Parafilias familiares
Una joven va con su abuelo a visitar a sus tíos adonde una vez su abuelo tuvo una vida feliz, y se encontrará con unos primos y tíos un tanto extraños, quizás ella también lo es….
Parafilias familiares…
En el verano de 1987, mi abuelo paterno «Toño» por Antonio, me llevó a conocer la bella ciudad blanca de Arequipa. La tierra donde había nacido, y crecido. Pero en esas tierras aún estaba viviendo mi tía Elsa, y que era la hija primogénita de mis abuelos paternos. Pero yo no sabía las razones que llevaron a mi abuelo a abandonar la tierra donde había sido tan feliz y que lo había plagado de tantísimos recuerdos. Aunque creo que fue más, el repentino e inmenso dolor de su corazón roto, y que no supo resistir su perdida por lo que se fue a vivir a Lima con nosotros.
Lo cierto era que eso había pasado cuando yo era aún una niña, hace más de diez años y casi no recordaba la gran casa de dos plantas de barro y madera. Sin mencionar el amplio patio y los árboles que rodeaban la casa de construcción antigua, que no parecía necesitar se mantenimiento por el momento.
Ya estaba por cumplir los dieciocho, y mi abuela en sueños me había pedido que la visitara. Fue una sensación extraña nomás, no había visto su rostro, pero eran sus formas y también su voz. Me era complicado recordar su rostro a menos que la viera en una pintura antigua en la que había sido retratada cuando recién se había casado con abuelo. Mi abuelo no se había negado para nada, él mismo no viajaba hace muchos años a la ciudad blanca, y quería visitar la casa donde había sido muy feliz. Sólo que más tarde nos daríamos cuenta, sobre todo yo, que mi tía no estaba muy feliz con la presencia de mi abuelo en casa, y más lo veía como una carga.
Cuando llegamos nuestros tíos nos recibieron bien, nos invitaron a beber chicha de maíz morado, y a comer un rico rocoto relleno. Nos instalamos esa misma noche con la ayuda de mis dos primos, que podrían parecer casi idénticos aunque Pedro era un año y medio mayor que Javier; aunque se parecían mucho por fuera, por dentro eran como el agua y el aceite; aunque después, en las semanas siguientes recién con horror lo descubriría.
En la noche de mi cumpleaños, Pedro llegó en la noche a casa en compañía de una joven hermosa de nombre Casandra. Tenía un vestido rojo caramelo que la entallaba a la perfección. Sus pechos eran medianos, y su trasero bien parados, en esas caderas anchas que lucían bien en su cintura delgada y estómago plano. Celebraron mis cumpleaños, y me cantaron el «Happy Birthday». Ya Cuando se fueron todos, subí a mi habitación, e intenté dormir. Pero cuando me dieron ganas de hacer pis bajé al primer piso, y lo que vi me dejó atónita. La novia y mi primo estaban tendidos en el sofá, desnudos y en la posición que llaman 69, dándose el placer oral que nunca había visto antes en mi vida.
Me quedé pegada en la esquina del umbral antes de cruzar la sala hacia el baño, y vi como su novia se tragaba toda su polla que me parecía era grande a comparación de la de mi abuelo. Se la chupó tanto que mi primo jadeó como un animal extasiado, expulsando el semen en su boca. Y se la tragó toda la leche, y creo que dijo algo como: – Qué buena está… y no sé qué cosas más.
Aquello me dejó realmente excitada por primera vez. Era virgen y quería guardar me para el hombre indicado después del matrimonio. Pero después de lo que había visto esa noche casi madrugada de mi cumpleaños, me dejó pensando en lo que sería bueno hacer con mi virginidad, si de todos modos no conseguía a nadie que valiera la pena. En mi cuarto a solas no pude evitar tocarme, y pensaba que era mi padre el que entraba de improvisto sin tocar y me cogía con el uniforme de colegio levantado sobre mi barriga, mientras yo me dedeaba como una viciosa. Aquel pensamiento obsceno y prohibido me hizo correr como una loca. Aquello no podía ser ya, mi padre había fallecido, y mis épocas de secundaria habían culminado. Pero era la primera vez que me masturbaba de esta manera. La primera vez que siendo honesta, lo disfrutaba, y no quería parar.
Después de ello casi ni pude dormir. Y me levanté con unas ojeras terribles. Lo bueno que aún eran vacaciones, y no pasaba nada. Al otro día, estuve un poco molesta porque no encontraba del colguedero donde lo había puesto a secar, mi ropa interior de corazones rosa. Su perdida no significó una gran perdida para mí, así que decidí no hacer un escándalo de ello. Pero no sé porque pensaba que unos de mis primos se lo había cogido para hacer con ella lo que le vendiera en gana.
Un viernes Pedro volvió a casa con su novia muy de noche. Yo estaba en la cocina haciéndome un sándwich, y planeaba seguir leyendo una novela de misterio. Mis tíos ya habían subido a su recámara hace más de una hora, y no iban a volver a bajar, porque tenían un baño privado en su pieza.
Estuve leyendo sentada y apoyada en la mesa de la cocina, cuando de repente empecé a oír unos gemidos. Era un gemido conocido, me asomé un poco y vi a mi primo Pedro comiendo las tetas de Casandra con gran maestría. Se besaron apasionadamente, y luego cuando Pedro se sentó en el sofá, su novia se dejó sentar sobre y de espaldas a él inicio un subebaja de película XxX. ¡Qué verga! ¡Qué caliente me sentía! Quería ser aquella que estaba cabalgando con locura a mi primo, y ambos estaban disfrutando en su mundo sin percatarse de nada alrededor. Yo metí mis manos entre mis pantis y me masturbé mientras ellos follaban y follaron como una hora eterna. Me corrí, con dos dedos dentro de mí, y luego de ello me arrastré por el pasillo hasta llegar a las escaleras para subir al segundo piso.
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Una tarde, mi tía me mandó a buscar a Javier para hacerle saber que bajara a cenar. A este primo no lo veía muy seguido, era más un friki de los videojuegos y se la pasaba mayormente encerrado. Sólo que esta vez no respondía a los gritos de mi tía, y ésta se había puesto de mal humor. Cuando estuve frente a su puerta la noté entreabierta, por lo que me entró una gran curiosidad e intención de chismear. Pero lo que vi me sorprendió como si estuviera viendo a alguien más y no a mí primo. Se estaba masturbando el pobre, y su buena polla había envuelto con un calzón rosado o eso creía que era. No lo podía distinguir bien, puesto que el cuarto estaba a media luz. Pero casi estaba segura que aquello era mi calzón perdido. Desde afuera llamé, y grité que bajara a cenar antes de que se le enfriara la cosa. Lo raro que al día siguiente apareció ese calzón perdido pero olía muy fuerte como a sucio y a semen. Y también había desaparecido otro calzón mío, uno de color blanco. No quedaba duda de que era Javier el maldito fetichista que solía masturbarse con las bragas de su prima menor.
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Esperé a que saliera, y cuando lo hizo aquel domingo, porque supuestamente le rendían culto a Dios. Javier, Pedro iban al templo junto a su madre. Pero mi tío se quedaba haciendo papeleos, y alguno que otro arreglo en la casa.
Me metí al cuarto de Javier y busqué arriba a abajo mi braga de solo una puesta de color blanco. Pero por más que busqué, no la encontré por ningún lado. Me sentí frustrada luego de media hora, así que renuncié. Pero sabía que debía ser él. Tal vez hasta lo había guardado dentro de sus bolsillos del terno azul marino, o tal vez había ido con ella puesto el muy bastardo. Pero me las iba a pagar.
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Una noche bajé al sótano, siguiendo a mi tía, y pude ver con lujos de detalles, a mi tío atado de pies y manos a la pared y amordazado. Mi tía se ponía un traje de cuero, donde dejaba a la vista sus tetas y vagina. Tenía un látigo de cuero con el que empezó a azotar a mi tío hasta hacerlo sangrar en el pecho. Luego se la mamaria y acercándose de espaldas a él, se introduciría su verga en su ojete.
Waoh síii… Qué rico… Síiii.
Empujaba su cola hasta que golpeaban la pared, en su vagina se metía un consolador y al mismo tiempo se maseajaba el clítoris. A mi tio apenas se le escapaba unos bufidos casi mudos, y en cambio mi tía solia disfrutar mucho. No podía quitarles ojos, pero como estaba tan excitada, empecé a masturbarme e introduje un par de dedos a mi vagina. Cuando me corrí, decidí dejar de ver porque me sentía muy incómoda y temia ser descubierta. Faltaban pocos días para irme y no quería que hubiera rencillas entre nosotros por ser una tonta voyeur que no podía espiar con astucia.
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—Javier, ¿viste mis bragas?–. Le pregunté directamente cuando lo vi venir del patio trasero. El ruborizado lo negó aún cuando en esos momentos estaba segura de que había tomado uno de color negro.
—Tal vez lo dejaste debajo de la cama–. Dicho esto se alejó sin siquiera mirarme a la cara.
Y con ese, era ya la sexta que tomaba para masturbarse. Yo más lavaba bien, aunque no sé porque creía que aún olían a semen, y aquello en vez de ponerme furiosa, y obligarme a tirar los a la basura. De algún modo me excitaban, y me los volvía a poner después de todo. Pero volví a encontrar la braga anterior manchado de semen, como me había dicho él, debajo de la cama.
Le hubiera dicho algo a mi tía pero pronto me iría de ahi, y no quería causar problemas a mis primos ni que mi abuelo se fuera molestó también. Pero aún así, no sé porque en esos momentos de inconsciencia me dió por probar los restos de su corrida, y de olor por un buen rato ese olor fuerte y hediondo que tenía. Aquella fue la última braga que tomaba mi primo Javier del colguedero del patio, y esa noche también fue la última vez que espie a mi otro primo Pedro teniendo sexo con su novia pero esta vez en el patio…
Mi abuelo me sacó de esa casa al día siguiente al atardecer. Debíamos arreglar unas cosas para iniciar mis estudios en una universidad de Lima. Y además, unos tíos de parte de mi madre en Lima querían conocerme bien antes de decidirme de ir a vivir con uno de ellos. Mi abuelo por su parte prefería hacer su vida solo, en aquella casa donde había estado viviendo antes de la muerte de mis padres.
Yo me despedí de mis tíos y primos con la promesa de que un día iba a volver a visitarlos, aunque sea solo por un ratito, ya que los estudios me tendrían casi totalmente ocupada. Por supuesto no pensaba regresar sola, y mi abuelo no quería volver más; ya que mi primos ni siquiera parecían quererlo ni se molestaban fingir algún tipo de respeto por abuelo.
Esa casa de noche se veía muy tenebrosa y se veía muy grande desde fuera del portón de metal que lo protegía. Fueron casi mes y medio ahí, y lo único que habían hecho esa casa y sus anfitriones era sembrar en mi mente un campo de perversiones. Y no podía imaginarme a que cosas terribles podía llegar si hubiera decidido quedarme ahí a estudiar por toda una temporada, y sin un abuelo que viera por mí…
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J.L
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