Nuestra pequeña Greta
Un hombre de 32 años y su error más placentero..
En el sillón de su living, a las 3AM de la madrugada se encontraba sentado Genáro, éste sostenía una taza de café de la cuál bebía sorbos cada que tenía oportunidad mientras que su vista se veía enfocada en su computadora, pues debía estar al tanto de que cada ingreso del despacho de abogados en donde trabajaba esté en su completo orden. Era un hombre muy inteligente y dedicado, así que se daba el lujo de tener un buen desempeño en cara área posible.
⎯ Joder… finalmente.⎯ Con una clara mueca de satisfacción en su rostro, dejó la taza de café sobre la mesa y su vez, cerró la laptop, no sin antes guardar los archivos correspondientes. Segundos más tarde se encontraba lavando su taza mientras estiraba su cuerpo, permitiéndose el lujo de relajarse, pues era viernes por la noche y tendría el fin de semana libre para estar con su familia.
Su familia era pequeña, ya que sólo estaba conformada por su esposa Ana, su hija Greta y él.
Genáro era un hombre joven, guapo, alto de 1.83, blanco, pelinegro de ojos grises, biceps fuertes, abdomen tonificado, espalda ancha y piernas duras gracias a su árduo entrenamiento en el gym. Ciertamente atractivo para jóvenes y adultas.
Ana era una mujer blanca de 26 años con ojos verdes, rubia natural con estatura media de unos 1.64 a lo mucho, cuerpo bien pronunciado, ya que al igual que él iba al gym, y a pesar de haber tenido una hija, tenía un trasero firme y codiciado por muchos de sus colegas, al igual que unas tetas que enviciaban a Genáro cada día de su vida. Su mujer era preciosa y él adoraba recalcarlo.
Luego, su pequeña Greta de apenas cinco años recién cumplidos. Greta, al igual que sus padres era pálida, pero sus mejillas se tornaban rojizas la mayor parte del tiempo por el clima de su zona. Tenía cabello dorado, brilloso y sobre todo suave. Sus ojitos al igual que los de Genáro eran color grises. Su cuerpo era tal cual el de una infante, sólo que Genáro siempre notó qué había sacado las piernitas regordetas como las de su mami, y eso le causaba ternura, Greta era la adoración de Genáro y Ana, éstos padres amaban en gran manera a su bebé.
Tras pasar unos minutos, despreocupado de las ocupaciones a futuro se dirigió a las escaleras para luego subir y recorrer el pasillo de la segunda planta hasta llegar a la habitación de Greta. Al abrir la puerta sólo se topó con la dulce imagen de su niña descansando, cubierta con sus mantas de princesa que tanto adoraba.
Confiado por verla dormir, continuó su recorrido hasta llegar a su habitación, en la cual inmediatamente se adentro mientras retiraba su camiseta, quedando únicamente en bóxer. Había notado que Ana también estaba dormida, aunque eso no le detendría para querer pasar un buen rato con ella, ya que tenían semanas sin intimidad gracias al trabajo de ambos, y la falta de sexo para Genáro era como una daga en el corazón.
Ya recostado al lado de su esposa, se infiltró en las colchas con la intención de chocar internacionalmente su erección contra el culo de esta, dejando escapar un largo suspiro por el mismo tacto — Amor… — La llamó con un tono bajo y casi suplicante, apoyando todavía más su verga contra las nalgadas de su mujer. — Ana, ¡Por favor despiertaté…! —pronunció en susurros desesperados. — Genáro, ahora no, estoy muerta de cansancio y necesito dormir. —la voz firme de Ana retumbó en la cabeza de Genáro haciéndolo bufar y separarse de ella para luego mirar al frente mientras cruzaba sus brazos y fruncía su ceño. — Hace semanas que no lo hacemos, siempre estás cansada. — soltó con ironía. — Hace semanas estoy saturada de trabajo. —respondió Ana con obviedad. — Entonces deja ese puto trabajo, sabes perfectamente que pudo darles lo necesario a ti y a Greta, sólo pido follar con MI esposa. —el tono de Genáro reflejaba su molestia, por lo que sin responder, Ana se volteó, mirándolo con una expresión que Genáro prefería evitar. Seguidamente se apresuró a quitarse sus bragas quedando solamente con la parte de arriba de su pijama de seda y un par de medias. Se apresuro a bajar el bóxer de Genáro y sin preámbulos tomó entre sus dos manos esa verga gruesa de veintidós centímetros qué ya se encontraba dura, por lo que no bastó más para qué se la llevara a la boca y comenzará a succionarla con mucha énfasis mientras soltaba gemidos ahogados. Por otro lado, Genáro se encontraba entrecerrando sus ojos y/o apretándolos por el placer que esa mamada de estaba provocando, sus labios estaban entreabiertos permitiendo que algunos jadeos salgan como ráfagas de su boca.
— ¿Esto es lo que te gusta, mmgh? Que te chupe toda la verga… —preguntó Ana mostrándose morbosa ante la situación. — ¿Gustarme…? Maldita sea…, esto me fascina y lo sabes… Eres la única que sabe cómo comerme la polla como toda una profesional del oral…— al oír a su hombre, Ana volvió a devorarle la verga, sólo que ahora se encontraba mamando su glande con la punta de la lengua, haciendo movimientos circulares llenos de saliva qué chorreaban todo el tronco de su esposo, mismo que se apresuró a lamer por los costados como si fuera un helado, para después bajar a sus huevos y metérselos en la boca para succionarlos durante unos largos segundos… A todo esto, Genáro estaba en las nubes, no podía creer cómo su mujer tenía la capacidad de desaparecer su mal humor con tan sólo utilizar su boquita. Para mayor placer, llevó una de sus manos hasta un de las nalgas de Ana y la apretó para posteriormente darle una fuerte nalgada, misma que provocó un fuerte estruendo en la habitación y un gemido prominente de parte de Ana. Seguido de ello, volvió a acercar esa misma mano hasta su propia boca con el fin de escupirla y llenarla de saliva, para luego dirigirla hasta la vagina de Ana, remojando la raja de sus ninfas con esa poca saliva en sus propios dedos, aquellos que sin durarlo introdujo dentro de ella, comenzando una leve penetración con los mismos durante un rato. No era sorpresa saber que Ana los recibiría muy bien, por lo que profanó su rica concha con dos dedos más; ya eran cuatro dedos qué venían follándola desde hace minutos y la descarada sólo seguía chupando la verga del pelinegro mientras meneaba sus caderas y gemía. — Métemela Genáro… por favor, ¡Por favor…! Fóllame toda mi amor… soy tuya, tuya…— Gemido tras gemido era lo único que se oía de la boca de Ana, eso causaba un efecto muy intenso y placentero en Genáro, por lo que luego de retirar sus dedos de la intimidad ajena, hizo que esta se apartara de su verga para luego colocarla boca arriba y meterse inmediatamente entre sus piernas, aún sin penetrarla. — ¿Ah sí? ¿Ahora sí quieres que te coja, hermosa? — Genáro sonreía con malicia y se apresuraba a frotar su pene por toda la franja de su vagina hasta llegar a su clítoris y presionarlo con su pija repetitivas veces de forma brusca. — Genár… A-AAH! —fue lo último que atinó a decir Ana antes de doblar su espalda gracias a sentir la repentina embestida dentro de su concha. Genáro había profanado la vagina de su mujer enterrándole su miembro por completo, comenzando con un vaivén acelerado de puro éxtasis, parecía brincar contra la intimidad de su mujer por las rápidas y profundas penetraciones qué ejercía sobre aquella rubia que por su cuenta se abría lo más posible sus mientras abrazaba la espalda grande de Genáro. Ambos estaban completamente sudados y a punto de correrse, así que no pasaron mucho minutos cuando Genáro decidió acelerar su ritmo y arremeter todavía más efusivamente contra en interior de Ana, haciendo el la cama rechinee aún más y logrando finalmente que toda su leche sea expulsada en el interior de ella, para luego ir rápidamente a levantarle su camisa y poder atrapar con su boca una de sus grandes tetas. Genáro comenzó a chupar ambos senos de la mujer, succionando y lamiendo con su boca los pezones rosados de esta mientras seguía penetrando su interior en espera de que todo su semen se escurra en las entrañas de su esposa, deseoso por repetir lo de hace un rato. Pasando un rato, salío del interior de Ana dejándola completamente agotada, sin embargo eso no fue excusa para que sin pedírselo, esta se inclinara para comerla la boca. Claramente el beso fue correspondido, aún sin retirarse de encima, se encontraba chupando los labios de la mujer mientras iba ordenando los caballos despeinados de esta. Cuando terminaron con aquél lindo encuentro, Genáro se colocó en su lugar, feliz, contento, deslechado. Y Ana por su parte, sólo se permitía suspirar enamorada. — Eres el mejor hombre que he conocido, ¿Lo sabías? —lo miró con amor. — Y tú, eres la mujer que más amo en este mundo. —Genáro se inclinó ligeramente para plasmar un beso en la frente de su esposa. — También te amo, mi amor. —respondió Ana con una sonrisa. — ¿Una segunda rondita? —preguntó Genáro con inocencia fingida, haciendo que Ana lo mire como queriendo matarlo. — Okay, okay… Duerme bien mi reina. Pero la próxima no te salvas. —bromeó. — Eres un tonto amor, descansa.—terminó por decir Ana para luego quedarse profundamente dormida, robándole por unos minutos la atención a Genáro, quien pensaba que definitivamente tenía muchísima suerte.
A la mañana siguiente todo fue como de rutina, se encontraban desayunando padres e hija antes de que Ana se fuera a su clase de Ballet, pues era profesora de dicha danza y siempre volvía a las cinco PM, dejando a Greta al cuidado de Genáro.
— Amor, no olvides hacer tus deberes hoy y dormir tu siesta. —recordó Ana a Greta, quien automáticamente formó un puchero y miró a Genáro, haciendo que este abriera los ojos entendiendo el mensaje y dejara su tostada en la mesa, para luego mirar a Ana y querer hablar. — Ni se te ocurra, Genáro. —se apresuró a decir Ana haciendo que Genáro se quede con la palabra en la boca. — Ya oíste a mami, bebé. Debes hacer tus deberes. —alzó sus hombros y luego los dejó caer. — Está bieeen. ¿Pewdo después puedo jugawd un dwato con mis muñecas o id al Jacuzzi, mami? —greta miró con ojos de perrito a su madre, a lo que esta suavizó su mirada. — Está bien, puedes jugar con tus muñecas… En cuanto al jacuzzi, sabes que sólo puedes hacerlo con tu padre presente. —añadió. — ¡SIII! Papi, papi, mami me dejó usad el jacuzzi! —la niña se veía realmente emocionada. — Eso es genial, amor. Ahora termina su desayuno y ve a estudiar. —como si fuera una competencia, Greta comió todo su alimento y corrió a su habitación para realizar sus deberes, dejando a sus padres solos. — La consientes mucho. —dijo Ana, terminando de ordenar la mesa. — Es mi princesa, siempre lo haré. —respondió Genáro sin ningún rastro de titubeo, mientras se acercaba hasta su mujer para luego abrazarla por la espalda, bajando su diestra hasta la vagina de esta que estaba cubierta por la suave tela de lycra que lograba marcar su deliciosa concha, aquella que con sus dedos comenzó a rozar mientras besaba el cuello de la fémina. — A ti también te puedo consentir, hermosa. —soltó en coqueteo y Ana volteó los ojos. — Tengo clases y aún me duele la vagina por lo de anoche. —fue lo último que dijo antes de voltearse y dejar un casto beso en los labios de su esposo, para después tomar su bolso y salir por la puerta dejando al antes nombrado con ganas.
Tras pasar un par de horas, Genáro se encontraba nuevamente sentado en el sofá del living charlando por teléfono con Eddy, su colega del trabajo y su amigo. — Y me la cogí con ganas, tenía semanas sin hacerlo. —habló Genáro. — «Lo imagino hermano, debió ser duro para ti.» —se oía a Eddy detrás de la pantalla.
Pasó un rato y la charla seguía, esos amigos tenían mucho para comentarse siempre que se llamaban, pero de momento a otro, Greta con su cabello suelto y liso, se encontraba tocando con su dedito la pierna de su papá para que este le dé su atención. — Ahora no amor, estoy hablando con el tío Eddy. —avisó Genáro queriendo volver a la conversación. —Papi ya tedminé mi tadwea y hice muchos codazoncitosh…! —Greta, con una hermosa sonrisa en su carita elevó una hoja donde dejaba ver muchos dibujos de corazones por todas partes, y en el centro, un dibujo infatil de ella y su padre tomados de la mano. — Sí bebé, está hermoso. —respondió Genáro restándole importancia mientras oía el relato de Eddy.
Al notar la poca atención que recibió de parte de su papá, Greta subió con dificultad(gracias a que su cuerpo aún era pequeño) al sofá, y posteriormente se sentó en las piernas de este, rodeando las caderas de Genáro con sus dos piernitas. Genáro volteó a mirarla con sorpresa, aunque su hija siempre hacía lo mismo, sólo que esta vez sólo tenía un vestido rosado muy corto, que dejaba ver por completo sus piernitas y más arriba… su pequeña vagina al aire libre. Su conchita descubierta estaba inconscientemente pegada a su bulto, aquél que sólo era cubierto por un short negro de tela fina, sin ropa interior. Genáro retuvo un jadeo gracias a la fricción contra su verga, mirando nuevamente hacia abajo. Luego de un momento silenció un momento la llamada. — Greta, ¿Por qué no tienes puestas tus braguetas? —preguntó con seriedad. — Papi, es que quiewdo id al jacuzziiii —decía greta emocionada mientras sonreía y brincaba sobre el bulto casi despierto de Genáro. — Greta, no sigas moviéndote. —ordenó el padre. La niña sumergida en su inocente diversión, se mantuvo rozando su conchita contra la verga de su papi, mientras se tiraba de atrás hacia delante riendo. — «¿Todo en orden, Gen?» —se escuchó a Eddy. Genáro volvió a activar el micrófono de la llamada. — Eh.., Sí! Sí, todo en orden, es solo Greta que está jugando. —Genáro quería sonar normal, pero la realidad es que su verga estaba completamente dura y Greta seguía abriendo los labios de su vagina a medida de que el tronco de Genáro se infiltraba entre ellos gracias a los movimiento consecutivos. ¿Estaba excitado por su propia hija de seis años? JODER. Se sentía como un puto enfermo, la culpa comenzaba a joderle la cabeza… pero por otro lado estaba sintiéndose en el puto paraíso por sentir el calor de aquella pequeña concha envolverle la cabeza de la verga. — Te llamo después, Ed. —no esperó respuesta y colgó. — Greta, bebé… ¿Te gusta jugar así con papi? —preguntó Genáro llevando una de sus manos hasta la mejilla de Greta, la niña asistió contenta, parecía no estar enterada de lo ocurrido. — Sí papito, me gusta jugadw al caballito! — la niña sonreía. — Bien, seguiremos jugando pero mamá no debe saber que jugamos así… es decir, no le digas que no usaste pantaletas o te regañará. —advirtió Genáro fingiendo preocupación mientras bajaba sus dos manos hasta su short para ir bajándolo de apoco mientras Greta parecía estar asustada. No le gustaba que su mamá la regañe. — Tranquila bebé, sabes que papi siempre te protegerá… —le sonrió y Greta igual a él. — Te amo papi. —la niña beso el pecho de su padre. — Pero para que tu madre no se entere, debemos jugar al caballito bien, ¿Sí? —Greta lo miró confundida, pero asintió con una sonrisa. — Lo que harás ahora, es abrir más tus piernitas, todo lo más que puedas, y cerrarás tus ojitos. —él la iba guiando y Greta sólo obedecía. Genáro se acomodó de mejor manera y quedó semi-acostado en el sofá, logrando que su verga quede apoyada en su estómago. Por otro lado, tomó a Greta por debajo de sus hombros y la colocó justo encima de su tronco. — Está calentito en mi flodwcita papi… — La niña soltó su primer gemido provocando que Genáro muerda sus labios inferiores. — No abras los ojos bebita, pronto comenzarás a sentirte en el cielo. —con una mirada lasciva, acomodó de mejor manera a Greta encima de su miembro y levantó considerablemente su vestidito para ver la cercanía de su verga y la conchita diminuta de la infante. Después de unos pocos segundos, comenzó a moverla encima de su falo, haciendo que Greta restriegue su clítoris contra su pija generando más fricción y provocando qué la niña abra su boquita para dejar salir gemidos por los lentos pero largos roces contra su botoncito. — A-aa…! Papi esto se siente muy dwico… HM! —gimió Greta. Genáro estaba extasiado, le causaba un morbo inexplicable tener a su hijita rozándose con su gran verga, y el hecho de que no sepa pronunciar la R en las palabras, la hacía lucir más tierna, por lo que todavía más lo prendía. — Sí… Joder, sí… Qué rico se siente bebé, hmm… Sólo puedes jugar esto con papi amor, sólo con papi. Porque papá te ama, ¿Lo sabes, no? —hablaba Genáro entre jadeos largos mientras practicaba aquel acto sexual con su bebita de cinco años. Seguidamente soltó su vestidito y colocó una mano en cada muslo de la menor, sujetando aquellas piernas hermosas con la intención de comenzar con un vaivén más acelerado desde abajo mientras su niña gemía alto por sentir cómo el pene de su padre le chocaba la vulva y su clítoris, sujándose de los hombros de este aún con los ojos cerrados. — ¡A-ah! MMGAH! humm…! Pa…papi que dwico Hmmm! ¡S-sí..! Ahmg…! —la niña comenzaba a rozarse por su cuenta propia contra la virilidad de Genáro, sintiendo cómo su vaginita hervía. — Es… Hmmg…. Es muy rico bebé…, ¿te gusta…? —preguntó ansioso por la respuesta. — Ahmg! SÍI Papi Aaah…! M-me hago pipí papito HM! Quiewdo más… dame más papi… —la niña con la respiración agitada y las pierna temblando, continuó sus movimientos pero echó su cabecita para atrás sin intenciones de querer frenar aquél encuentro. Genáro, por otro lado, estaba que hervía por saber que su bebé estaba a punto de tener su primer orgasmo y era con él… Dios, estaba en el cielo. — Tranquila bebé, no es pipí… Es el resultado de este juego tan rico que tuvimos. —y sin esperárselo, sintió como una cantidad de flujo empañó toda su verga, provocando que esta misma comenzara a expulsar gran cantidad de semen en su propio abdomen… Greta por su parte, calló rendida sobre él, se durmió inmediatamente. Y Genáro simplemente comenzaba a darse cuenta de lo que había hecho. De lo que había hecho con su hijita…


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WOW, simplemente cachondo, muy hot, excitante, no puedo creer q se pueda sentir esas sensaciones cómplices, si forzar nada, excelente relato, sigue escribiendo felicidades ❤️😘
William
Ufff qué traviesa Greta, buen relato, me trajo recuerdos 😋