Rápido, transexual y fetichista de pañales
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Pinkiebaby.
Tras apartarme la melena rubia de la cara terminé de ajustarme las cintas del pañal al mismo tiempo que aquella conejita que había conocido en un bar se meaba encima como una guarra, sus pañales se inundaron de una olorosa mancha amarilla a la vez que se hinchaban como un delicioso soufflé en el horno. Pude ver sus mejillas encendidas como rosas de fuego y sus pupilas de regaliz agrandándose a mi contacto visual un segundo antes de lanzarme sobre sus tiernos y grandes senos cual pobre desesperada ansiosa de sexo. Mis dedos se hundían en sus juguetonas carnes sudorosas a la vez que nuestros penes se reconocían a través del contacto púbico y crecían en una erección que frotaba dulcemente el interior de nuestros pañales que crujían en una empalagosa caricia. Mi vejiga se relajaba tras haber soportado el enorme peso de los calientes orines y ahora brotaban entre mis muslos como una enorme catarata de té hirviendo que bañaba mis lujuriosos testículos mientras que la temperatura de aquel potente chorro me provocaba un irritante picazón en el interior del pene.
No pude evitar esbozar una sonrisa de placer al desplomarme sobre aquel bellezón para besarle sus labios de carmín. Nuestros traviesos penes se frotaban al son de un baile tántrico, mientras que nuestras lenguas se enroscaban en una ardiente perversión de saliva que no parecía terminar nunca.
Sus pechos se frotaban con los míos cual orgía de gelatinosa carne y pequeñas gotitas de sudor que se repartían por todos nuestros ondulados cuerpos.
Se me escapó una fuerte ventosidad mientras me restregaba enérgicamente a aquella desconocida con pene. Mi compañera rió descontroladamente hasta que un discreto chapoteo dejó claro que se estaba cagando encima mientras los excrementos se acomodaban tímidamente entre sus generosas nalgas, sus tiernos muslos y por último se acumulaban alrededor de sus enormes testículos mientras que la mancha amarilla se volvía de color chocolate. Llegado dicho momento, hice toda la fuerza que pude hasta que una cantidad increíble de heces salió de mi culo y llenó entre mis piernas un bulto del tamaño de una sandía, que yo fui empujando con mis manitas hasta abrazar mis testículos y por último mi pene con las heces. A continuación recobramos el frotamiento de nuestros enormes pañales llenos de mierda hasta arriba, así retorciéndonos en el dulce éxtasis escatológico que sufrían nuestros penes y testículos envueltos en un mar de crema marrón.
Una explosión de esperma entre las piernas culminó aquel dulce pecado.
Mi compañera se restregaba aún sobre mi delicioso cuerpo cuando yo alcé la mirada y admiré el fabuloso paisaje mientras pensaba:
“Por fin he hecho realidad mi sueño de tener scat sex en un zeppelín”
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