Sección de caballeros

Lo único que lo cubría era un bikini azul cielo, lo desgastado de la tela permitía adivinar el color, casi palpar con los ojos las venas de su verga dormida. El resorte, flojo y caído, dejaba a la vista unos vellos que eran un bosque, si lo.
Sección de caballeros.

Es una pulsión incontrolable. No estoy seguro de cuándo comenzó. Supermercado, almacén de ropa,puesto callejero, no importa, siempre que haya ropa interior exhibida me detendré ahí. Ver las trusas me excita, los colores, modelos, la textura de la tela. Si hay hombres cerca es mejor. Puedo ver qué elegirán para cubrir sus genitales, en algunos casos incluso conversar sobre ello. Imaginarlos poniéndoselos, dejarlos con olor a macho al final del día. Pensar que ellos hagan lo mismo. Tal vez se repita lo que me sucedió a los 13.

El horario de mi padre me permitía evitar mi casa y la escuela lo máximo posible. Ese día en particular no había con quién pasar el rato. El aburrimiento me llevó a los linderos del barrio: una plaza comercial pasada de moda. Casi todos los locales se habían vaciado, sólo el supermercado atraía un poco de gente. Sin venir a cuento, cómo en los últimos meses, me vino un recuerdo que me despertaba un cosquilleo en los testículos: despertar en casa de mi madrina.

Su hijo, unos 5 años mayor que yo, recién se había bañado. Lo único que lo cubría era un bikini azul cielo, lo desgastado de la tela permitía adivinar el color, casi palpar con los ojos las venas de su verga dormida. El resorte, flojo y caído, dejaba a la vista unos vellos que eran un bosque, si los compraba con los milimétricos que yo tenía. Me quedé sin aliento. No recuerdo ni porque había dormido en su habitación, si hablamos, su rostro o siquiera su nombre: mi mente solo conserva, hasta el día de hoy, la imagen de como se le veía ese calzón.

Era tan vívida que no me dí cuenta en qué momento llegué a la sección de caballeros. Mis ojos recorrían los estantes, una y otra vez. No me podía, ni quería ir, tampoco sabía que era esa sensación en las mejillas, el estómago. Los modelos fotografiados en los empaques hacían que mi pene pulsara. Sentí pasos detrás de mí.

-Estarás muy huevudo.

-El entrenador dijo que eso hacía daño. Que tú no tengas ya es otro pedo.

-No mames… más que tú. Se ven culeros, apretados.

-dejatelos abajo del boxer. La neta a mí sí me han dolido los huevos, sobre todo desde que empezamos a entrenar para la competencia

Eran dos chavos. Los había visto alguna vez en la estación del metro. El más alto era un poco musculoso, con barba y se veía en mitad de sus 20, el otro de unos 16, muy delgado, de rasgos afilados. Volteo y me sonrió de una manera que me agitó aún más. Los veía como hipnotizado, sin pensar en lo raro que estuviera plantado ahí como tonto, sin siquiera tomar algo del anaquel…

-¿Verdad carnal? Los hombres necesitamos soporte para los huevos, no traerlos como campanas.

No supe qué decir.

-Es un morrillo- dijo el mayor, con un tono que me pareció de preocupación.

-¿Cuál? Si ya se le para…

Los ojos de los 3 se dirigieron a mi paquete. Intenté cubrirme.

-A todos nos pasa, sobre todo a esa edad, siempre la trae uno tiesa. -volteo hacía su acompañante – para eso también sirve traer todo ajustado, para que no se note.

-bueno ya wey, agarra tus putos calzones y vámonos.

– ¿Cuales vas a llevar?

-Ya te dije que no me gustan.

-no seas mamón. No te estoy pidiendo dinero. ¿Qué talla eres? ¿ Grande o extragrande?¿ Lisos o estampados? -Volteo hacia mi, con su sonrisa maliciosa- ¿Los estampados se ven chidos no?

-si.

-¿Cuál te vas a llevar?

-Nada más veía.

-Uy carnal. ¿Entonces a qué viniste? Agarra unos.

-dejalo, ya está incómodo.-

Yo voltee a ver el anaquel. Me parecía extraño todo. Que el que se comportara tan dócil, que el menor insistiera tanto en comprarle trusas a su amigo y hasta a un desconocido.

-Yo digo que estos.- Tomó un paquete y lo depositó en mi mano. 1 bikini blanco, uno rojo y uno verde claro. 3 más tenían un estampado a rayas azul y negro. Talla chica -¿si te quedan?-

-No sé- Era la verdad. Hasta antes de lo que ocurrió en casa de mi madrina, jamás había pensado en mis calzones, usaba lo que compraba mamá y punto.

-No mamen cabrones, con ustedes no se puede.- Agarro varios paquetes, todos de tallas distintas, y empezó a caminar . Solo tuvo que voltear un segundo para que lo siguiéramos en silencio. Pude notar que el chico alto tenía la misma expresión que yo, vergüenza y excitación.

Al llegar a cajas vi que cobraba un vato que vivía en el mismo fraccionamiento que yo. Lo imaginé imaginándome a mi usando esos calzones. Pude sentir humedad en la punta de mi glande.

-¿sería todo? -Su mirada fue extraña. No es muy frecuente ver a los hombres comprar calzones en grupo.

-Por hoy si- contesto el bajo, confiado siempre – después regresó. Se están poniendo mamones con el uniforme y somos varios-

Salimos de la tienda. Yo ya no entendía nada.

-Bueno, espero que te lata el atletismo. Porque tus trusitas te las pagamos con dinero del equipo. Te reclute con unos calzones, jaja.

De golpe me imaginé en un vestidor rodeado de otros morros en bikini. Tal vez por eso no objete lo siguiente que dijo.

¿Pues vamos a probarnoslos no?