Romina 01
La joven Romina, se sumerge en las depravaciones de la mujer de su papá.
Se llamaba Sofía, era la nueva esposa de papa. Era una mujer elegante, refinada, supongo que hermosa y aunque para mi parecía una señora estricta, demasiado sobria y siempre algo distante, la verdad es que era joven, un poco más que papá, de unos 30 y mucho más jovial de lo que por entonces yo habría admitido. Se vestía con ropas finas y olía siempre a fragancias sofisticadas y costosas. No entendía como semejante mujer habría logrado congeniar con mi papá. Se habían casado hacía pocos meses y para mi había salido de la nada, ya que no la había visto antes. Desde entonces se había comportado de manera impecable conmigo. Respetuosa, cariñosa y dedicada. A mis 13 años volvía a tener mama o al menos algo parecido. Mi madre había muerto cuando yo tenía 6 y apenas si me acordaba de ella.
Papa siempre se veía preocupado, tenso, estresado, trabajaba sin parar desde el amanecer al anochecer, no sé muy bien en qué, pero lo veía poco, se iba antes de despertarme y regresaba cuando yo estaba por hacerlo.
Por las noches les escuchaba follar, yo era chica, pero ya sabía de qué se trataba, tenía amigas y amigos más grandes y solían incitarme a ver porno en mi movil… lo hacía, riendo, simulando no tener interés, pero me ponía loca de excitación y cada noche terminaba masturbándome revisando esas mismos sitios vistas con gracia y desdén durante el día, me volvían una completa putita, pensaba yo, por la noche. Aprendía sin parar, gangbangs, bukkake, mamadas, squirt… cada noche me sumergía en imágenes, videos y relatos de lo más degenerado y pervertido. Y cada noche escuchaba lejanos y apagados gemidos, jadeos y sacudidas de la habitación de mi padre, que quedaba al otro extremo del pasillo que unía las habitaciones con el resto de la casa. Sabía que eso debía molestarme, escandalizarme o avergonzarme, pero la verdad es que me daba un profundo morbo, sin saber realmente por qué, me mojaba, chorreaba… y me gustaba, porque me ayudaba a masturbarme más y mejor… en mi mente me decía “no eres más que una sucia puta, una pajera, una guarra” me avergonzaba un instante y luego eso mismo me excitaba aún más. Y me dormía, relajada, entre ensoñaciones dulces, eróticas.
Por la mañana todo volvía a lo habitual, a la rutina. Papa ya no estaba, Sofía me ayudaba a prepararme para el colegio y luego de un ligero desayuno me llevaba en su auto al instituto. En el camino hablábamos poco, ella sonreía poco, era un poco distante. Me preguntaba cosas de los estudios y no mucho más. Me dejaba en el lugar y se iba. Por la tarde me pasaba a buscar, se la veía siempre de mejor humor que por la mañana, un poco más afectuosa, pero manteniendo su actitud distante. Yo me duchaba, cenábamos y me iba a mi habitación, tonteaba con el móvil, me acostaba, oía que llegaba papá, venía a saludarme, hablábamos un poco y se iba a pasar la noche con Sofía. Yo esperaba un poco y me metía en mi mundo de putita pajera, buscando porno nuevo o explorando lo que había visto la noche anterior y me había dejado con ganas de más. Les oía follar y me dormía.
A veces soñaba, o creía soñar que por la noche entraban a mi habitación a seguir follando, que me invitaban y reproducían conmigo las guarradas que había visto en los sitios más cerdos, de alguna forma no veía a mi padre como mi papa, lo veía como un hombre, caliente, con la verga dura, grande, soltando leche sin parar… y ella como una autentica zorra depravada, invitándome a unirme a sus perversiones. Por la mañana de nuevo la clásica rutina y poco o nada quedaba en mis recuerdos de esos sueños, solo vagas sensaciones.
Poco a poco exploraba perversiones y fetiches más sucios, más extremos, mas depravados. Mujeres entregadas a perros y caballos, hombres orinando sobre putitas sumisas y felices de semejantes aberraciones, negros con vergas descomunales soltando cantidades de semen imposible, abusos, sometimientos, incesto… incesto. En el instituto mis amigos y amigas me retaban a ver esas cosas indecibles, asquerosas, enfermas. Las miraba, me escandalizaba, me asqueaban, me indignaban y reíamos. Pero por la noche me volvía más y más pervertida.
Entonces un día me pasó algo terrible, había estado comiendo muy mal y mi estómago se había resentido. A media mañana el malestar se hacía insoportable. Me dejaron llamar a Sofía y vino a buscarme para ir a casa. Apenas entrar, ocurrió, no pude aguantar y mis braguitas aun infantiles se llenaron de una gran cantidad de mierda, ahí mismo, en la puerta, junto a Sofía, me cagué como una niña, una bebe. Sentí morir de vergüenza mientras notaba como el olor inundaba todo y la mierda pastosa se escurría por mis piernas, quise salir corriendo pero no pude, me puse a llorar y Sofía, con piedad cariñosa me abrazó. Por primera vez sentí una verdadera relación fraternal, me condujo hasta el baño con palabras de consuelo, besando mis mejillas, logró que me tranquilizara un poco sin dejar de besarme en las mejillas, arrodillada frente a mí, ya que era mucho más alta, naturalmente, que yo.
Ya en el baño fue aún más cariñosa y cuidadosa. Aun arrodillada me ayudo a quitarme los zapatos y los calcetines, ya manchados. Levantó mi falda y…. entonces es cuando gracias al espejo del baño creí notar en ella una expresión rara, se la veía roja, creí por un momento que por aguantar el intenso olor a mierda, pero mi intuición me decía lo contrario, se había mordido el labio, estaba agitada… excitada, pero luchaba ferozmente por disimularlo. Cerré mis ojos, aun muerta de vergüenza, apoyada en el lavamanos, con las piernas levemente abiertas, le dejé hacer. Terminó de enrollar mi faldita escolar en la cintura y con cuidado comenzó a quitarme las braguitas, bajando lentamente por mis piernas, tratando de contener la gran cantidad de mierda pastosa y tibia que la llenaba. Sentí que debía sentir mucho asco, pero no lo notaba… yo también debía sentir asco, pero no, ni siquiera un poco, la vergüenza de haberme cagado junto a la mujer de mi papa había dejado paso a la vergüenza de estar en una posición tan abierta a ella, por primera vez estaba semi desnuda frente a ella. Levantó uno de mis pies y luego el otro y listo, mis braguitas llenas de mierda estaban en sus manos. Las dejó a un lado, en el bidet, y me dijo: “Tranquila Romi, yo te ayudaré a limpiarte”.
Sin darme tiempo a reaccionar, ya estaba ella limpiándome con papel, suavemente, disimulando unos casi impercetibles jadeos. Aun con los ojos cerrados notaba sus manos limpiando mis piernas… quise decirle que me ducharía, pero no lo hice y ella siguió. Separó un poco mas mis piernas, luego mis nalgas.. sentí el aire corriendo, mi entrepierna desnuda, expuesta, sus manos frotando y limpiando y … y su respiración demasiado cerca. Me estaba mojando. Mucho. Y no quería que se detuviera…
Por favor segui!