, mientras me latía el corazón, y una vez dentro, me pidió que me sentara. Usaba esta vez ropas diferentes, vestía una falda de ahulado material y una blusa del mismo conjunto, y las mismas botas largas, que le lucían geniales. Se sentó junto a mí en el sofá, y sintiéndome muy nervioso, me sonrió diciendo que no había de que preocuparse. Entonces, encendió la pantalla, y tomando un extraño control, que se veía muy moderno, tocó un botón y puso pausa.
__ Este control maneja todo lo electrónico de mi casa, sabes, desde la tele hasta la seguridad.
Entonces, pulsando nuevamente el botón, reprodujo mi masturbación con una clara resolución. Quise salir de ahí, pero ella me detuvo.
__ ¡Te dije que no había de que preocuparse! – respondió con una sonrisa maliciosa -. Toma – dijo alargándome el teléfono-, háblale a tu tía y dile que estas con unos amigos.
__ Mi tía no regresara hasta dentro de tres horas; fue a jugar canasta con sus amigas
La vecina sonrió, y tocándome un hombro así como jugando con mi confusión, me dio a beber una soda de lata. La bebí toda de un sorbo, pues estaba acalorado y sudoroso. Sin embargo, al poco, comencé a sentirme mareado y débil, a lo cual sin saber cómo me dormí. Desperté al rato, pero esta vez me asusté al verme atado y puesto boca abajo en una cama. Me habían atado las muñecas con unas ligas especiales, para no lastimarme la piel, y me anclaron en los tobillos unas argollas metálicas provistas de cadenas, sujetadas a los postes de la cama. Miré alrededor, y noté que me encontraba en la recamará de la vecina. Me sorprendió ver que las sabanas y las almohadas eran de negro vinil, y crujían con mis movimientos. Justo entonces, entró la vecina. Vestía igual, pero ahora usaba un par de guantes de fregar color azul, muy ceñidos.
Me miró y sonreía con lujuria. Se puso detrás de mí y con cierta lentitud acariciaba mi trasero. Paseaba sus dedos sobre mi esfínter, que lejos de asustarme, me dio cierto placer. Luego palpaba mis testículos y mi pene. Entonces, encendió el televisor de su cuarto, y apareció un video porno de dominación, donde reconocí a su guapa protagonista: ¡Era mi vecina! Se apostaba tras un delgado esclavo, el cual encapuchado en una máscara de látex, sería preso de grandes placeres. Con largos guantes negros ceñidos como segunda piel, le hizo un fisting extremo, que no sé porque, pero de solo verlo, tuve una seria erección.
__ ¡Ahora muchacho sucio, te volveré más sucio, así que prepárate!
Escuché la voz de la vecina con un tono lujurioso, y pude ver al girar mi cabeza, que se colocaba un arnés provisto de un dildo con testículos cómo de veinticinco centímetros. Se lo frotaba mientras le impregnaba de un líquido transparente el cual era un lubricante. Después, se embadurnó los guantes del mismo líquido y se acercó a mí. Empezó a tocarme el trasero, mientras masajeaba alrededor mi ano, lo cual me comenzaba a propinar una fuerte erección. Ella lo notó, de modo que, tomándome por el vientre, me ayudo a ponerme a gatas. Entonces, me propinó sendas nalgadas y me ardía pero con deliciosos placer lo aguantaba. Poco a poco, me penetró con un dedo, hasta introducir dos o tres. Se puso de pie haciendo una pausa al rico masaje, y miré como se alzó la falda ahulada, y subiendo a la cama una pierna, puso frente a mí una de sus botas resplandecientes. Entonces, comenzó a golpear su flexible pene artificial sobre mis glúteos.
__ ¡Ahora verás vecinito! Te voy a penetrar de lo lindo y te haré mío.
Y sin más, introdujo lentamente su pene ya lubricado, mientras me sostenía con sus manos enguantadas por el talle. Poco a poco aumentaba su ritmo, y a veces dejaba todo el dildo dentro y otras solo introducía la mitad de este. Casi para finalizar en esa posición, me penetró con todo aquel largo falo, hasta sentir sus plásticos testículos impactarse con los míos, y presa de una lujuria sin igual, se inclinó sobre mi espalda y me mordió dulcemente los lóbulos de mis orejas, mientras contorneaba su cadera para que yo sintiese el movimiento de su pene dentro de mí. Sentí que explotaba, pero contuve mi eyaculación. Entonces, extrajo el falo, y desatándome, me giró de cara al techo, y sosteniendo mis piernas cono sus manos azules que me excitaban de lo lindo, me penetró de frente. Lo hizo con tal vehemencia y salvajismo, que yo cerrando los ojos, sentí que sus manos se perdían por todo mi cuerpo, y al final se sostenían de mi erecto pene. Luego, ella se tumbó en la cama y me ordenó montarla, a lo cual obediente y apasionado, comencé a moverme con una lujuria que casi me venía sobre su vientre.
Entonces, me hizo a un lado, y se quitó los guantes, pero avanzando a un cajón, extrajo otros, pero esta vez largos y transparentes. Vertió lubricante dentro de ellos, y como si fuese un simple esfuerzo, sus manos se adentraron en ellos fácilmente. Me excitaba verla con esos guantes, que permitían la clara visión de sus uñas rojas. Nuevamente me puso a gatas, y tras haber derramado una cantidad considerable de lubricante sobre sus guantes, empezó a introducir su mano sobre mi ano. Al poco introdujo primero sus dedos y sentí un dolor muy fuerte cuando se bloqueaba su mano, hasta que de un pequeño tirón, logró entrar toda, y yo, por un cercano espejo, observé como tenía todo su antebrazo dentro de mí.
Por casi cinco minutos introdujo sus manos en mi culo, hasta que me incorporó y notando mí rostro rojo de tanta calentura, me tomó por la espalda, y cruzando su húmedo y enguantado brazo derecho, comenzó a masturbarme hasta que exploté con todo lo que tenía.
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