Saldo en Rojo II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Kitty.Kitten.
Exhausta y desnuda caí dormida. Me despertó mi celular. Era Adri. Quería saber como estaba. Entre dormida, le respondí sin claridad mental. Colgué. Caí de nuevo dormida. Como relámpago desperté. Me había dado cuenta que Adriana me acababa de decir que venía para aca.
Oh Oh… La situación no era del todo buena. Todo lo contrario, era fatal. Estaba desnuda, en mi cama, después de masturbarme, y Adri había prometido llegar en cualquier momento. Recapitulando: Yo, en mi papel de niña buena, ardiendo de excitación por dentro, tomé la pequeña mochila de Adri y la guarde en mi maleta para que "no cargara nada en su debilidad y dolencia", y en medio de mi excitación, olvidé devolverle su pequeño bolso, que además tenía su billetera con identificación incluida, tarjeta de crédito, etc. Adriana necesitaba su billetera de urgencia. Revisé mi teléfono móvil. Ya hacía 2 minutos que Adri había llamado. Para llegar a mi casa tenía 3 opciones: venirse a pie, en bus o en taxi. A pie, descartado, en esos días lo último que quieres es caminar 10 calles. Si llegaba en taxi, tardaría unos 5 minutos y en bus, tal vez el doble. Crucé mis dedos para que su espíritu ahorrativo la llevara a tomar bus. tenía 8 minutos.
8 Minutos para que llegue Adri.
Aun me encontraba sentada en la cama, como una estatua. De golpe salté y quedé de pié. Tenía infinidad de retos, el primero de todos: vestirme. El problema es que la excitación te obliga a lanzar tus prendas en cualquier lugar. Era hora de buscarlas. Me arrodillé y lancé mi cara contra el piso. un destello fucsia apareció cerca a la puerta, eran mis bragas. Corrí hacia ellas, y al agarrar ese trozo de lycra, aun húmeda, tuve un Deja-vú sensorial, miles de recuerdos pasaron por cada uno de mis poros. Me levanté y me puse mis braguitas, no había tiempo que perder. Afortunadamente al lado estaba mi camiseta tipo top. la agarré y me la puse, luego meneé mi cabello castaño para sacarlo de la camiseta. Era hora de correr.
Salí disparada para la sala de estar, pero el reflejo en el espejo me detuvo. Evidentemente, mis pezones eran sumamente visibles por encima de mi playera. Parecía una mesera de Hooters ebria. Ahora a buscar el bra. El maldito se había escondido en la esquina de mi armario. Me quité el top, casi quitándome la cabeza. Los ganchitos del bra se hacen imposibles de apuntar cuando tienes afán, y esta fue la ocasión perfecta. De nuevo iba la playera. Ahora si me veía normal… por lo menos casual. Ya estaba lista para recibir a Adri. Miro el reloj… Malas noticias.
5 Minutos para que llegue Adri.
Salí corriendo de nuevo a la sala de estar, y allí estaba mi maleta de tenis. La abrí y introduje lentamente mi mano, buscando el bolso de Adri. En el fondo fondo de la maleta estaba, casi escondido. Allí estaba, completo e intacto. Tomé el desodorante de mi mesa de noche y lo unté torpemente en mis axilas. Tal vez tenía tiempo de cepillar mis dientes.
3 Minutos para que llegue Adri.
Entré a mi baño. Puse crema de dientes en mi cepillo e introduje mi cepillo bruscamente en mis dientes. No quería cepillarlos… quería impregnarlos a menta, quitarles el sabor a pecado que tenían. Al verme en el espejo, me dí cuenta de lo peor, parecía una leona loca, mi cabello estaba al revés. Tomé un cepillo e intenté ponerlo en su lugar, pero la tarea era ardua. El cabello liso tiene… Ding Dong… Era ella. Me revisé por última vez en el espejo y corrí a abrirle.
Adri tenía su hermosa sonrisa. La de siempre, la que adornaba esos ojos negros gigantescos y hermosos. Era una trigueña más o menos alta definitivamente elegante. La hice seguir con un ademán. Nos sentamos en la sala de estar, al lado de su bolsito.
-¿Cómo sigues mi Adri?- Le pregunté.
– Ya mucho mejor. Tomé unas pastillas y están surtiendo efecto.
– Eso me alegra. Que vergüenza recibirte en esta pinta… pero tu entenderás- Le dije, y lo aderecé con una risita inocente pero fingida. Esas que utilizas para acentuar algo que sabes que no tiene ningún chiste.
Me levanté y tomé el bolso de Adri y se lo entregué. En esas, sonó el teléfono. Corrí a contestarlo. Era mi hermano, esta noche se demoraría, tenía una cita con su novia. Mientras hablaba con él, dirigí mi mirada hacia Adri, pero ella no estaba. Miré hacia mi habitación y alli estaba ella.
-Ese peluche gigante de Hello Kitty que tienes es divino!- Gritó.
Como pude, le colgué a mi hermano, y entré a mi cuarto. No quería que ella entrara allí. Ella tomó mi Hello Kitty de mi armario y se sentó en mi cama, a pocos centímetros de mi chaqueta. La tomé de la mano, diciéndole que fuéramos afuera, porque mi habitación estaba desordenada. Ella con una sonrisa inocente, solo podía acomodar el moñito del peluche.
-No seas bobita, mi cuarto esta aun peor.- Me dijo, y luego abalanzó una de sus manos a mi chaqueta -No la has hechado a lavar…..
Un silencio sepulcral cortó su frase. Sintió la humedad aun latente en mi prenda. Humedad de mis jugos. Humedad de mi ser. Adri intentó chasquear los dedos para reconocer la textura de esa humedad que encontró en mi prenda. Su nariz le indicaba que en mi cuarto había aroma a mujer, a sexo, a soledad femenina. Dirigió lentamente sus ojos negros hacia mí. Mi cara de vergüenza era más que evidente. Dirigí mi mirada hacia mi sexo, y ella notó mi humedad por encima de mis bragas fucsias.
El silencio continuaba. Parecía como si nunca tuviera final.
No aguanté más. Quería repetir ese beso de hace algunos meses. Salté sobre ella, sobre mi cama, y lancé mis labios sobre los suyos. La empujé dejándola acostada, y la besé. Ella estaba inmutada, como si fuera muerta. La calidez de mis labios y la humedad de mi lengua fueron derritiendo la frialdad de su boca, y poco a poco, el beso fue común. Las lenguas jugaban entre ellas, nuestros labios se acariciaban mutuamente hasta estallar. Abrí mis piernas y me trepé sobre ella, mientras acariciaba su cintura. Devoré su cuello hasta que Adri dejo escapar un par de gemidos. Eres mía mi niña, eres mía!- Le gritaba, mientras sus ojos cerrados se perdían en su placer. Acaricié por debajo de su playera sus senos, mientras ella agarraba con fuerza mis nalgas.
Sin embargo, me separó, y se levantó. -Estoy en mis días mi niña, estoy en mis días- Me dijo mirándome a los ojos con dulzura.
-No me importa, yo te quiero a ti, solo a ti mi Adri hermosa.
Tomé la chaqueta, aun húmeda y la até a mi cintura, con un doble nudito. Bajé su pantalón suavemente y encontré unas braguitas grandes, negras, hermosas. Abrí mis piernas y las puse alrededor de su cintura, y con un beso la fui deslizando lentamenta hacia la cama.
Empecé a frotar el nudo de mi cintura en su sexo, cada vez más rápido. Casi como si quisiera penetrarla con él. Sus gemidos se convirtieron en gritos. El nudo golpeaba bruscamente con sus bragas. Lentamente, las manchitas rojas de su menstruación coloreaban el nudito blanco de mi chaqueta. Ella lo notó, y abrió sus ojos a su máximo esplendor. Separo mi boca de la suya, y mirándome con dulzura me detuvo. Las manchas eran su motivo de vergüenza, para mí eran mi motivo de placer. Nos separamos, sin palabras solo con su mirada, se culpaba por arruinar el momento de éxtasis. MI corazón latía de lujuria, y tomé el nudo de mi chaqueta, lo desaté y lo acaricié con mi lengua, saboreándolo frente a sus ojos, degustándolo frente a su mirada atónita. Mi sonrisa y mis ojos pervertidos querían enloquecerla. Cuando Adri vio que degustaba el fruto de su feminidad, de su ser; se abalanzó hacia mí en un beso, agarrándome los senos con fuerza, casi como si quisiera devorarme con sus manos.
Separe su boca de la mía, y bajé lentamente por su cuello, levanté su playera, y besé desenfrenadamente su abdomen. Bajé por su ombligo, y sin advertirlo, bajé sus bragas hasta donde pude.
Ahí estaba, su sexo. Adornado con una rayita de pelo depilada casi quirúrgicamente. Estaba frente al fruto prohibido. Adri sintió un espasmo. Pero se resistió. Sabía que ella era mía. Después de admirarla. De sentir su aroma, su calor, su energía, me lancé a ella, como cazador a presa. Hundí mi nariz en su conchita, y mi lengua no tardó en penetrarla, en degustar sus jugos, su sabor aderezado a menstruación. No era el sabor magnifico que fantasiosamente deseaba, pero era el sabor morbosamente real que disfrutaba y consumía. Sus gritos eran atenuados por el deseo de comerme su conchita deliciosa.
Mi lengua daba periódicos respiros lamiendo lentamente sus labios. Lamí su clítoris. Lo disfruté casi succionándolo, casi mordiéndolo. Mis labios lo atrapaban y lo hacían su esclavo. Salí de la cueva de su ser para dirigir la mirada a sus ojos cerrados y extasiados. -¿Qué pasó?, Continúa mi vida!- Gritaba Adri, casi como si lo ordenara. Con la habilidad que solo la excitación te da, me quité la playera y el bra, y mis pezones erectos se dirigieron hacia su sexo. Rozando mis senos frente a la humedad de su deliciosa rajita, mi pezón acariciaba su clítoris gigantesco. No aguanté más. Lancé mi boca de nuevo hacia su concha, ahora ayudada por mis dedos.
Quería hacerla explotar ya. Mi lengua ahora daba lamidas superficiales, acariciando el borde de su ano. Con mi lengua sentía los venideros espasmos de su orgasmo, así que aceleré el paso, hundí mi lengua en su interior y la agité rápidamente hasta que una bocanada de jugos baño mi cara. Mi lengua se regocijaba en un banquete de delicia, un manjar femenino acariciaba mis papilas.
Mire a Adri. Casi muerta, casi dormida. Con una sonrisa adornando su hermoso rostro, sus ojos cerrados y su cuerpo desvencijado, como si fuera de trapo. Acerqué mi rostro hacia ella y con mi boca aderezada por su sabor, le dí un beso. Adri cayó dormida casi al instante. Profundamente dormida.
Mi concha seguía caliente…
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