Nada que Ocultar
…La miré de reojo, de arriba a abajo a la “metiche” muchachita de solo 9 años. Piel dorada, ojos negros al igual que su pelo; largo y liso hasta media espalda. Se apoyaba con ambas manos y arqueaba su espalda moviéndose un poco de lado a lado y más abajo, para mi sorpresa ….
Recuerdo que estaba en el comedor, de visita, conversando con un amigo, su novia y los parientes de ella.
Una de las sobrinas de la novia de mi amigo, que rondaba por ahí, escuchaba nuestra conversación.
Al final de un argumento que estaba diciendo en la conversación, terminé diciendo “… así que todos tienen algo que ocultar”. En ese momento, la niñita, que en todo momento había estado “parando la oreja” se acercó a la mesa y apoyándose en ella, al lado mío intervino diciendo. “Yo no tengo nada que ocultar”.
La miré de reojo, de arriba a abajo a la “metiche” muchachita de solo 9 años. Piel dorada, ojos negros al igual que su pelo; largo y liso hasta media espalda. Se apoyaba con ambas manos y arqueaba su espalda moviéndose un poco de lado a lado y más abajo, para mi sorpresa, tenía un moldeado trasero levantadito cuya redondez se apreciaba perfecto gracias a un pantaloncito negro deportivo ajustado.
“Todos tienen algo que ocultar” le respondí. Ella me puso una cara de enojo bromista, y se retiró, caminando, contoneándose.
Quedé mirando, como se iba, con la vista un poco pegada en ella, pero luego “despavilé” para que mi actitud no se notara extraña ante los demás.
Era una de esas niñas de personalidad “agrandada”, sin pelos en la lengua y con algunas actitudes innatamente coquetas.
Yo no soy alguien que ande mirando niñas por ahí “atento”, para nada. Pero esta muchachita me causó mucha curiosidad, pero solo por su gracia, hasta ese momento. Lo de su figura y su forma de caminar quedó solo como una observación inocente en mi mente hasta ese instante.
Terminamos de conversar, nos levantamos de la mesa y fuimos afuera de la casa.
El sector era un campo, con árboles, arbustos, una huerta y habían un par de camiones antiguos abandonados a lo lejos.
Nos tomamos un par de cervezas sentados al costado de la casa mientras yo veía como la juguetona muchachita andaba por la huerta, caminando con su meneo de cintura, como si quisiera despertar deseos, pero sin ser su intención.
En ese momento debo confesar que las cervezas habían hecho su efecto y, ahora sí, miraba más a la coqueta niñita.
Me puse de pié para ir a ver los camiones, de verdad sin intención de toparme con ella o seguirla. “Voy y vuelvo” dije, y caminé dejando al grupo que siguió charlando relajadamente.
Estaba inspeccionando la cabina de uno de los camioncitos abandonados, era como de la época de los años 50 cuando me percaté que la muchachita se acercó, se fué a la parte trasera del camión e intentaba treparse a él.
La fuí a ver y le dije:
– Te vas a caer, baja de ahí.
– No, no me caigo.
Respondió la porfiada muchachita. Mientras seguía intentando trepar.
Ahora sí me fijé más en su trasero, ya que como estaba trepando, lo tenía casi en mi cara. Que gran colita tenía esa muchachita, que, a pesar de ser solo una niñita, hizo volar mi imaginación.
“Señoras y señores del jurado”, como diría Vladimir Nabokov, les digo que, si les mostrara una foto de espaldas de esta criatura, y sin mencionarles su edad, perfectamente podría ser confundida con una sexy mujer mayor de edad, delgada, torneada, de estatura baja.
La tomé de la cintura y la obligué a bajar.
– Te portas bien mal tu, te tendré que dar unas nalgadas. Le dije.
– Tú no puedes. Me respondió.
– ¿Como que no puedo? …
La tomé del brazo y en forma de jugueteo le dí un par de palmaditas en sus suavecitas y blanditas nalgas.
– Jijiji, nooo, noo. Me decía ella, riendo y tratando de zafarse, pero en una actitud juguetona.
– Ves que tú ocultas cosas. Le dije
– ¿Que cosas?
– Aquí pues. Le respondí, ahora más osadamente palmoteando y acariciando sus ricas nalguitas
– Haaaa. Jijiji.
– Muestrame, muestrame. Le decía, haciéndole cosquillas.
Ella se retorcía y se reía.
– Parece que tienes las pompis bonitas, déjame verlas. Le dije tomando su pantalón por su cintura.
Ella se seguía meneando y se trataba de arrancar riendo profusamente.
– ¡Aver! Le dije en un tono más serio, pero dentro del jugueteo. – Te desafío a que me la muestres, si es que realmente dices que “no tienes nada que ocultar”.
– ¿Que quieres que te muestre?
– Tu colita. Le respondí.
– Jijiji, noooo.
– ¡Vamos muéstramela! ¿Aver? Insistí.
La di vuelta y acercándome le dije al oido:
– Bajate un poquito los pantalones para verte la colita y te digo si la tienes bonita o no.
– ¿Si la tengo bonita? ¿Como?
– Déjame verla y te digo como la tienes.
Introduje mis pulgares por los costados de su pantaloncito y se los tiré un poco hacia abajo, pero tanteando a ver si ella accedía o no y, efectivamente y ella misma finalizó la acción y se los bajó.
Sus redondas nalguitas salieron a la luz ante mis ojos, semi cubiertas por un pequeño calzoncito blanco estampado con dibujos animados.
– Tengo que verla bien si pues amor.
– ¿Ha?
– Hay que bajar esto también. Le dije y sin darle oportunidad a protestar, le bajé también su calzoncito con un rápido movimiento.
Ahora sí, la pequeña, con su pantaloncito y calzoncitos abajo, hasta las rodillas, exhibía ante mi ese redondo culito de nalgas paraditas y redondeadamente perfectas, con una piel dorada, impecablemente tersa que brillaba ante el sol.
– Tienes una colita muy bonita amor. Le dije, agachado, dándole un beso en la mejilla y aprovechándo de sobar un poco su hermoso y suave traserito.
Me incorporé nuevamente y me quedé observando a la criaturita, ella me miraba hacia arriba, con sus ojitos negros brillantes y toda su parte inferior desnuda. Estuve a punto de detener todo, lo que habría sido lo razonable, pero ese culazo, ese culazo precioso que tenía no se podía ignorar y yo, bajo mi pantalón ya tenía una presión que no pude aguantar más.
Me agaché, para quedar a su nivel y le dije:
– Ya comprobamos que tienes una cola muy bonita, pero ahora tenemos que ver si también es “sexy”.
Ella me miró con cara de duda.
Me puse de pié nuevamente, me bajé el cierre de mi pantalón y liberé mi oprimido miembro.
– ¿Vas a hacer pis? Me preguntó.
– No amor, vamos a comprobar si ya eres una muchachita sexy o no.
– ¿Ha?
– Sí, mira, si mi pitito se para, quiere decir que estás creciendo bien y te empiezas a ver sexy, como las mujeres más grandes.
– ¿Como?
– A los hombres se nos para ahí cuando encontramos sexy a una mujer.
– ¿Y yo soy sexy?
– Ahora lo vamos a comprobar amor, quedate quietita.
Comencé a manosear mi miembro a su lado mientras con la otra mano acariciaba su espaldita y regularmente bajaba hasta sus nalgas para sobarlas y apretarlas.
En menos de 5 segundos, mi falo ya estaba totalmente empalmado y luego de 5 segundos más de gozo, me detuve. Uf, que excitado estaba, mi miembro quedó como un verdadero mástil erguido.
La niñita lo miraba anonadada, pero luego dirigió su vista a mi y me dijo:
– Se te paró el pitito. ¡Soy sexy!
Yo, con la respiración media agitada le respondí:
– Sí amorcito, parece que sí.
Nuevamente, con toda la acción detenida, me vino otra brisa de razón. Ahora sí era el momento de detener todo. Hasta acá “me había ido bien”, la muchachita, por su personalidad valiente no estaba incómoda ni asustada y era el momento ideal de parar.
Pero, la excitación de esa retorcida escena anuló nuevamente mi estado coherente. Esa coqueta muchachita, con su ropita abajo, que miraba mi erecto miembro con su carita de niña, inocentemente feliz porque le dije que ella “era Sexy”. Y… ese culazo señores, ese culazo perfecto, desnudo, brillante…
Miré hacia el camión y había un pedazo de tronco en el piso. Sin preguntar nada, tomé a mi muñequita de las axilas y la puse de pié sobre el madero.
– Apoyate hacia adelante. Le dije, tomando sus bracitos para que se apoyara en el camión con sus manos.
Quedó en una pose perfecta, con su hermosa colita bien paradita y al nivel de mi cintura.
Ella me miró hacia atrás, ahora sí con una cara de duda.
– Vamos a ver si haces que mi pitito se pare más mamita, quedate tranquilita.
Comencé a pasar mi miembro entre sus nalguitas una y otra vez. Podía ver como esas pequeñas pompis redonditas se abrían y cerraban con cada una de mis pasadas.
– Se siente como un palo. Me dijo.
– Sí mamita, tienes una colita muy rica. Le respondí con la voz entrecortada.
Efectivamente, el roce seco entre sus nalguitas le daba un placer ardiente a la inflada punta de mi pene y mi tieso tronco se hundía entre ellas al final de cada movimiento.
Ya en un éxtasis máximo decidí cambiar mi técnica y ahora metí mi miembro por abajo, entre sus piernas. De inmediato pude sentir en la parte superior como ahora estaba rozando una suavesisima y blanda vulvita.
– ¡Hay hay no! Exclamó la pequeña, moviéndose y flectando sus rodillas.
– ¿Que pasa? ¿Te duele?
– No, pero me hace cosquillas.
– Tranquilita amor, estamos terminando. Le dije.
La sujeté de su cintura, para mantenerla en posición y proseguí hipnotizado.
Pude sentir y ver la blandura de su culito cuando chocaba contra mi y era aplastado por mi vientre una y otra vez.
Ese roce entre los labios de su pequeña vulvita era más suave y delicado, menos intenso; pero el solo hecho de saber que era esa parte la que estaba sintiendo hacía que mi extasis llegara a las nubes.
Luego de un par de movimientos más la inminente explosión ocurrió y mi palpitante miembro comenzó a disparar sus chorros entre las piernas de la pequeña.
– Ahora sí te hiciste pis. Exclamó ella, mirando hacia abajo los chorreantes disparos.
Yo, agitado me incorporé y como pude escondí mi aún espasmódico falo dentro de mi pantalón. Tomé a mi muchachita y la saqué de la improvisada plataforma.
Ella, aún con sus pantaloncitos abajo me quedó mirando, sin entender lo que había pasado.
Yo me agaché, le acomodé su ropita y le dije, mirando su carita:
– Eres una muchachita muy sexy amor, estás creciendo muy bonito y por eso terminamos haciendo cosas de grandes.
– ¿Cosas de grandes?
– Sí, y no está bien porque aún eres chiquitita, así que no le cuentes a nadie, si nó te van a retar. Gracias por mostrarme tu colita.
Finalice, dándole un beso en su mejilla y un último par de palmaditas en el trasero.
*** FIN ***
Si te gustó mi relato, coméntalo. Hazme saber que partes te gustaron más, alguna observación o proponme algún tema que te gustaría que desarrollara en una nueva historia.
Puedes ver los enlaces a mis otros relatos en el siguiente post del Foro: https://sexosintabues30.com/foros-sexo/incesto/relatos-de-incesto-y-jovencitas/
Y recuerda… Puedes tener muchas fantasías en tu mente, cosas buenas, cosas malas, cosas raras y disfrutarlas en tus pensamientos… Pero nunca hagas realidad algo que pueda dañar a otras personas.
Ya no funciona ese no tienes otro, quiero seguir leyendo tus historias
Gracias por comentar. Puedes ver mis otros relatos en mi perfil de autor https://sexosintabues30.com/author/mclovin8/