Mmmmmm mujeres gordas y mmmmmm maduras (sexta parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por alpez.
Considero importante mencionar que hasta antes de ese día no había vivido en ningún momento un roce sexual más allá de lo natural y prácticamente social con alguna mujer, llámese niña, jovencita, adolescente, señorita, señora, señorona, abuela y sus diferentes variantes o calificativos. Sí, reconozco algunos lances inocentes de estrecha amistad como velados simulacros de noviazgo con algunas compañeras de escuela inundados de la inocencia y limpieza de la corta edad por la curiosidad y la traccion por el sexo opuesto (como seguramente muchos de ustedes los tendrán).
Remedos de noviazgos que muy bien podía contar con los dedos de una mano
La mención particular es que nunca antes me relacione con alguna chica gorda o pasada de kilos, las mujeres gordas me eran indiferentes y en algunos casos hasta detestables como el caso de la Sra. J… mamá de mi compañero y amigo Víctor N. quien era orgullosa dueña de un mega culo y barriga, cuyo volumen invitaba a ejercer pronostico reservado para adivinar cual podría ser mas voluminoso y exuberante en carnes. Confieso también, que después de ese memorable día de mi iniciación con la Sra. M… el gigantesco trasero de la Sra. J…representaba para mí una atracción más grande que la feria o la función de circo con todo y payasos sumándole las paletas heladas de fresa en verano.
(Nota personal: Espero que ustedes no desesperen y que encuentre yo, el tiempo necesario para llegar a esa parte de mis memorias donde interviene la Sra. J..)
Sin pretender dar instrucciones de retórica, ética o buenas costumbres, deseo que esta narración y el compartir estas memorias sea por lo menos moderadamente útil a los lectores para exhortarlos a considerar su circunstancia propia sobre una perspectiva más clara. Me atrevo a pedir que en paralelo con el morbo que mueve el leer historias de sexo, hasta donde sea posible apliquen un sentido filosófico para esta mi experiencia y mi historia de vida, en consecuencia para la suya propia, ya que para mi significó desde entonces, por supuesto, la mas fiel escuela de sexo donde obtuve mi graduación no mas haya de los quince años.
Mencionarlo públicamente, no conlleva la idea de que esta confesión tome matices de vanidad o pretensión semejante. Me considero muy afortunado y lo comparto sencillamente. Para mi representó y se convirtió desde su inicio, en la autentica verdad de cómo vivir, sentir y disfrutar del sexo con una mujer y la particularidad que intento destacar es que la Sra. M.. para mi edad era muchos años mayor que yo.
Pienso que algunos pensarán que fui un tipo con suerte, otros que la Sra. M… se comportó perversamente, otros apreciarán que cometió un abuso si lo analizan con sensatez. ¿A la sombra de una mera suposición, cómo nos imaginarían, a nosotros, ambos (la Sra. M.. y yo ) si ella hubiera sido el Sr. M… y yo la vecinita adolescente?
Las perspectivas son múltiples y me sentiré satisfecho si estas torpes ideas y estas líneas les mueven a una reflexión cercana a las circunstancias reales generando sinergia sumado el morbo natural de la condición humana.
Las mujeres ya gordas, flacas, morenas, blancas, chaparras, altas y mas, todas ellas son seres humanos, con sentimientos, padeciendo, viviendo, sufriendo, gozando, riendo, llorando, dando vida y prodigando gusto por ella. Cada cual con circunstancias propias pero al fin mujeres, bellas mujeres. Rindo homenaje a ellas, todas y…
Seguimos
Con el pene apuntando irrespetuoso hacia su rostro me atrajo hacia si y estampo nuevos babeantes besos sobre mi boca y mi cuello. Conduciendo mis manos hasta abarcar lo que alcanzaba de su cuerpo y los laterales de sus pechos blancos, no hizo falta que me dijera mas dado que mis manos ahora empezaban verdaderamente a reconocer aquel cuerpo generoso que ansiaba ser tocado, mi naturaleza sexual reaccionaba y salía de su letargo para ejercer un torpe toqueteo de sus carnes, pude sentir lo mullido de su vientre, lo grueso de sus brazos, lo ancho de sus caderas, lo terso de sus piernas y de este modo me declare participante activo del juego morboso que nos ocupaba. Entre besos pronunciaba frasecitas que eran órdenes y me exigían continuar en ese ascensor de emociones;
Abre tu boca…! Bésame aquí..! Agárrame las tetas..! entre otras. Mientras sus manos no paraban de deslizarse sobre mi cabeza, mi breve espalda, la sutil curvatura de mis escurridas nalgas para pasar por delante al ombligo y volver a recetar apretoncitos a mi verga que en su adolescente tamaño deseaba querer tomar más dimensión.
Condujo mis labios a la cereza que decoraba su voluminoso pecho derecho y prácticamente me obligo a tomarlo, a beberlo, a chuparlo a morderlo suave y resoplando dijo – chúpalo como si fueras un bebé – diciendo ella y haciendo yo – siii asiiii mi niño, asi mi bebeeeé-
Separándome con su mano por un momento y con el pezón húmedo, aprovechaba para soplar sobre su ya duro botoncito con su boca y me decía nuevamente –chúpalo y sóplale, chúpalo y sóplale- para entonces entendí que esa secuencia le causaba mucho placer siendo evidente cuando emitía un largo –sss….ssssssssss- sorbiendo el aire que declaraba su gusto.
Tomando la iniciativa, ahora era yo quien reiniciaba el juego de los besos húmedos y frotaba mis labios sobre sus labios para volver a sus pezones cada vez mas erguidos, rosados y duritos. Los apretones a mi verga no cesaban. Innumerables veces repetí mecánicamente la secuencia hasta que retirándose ella mientras extendía las piernas a ambos lados y dejando caer su espalda sobre la cama dijo -ahora aquí mi niño- y procedía a jalar mi cabeza hacia su entrepierna que desvergonzada descubría la hendidura y la raja rosada, húmeda y por poco chorreante cueva de placer que rubicunda al verme tan cerca seductoramente me invitaba a reconocerla extendiéndome sus carnosos labios vaginales para sorberlos, besarlos, morderlos.
La Sra. M… dijo -bésame ahí mi niño- dudando por un momento procedí a hacerlo torpemente y seguro notando mi poca convicción me condujo a aprender lo que con tanto placer no tarde en aceptar y grabar en mi psique. Con el dedo índice de su mano me indicaba mientras decía -pasa tu lengua aquí mi amor, lámeme como un gatito- que era el sitio exacto, su centro de placer, al que por primera vez me enfrentaba, curiosamente de-sean-do la repugnancia inicial que me causara el hecho de plasmar mi boca ahí pero al mismo tiempo tan estimulante, atrayente, perfumado y exquisita de su parte mas secreta ante mi primera lección de sexo oral.
El contacto de mi lengua sobre su sexo desde entonces, igual que siempre que lo repetí, fué electrizante y aplicándome en su botoncito de placer que ahora asomaba cuando con sus manos regordetas distendía el capuchón, intuyendo yo su intención, no tarde en entender que y como lo debía hacer.
Fue el principio de ese juego de lametones entre sus piernas monumentales que se prolongo por largos momentos en que yo sentía ya mi verga a reventar. Prácticamente me era imposible permanecer ahí clavado y tenia que repetir el movimiento de zambullirme y salir a ritmo uniforme como si fuera un experto nadador en estilo de pecho que después de las brazadas vuelve a la superficie a tomar bocanadas de aire para continuar con su derroche de energía para alcanzar la meta victorioso.
La Sra. M… recostaba su cabeza sobre la colcha y emitía suspiros entrecortados y cuando emergía yo a llenar los pulmones de aire nuevo, mirándome al levantar su cara, como temiendo que me retirara definitivamente y truncara mis estímulos sobre su sexo expuesto y descubierto, solo repetía – me gusta, sigue ahí mi niño, hazme más, eres un cabroncitoooo- palabras que resultaban extrañas como nunca viniendo de la boca de la señora que yo conocía como correcta y de buenas costumbres. Para mi fuero interno esas palabras eran música estelar para mis oídos! Le estaba dando placeeeeeeer a una mujer..! y que mujer..!
Para mí en ese momento la Sra. M… representaba una magnánima y esplendorosa Diosa pagana, a quien arrodillado yo entre sus piernas le rendía tributo, el tributo más grande que mi pensamiento suplicante ofrecía a mi adorada Venus desnuda. Embebido en mi acto consciente que ese remolino me turbaba los sentidos, podía sentir en toda su magnitud esas piernas carnosas, gruesas, inalcanzables en su extensión, portentos de blancura, firmes como mármol y ciertamente imaginando que por su grosor parecía que iban a reventar como globos conteniendo agua. Apoyada esa monumental cadera en los ahora anchos continentes de sus nalgas que podía recorrer de vez en vez por sus flancos tersos excitándome a mil. Los ataques de mi lengua sobre su sexo se tornaron en apretoncitos de mis labios sobre los vaginales suyos mientras pedía besara su parte igual que como si fuera su boca. Aplicándome a su instrucción no tarde en percatarme de sus primeras convulsiones, que la instigaban a arquear la cadera y sacudirla como serpiente herida.
Me aferraba la cabeza sin consideración hasta darme jalones de cabello sin medir su fuerza por la intensa sensación de gusto entre sus piernas, la escuche respirar frenética, mas sacudidas se sucedían, respiración entrecortada, gemidos guturales, quejas que me confundían, yo quería parar intrigado y cuando ella sentía que la frecuencia de mi trabajo bajaba de intensidad mas me aferraba a su parte untándome la cara de mis babas y sus secreciones ejerciendo presión en su caliente parte. A la vez que con un tono expresivo, mas que antes, repetía –sigue, sigue así, mas- mientras yo lamía, besaba, chupaba y removía ahora mi cabeza entre sus piernas vehementemente sobre su sexo, por mi cuenta perseverantemente me atacaba con una mano el pito bien parado intentando involuntariamente hacerme una paja. No termine con mi obra y mi intención pajillera fue coartada por los ahora mas pronunciados movimientos de las caderas de la Sra. M… y sus jalones sobre mi cabeza que me sacaron de balance cuando la escuchaba subir el volumen de sus gemidos y clavarme por entero mi cara en su sexo ya elevando su voz a mejor nivel de decibeles para descaradamente gritarme – SigueeeeEEEE, sigueeeeEEEEEEE, asiiii,
aaaaAAAAAAAAAHHHHHAAAAAA……aaaa aaaaa aaaaaaaaaaaaAAAAAAAA
y mantenerme entre sus piernas cuando mis pulmones hinchados reclamaban aire nuevo y a punto de la asfixia… Al fin pude desprender mi cabeza de su mano y al incorporarme jadeante y embadurnado de jugos vaginales y baba pude contemplar la belleza de la Sra. M… totalmente expuesta. Ahora se mostraba inofensiva, con su cabellera descompuesta, proyectando de su rostro ese gesto único, divino, compuesto por los ojos entrecerrados, las fosas nasales dilatadas, los labios ligeramente entre abiertos emitiendo una simulada y egoísta sonrisa, el cuello sudoroso y el color subido de su piel símbolo inequívoco del placer alcanzado.
Petrificado ante mi Diosa pagana con la verga apuntando al infinito y mas allá, giro su cara hacia donde me encontraba contemplándola yo estupefacto y dijo –haaayy chiquito eee-res – ma-ra-vi-llo-so- Extendió su mano para que la ayudara a incorporarse y al ver mi verga parada de nueva cuenta me jalo cambiando la intención, echándome encima suyo, me tomo la cara con ambas manos, aplicando un nuevo beso a mis labios y dijo ahora veremos como te portaaaassss mi amor.! Las prendas intimas de la Sra. M… yacían en el suelo desperdigadas.
(Perdon por lo extenso, paciencia que aun continua…)
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