Pueblo mágico 4 y final
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¡**La zorrita del pueblito mágico – Parte 4: La despedida inolvidable** Habían pasado siete días desde que llegué al pueblito mágico, y mi cuerpo ya estaba agotado pero hambriento de más. Durante esa semana, 11 machos diferentes me habían usado y abusado sin descanso: Don Ruben, y otros diez lugareños con vergas de todos los tamaños, peludas, depiladas, gruesas y delgadas, dejando mi culito lleno de leches variadas. Cada día era una orgía de sudor, gemidos y semen, pero al séptimo día, las mismas vergas empezaban a aburrirme, jejeje. 🙈 Necesitaba algo nuevo, vergas frescas que me hicieran sentir aún más putita, que me hicieran temblar como en mis primeras noches. El último día, decidí hablar con Don Rubén. “Voy a salir a caminar, pero como nena”, le dije con una sonrisa traviesa, “con una faldita corta, mi hilo rojo, mi plug negro bien metido y lista para ser la putita más deseada”. Él soltó una carcajada y me guiñó un ojo: “Ve con cuidado, zorrita, que el pueblo ya te conoce”. Esa mañana me esmeré: me depilé toda, dejando mi piel suave como seda, y me tomé mi tiempo para preparar mi huequito, lavándolo con esmero, lubricándolo y asegurándome de que estuviera listo para ser usado y disfrutado por nuevas vergas. Compré una peluca negra que me quedaba perfecta, cayendo en ondas sobre mis hombros, y me miré al espejo: estaba irresistible, una nena zorra lista para cazar. Salí primero al parque, un lugar concurrido por ancianos que jugaban dominós o descansaban en las bancas. Sus miradas lujuriosas me siguieron, sus paquetes marcándose bajo los pantalones mientras me movía con caderas provocadoras. Me encantaba provocar esas erecciones, sentirme deseada, pero mi culito tenía otro objetivo. Después de tantas vergas maduritas —exquisitas, sí, pero predecibles—, quería una joven, potente, que me dejara temblando como puta y llena de leche. Y tenía en mente a Jostin, el chico guapo del bar, con su cuerpo firme y esa voz sensual que me había vuelto loca la vez pasada. Con ese propósito, me dirigí al bar. En el camino, los comentarios no se hicieron esperar: “¡Qué rica puta!”, “Señorita, ¿le acompaño?”, “Te comería entera, zorrita”. Algunos más atrevidos me tocaban las nalgas con descaro, sus manos rozando mi faldita, y yo, feliz de ser deseada, les sonreía mientras mi excitación crecía. En diez minutos llegué al bar. Al ser temprano, estaba vacío, pero eso no me importaba; iba por algo más que tragos. Golpeé la puerta, y salió Jostin: alto, guapo, con ese paquete enorme que no había notado bien antes. Se me hizo agua la boca, deseando arrodillarme ahí mismo y chuparlo todo, pero intenté calmarme. “Hola, ¿cómo estás?”, saludé con mi voz más dulce. “Buenos días”, respondió él con esa voz sensual que me derretía. “Todavía no abrimos…” Yo saqué mi lado putita, inclinándome un poco para que viera mi escote, y le expliqué con un tono seductor: “Es mi último día aquí, solo quiero una cerveza, por favor”. Aceptó, pero con una condición: “La puerta tiene que estar cerrada, para que nadie entre”. ¡Perfecto!, pensé, más puntos a mi favor, jeje. Entramos, y él cerró con seguro. Mi corazón latía rápido, más excitada que asustada, y solo sonreí. El bar estaba listo para abrir, con mesas ordenadas y el olor a cerveza fresca. Jostin me sirvió una, y mientras me la pasaba, me preguntó: “¿Qué te pareció el pueblo?”. “Todo bien, un lugar hermoso, estoy pensando en comprar una casita aquí”, respondí con una sonrisa. Él soltó una risita y, acomodándose el paquete descaradamente, me lanzó una pregunta que me dejó helada pero encendida: “¿Y qué tal la casa de Don Rubén?”. Sabía que en el pueblo todo se contaba, pero ¡a ese nivel! Jejeje. “La mejor experiencia, sus inquilinos son unos caballeros”, dije, haciendo como que me hacía rogar, aunque en mi interior moría por que este macho me hiciera suya. Tras la tercera cerveza, mi excitación estaba por las nubes, amplificada por el alcohol. Jostin andaba con el pito parado, intentando disimular, pero se le marcaba exquisito bajo los jeans. Mojada y temblorosa, le pedí el baño. Entré, me senté como dama a orinar, jeje, pero olvidé cerrar la puerta. De pronto, se abrió de golpe hacia afuera, y lo que vi me dejó helada y a la vez en llamas: Jostin, con los pantalones y bóxers abajo, su verga de 23 cm, gruesa, dura y lubricada, apuntándome. “Quiero orinar”, dijo simplemente, y mi mente explotó, jejeje. Abrí la boca instintivamente, y él empezó a mearme, el chorro caliente llenándome la boca. Sentir ese líquido salado salir de esa vergota me tenía mal, deseando probarla más. Cuando terminó, me la metí en la boca sin pensarlo. ¡Era el paraíso! Sabor a sudor, orina y dureza, tan gruesa que apenas entraba la cabeza y un poco más. Le pasaba la lengua desde las bolas peludas hasta la punta, chupando con ganas, uffff. Jostin gemía sin parar, y tras 15 minutos, me dijo: “Chúpame más, putita, pero rápido, que ya llega el dueño y no quiero que nos pillen”. Quería saborearlo más, pero saqué mi lado más zorra y le rogué: “Métemela, papi, estoy lista para sentir tu verga en mi ano”. Me giró, arrancó mi plug de un jalón, haciéndome gritar de placer, y me la metió sin aviso. Me folló 10 minutos, duro al entrar y lento al salir, haciéndome sentir cada centímetro de esa vergota en el cielo. Con un rugido que debió escucharse en todo el pueblo, se corrió, llenándome el culito de leche. “Qué rico desahogarme en un culito tan delicioso”, gemía, “siempre lo hago con putas viejas o pajas, pero tú eres otro nivel, zorrita”. Mientras sacaba su verga, escuchamos un ruido en la puerta del baño. Era el dueño, un macho maduro de unos 45 años, guapo y bien vestido, oliendo a colonia cara. Jostin se espantó, pero el dueño solo dijo: “Sal, luego hablo contigo”. Me quedé sola con ese hombre, asustada, queriendo escapar, pero él soltó: “Quieta, putita, ya sé lo que te gusta… y aquí tienes más”. Se agarró la verga, y cuando se la sacó, ¡uf!, era igual o más grande que la de Jostin, gruesa y venosa, una delicia. “Chupa, perra, aquí tienes de dónde sacar más leche”, ordenó. Le mamé 10 minutos, saboreando su piel salada, hasta que me dijo: “Gírate”. Me dio un beso negro delicioso, chupando la leche de Jostin de mi culito, gruñendo: “Qué rica leche del cabrón”. Mientras me lamía, me pajeó, y yo acabé temblando, llevándome mi semen a su boca. “Qué rico, putita, pero tranquilo, que aquí va tu premio”. Me la metió sin avisar, mi ano súper lubricado por la leche anterior, y sentir sus bolas chocar contra las mías con cada embestida fue el paraíso. Duró 25 minutos, follándome con fuerza, hasta que me llenó de lechita, tanta que bajó por mis piernas. Salí feliz del bar, el culito chorreando, y pasé por la iglesia. El ayudante del cura, barriendo afuera, me vio y saludó: “Señorita, ¿cómo está?”. Con mi voz de nena, le devolví el saludo, y me dijo: “El cura me pregunta por usted”. Dudé, pero me invitó a entrar. Me dejó esperando en las bancas, y tras 10 minutos, mi sorpresa fue enorme: salió el cura confesándose con el tendero, seguido por el ayudante. Me saludaron atentos, y el cura, poniendo su mano en mi hombro, dijo: “A los tiempos, señorita…”. Me tomaron del brazo los tres y me llevaron a la sacristía. “Señorita, nos enteramos que nos abandona”, dijo el tendero. “No vino a visitarme ni saludó al señor cura”. Con mi voz de nena, respondí: “He estado ocupada”. El cura rió: “Ya sabemos en qué, perra, así que de rodillas y a chupar”. Sacó su verga dura, peluda, y me la metí en la boca, saboreando su piel salada y el líquido preseminal. Mientras, el ayudante y el tendero me bajaban el hilo, viendo mi culito lleno de leche. “Señor cura, ya viene follada y llena”, dijo el tendero. El cura ordenó: “Límpiale con una chupada, que luego la mamo yo”. El tendero se comió mi culito como loco, dejándolo limpio, y me la metió, gruesa y sabrosa. El cura dijo: “Me toca”, y me la metió de un empujón, haciéndome gritar de placer. El tendero y el ayudante metieron sus vergas en mi boca, y uffff, tenía tres al mismo tiempo. No tardaron en correrse, llenándome la boca y el ano. El cura, dándome nalgadas, gritó: “¡Zorra, no me dejes disfrutar más tu culito!”. Salí de la iglesia directo a casa, pero Don Rubén tenía otros planes. Mientras alistaba mis cosas, golpeó mi puerta: “Hola, zorrita, los chicos y yo te preparamos una despedida. En 10 minutos te espero afuera como nos gusta”. Me alisté como la zorra que soy, con faldita, hilo y plug, y salí. Ahí estaban los 11 machos, desnudos, sus pitos semierectos que se pusieron duros al verme. “Hola, zorrita”, saludaron, y yo, excitada, me dejé llevar. Había licor fuerte, lubricante, condones y juguetes. Me dieron de beber, y tras un trago, comencé a mamar uno por uno, mientras los demás me tocaban el culito, metiendo dedos para dilatarme más, aunque ya estaba abierta de tanto sexo. Don Rubén detuvo todo: “En cuatro, perra, que mañana te vas con la leche de todos, putita”. Uno por uno me follaron: Don Rubén primero, luego los demás, llenándome de leche y meadas en el culito y la boca. Fue una noche de semen, orina y vergas, hasta que terminé ebria, con el culo abierto. A las 5 de la mañana, desperté con Don Luis encima, su verga pequeña pero rica, follándome hasta hacerme acabar otra vez, jeje. Me duché, me despedí prometiendo volver, y salí de esa casa, mi aventura⁵ caliente y llena de sexo terminada… ¿o habrá una saga 2?
Les dejo mi Twitter (X)
@Danielasolitar1
Les espero papis
Telegram no tengo….
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