Mis abuelitos y yo (Parte 1)
Le pongo una pausa a mis relatos de cuando iba creciendo y viajo al presente en donde una de mis más excitantes fantasías la pude llevar a cabo.
Ya les he contado cómo inicié mi vida sexual, pero ahora quiero poner una pausa a mis aventuras conforme he ido creciendo y dar un salto al presente, a mis 19 años y ya con una muy amplia experiencia en el terreno del sexo.
Los que ya han leído mis anteriores relatos sabrán que me gustan los mayores a mí, no sé, es algo que me prende muchísimo y aunque ya a estas alturas de mi vida he experimentado de todo (ya les iré contando mis experiencias más locas y salvajes), los más grandes que yo me prender un buen.
Pues bien, el título de esta publicación quizá ya les de una idea de qué va todo esto, pero nada más excitante que recordarlo y contárselos a ustedes.
Teniendo una vida económica bastante holgada, pude hacer muchísimas cosas en mi niñez y juventud y aunque ya me he decidido por mi carrera (la putería no está peleada con la educación), en todos estos años he recibido muchos regalos que son caros, los que mas me han gustado los mantengo, pero los que no me son necesarios los he vendido y me han dejado una excelente ganancia económica, por si no fuera poco con lo que recibo de mi tío y papá. Y no lo tomen a mal, no es presunción solo quiero establecer como base el hecho de que podría no hacer nada con mi vida pues además de saber hacer negocios y sacarle provecho a mis habilidades sexuales (nunca he cobrado por sexo, que me den cosas materiales es otra cosa), he trabajado como mesera y en algunas otras actividades que me han permitido también expandir mis horizontes sexuales.
Empecé a trabajar como caregiver en Montreal cuando me fui ahí a mis 17 años para estudiar francés, lo hacía principalmente en casas particulares y al principio los abuelitos solo llamaban mi cariño y ternura pues estamos acostumbrados desde pequeños a que los abuelos son tiernos y bondadosos y mi líbido se encontraba completamente apagado cuando de cuidarlos se trataba. Pero bastó con una experiencia para que toda esa ternura se fuera por la borda y añadiera un fetiche más a mi lista oscura de deseos carnales.
Llevaba ya 6 meses cuidando a personas adultas y la verdad es que me gustaba mucho porque la mayoría que me tocaban no daban mucha lata y me podía pasar horas enteras escuchando sus historias de juventud, que en algunas ocasiones repetían muchas veces pero no me importaba, me gustaba oirlos y prestarles atención pues sentía que ya a esa edad lo único que necesitaban era pasar tiempo de calidad y aunque debería de ser la propia familia la que haga eso pues muchos nietos o hijos pagaban para cuidar a sus papás o abuelos pues ellos no tenían tiempo de hacerlo. Me llamaron para ir a casa de un señor de 73 años que solo necesitaba que se le diera de comer y asegurarse que se tomara sus medicamentos, era ideal y más lo fue cuando me di cuenta que el señor se la pasaba encerrado en su cuarto y evitaba cualquier plática conmigo o con alguien de su familia. Su hija y nietos pasaban a su casa de retiro a visitarlo pero tal vez por la forma de ser de él solo se quedaban unos minutos. Cuando le llevaba su comida a su cuarto, pude darme cuenta que era un excelente dibujante, por lo general tenía revistas y copiaba (casi exacto) algunas caras de personas que ahí salían. Conforme fue pasando el tiempo, se empezó a abrir más conmigo y aunque seguía siendo medio cascarrabias, al menos ya le sacaba una conversación corta; así pude saber que tenía cientos de dibujos que me dijo que era lo que lo mantenían ocupado de su «vida de viejo».
Todo transcurria normal hasta que un par de meses de que empecé a cuidarlo de repente lo veía un poco agitado al entrar a su cuarto, obviamente me preocupaba pero al preguntarle si estaba bien o si le llamada a un doctor siempre me decía que no pasaba nada, que estaba bien. Pero esa maldita curiosidad y este sexto sentido que de pronto tenemos las mujeres, me hizo dudar e investigar la causa de esos episodios. Pude darme cuenta que había un cajón en el escritorio en donde dibujaba que estaba cerrado con llave y cuando le pregunté sobre qué guardaba ahí, me dijo que solo era de adorno, que no guardaba nada ahí. Fue tan rara su forma de contestar que obviamente no me lo creí y cuando le decía que tenía que ir al baño o a hacer otra cosa, empecé a espiarlo desde la puerta que no cerraba del todo para ver si veía en donde escondía la llave o si es que de verdad el cajón estaba de adorno. ¡Efectivamente, estaba mintiendo! Sí había una llave y sí guardaba algo en ese cajón. Una vez que se metió a bañar aproveché para entrar, tomar la llave y husmear en el cajón (no me juzguen, sé que son cosas privadas pero al crecer siendo super curiosa no me aguanté las ganas). Cuál fue mi sorpresa al ver que en ese cajón guardaba dibujos de desnudos, y mayor sorpresa de ver que los que estaban hasta arriba de todos, eran con mi cara. De inmediato me prendí al verme en cuerpos exageradamente voluptuosos pero que eran parte de su fantasía, y aunque usaba ropa normal, trataba de usar ropa un poco holgada, no creo que una familia quisiera que a sus abuelos o papás los cuidará una mujer en top enseñando las tetas o en minifalda enseñando el culo.
Después de eso entré en un dilema moral, por un lado estaba mi ninfomanía que todo lo que fuera sexual me prendía y me llamaba; por otro lado estaba esa parte sentimental (tampoco soy un monstruo sin sentimientos). ¿Cuál parte creen que ganó? Obviamente…siempre me «reconforto a mí misma» diciendo que la vida es una, que hay que hacer lo que uno quiere y en el sexo la regla quizá más importante: todo lo consensuado está bien. Así como de pequeña, empecé a maquilar mi plan para hacer que sucediera y comencé a traer prendas más reveladoras debajo de mi ropa holgada y que con el pretexto de que hacía calor me las quitaba o me las ponía según fuera el caso, si estaba o no su demás familia.
Tampoco fue mucho esfuerzo el conseguirlo, después de tantos años de experiencia, ya sé distinguir cuando a alguien le excito y en esta ocasión también fue así. Ya completamente desarrollada físicamente más el constante ejercicio que hacía, puedo decir -también sin presumir- que muy pocas veces se resistían a mis tetas (me desarrollé hasta la talla D) y con mis nalgas, que muchísimo sudor y lágrimas en el gimnasio me costaron. Noté en la primera vez el nerviosismo en su rostro al verme como no estaba acostumbrado a hacerlo, con una blusa escotada y pegadita. Noté varias veces que algo me quería decir pero como niño chiquito se avergonzaba y terminaba por pedirme un vaso de agua o cualquier otra cosa que según necesitaba, así es que para variar, tuve que dar yo el primer paso. «Cuando necesite ayuda para bañarse me avisa y con gusto le ayudo, y se lo cargo a su hija sin problema» le dije mientras me reía para suavizar un poco el tema, también sonrió y me dijo «muchas gracias, quizá sí te tome la palabra pues ya me cuesta mucho de repente enjabonarme»; al día siguiente fue cuando me lo pidió, y como sabiendo lo que iba a ocurrir antes de bañarse le habló a su hija para asegurarse que no fuera a llegar y echar todo a perder.
«Ya está llena la tina, si gusta váyase metiendo en lo que traigo la ropa que se va a poner». Me puse un poco nerviosa pues aunque suene a tontería comencé a pensar en qué pasaría si el viejito se me quedaba ahí, deja tú qué le iba a decir a la familia, en mi consciencia se iba a quedar eso y que temor. Pero otra vez, más era mi deseo de experimentar esto nuevo que me prendía muchísimo y cuando hube entrado al baño, mi tanga estaba ya super húmeda de mi excitación.
Cuando entré al baño le pregunté, «¿le importa si me quito la playera y me quedo en mi ropa interior, solo traigo una blusa y no quiero mojarla»; «claro que sí querida, no tengo problema. Apenas me acerqué a la tina pude ver una erección a medias, como si su verga hiciera un esfuerzo sobre humano por levantarse. Con la esponja comencé a tallarle la espalda mientras le preguntaba si no lo lastimaba o si estaba bien el cómo lo hacía. «Sí, está muy bien como lo haces querida». Parecía de nuevo muy nervioso y como con ganas de hablar algo pero no se animaba a decir nada. «¿Necesita algo en especial?», «mmm no» dijo un poco tartamudo. «Pídame lo que quiera, de verdad que estoy para ayudarlo no importa lo que sea». Éstas últimas palabras lo hicieron finalmente decir lo que supongo tanto añoraba: «¿T-te, te molesta si también te quitas tu pantalón?, tengo muchísimos años sin apreciar el cuerpo femenino de cerca y no sé si vaya a tener de nuevo la oportunidad de hacerlo». Con mi intención ya de tener algo con él me levanté, le dije que sí y me quité el pantalón que traía, quedando solo en mi brasier y mi tanga. Me puse frente a él y le dije que si gustaba podía tocarme, al estar frente a él pude ver que su verga estaba aún más dura pero sin llegar a una completa erección. Cuando me empezó a tocar no tardó nada en empezar a dedearme; «estás muy mojada cariño, ¿te excita esto?». «Por supuesto que me excita, en este momento me puede pedir lo que quiera y se lo voy a cumplir». «¿L-lo lo dices en serio cariño?». Por supuesto le respondí.
Sin salirse de la tina y con un poco de esfuerzo se puso de rodillas y me dijo que si me podía chupar las tetas, yo con una sonrisa le dije que no tenía que preguntar, que de verdad hiciera lo que quisiera. Es indescriptible el sentir una piel tan suave como la de ellos, sin duda le daba un plus a la sensación de sus manos y su boca en mi cuerpo. Me dió un poco de risa mezclada con ternura cuando me empezo a lamer las tetas pues parecía un niño chiquito atascándose con un helado, parecía que se las quería acabar de tanto chupar; mientras él lo hacía me dejé llevar por mi lujuría y comencé a meterme un dedo en mi ano, la sensación de como me chupaba las tetas, más el que me estaba dedeando mi vagina y el dedo en mi culo exponenciaron la excitación mojándome cada vez más. «Estás muy mojada querida, quiero chuparte toda».
Cambió su boca por sus manos en mis tetas y dirigió su boca así mi vagina, y comenzó a lamerme de una forma muy deliciosa, definitivamente en su juventud debió de ser un muy buen amante pues sabía muy bien lo que hacía. Mientras seguía chupándome dejó mis tetas en paz y con una mano me quitó la mía de mi ano para meterme uno de sus dedos, mientras que con la otra mano comenzó a dedearme mientras seguía chupando mi vagina, después pasó a jugar con mi clitorís y yo ya estaba super prendida. Nuevamente, sabía muy bien como hacer todo pues de repente ya tenía toda su mano metida en mi vagina y 3 de sus dedos de la otra mano en mi ano, yo estaba tan excitada que solo gemía del placer que todo eso me generaba. De nuevo parecía pequeño tratando de comerme completita. Después de un tiempo me volteó y me pidió que me inclinara, dejando enfrente de su cara mis nalgas y mi ano que siguió dedeando mientras por detrás me chupaba la vagina. Pronto sacó sus dedos de mi culo y comenzó a lamerlo, fue entonces que yo empecé a dedear mi vagina y mi clitorís en movimientos circulares para sentir más placer. «Quiero penetrarte pero no se me para toda mi verga», a pesar de mi excitación siempre he sido muy consciente de otros riesgos por lo que siempre cargo con condones y lubricante en mi bolsa, por lo que le dije, «se la puedo mamar a ver si se le para completa y si sí, en mi bolsa tengo condones para que me pueda coger sin problemas».
El empezar a chupársela no era distinto a una persona joven, a pesar de los mitos que puedan existir al respecto, la edad no es limitante para tener una erección y así lo comprobamos cuando al momento de decirle que se parara para que se la chupara, nos dimos cuenta que ya la tenía completamente erecta, eso sí, la dureza no es tanta como en una persona menor pero era suficiente para la penetración. Aunque ya estaba su verga lo suficientemente dura, comencé a chupársela imitando la forma en la que él me mamaba a mí, como si fuera una paleta rica que quisiera atascarme hasta atragantarme. Una de las ventajas que encontré es que quizá por el líbido de su edad, tardó bastantito en venirse sin necesidad de tomarse algo. Le dije que para que estuviéramos más cómodos podíamos pasarnos a la cama y ahí continuar. Cuando llegamos me pidió si podía ponerme boca abajo en el borde de la cama, con mis piernas en el piso y el torso en el colchón; yo super obediente así lo hice y comenzó de nuevo a chuparme por detrás alternando entre mi vagina y mi ano, yo no podía estar más excitada y disfrutando al máximo lo que me hacía. Tal vez pensando que sería la última vez que lo haríamos estaba tardando de más cuando le dije «podemos hacerlo nuevamente si usted quiere y me puede pedir alguna fantasía para cumplírsela, tal vez no es buena idea que tardemos tanto pues puede venir su hija o alguno de sus nietos». «Tienes razón pero al menos déjame penetrarte». «Claro que sí, puede cogerme cuando quiera».
Me pidió que si me podía subir en él pues ya estaba cansado de tanta actividad y al recostarlo le volví a chupar su verga dejándosela super mojada pues eso (recuerden) me excitaba mucho. Después de unos segundos procedí a montármele pero ya no fue tanto lo que duró pues casi enseguida se vino, solo le pedí que no se saliera de mí pues yo también quería terminar. Obedientemente se quedó quieto, eso sí, sin dejar de masajear mis tetas. Mientras seguía adentro y con su verga todavía un poco erecta, comencé a frotarme el clítoris y pensando en lo excitante que había sido cogerme a una persona de su edad y como ya dominaba el «squirt» me froté con más fuerza hasta que chorros de mi líquido lo empapaban.
Cuando terminé le dije que tenía que llevar a lavar esas sábanas pues se podrían preguntar por qué estaban mojadas y al final terminó por decirle a su hija que me diera dinero extra pues se había hecho del baño en las sábanas y tuve que cambiarlas.
Antes de que llegara su hija y sabiendo que ya no me quedaba mucho tiempo en su casa (también en mi experiencia he aprendido a no quedarme tanto en un lugar para evitar muchos problemas), le dije que tenía que regresar a Toronto -era mentira- pero que podía cumplirle una fantasía más así es que pensara muy bien lo que me iba a pedir.
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