Patricia
Las «fantasias por encargo» a veces son sorprendentes….
Nunca pensaste que tu amiga te dejaría sola, pero todo fue tan rápido, no hubo tiempo de reaccionar, la situación era grave, tu amiga con suerte te pudo explicar, solo te dejo claro que debía salir de inmediato y que alguien debía quedarse con la niña… y tú eras la única presente en el lugar…
-No te preocupes por nada, está con el tratamiento, así que va a dormir toda la noche
-Pero y si despierta, que le digo?
-No va a despertar, las pastillas son muy fuertes, incluso yo probe una y dormí toda la noche sin problemas
-Estás segura?
-Claro que estoy segura, saca lo que quieras para comer, ok?
-Ok
-Disculpa Paty, no es justo que te deje de niñera.
-No hay problema.
Una vez tu amiga salió y escuchaste el sonido del automóvil, te quedaste un rato en la sala «realmente estará dormida?» Pensaste. Prendiste la tele un rato, fuiste de canal en canal, la misma porquería aburrida de siempre, nada nuevo.
«Y si voy a ver?»
Te levantaste del sillón y fuiste a su habitación, y ahí estaba ella, acostada con solo una tenue lámpara de noche encendida…chiquita, blanquita y delgada, hace poco había cumplido 7 años. Te acercaste a la cama con cuidado, estaba un poco destapada y solo tenía una polera delgada y sus calzoncitos. Una maliciosa corriente tibia te recorrió el cuerpo mientras la observabas dormir.
«Tardará mucho o poco en llegar?»
Por instinto, te acercaste un poco a su cuerpecito, olía tan bien. Le pasaste la mano por su cabellera, su carita, bajaste por su cuello hasta su pecho y te detuviste un momento. Tu vagina se puso a palpitar, de a poco empezaste a sentir que tus labios se humedecian.
«Solo un poco, nada más»
De a poco tus dedos fueron acercándose a uno de los pechitos de la niña que recién estaban creciendo. Con la punta de tus dedos recorriste esa polera que escondía la piel tersa de la pequeña, subiste por ese diminuto monte de carnecita blanca, hasta llegar a la punta, un botoncito de carne rosada que subía y bajaba al ritmo de la respiración de la infante y la punta de tu dedo índice lo rodeo suavemente un par de veces, hasta que se puso un poco durito. Tu concha ya se había humedecido por completo, sentías como los labios de tu vagina se rozaban por si solos solo por los jugos que esas pequeñas tocaciones te estaban provocando. La niña no reaccionaba en lo absoluto, al parecer lo que te había dicho tu amiga era cierto, las pastillas si eran fuertes. El trance en el que te habías sumergido se interrumpío súbitamente por el sonido de tu celular, que habías dejado en la sala.
«Justo ahora»
-Si?
-Paty, hola, mira es más grave de lo que pensé, esto va a tomar toda la noche. Perdóname amiga, no era la idea, pero no tengo a nadie más
-No te preocupes, está bien
-Puedes usar uno de mis pijamas que están en tercer cajón de mi habitación
-Ok
-Cómo esta la niña?
-Durmiendo, hace poco la fui a ver.
-Ves? Te dije, cuando le doy las pastillas no despierta, creeme la he movido de lugar y hasta la he lavado y ni siquiera intenta despertar, estarás tranquila toda la noche
-De acuerdo, ya entendí la idea.
-Bueno, cuidense y gracias de nuevo… te debo una.
-No me debes nada, ojalá todo salga bien.
«Esto no puede ser real…»
Fuiste a la cocina y sacaste una cerveza helada, te la bebiste casi sin pausa. El frío espumante te despertó un poco. Volviste a la habitación de la niña, aunque está vez, te quedaste en la puerta mirando su cama.
«Nunca más tendre una posibilidad así… me dijo que no despertaría… nunca mas va a pasar esto… es ahora o nunca»
Saliste al patio delantero, a revisar que todo estaba cerrado, te aseguraste que la puerta de entrada estuviera cerrada e incluso te aseguraste que la puerta del patio trasero también estuviera cerrada. Fuiste a la habitación de tu amiga y sacaste de entre sus cosas, las dos toallas más grandes que pusiste encontrar y volviste a la habitación de la niña.
«Ojalá que no despierte»
La poca luz de la lámpara de noche era suficiente, estiraste las toallas en el piso, por suerte eran muy gruesas y juntas hicieron un pequeño colchón. Te acercaste a la cama de la niña y te sentaste a su lado.
«Tengo que probar al menos»
-Oye, despierta – dijiste con el volumen normal de tu voz.
«Nada»
-Oye! Despierta! – subiste más el volumen y la niña no reaccionaba.
«Mmm… ok… aunque aún no estoy convencida»
Tomaste uno de sus brazitos, lo levantaste y cayó pesadamente en la cama, inerte.
«Bien, un poco más de riesgo…»
Le diste una bofetada despacio en la cara… nada. Luego otra más fuerte y la niña solo seguía respirando, no había más movimiento que ese y si no fuera por eso, parecería que está muerta.
«Ya basta de hacer pruebas»
Suavemente volviste a tocarla. Volviste a poner tus dedos sobre su tetita, está vez con mayor confianza. Apretaste despacito esa cosita suave un par de veces. Tu vagina casi de inmediato volvió a estar húmeda y muy caliente. Suavemente bajaste su mano hacia tu barriguita y comenzaste a subir su polera. Al momento de sentir esa piel suave y blanda, tu concha se mojo aún más, sabías que ahora tu ropa quizás estaba manchada por el interior por tus jugos. Tu Cuquita estaba demasiado excitada y palpitando mientras lentamente le subías la polera a la niña y llegabas nuevamente a su pechito… ahora la tenías para ti, toda la noche…
Al subir la polera por completo, la pudiste observar con más tranquilidad… tan tranquila, tan bella, sus tetitas eran como unas pequeñas almohaditas de piel suave y sus pezoncitos, unos pequeños circulitos rosados que estaban un poquito hinchados… no te aguantaste… te pusiste de pie y te bajaste los pantalones, pusiste tu mano en tu concha caliente y tal como sospechabas, estaba mojadisima, tanto la piel de los muslos cerca de la vagina también estaban húmedas. Abriste un poco las piernas y sin pensar mucho te empezaste a pajear desesperada frente al cuerpo durmiente de la pequeña. Su belleza inocente te tenía loca de calentura, tus dedos entraban y salían de tu concha, tratando de tocar todos los espacios de tu perverso y húmedo interior. No te preocupaste por los sonidos, simplemente gemias tal como lo sentías, ya estaba demostrado que la chica no despertaría. Acercaste la boca a una de sus tetitas, mientras tú culo llevaba el ritmo de tu paja inmoral y depravada, y empezaste a lamer su pezoncito rosado… tan tierno y suave… cada roze de tu lengua era un chorrito de fluido de tu vagina, que ya te tenía la mano mojada, pero no importaba, quieres más… quieres todo… apretaste con tus labios la tetita y empezaste a chuparla muy despacio, a lubricarla con tu saliva para que se deslizara en tu boca y saborear su piel con tu lengua, de a poco y por la estimulación, el pezón comenzó a hincharse, dejo de ser una parte de la piel para convertirse en una pequeña protuberancia rosada que entraba y salía por tu…
«Delicioso… delicioso»
Sentías como los jugos de tu vagina te mojaban los muslos, nunca te había salido tanto, nunca… nunca habías tenido tanta suerte.
Le terminaste de sacar la polera y ahora ibas por su entrepierna. Le besaste sus piernitas mientras se las separadas. la sensación de su piel suave en tu boca te mojaba más, prácticamente te estabas orinando mientras pasabas tu lengua por su muslos, dejándolos mojados por tu saliva, como una marca invisible en su piel, que siempre estaría en tu recuerdo… ella es tuya y tú fuiste su primera vez…
En tu frenesí no controlabas tus suspiros, de hembra caliente, de perra en celo… de abusadora en las sombras… al llegar a su infante bulba, acariciaste con tu boca su pubis, sus labios, su anito pequeño y delicado.. la mezcla de su suave sudor y un leve olor a orina te calentó más todavía, tus dedos salían demasiado rápido y entraban muy profundo, el frotar frenetico y los jugos saliendo producían un chapoteo que de escuchaba en toda la habitación… pero la niña no despertaba…
Pásaste tu lengua por su rajita, saboreaste su sudor y los restos de su pipí de niña, como un manjar exquisito que te quemaba el alma. Con la mano que tenías libre, le tomaste su culito y lo levantaste un poco. No podías parar de masturbarte, pero aún así, la pudiste levantar y sostener lo suficiente, para poder meter tu lengua en el agujerito exquisito de su Cuquita, sentías los muros exteriores, los saboreabas mientras tú lengua violaba la vagina de esa niña y abrias esa concha infante ya sin cuidado alguno. Jadeabas cómo loca…
Te pusiste de pie y trataste de calmarte, necesitabas más espacio. Tomaste a la desnuda pequeña y la llevaste al suelo, a las toallas que habías dejado, lo hiciste delicadamente, al acostarla primero apoyaste su cabecita y luego el resto de su cuerpo…
«Nadie va a saber… nadie… está noche haré todo lo que quiera contigo»
Lo habías hecho antes con otros tipos… a veces con buenos resultados, otras veces no, pero está vez daba lo mismo, ella es tuya y solo la luna y las tinieblas son los testigos de tu verdadero ser… nadie nunca va a saber y eso, te calentaba al extremo.
Te arrodíllaste a su lado, tomaste una de sus manitos y empezaste a frotar tu clítoris torpe y bruscamente con su piel, el desorden de sensaciones te embriagaba, solo pensabas en sentir más, no importa como. Acomodaste tu cuerpo para meter su manito en tu concha, cada centímetro que su manito entraba en ti, era una explosión de ardor y líquidos que tú concha escupía con deseo y estuviste pajeandote con su manito hasta que sentiste que venía… lo sabías y venía con fuerza… te sacaste la mano de su conchita y te paraste encima de ella, con un pie a cada costado de su cuerpo… y lo dejaste salir… un chorro caliente de meado que caía en su virginal cuerpo, que chapoteaba en su piel, su barriguita, sus tetitas, su cuello, un largo y placentero «aahhhh» retumbó en los muros de la habitación. Cuando terminaste, sentías tu vagina palpitando, pero no era suficiente, querías más…
Bajaste hasta su cuerpo, a su pecho, abriste los labios de tu vagina, y te empezaste a frotar en su piel que estaba tibia por tu orina.
«Está es la locura más depravada y rica de mi vida»
Te movias y sentías como su piel te acariciaba los labios y se deslizaba con tu orina, te movías hacia adelante y atrás rápidamente mientras gemías sin vergüenza, y entre los rozes, la seguiste orinando, ya no había diferencia entre los fluidos y la orina, solo sabías que la mezcla era deliciosa y ayudaba a que los frotes produjeran más calor entre tu cuerpo y el de ella. Estabas perdiendo el control de tus movimientos, tú culo no paraba de moverse, cada gemido era un orgasmo y cada orgasmo un chorro que bañaba a la niña… aún cuando los roces ya te quemaban los labios vaginales, no se detenía, no podías… no querías…
Ya no sabías cuántas veces te habías venido… habías perdido la cuenta y estabas jadeando y cansada, pero aún faltaba algo… querías volver a comerte esa Cuquita por última vez. Te pusiste de pie nuevamente y fuiste a su pelvis, levantaste de nuevo su culito y dejaste expuesta su vaginita a tu Merced, con tu lengua abriste los labios y volviste a meter tu lengua en su cuquita, y eso te volvió a calentar, solo te dejaste llevar… tus dedos nuevamente se metieron con el mismo frenesi y desesperación ansiosa de saber que en algún momento te podían atrapar violando a la niña, pero esos pensamientos, solo volvían a prender las brasas de tu fuego que no queria extinguirse. Mientras tú lengua penetraba a la niña, sentiste algo raro, un ligero movimiento en su Cuquita y sacaste la lengua, de repente salió un chorro de orina de vagina… tu instinto animal estaba al mando… acercaste tu cara y empezaste a frotarla en su conchita que estaba meando, su orina te mojaba todo, la nariz, los labios, el mentón, los ojos, la frente, no dejaste ningún lado de tu cara sin el baño calentito y rico de la bebe, mientras tus dedos te hacían llegar una vez más, está vez estimulados por la sensación tibia y acuosa de la orina de la niña…
«Me devolvió el favor… jejeje»
Te tiraste al suelo mirando al techo, exhausta, al lado del cuerpo de tu exquisita e infante víctima que nunca va saber lo que le hiciste, ambas bañadas en los fluidos vaginales y orina de las dos… solas… acompañadas por un luna que todo lo ve pero nada revela y por las sombras que la lámpara de noche proyectaba en los muros y que ahora cómplices de tu crimen, delicioso crimen de pasión inmoral… delicioso amor del caos que solo tu acabas de vivir…
Le lavaste el cuerpo con unas toallitas húmedas, la volviste a vestir y acostar, de manera que todo pareciera normal. Tomaste las toallas y las metiste a la lavadora, secaste el piso de la habitación de la niña y fuiste a tomar una ducha. Cuando saliste, te volviste a asegurar que no había rastro de lo que había pasado y te fuiste a dormir. A la mañana siguiente apareció tu amiga, te agradeció lo que hiciste por ella y por su hija, se despidieron y volviste a tu vida normal.
Un par de días pasaron y sonó tu teléfono
-Paty? Hola amiga, te llamo porque quiero pedirte un favor, surgió un problema…
Una sonrisa maliciosa y pícara se esbozó en tu rostro…
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