Por un seguro, fui a buscar una cogidita 3

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Por un seguro, fui a buscar una cogidita, ¡y qué cogidita! Ya cansada de la cojida anterior, con mi culito chorreando leche, me puse el plug y me dispuse a salir. Caminé por el pasillo de esa casa vieja, y nuevamente escuché un ruido extraño. Curiosa, me acerqué a ver qué era. Allí estaba un tipo dormido, roncando fuerte, pero no pude apartar la vista de su paquete. ¡Uff, qué delicia de verga! Estaba súper dura, marcándose en sus pantalones rotos, y él seguía roncando como si nada.

Sabiendo que estaba bien dormido, me acerqué con cuidado, tratando de no hacer ruido. Pero en un paso, moví unas latas viejas, y el hombre despertó de golpe. Se asustó al verme, se levantó rápido y me preguntó: “¿Quién eres?”. Yo, más putita que nunca al ver ese paquete enorme, no respondí. Era un macho de unos 40 años, moreno, con camisa sucia y un bulto que me tenía babeando. Él repitió: “¿Quién eres?”, pero se dio cuenta de que no dejaba de mirarle la verga. Notó su erección, intentó taparse, pero al verme desaliñada, con la falda arrugada y las mallas rasgadas, se imaginó lo que estaba haciendo allí sola.

En lugar de cubrirse, me dejó ver esa delicia: una verga de unos 23 cm, venosa, dura, peluda, justo como me gusta. “Ya entiendo, zorrita, andas buscando esto”, dijo, con una sonrisa sucia. Yo estaba feliz por dentro, pero preocupada porque ese terreno era de Diego, el macho que me había cogido antes. Le pregunté: “¿Quién eres tú?”. Él respondió: “Soy el guardia que cuida estos terrenos. Conozco al dueño”. Eso me tranquilizó, pero me puso aún más cachonda.

Sin dudarlo, le mostré mi cuerpo: las mallas negras transparentes, el plug en mi ano, y la leche de Diego goteando por mis muslos. Él se sacó la verga ahí mismo, en ese lote baldío donde cualquiera podía vernos. Excitada, no me importó el riesgo. Me acerqué como perrita en celo, moviendo mi culito, y él, viéndome, se puso más duro, su verga botando como si quisiera explotar. Cuando llegué a él, me puse de rodillas. “Hazlo, putita, toda mi leche será tuya”, gruñó. Comencé a comerme esa verga rica y deliciosa, que me llenaba la boca hasta la garganta, haciéndome estremecer. La chupé por 15 minutos, saboreando cada vena, sus pelos rascándome los labios, mientras gemía como zorrita.

Luego me puso en cuatro, y al ver mi plug, dijo: “Uy, putita, estás lista para ser violada por varios”. Esas palabras me excitaron tanto que me corrí sin tocarme, con un grito que seguro se escuchó lejos. Él me tapó la boca, susurrando: “No grites, hay vecinos”. La idea de que alguien más pudiera verme me volvió loca; estaba en el paraíso. Sin pedir permiso, me sacó el plug y vio la leche de Diego en mi ano. Eso lo encendió más. Me dio una mamada de culito increíble, lamiendo cada gota de leche anterior, su lengua hundiéndose en mi ano mientras yo temblaba de placer.

Al verlo comer mi culo con tanta hambre, supe que era versátil, que le gustaba dar y recibir verga. Cuando me dejó limpia, metió su vergota de un solo empujón, sin miedo. Como estaba lubricada, me sentí en las nubes, disfrutando de esa verga latiendo en mi ano. Le pedí a gritos que me follara duro, pero él me tapó la boca otra vez. “Cállate, que está pasando gente”, dijo. Justo entonces, una pareja pasó cerca, sin vernos gracias a unas ramas que nos cubrían. Yo, en cuatro, vestida de nena, clavada hasta las bolas por mi macho, no podía estar más cachonda.

En ese momento, mi teléfono sonó. Pensé que era del trabajo, así que, aún con él penetrándome, me arrastré hasta mi bolso. Era Diego, mi primer macho. La excitación me ganó, y contesté mientras el guardia me clavaba duro. “¿Aló?”, dije, con voz temblorosa. “Hola, putita, ¿cómo estás?”, preguntó Diego. Gimiendo, respondí: “Papi, aquí recibiendo una segunda verga”. Él se alteró: “¡¿Cómo?!”. Pero le dije: “Están limpiando tu desastre, papi”, sin dejar de gemir. El guardia, sabiendo que hablaba con otro, me dio más duro, y yo grité más fuerte, deseando la leche que estaba por venir.

Al otro lado de la línea, Diego me decía: “Eres una completa puta, te gusta que varios machos te usen y te dejen leche en ese culo de zorra barata”. Mi excitación llegó al máximo, apreté mi ano, y me corrí otra vez, mi semen salpicando las mallas. El guardia también acabó, gruñendo: “Putita, qué rica estás”. Sentí su descarga caliente llenándome el culo, mezclándose con la leche anterior, como si me estuviera penetrando y llenando al mismo tiempo. Diego, en el teléfono, dijo: “Ya te buscaré, puta”, y colgó.

Agotada, me quedé en el suelo, después de dos cojidas deliciosas. El guardia me miró y dijo: “Métete al cuartucho, cámbiate y vete. Cuido esto, y no pueden verte aquí. Apúrate, perra”. Luego añadió, riendo: “Otro día te llamo para que vengas en la noche, con tu macho anterior también”. Le conté lo del albañil, y él dijo: “Sé quién es, lo invitaré. Tres vergas para ti sola, zorrita”. Uff, la idea de tres machos me dejó temblando.ç