Para comenzar: Mis experiencias masturbatorias
Aquí describo brevemente mi experiencia con el autoplacer y fetiches como los pies, la orina, el semen y la saliva. .
Para introducirme un poco debo decir que actualmente tengo 20 años, no soy muy alto (alrededor de 1.70), soy un poco gordito porque tengo algo de panza, pero nada que se aleje de lo normal. En otras palabras, soy un chico bastante promedio (no me voy a vender como la mayoría de los que sueñan con ser adonis jaja).
En fin, debo decir que comencé a explorar mi cuerpo desde aproximadamente los 12 años. Al tener acceso temprano a internet, descubrí muy pronto lo que era el porno y lo mucho que disfrutaba de los hombres. Así, a medida que fui creciendo debo decir que me volví algo adicto a la masturbación y a experimentar conmigo mismo. No quiero que me malentiendan, disfruto mucho del sexo con otros chicos; es sólo que he aprendido a disfrutar de hacerme el amor a mí mismo y amergirme en mis propios placeres.
Como decía antes, a los 12 comencé a darme cuenta de que lo exquisito que se sentía frotar mi pene. Debo decir que mi pene también es bastante promedio; una vez lo medí con una regla y estaba entre 17-18 cm. Quizá la diferencia es que por alguna razón es bastante grueso cuando está erecto. Así, comenzaban mis noches de masajear mi pequeño pene y estar erecto la mayor parte del día jaja. Conforme pasaba el tiempo, me comencé a dar cuenta de que había cosas en videos o en la vida real que me excitaban en sobremanera; años después entendí que había desarrollado ciertos fetiches.
El primero y más enloquecedor para mí son los pies. Más o menos desde los 13 años me daba cuenta de que por alguna razón que escapaba a mi compresión, me gustaba mucho verle los pies a mis compañeros de clase o amiguitos. Cuando iba a alguna piscina o cuando había que ducharse luego de clase de gimnasia, siempre buscaba poder tener algún vistazo de los pies de mis compañeros. Recuerdo que en una ocasión se me ocurrió la idea de buscar videos porno gay de pies; el primer video que abrí mostraba a un chico durmiendo, mientras otro le chupaba los pies al tiempo que se masturbaba. Recuerdo ese orgasmo explosivo que hizo que me semen pre-puber saltara casi de inmediato al ver tan ídilica escena. Desde entonces, mi predilección por los pies no hizo más que aumentar. Si bien no me atrevía a hacer nada con otros chicos por miedo o vergüenza, se me ocurrió que podría comenzar por interactuar con mis propios piecitos.
Fue así como un día después de la escuela, recuerdo que llegue a casa sin haberme duchado después de hacer ejercicio. Ya venía un tanto morboso, asique corrí a mi habitación y cerré la puerta con seguro. Lo primero que hice fue sentarme en la cama y quitarme las zapatillas; como era clase de gimnasia, traía puesta una tenida deportiva en lugar del uniforme normal. Luego de quitarme las zapatillas, tomé una de ellas y me la llevé directo la nariz; olí con mucha fuerza y dejé que el aroma a sudor me impregnara. Para mi sorpresa, el olor no era para nada fuerte; a pesar de que había cierta esencia a pies sudados, quizá al ser un chico con buena higiene personal no producía olores demasiado fuertes. Aún así, me quedé delirando con el aroma y no tarde en sentarme de tal forma que pudiera llevar uno de mis pies a mi cara. Aún con las medias blancas puestas, olí mi pie con todas mis fuerzas. El mismo aroma, un tanto más concentrado llenó mis fosas nasales y provocó que mi amigo entre mis piernas comenzara a levantarse. Frente a mi cama tenía un espejo, y al levantar la vista, me reí ante la situación en que me veía a mí mismo. Pero proseguí; rápidamente me quité ambas medias y las lancé al suelo. Antes de oler directamente mi pie desnudo, lo observé por un momento. Tenía algunas pequeñas pelusas blancas del interior del calcetín y las fui quitando de a poco. Observé mis pequeños dedos un tanto rosados por la agitación de haber hecho ejercicio hace unos momentos. Entonces fue cuando por fin presioné mi nariz contra mi pie y me sentí en el cielo. El olor no era muy diferente, pero sentir el tacto de la piel de la planta de mi pie haciendo presión contra mi nariz y mis labios fue increíblemente excitante. Sin darme cuenta realmente, entreabrí mis labios lentamente para dejar salir mi lengua y lamer tiernamente la parte superior de la planta de mi pie. El sabor era un tanto salado, asumo que por el sudor.
Cada segundo que pasaba sólo aumentaba mi excitación. Luego de esa primera y tierna lamida, cogí mi pie y lamí la planta desde el talón hasta los dedos. Comenzé a meter mi lengua por entre mis deditos, saboreando cada centímetro de piel sudada. La lujuria me consumió y comencé a lamer frenéticamente mi propio pie; la saliva comenzó a chorrear por mi talón y mojar toda el area alrededor de mis labios. Entonces, me detuve por un momento y comencé a desvestirme rápidamente. Una vez que estuve completamente desnudo, volví a coger mi pie y a chuparlo como si fuera un mango. El olor de mi saliva mezclado con el sudor de mi pie era una fragancia embriagante que jamás había experimentado antes. Cogí mi otro pie sin lamer, y comencé lo propio, pero esta vez comencé a masturbarme al mismo tiempo que lamía mi pie. De tan sólo imaginar la escena me erecto ahora mismo; un chiquillo de 13 años, completamente desnudo, lampiño y sin duchar, masturbándose mientras lame sus propios pies frenéticamente. Cuando llegué al clímax, eyaculé como si no hubiese un mañana; a pesar de que mi semen pre-puber era casi transparente, el orgasmo no cambiaba en lo absoluto. Así, transformé esto en una práctica usual, sobre todo antes de ducharme y estar un tanto sudado; algo que hago hasta el día de hoy.
Mi experiencia con mis pies fue sólo el primer escalón a darme cuenta de que me volvería adicto a mis propios fluidos corporales, por decirlo de alguna forma. Dentro de aquella misma edad, descubrí mi gusto por mi propio semen. Un día, luego de masturbarme, mi mano quedó cubierta con aquel elixir virginal; llevado por la curiosidad, me llevé la mano a la nariz y olí. Casi no olía a nada, asique sin dudarlo saqué mi lengua y probé una pisca de esa lechita. Lo que vino a continuación fue autorevelador; el sabor que se esparció por mi boca me volvió loco. Era un extraño balance entre algo un poco ácido, dulce y de consistencia cremosa. Instantáneamente, lamí el resto de semen que quedaba en mi mano y comencé a recolectar los restos que tenía esparcidos en la panza y el pene; de hecho, tomé mi pene ya flácido y lo estrujé hasta sacar la última gota de mi leche para llevármela a la boca. Fue exquisito. De hecho, de ahí en adelante creo que siempre me he tragado mi semen después de masturbarme, incluso cuando he estado con otras personas. La sensación de saber que ese líquido sale de mi propio pene y vuelve a mi boca es para mí, simplemente brutal. A veces, me recostaba en la cama pero apoyando las piernas en la pared, de tal forma que mi pene quedaba colgando sobre mi cara; me masturbaba así con la intención de que al terminar, abiera la boca y no perdiera una sola gota de mi lechita.
Sin duda alguna que también he experimentado con mi orina casi de la misma forma. No obstante, comenzó de forma un tanto diferente, pues fue una ocasión antes de entrar en la ducha. Ya estaba desnudo y sentí ganas urgentes de orinar; sin embargo, mi mente de puber pervertido se encendió, y me pregunté qué sabor tendrían mis propios meados. Asique en lugar de orinar en el wc, me metí a la ducha, me incliné hacia adelante, de tal forma que mi cara quedara frente a mi pene y disparé el chorro de orina en mi propia cara. Abrí la boca y llené lo que más pude de mi elixir dorado. Lo mantuve unos segundos en mi boca, sintiendo la cálida temperatura del líquido y luego lo tragué por completo. Al principio, sentí un poco de asco, pues el sabor era bastante fuerte. Pero luego de unos momentos, lo volví a intentar. Y esa fue la primera de varias duchas en las que me meaba a mí mismo; rociaba mi cara y cabello con mi propia orina, la tragaba y mezclaba con mi semen al acabar.
Y finalmente mi otro fetiche descubierto a temprana edad fue la saliva. Hoy en día amo la saliva, dar besos que me choreen toda la boca y tragar la saliva de otros. Pero en esta ocasión, sólo quiero referirme a lo que he experimentado conmigo mismo. Obviamente, cuando lamía mis pies o escupía en mi pene para lubricarlo, el olor a mi saliva impregnaba mi cuerpo. Fue así como poco a poco se convirtió en parte fundamental de mis exploraciones. Hasta que un día, se me ocurrió sentir el líquido un poco más allá. En medio de la masturbación, decidí acumular la mayor cantidad de saliva que pudiera en mi boca; luego, puse una de mis manos en forma de cuchara y escupí toda esa saliva en ella. Acto seguido, esparcí el líquido por toda mi cara y dejé que chorreara por mis mejillas y labios. Fue increíble. Seguí juntando saliva y escupiendo por todo mi cuerpo, sintiendo mi piel pegajosa y con el característico olor a mi saliva.
Y bueno, eso es todo por ahora. Actualmente, admito que tiendo a grabarme haciendo todas las cosas que he descrito en este pequeño relato; pero no subo nada, el sólo para mi propio disfrute. Si les gusta lo que he escrito, en otra ocasión puedo relatarles otras experiencias que he tenido con el autoplacer; por ejemplo, cómo a los 16 era capaz de chupar mi propio pene.
Espero les haya gustado y saludos 🙂
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