Relato gay. Alan: La primera vez que vi a mi padre usar tanga parte 2.

Cuando desperté mi padre seguía dormido. Lo primero que vi fue su pecho ya que sobresalía de las sábanas. Sus pezones estaban grandes y duros. Los toqué con suavidad y cuidado para que no despertara. Algo en mi me decía que los acariciara con mi lengua, como por instinto. .
Cuando desperté mi padre seguía dormido. Lo primero que vi fue su pecho ya que sobresalía de las sábanas. Sus pezones estaban grandes y duros. Los toqué con suavidad y cuidado para que no despertara. Algo en mi me decía que los acariciara con mi lengua, como por instinto. Papá roncaba así que asumí que seguía dormido. Cuando pasaba mi pequeña lengua su pezon se hizo más duro.

 

 

 

Quité la sábana y con pena me di cuenta que traía el pantalón deportivo. Pero se le notaba una elección matutina. Giré a ver si seguía dormido y un ronquido me lo confirmó así que decidí tocar su verga. Estaba un poco dura y algo gruesa. Apreté fuerte y papá dormido emitió un pequeño gemido.

 

 

 

Seguí tocando y su verga creció más. También jugué con sus huevos. Volví a apretar con fuerza pero esta vez papá me tomó la mano.

 

 

 

—Bebé… ¿qué haces? —dijo con esa voz rasposa cuando te despiertas.

 

 

 

Pero en lugar de responder seguí apretando.

 

 

 

—Bebé…

 

 

 

Apreté más fuerte. Podía sentir como mi pequeña mano comprimía esos enormes huevos.

 

 

 

Papá apretó más mi mano ejerciendo presión, luego comenzó a moverla, hacia que le masajeara los huevos.

 

 

 

Papá dejaba salir ruidos raros. Fue así por unos minutos más hasta que detuvo el movimiento y me quitó la mano de sus huevos.

 

 

 

—Suficiente bebé. Te dije que eso no se debía hacer. —me dijo aun con los ojos cerrados.

 

 

 

Pero inmediatamente le agarré la verga que ahora estaba bien erecta, apretándola fuerte. Papá gimió y se estiró y pude sentir como crecía aún más, pero volvió a quitarme la mano, esta vez dejando la cama.

 

 

 

—Basta Alan. Te dije que no. —me dijo con seriedad.

 

 

 

Estaba de pie y no veía sus ojos ni su rostro, sólo veía la tremenda erección como una carpa.

 

 

 

—Papi creí que te gustaba eso.

 

 

 

Bajé de la cama y salí de la habitación.

 

 

 

—¡Bebé espera!

 

 

 

Pero no hice caso.

 

Después de un rato papá entro a mi habitación, ya no estaba erecto.

 

 

 

—Tenemos que hablar. —dijo con seriedad.

 

 

 

—¿Ya no me quieres? ¿Me vas a regresar?

 

 

 

Comencé a llorar. Papá inmediatamente me abrazó.

 

 

 

—Por supuesto que si te quiero y mucho y jamás haría tal cosa, tú eres mi bebé. Y siempre serás mi bebé.

 

 

 

Me besó la frente.

 

 

 

—Pero me regañaste.

 

 

 

—Es algo que los padres hacemos cuando nos importan los hijos.

 

 

 

Siguió dándome besos en la frente y luego me dijo que nos esperaba un día lleno de actividades. Y la primera fue la mejor de todas. Me dijo que íbamos a pasar todo el tiempo juntos, me pidió que me duchara y que él también lo haría en su baño para estar listos a tiempo, pero rápidamente le dije dije que si se bañaba conmigo y me sorprendí de que aceptara. Me quite mi ropa y entré en la ducha, tenía una piedra muy grande de cristal donde se veía todo. Papá me entró luego, se quitó el pantalón y quedó solamente en tanga. Pude verlo de nuevo, como esa pequeña tanga azul comprimía esos enormes huevos. Mis ojos casi se desorbitaron cuando se la quitó. Su verga estaba dormida descansando sobre esos globos de agua que tanto me gustaba tocar. Papa traía bien rasuradas las bolas. Cuando entró a la ducha pude tocarlo pero no quería que volviera a molestarse, preferí seguir viéndolo, papá comenzaba a gustarme. Papá me puso champú y comenzó a frotarme la cabeza, luego lo hizo él para luego pasarme la barra de jabón por mi cuerpo, entre risas me enjabonaba mi espalda hasta que llegó a mis nalguitas y comenzó a frotar, sus dedos casi llegaban a mi ano. Pero de pronto paró.

 

 

 

—Ten—me puso la barra de jabón en una mano. —Tu solito debes de lavarte tu colita.

 

 

 

—¿No puedes hacerlo tu papi?

 

 

 

Se quedó serio por un minuto.

 

 

 

—No bebé, eres un hombrecito debes hacerlo tú. Así como tus genitales.

 

 

 

—¿Que?

 

 

 

—Tus bolas y tu pene. —sonrió un poco.

 

 

 

Me lavé mi ano.

 

 

 

—Papi ¿me enseñas a lavarme mi pipi?

 

 

 

Papá sonrió.

 

 

 

—De acuerdo.

 

 

 

Se comenzó a tallar el cuerpo, tomó más jabón y comenzó a lavarse la bolas. Se veían riquísimas así como su verga. Tallaba suavemente y a veces las apretaba. No pude resistir más.

 

 

 

—Papá, yo te ayudo. ¿Si? Así aprendo.

 

 

 

Me miró con seriedad.

 

 

 

—De acuerdo.

 

 

 

Me pasó la barra de jabón. Comencé a pasarle la barra de jabón por el estómago, luego la pasé por sus brazos, sus piernas y al final sobre sus bolas. Movía la barra de jabón suavemente.

 

 

 

Lo miré y el tenía en su rostro una expresión de placer mezclada con culpa. Apartó la vista, cogió mas champú y comenzó a frotarse la cabeza.

 

 

 

Solté la barra de jabón y comencé a frotar su panza con mis manos y hasta donde podía llegar. Luego de nuevo por sus piernas, pero ya no podía más, comencé a frotarle los huesos despacio.

 

 

 

Papá se estremecía un poco, aún se estaba quitando el champú del cabello. Froté más rápido. Papá separó un poco las piernas. Miré hacia arriba y casi se quitaba todo el champú. Froté más rápido sus huevos, papá abrió un poco más las piernas. Apreté con fuerza esos globos de agua.

 

 

 

—Aah! —gimió papá y abrió más las piernas, al tiempo que se estremeció.

 

 

 

Su verga estaba despertando. Puso una mano en la regadera y la otra en la puerta.

 

 

 

Comencé a amasar sus enormes bolas como si fueran plastilina. Papá ya no tenía jabón. Amasaba y apretaba con fuerza.

 

 

 

Papá agarró la botella de champú y comenzó a verterlo sobre su pecho. El champú resbalaba hasta sus bolas.

 

 

 

Papá puso su mano sobre la mía y la presionaba para que comprimiera más sus bolas con mi pequeña mano.

 

 

 

—Aah bebé, ash que rico…

 

 

 

Papá daba gemidos. Me movía más la mano luego hizo fuerza para que quitara la mano de sus huevos hasta que lo consiguió y me la llevo hacia su verga, la cual estaba bien parada, estaba gorda y muy venosa, movía mi mano haciéndole que le frotara.

 

 

 

—Oh bebé que rico, bebé…

 

 

 

Pero rápidamente me quitó la mano.

 

 

 

—¡No que estoy haciendo! Ya suficiente bebé, ya viste como se deben limpiar, espero que hayas visto bien por qué esto no lo volveremos ha hacer.

 

 

 

—Pero papi…

 

 

 

—No bebé, ya. Ya terminaste, sal y sécate bien y ve a cambiarte, te llevare primero por un helado.

 

 

 

Papa aún estaba bien erecto. Su rostro estaba enrojecido, pero no de enojo.

 

 

 

Salí del baño pero las ganas de seguir viéndolo efecto me ganaban así que regrese despacio.

 

 

 

Papá estaba estaba jalándosela con los ojos cerrados. Asumió que ya estaba en mi habitación y comenzó a gemir y a gruñir. Se la jalaba con mucha fuerza, luego apretaba sus huevos así como se los apretaba yo. Parecía que se los iba a reventar de lo fuerte que los presionaba.

 

 

 

Las bolas le brillaban.

 

Se las estiraba y luego apretaba de nuevo.

 

 

 

Se la comenzó a jalar de muevo de forma salvaje. Gemía y gruñía mucho. Se estiraba del placer que sentía.

 

 

 

Se comenzó a golpear la verga, como si se diera bofetadas. Lo hacía fuerte que se escuchaba.

 

 

 

Se la jalo de nuevo, esta vez con mas intensidad, gruño muy fuerte u varios chorros de semen salieron disparados y mancharon la puerta de cristal. Seguía jalándosela a pesar de haberse venido. Se la bofeteaba, luego apretaba ordeñando hasta la última gota.

 

 

 

Se la dejó de agarrar y luego levantó la cabeza aún con los ojos cerrados y el agua le caía en en rostro.

 

 

 

Corrí al mi habitación para cambiarme. Mi verguita estaba paradita. Había sido una escena de los más caliente para mis seis años.

 

 

 

Después de mucho papá tocó la puerta, ya estaba cambiado. Se veía muy apuesto.

 

 

 

Me estaba enamorando de mi papá. Quería seguir tocándole la verga y esos deliciosos huevos, pero si seguía podría hacer que papá no me dejara hacerlo más. Decidí que prefería mejor seguir viéndolo en tanga y verlo masturbarse en secreto hasta encontrar la forma de que papá me dejara tocarle loa huevos y la verja hasta que soltara ese líquido blanco que de alguna forma lo hacía sentir feliz y se veía delicioso.

 

 

 

Así que comenzaría a idear un plan para que todo eso sucediera.

 

 

 

Continúa.

 

 

 

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