RELATOS POLINÉSICOS ERÓTICOS. Lesbianas en orgía y sexo grupal.
Ansias retenidas que, en la isla lejos de toda traba, solo habían sido explicitadas cuando compartíamos orgasmos inducidos por el alcohol y la cannabis, ahora se hacen carne y verdad para dejarnos exhaustos, pero satisfechos, con más deseos que antes… Esa noche Tarhy venía apoyada en Mireille. S.
Esa noche Tarhy venía apoyada en Mireille. Su estado era lamentable. Cabellera revuelta, vestido rasgado, un tirante desprendido, parte de la abertura, desgarrada. Sucia de manchas indescriptibles de caídas y otros tantos revolcones…
Ebria llegó a mis brazos. Desprendía humores nauseabundos de distinta y desconocida procedencia.
La llevé en vilo y junto con ella la metí en la ducha. Desprendí sus ropas y la desnudé completamente. Semi dormida y con los vapores etílicos de su evidente ebriedad, procedí a bañarla como se le hace a un bebé.
A pesar de que me producía cierta repulsión, no puedo negar que mi erección se manifestó en cuanto pude acariciar sus bellas tetitas. Sus pezones se endurecieron al contacto con mi boca que los succionaba con fuerza.
Sin embargo, dejé eso para más tarde cuando ya se hubiera repuesto de su borrachera de sexo, alcohol y cannabis.
La sequé y la arropé en una de las toallas que esperaban ser usadas.
La deposité en el lecho y la dejé dormir.
Miles de escenas se presentaban en mí. La veía siendo seducida o bailando con lascivia entre un grupo de mocetones desnudos con sus vergas apuntando a su coño que rezumaba líquidos por sus piernas…
O entrelazada con Mireille en un tijereteo furibundo.
Tarhy cuando va a llegar al clímax del orgasmo sus ojos se vuelven blancos en alto grado. La primera vez que ello ocurrió, me dijo que eso le pasaba solo cuando se masturbaba, pero que conmigo había ocurrido desde el primer momento en que después del consabido cunnilingus puse la verga en la abertura de su vagina de labios rosados y húmedos. Observé con sorpresa como entornó sus bellos ojos y se volvieron blancos al penetrarla. Después la ponía boca abajo y, en esa posición, muchas veces cambié el orificio de su vagina por ese más estrecho y apetecido de su culo. No puedo negar que esa visión de sus córneas me alteraba.
Logré dormir casi con los primeros rayos del sol desde el este de la isla. Un sueño con muchos visos de realidad me despertó. Los labios de Tarhy rodeaba mi verga y pronto la tragó por completo. Me di vuelta y mamé su coño que aún albergaba mucho del semen que habían depositado en él sus sucesivos amantes en la desenfrenada orgía que me contaría en varias partes y con distintas artes de meretriz aprendidas de su desatado existir alentada por mí.
Después de que te dejamos, nos fuimos a casa de una de las dueñas de hotel que hacían de anfitriones de esta fiestas especiales que, en un primer momento, solo se admitían mujeres. Una y varias rondas de licor nos fueron abriendo a la experiencia que no era novedad para mí que ya había estado en más de una reunión de lesbis como nos decíamos, o simplemente les.
Esta vez una decena de chicas de distintas edades y procedencia entre las cuales destacaban las morenas isleñas por su sensualidad y movimientos felinos al desplazarse.
Una de ellas me tocó el hombro y cuando me di vuelta, me sorprendió con un tibio beso que fue creciendo en intensidad y el ardor de mi coño me señaló que estaba dispuesta a entregarme al juego lésbico. Maeva me miró y me dijo: “Eres tan bella, que desde que te vi bajar del avión, deseé besarte”. No pude menos que agradecer el cumplido y lo retribuí diciéndole lo mucho que me gustaba ella y el deseo de estar desnuda recostada en su regazo.
Sin más palabras, nos fuimos a una de las habitaciones y ya en el lecho y despojadas de las ligeras ropas que nos cubrían pudimos frotar piel con piel, sexo con sexo, bocas, piernas y manos recorriendo los rincones ocultos deseosos de ser descubiertos. ..
Sin embargo, debimos suspender el relato crudo de sus andanzas lésbicas, porque venían Mireille y Dario a invitarnos a un luau que se celebraría en honor a los visitantes. La comunidad sabía que sus ingresos dependían del ininterrumpido flujo de turistas: unos, solo a tomar contacto con la naturaleza y una cultura distinta y otros, como nosotros, deseosos de practicar todo aquello que en occidente se ve como desenfreno sexual y que para los polinésicos solo es el ritual que se practica para entrar en la comunión emocional y física con sus semejantes.
Nos unimos a los caminantes que se dirigían hacia el lugar en que practicaría la ceremonia en que nos liberaríamos de nuestras ropas y costumbres para envolvernos en el manto liberador de la cultura isleña.
Llegamos después de caminar alrededor de una media hora en que Mireille y Tarhy abrazadas se reían y comentaban en secreto, Dario y yo, callados y rumiando nuestros propios pensamientos, seguíamos a las muchachas guiados por sus movimientos cadenciosos y voluptuosos que presentíamos se desatarían en la ceremonia.
A la llegada, dos muchachas descalzas con el pecho desnudo y luciendo un diminuto pareu nos recibieron con collares de flores que con su aroma nos inducían pensamientos lujuriosos.
Una fogata en el medio y una decena de bailarines que giraban alrededor producían sombras chinescas que danzaban al compás de las llamas.
El sonido de un corno interrumpió los movimientos y todos quedamos extáticos. En una angarilla sostenida por cuatro mocetones venía la suprema sacerdotisa. Solo un túnica transparente y una diadema cubrían su cuerpo desnudo que relucía ante el fulgor de las llamas.
Los acordes de un grupo musical se dejaron sentir mientras la sacerdotisa ocupaba un sitial en lo alto y desde allí hizo un gesto y la fila de bailarines y bailarines iniciaron la danza ritual que invitaba al apareamiento con movimientos provocativos: las doncellas ofrecían su trasero en movimientos ondulantes y los varones respondían con pélvicas arremetidas hasta casi tocar las nalgas brillantes y luego se retiraban, mientras las bailarinas los enfrentaban con lascivos gestos que los varones retribuían con nuevos y renovados bríos mostrando su erecta virilidad sin pudor.
La hora de la cópula había llegado.
La doncella que se ofrecía se hincaba y exponía su trasero ante el varón elegido. De ese modo cada joven disponía de una doncella a quien debía coger.
Nos explicaron después que esa ceremonia era solo satisfacer el placer y no tenía como objetivo la procreación y por esa razón solo estaba permitido el coito anal y severamente castigado irrumpir en la vagina de la mujer.
El acto vaginal se producía cuando la pareja se unía en la ceremonia de oficialización de pareja (en matrimonio, en nuestra visión). Sin embargo, solo era exclusiva la penetración vaginal. El coito anal era permitido tanto para mujeres como hombres sin ningún menoscabo, ni vergüenza.
Solo los isleños podían coger vaginalmente con las visitantes que se deleitaban con el tamaño y vigor de las vergas.
Otra cosa similar ocurría con las mamadas: los jóvenes solo recibían mamadas que eran practicadas por los adultos. Era común ver a un anciano mamando la verga de un mocetón o la vagina de una joven.
A su vez los jóvenes retribuían ese favor con la penetración anal a los varones y las chicas mamando el ano de los lamedores.
Después de concluida la ceremonia de enculadas, se desató la orgía y el descomunal desenfreno.
Mireille y Tarhy fueron arrastradas por una multitud de jóvenes deseosos de follarlas vaginalmente y las chicas para mamar sus coños.
Dario y yo, desnudos, fuimos separados por la turba lujuriosa. Una chica me ofreció su trasero al que accedí sin más y mientras practicaba encularla, siento que los poderosos brazos de un mocetón me aprisionan las caderas y sin decir nada, de un solo envión me metió su verga a fondo. El orgasmo y la eyaculación fue el resultado…
CONTINÚA
Soy su anfitrión Juana La Loca y estoy acá para develar los secretos de la sexualidad humana en toda su extraordinaria belleza.
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