Robert X
Un interno de un psiquiátrico con cierto privilegio. .
– El es Robert X. A partir de hoy se integra a nuestro ya agrandado grupo de internos. Nadie debe saber de él ¿de acuerdo?
– Si doctor Nelson.
Contestó la jefa de especialistas del lugar.
Robert X. Es un hombre un poco musculoso, de piel blanca, cabello recién cortado, con un vigote bien cuidado.
Por su aspecto no pareciera ser un interno más.
El doctor Nelson, director del psiquiátrico, mostraba especial interés sobre él, a tal grado que pidió no estar con la población, ni que ninguna persona lo visitará sin previa autorización.
¿Quien rayos es este hombre y porque tanto misterio?
Solo les quedaba a las cuidadoras seguir instrucciones.
Al paso de los meses, solo tres personas estaban a cargo de su cuidado.
La asistente de enfermería y dos vigilantes.
Alice. La asistente de aquella enfermería, hablaba con el señor «X» como ya acostumbraba.
Él no hablaba, ni la volteaba a mirar.
Con torpes movimientos tomaba su charola con comida, para ir a su cama.
A ella le llamaba la atención que él solo se aseara, se peinara y que nunca había visto que le dieran las medicinas o calmantes que les daban a los internos.
Nunca había escuchado de algún problema con Robert.
La joven de escasos 26 años, piel blanca, de rubio cabello, delgada, pechos medianos, cadera ancha y trasero de menor tamaño.
No podía evitar el fantasear teniendo sexo con algún paciente.
Y Robert no era la excepción.
Con la total confianza que la asistente no corría peligro estando con el señor X.
El guardia aprovechaba para ver a su novia en la enfermería.
Alice sabía de esto, pues hablaba bien con él personal ahí presente.
Ella también aprovechaba para hablarle, tratar de ayudarle en algo, apesar que Robert era independiente.
En una de esas visitas, hallo al señor X orinando. Alice contempló su miembro de un tamaño conciderable.
Él. Al darse cuenta, no se inmutó a tener pena alguna. Por lo que siguió su rutina con normalidad.
Los días siguientes fueron de descanso para la chica, quien no dejaba de pensar en aquel trozo de carne. El cual le era muy apetitoso.
A su regreso. Alice no aguantaba las ganas de tener esa parte del señor X en ella. Por lo que iba decidida a disfrutar.
Como Alice era también encargada del aseo de la habitación. Aprovecharía cada momento a solas con él.
Dejando la charola de comida, más retirada que de costumbre, la joven le dijo a Robert que necesitaba orinar.
Él siguió sentado en su cama, sin hacer nada como ya se sabía.
Al intentar seducirlo. Alice levantó muy arriba su falda, mostrando unas bragas blancas en conjunto con su liguero blanco, abriendo en su totalidad las piernas, al momento de bajar su prenda íntima, haciendo ver a la perfección una vulva semi depilada, con labios rosas.
El señor X miraba atentamente, aún teniendo la mirada perdida.
– ¿Te gusta lo que ves?
Dime. ¿Has visto a una mujer desnuda?
Decía la asistente al desabotonarse su camisola, mostrando sus pechos aun cubiertos por su brasier transparente.
Dejando su ropa exterior en el suelo.
Se acerco a él, poniendole de pie, hechan do un vistazo a su entre pierna.
– Definitivamente no te soy indiferente.
Si lo que estás viendo te gustó, te prometo que lo que sentirás más te va a gustar.
Hincandose, le alzó la bata, bajo su truza. Finalmente observó el tamaño de aquella parte. Lo pajeo un poco y lo llevó a su boca, besando el glande, recorriendo con la lengua desde el inicio del tronco, hasta sus huevos. Alice chupaba gustosa aquella carne.
Masturbaba y mamaba al paciente, que seguía sin dar señal de sentir placer.
Al tener totalmente desnudo al señor X.
La chica se abalanzó a besar sus pectorales, su firme abdomen, su cuello, los pezones eran lamidos como si estuviera con otra mujer.
Al acostarlo, se puso encima y lentamente fue metiendose el gran falo que su vagina devoraba gustosa.
Con movimientos circulares, sube y baja, la chica gozaba sin igual.
Ahora coloco sus pechos en la cara del hombre. Los frotaba, ponía sus pezones en sus labios, hasta que se animo a besar al hombre bajo su cuidado.
– Ahora te voy a enseñar otra rica posición bebe.
Puso su vulva en la cara del señor X, para simular que se la mamaba.
Y ella terminó de hacer el 69.
Luego se acostó al lado de él, para probar sus propios jugos en la cara de X, tomó su mano, dejando un dedo al aire y lo metía en su vagina, acariciando su clitoris.
Como último acto lo cabalgo de nuevo, para después sentir su orgasmo cargado de líquido, el cual hizo que tanto él como Alice quedarán escurridos.
Lo terminó de limpiar, aún estando desnuda. Levantó su uniforme del suelo diciendo:
– Estuvo rico, pero me hubiese gustado que me hubieras hecho gozar.
En eso Robert la tomo de la mano.
Girandola hacía él y golpeandola con un beso lleno de lujuria.
Alice se aterrorizó al ver al señor X entrar en acción.
– No te voy a hacer daño. Solo deja que te de vuelva el favor.
La acostó en su cama y devoraba su vulva y su clitoris con euforia.
La chica tenía que apagar sus gemidos para no ser descubiertos.
Quitándole el sostén. Robert disfrutaba de esos jóvenes pechos, que ahora sí de gustaba.
Alice rodeaba con sus piernas a Robert, para que no frenará. Por su parte él fundia su boca con la de su cuidadora.
Estando boca arriba, X la alzó como si estuvieran de carretilla, cada vez arremetiendo más su grosor en la chica.
Con las piernas al hombro. Alice tuvo uno de sus mejores orgasmos hasta el momento, pero Robert tenia su descarga aún guardada.
Volviendo a montar al señor X, este le chupaba los senos. Aferrado a su cintura, ambos se movían casi frenéticamente sobre aquella cama individual.
Robert, ahogo los gemidos que estaban apunto de salir. Juntó su boca con la de Alice, quien volvía a tener otra convulsión debido a la descarga de ambos.
– ¿Fingiste todo este tiempo?
Decía Alice al vestirse.
– Lo hice por seguridad. Realmente nada de esto fue planeado.
Maté a un hombre en una pelea de bar y este resultó ser hermano de un narcotraficante. Nelson es mi primo; por lo que de él fue la idea de internarme aquí, con muchas restricciones como ya lo sabrás.
– ¿Cuánto tiempo te quedaras?
– No mucho. Ya dieron con el paradero de este hombre y no tardarán en ir por él.
Mientras yo, esperare tranquilamente.
Dicho esto. ¿Seguirás viniendo a verme?
– ¿Tu que crees precioso? A partir de hoy serás mío.
– Bien. Será un placer.
Así el señor X dejó de ser un desconocido. Por lo menos para Alice.
Y siguieron con los encuentros furtivos.
Vladimir escritor.
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