Pasión por el chocolate I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por latosita.
Como Fernando, mi novio, vivía muy cerca, era común que mis padres me dieran permiso de pasar algunas tardes de sábado en su casa, al principio, acompañada por mi hermano, pero poco a poco fueron más permisivos y llegó el momento en que podía ir sin mi chaperón.
A mi novio y a mis amigos les gustaban los videojuegos, casi al punto de poder considerarlo un vicio, era cosa de que se sentaran frente a la pantalla, encender la consola y olvidarse de lo que pasaba a su alrededor; podían pasar horas y mi novio ni se acordaba que yo estaba ahí, hasta que llegaba el momento de irme a mi casa; a mí me molestaba porque se suponía que ese tiempo debía dedicármelo y aprovechar para portarnos mal.
Un sábado, ya habíamos quedado de vernos en su casa; después de bañarme elegí bien la ropa que llevaría para provocarlo: Ropa interior de encaje, con bragas y sostén, a juego, en color rosa con moñito color vino; minifalda negra a media pierna con aberturas pequeñas a los lados; blusa blanca semitransparente que, si te fijabas bien, se podía notar el color del brasier y unas zapatillas negras, cerradas, de tacón bajo, aproximadamente 4 centímetros; me peiné como acostumbro, con una coleta y, de maquillaje, solo brillo labial, lo normal para una chica que estaba próxima a cumplir los 15 años.
Me despedí de mis padres, que estaban en la cocina, al llegar a la puerta, mi hermano me dijo que me veía muy bonita y me pidió que modelara para hacerme unas fotos; me dio risa, pero de todas formas acepté y realicé algunas poses, luego me pidió que le diera la espalda y girara un poco el torso y la cabeza, volteando a la cámara; tomó varias fotos y si me hubiese acordado de que tenía en su compu una carpeta con fotos de mi trasero y piernas quizá no le habría dado mucha importancia, porque ansiaba ver a mi novio.
Salí y caminé emocionada, imaginando lo que me haría Fernando cuando estuviéramos solos, pero me llevé una desagradable sorpresa al llegar a su casa, sus amigos llegaron antes que yo y ya habían preparado todo para jugar: botanas, dulces, refrescos y un disco con el nuevo juego que acababan de comprar.
Me sentí un poco decepcionada, pero mi novio me invitó a sentarme en un sillón, junto a él y me acercó una caja pequeña con gran variedad de chocolates: Kisses, Ferrero Rocher, Hershey’s, Carlos V y hasta chocolate líquido, del que se usa para helados y postres; al menos tenía con qué entretenerme mientras los veía jugar; lo único que no me gustó fue que tenían muy alto el volumen y me ponía de nervios escuchar música, disparos y, además, los gritos de los chicos.
Como jugaban por turnos, los chicos cambiaban de lugar para sentarse frente a la pantalla, uno a cada lado de mí; estaba jugando Fernando, sentado a mi izquierda, con Marcos, su mejor amigo, a mi derecha, yo tomé unos panecillos y les puse chocolate líquido, pero Marcos se movía mucho, como si hacer ademanes y estirar las manos fuera más efectivo que usar correctamente los controles.
Accidentalmente derramé chocolate en su control y su mano izquierda y fue como si el mundo fuera a acabarse, el peor pecado que podía haber cometido; les dije que no fueran exagerados, agarré el control y lo lamí hasta quitar el exceso mientras todos me veían con una expresión que combinaba asombro y enojo; luego fui a la cocina y lo limpié con un paño húmedo, se los devolví y regresé a la cocina a buscar un poco de leche para acompañar los panecillos que llevaba en una canastilla, junto con el chocolate.
Iba a abrir el refrigerador cuando vi que entró Marcos:
– ¡Hey, mira cómo me dejaste! – dijo sonriente mientras me mostraba la mano cubierta de chocolate líquido
– ¡Ay, discúlpame, fue un accidente!
– No te preocupes, me lavo y hacemos como que no pasó nada
– ¡Ah, no, chiquito! – reclamé – en mi presencia no se desperdicia el chocolate
Me miró sorprendido mientras me acercaba a él, tomé su mano y comencé a lamer, saboreando ese delicioso líquido.
– Eres una perrita – dijo y, sabiendo que podía ser algo ofensivo, agregó rápido – bueno, con respeto, o sea, así como estás chupando y lamiendo
Yo solo reí y seguí limpiando su mano, dedo por dedo y, sin mala intención, ya le estaba chupando el dedo medio; ese fue mi error, porque él ya se había excitando; di dos pasos hacia atrás cuando intentó besarme; Marcos vio el chocolate y reaccionó rápido, lo agarró y volvió a poner una buena cantidad en su mano, especialmente en los dedos.
Puse cara de desaprobación, pero no podía permitir tal desperdicio y volví a lamer; el buen amigo, muy avispado, me abrazó y seguía poniendo más chocolate cada que estaba a punto de terminar; yo no dejaba de chupar sus dedos a pesar de notar que su mano se posaba juguetona en mi cadera, subía por la cintura, llegaba al hombro, bajaba por el pecho, otra vez a la cintura y luego a mi trasero, una y otra vez.
No sé qué era más excitante, si comer chocolate, lamer los dedos del mejor amigo de mi novio, los toqueteos que me estaba haciendo “sin” mi consentimiento o el miedo de que alguno de los chicos dejase el juego para ir a la cocina y encontrarnos in fraganti; el hecho era que realmente estaba perdiendo el control.
Por fin terminé de quitar todo el chocolate de su mano izquierda y tenía la derecha acariciando deliciosamente mi pecho, puse mi mirada más severa para que entendiera que no podía seguir si no había chocolate, me mostró la botella y me hizo una señal para esperar; se lavó las manos, agarró nuevamente la botella y, esta vez, se embadurnó la cara.
Iba a recoger el chocolate con mis dedos, pero Marcos me tomó por las manos y acercó su cara a mi boca; al principio me resistí, pero no podía negar que tenía unas ganas tremendas de recorrer con mi lengua no solo su cara, sino todo su cuerpo, porque me encanta el chocolate, además, el tipo era realmente guapo y ya había logrado encenderme.
No pude fingir más, hice que soltara mis manos para agarrarlo por la cabeza y comenzar mi labor de limpiar su cara, inmediatamente aprovechó para tocar mi pecho y trasero; acabé el chocolate y yo misma puse más en su boca, como si necesitara ese pretexto para continuar con lo que estábamos haciendo.
Otra vez se terminó el chocolate, pero no quise dejar de besar a Marcos, que ya había levantado la falda y estaba batallando con mis bragas para hacerlas a un lado; al parecer no tenía mucha experiencia en el tema y tuve que ayudarlo, incluso, lo estuve dirigiendo al principio, mostrándole cómo debía pasar su dedo por mi rajita, lentamente arriba/abajo, arriba/abajo, una y otra vez; hice una pausa cuando su dedo llegó al clítoris y lo ayudé a reconocerlo, así como si un ciego estuviese leyendo braile.
Este chico, aparte de guapo, también era buen alumno, porque no requirió más ayuda y demostró tener iniciativa, tocaba y veía mi reacción, sabía que debía ser más cuidadoso si yo hacía muecas de dolor y que debía repetir los movimientos que me hacían gemir; no tardó mucho en meterme un dedo, tuve que dejar de besarlo y recargarme en su hombro; era la primera vez que tenía dentro de mi vagina un dedo que no era el mío.
Al parecer, los chicos habían llegado a una parte muy emocionante del juego, hacían mucho escándalo, con gritos y risas, mientras Marcos me estaba haciendo la mujer más feliz del mundo, con su dedo en mis entrañas, metiendo y sacando rápidamente y, rápidamente, haciéndome llegar al orgasmo, con un grito largo y fuerte que no quise contener, esperando que no se escuchara hasta la sala, simplemente me dejé llevar por la lujuria y el placer.
Terminé muy satisfecha y cansada, todo mi cuerpo temblaba, especialmente las piernas, sostenida por los fuertes brazos de Marcos, sin prestar mucha atención al hecho de que acababa de serle infiel a mi novio, en su casa y con su mejor amigo; él me decía lo hermosa que soy y recorría mi cara con sus besos; tardé algunos minutos en recuperarme, fuimos a la sala para despedirme de los chicos y Marcos se ofreció a acompañarme a casa; en el trayecto hablamos muy poco y de cosas sin importancia, excepto que el chocolate es lo más delicioso del mundo y se debe compartir.
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