Rapidín
Historia cortita de una mujer lujuriosa en el metro.
Me subí al metro que estaba esperando.
Por supuesto que ya sabía a lo que iba.
Los mismos señores del otro día se me quedaron viendo y más de uno sonreía.
Era un grupo de pervertidos que trabajan juntos por que siempre los veía por ahí.
Me volteé y así de espaldas me empecé a repegar hacía atras.
No supe cual me agarró las nalgas, ni quería saber.
Poco a poco me fueron encerrando en un círculo donde me metían mano bien fuerte, no había nombres ni conocidos. Alguien guío mí mano hasta su verga que ya tenía fuera y yo empecé a chaquetearlo. Pronto alguien más reclamó mi otra mano para una paja igual.
El tercero que me repegaba su miembro erecto en mi cola me bajo la blusa y mis tetas desnudas aparecieron. Me las magullaban bien recio. alguno me las empezó a morder delicioso.
El chorizo de mi mano derecha empezó a escupir su elixir pegostioso sobre mis leggings nuevos de SHEIN.
Me los embarró tanto como pudo, humedeciendo la zona de mi raja lujuriosa.
El chile de mi mano izquierda también empezó a moquear su crema.
De reojo vi que traía un uniforme de secundaria. Tomé su jugo embadurnado en mi mano y me lo tragué aunque dejé algo en mi mejilla a propósito.
El vergudo de atras me manoseaba las tetas y su chile explotó mojándome todo el culo de rica leche.
Con una mano le pesqué el pito para restregármelo en todas mis nalgas expandiendo sus mocos cuánto podía.
El color claro de mis mallones se oscurecía notoriamente donde estaba salpicado.
Me encanta sentirme toda embarrada.
Yo estaba muy caliente y con la mano que ahora me sobraba me la metí para darme dedo enfrente de mis acosadores.
Uno de ellos me bajo los leggings dejándome expuesta para su placer y el mío.
Me llena el cuerpo de adrenalina y morbo el ser usada por hombres que no conozco más que de vista y más aún en plena vía pública.
Sin más me empiezo a convulsionar de la excitación mientras veo las expresiones de mi público que no dejan de mirar como me meto los dedos toda enferma.
Más de uno me graba con su teléfono y yo sólo me volteo para que mi cabello cubra parcialmente mi rostro con expresión de cerda enferma.
Me vengo y dejo un charco en el vagón y mi ropa salpicada de mis jugos de hembra lujuriosa.
Llegamos a la siguiente estación de metro y yo rápidamente me medio acomodo la ropa y salgo apenas antes de cerrarse las puertas del convoy.
Veo a mi banda de pervertidos alejarse y yo me despido con la mano y luego me la chupo.
El viejito que vende periódicos tiene su vista clavada en mi ropa, toda llena de lo que sabe son eyaculaciones, le mando un saludo y salgo de la estación.
Voy a la escuela por mi hija y sí cuando la recoja la voy a abrazar y dejar que me bese en la mejilla donde traigo restos de la venida del chavito uniformado. La voy a embarrar de mi vicio para que aunque sea inconcientemente. Se vaya acostumbrando a su futuro lugar en la sociedad.
fin.
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