Sección de caballeros II
-Ándale, entrusate- -Es que… -¿La traes parada? Si eso ya lo sé wey… no me va a espantar una riatita- Sin esperar mi reacción tomó mi pantalón del uniforme y desabrochó el botón, dejándolo caer..
Sección de caballeros II
Durante el camino me enteré de varias cosas. El chico bajo y delgado se llamaba Emilio, tenía 17 años, el más alto era Raúl, estaba a punto de egresar de la normal, maestro en educación física. Hacia sus prácticas y servicio social en el deportivo de la colonia, apoyando a la academia de atletismo. Había quince miembros, todos entre los 10 y 18 años. Emilio era el más antiguo y por eso el entrenador Manrique le confiaba las compras. Yo pregunté porque era tan importante esta, de bikinis.
-Al Erick se le hincho bien culero su huevo. Estábamos estirando y de repente empezó a gritar. Hasta llegó el paramédico y todo el pedo.
-Fue una torsión testicular. -dijo Raúl- En realidad, para entrenar basta con cualquier tipo de ropa interior ajustada, no hacía falta que fuera trusa, e incluso así le podría haber pasado.
-Manrique se emperró porque cuando lo revisaron vio que se había puesto un bóxer guango. Después de que su jefa se lo llevó; fue por el reglamento y nos cagó. Ahí decía que usábamos calzón corte bikini y short blanco de correr.
-Ese reglamento está desactualizado. Un boxer brief o una licra bastan.
-Dile al viejo. El chiste es que me dio dinero para ir por calzones para todos. Hasta para él y tú. Que porque son el ejemplo.
Yo sentía la punta de mi glande cada vez más húmeda. Por la calle pasaban hombres y me hubiera gustado que las bolsas del super fueran transparentes, para que pudieran ver las trusas, adivinar que en unos instantes nos íbamos a poner esos bikinis. Llegamos a mi casa. Abrí la reja del jardín y los deje pasar primero. En las escaleras fue inevitable hipnotizarme con el culo de Raúl, firme y redondo. Se notaba que hacía ejercicio desde siempre. Ya adentro, Emilio se acabó de golpe un vaso de agua y se dejó caer en el sillón. El líquido le escurría por la barbilla y el pecho. Contrastando con el volumen y fuerza de Raúl, él parecía una máquina flexible y ligera, un guepardo. Sin embargo era tosco y directo.
-¿Dices que tu jefe llega en dos horas?¿Pues a entrusarse, no?
Empezó a sacar y abrir los paquetes de trusas. El olor a plástico y a tela nueva no lo olvidaré. Arrojo frente a mi un bikini verde talla chica y otro blanco, mediano, con estampados rojos del conejo de playboy. A Raúl, que permanecía quieto en un rincón viendo su teléfono le aventó a la cara uno negro y otro morado, de rombos, grande y extra grande, que dejo caer al piso.
-¡Órale pues!- Emilio se quitó los tenis y se bajó el pants. Yo empecé a caminar a mi cuarto. sentía una bola en el estómago y la cara ardiendo. Me moría por voltear a ver pero también por salir disparado, mi pito ya no podía más.
-¿A dónde wey? No me digas que te da pena.- Voltee a verlo. Sus piernas eran firmes, velludas, ni muy delgadas ni muy anchas. Tenía en sus manos un bóxer que se veía viejo, con rasgaduras. Desde que había dejado de bañarme con papá, de lo que no recordaba nada, no había visto los genitales de nadie. Su verga estaba dormida pero húmeda de la punta, que apenas y se asomaba de un glande pellejudo. Unos vellos de color claro le cubrían los huevos, que me parecieron enormes. -Somos vatos wey, todos tenemos lo mismo. – se paró de un salto y me bloqueó el paso. Pude notar el olor que emanaba de él, un olor parecido, pero más intenso que el mío.
-ándale, entrusate-
-Es que…
-¿La traes parada? Si eso ya lo sé wey… no me va a espantar una riatita- Sin esperar mi reacción tomó mi pantalón del uniforme y desabrochó el botón, dejándolo caer.
-Mira nada más, sí si eres machín. -Raúl levantó la vista por un momento cuando escuchó. mi trusa blanca, de las clásicas con bragueta para orinar, tenía una mancha que en su centro estaba aún húmeda, precisamente donde mi glande levantaba la tela. Metió sus dedos para bajarla y con ese caluroso contacto mi pene respingó. -andas bien caliente- él quedó en cuclillas frente a mi, su cara a la altura de mi nada desarrollada verga mientras me quitaba, con una delicadeza morbosa los zapatos, el pantalón y la trusa. Su pene empezaba a hincharse cuando acercó mi trusa a su nariz -ya estás creciendo cabrón, ya andas agarrando olor a macho-. El verlo y oírlo decir eso hizo que una gota de precum asomará de mi glande y me temblaran las piernas. Emilio soltó una risilla.
Tomó un bikini de cuadros rojo y negro talla m. Mis ojos no se quitaban de su verga a medio levantar, bamboleando con cada movimiento. Metió una pierna y luego la otra. Se lo subió, acomodó el resorte que se había doblado hacia adentró y metió la mano para colocar sus huevos hacia adelante y la verga hacía la izquierda. Se dio una vuelta y jaló un poco hacia abajo en la parte del culo. Luego simuló correr a grandes zancadas, con cada movimiento la tela se recorría en la ingle y mostraba un poco sus huevos. Llegó hasta Raúl, que seguía viendo el teléfono indiferente al par de adolescentes desnudos frente a él.
-a huevo wey, todo en su lugar- dijo orgulloso, mientras su mano acariciaba apenas perceptiblemente el bulto. – yo creo que de esta talla le voy a dar a los Juanes y al wero para que se la prueben- volteo hacia mi, inmóvil y erecto.
-Ya we, deja de presumir esa madrecita.- me puse el bikini. La sensación es indescriptible aún. Libre, sexy, la erección bien ceñida al cuerpo y tan visible me hacían sentir macho. Emilio hizo que me diera la vuelta como él y me preguntó
-¿Para dónde se te acomoda? -vio mi cara en blanco- ¿Arriba, abajo, de lado? sin esperar la respuesta se acercó a mí, estiró la trusa y tomó mi pene por el glande, moviéndolo delicadamente hacia arriba. En ese momento sucedió, fue un instante breve después del que nada en la vida volvió a ser igual. Una sensación, intensa, repentina e incontrolable me recorrió desde la punta del pene hasta la cabeza y los pies, no había experimentado nada parecido, sentí que mi pene explotaba y me vencí contra el pecho de Emilio. Intenté incorporarme, con la respiración entrecortada, sin entender nada y asustado.
-Pinches morros calientes- Raúl hablaba por primera vez desde que entramos a la casa.
-este wey, que ya se deslechó en mi mano- Emilio observaba el escaso líquido que tenía en todo el dorso y parte de la muñeca. -bueno, ni leche saca todavía- Raúl se acercó a examinar también. -apenas es preseminal, todavía no se desarrolla.-
A duras penas me incorpore, sintiendo todavía el cosquilleo recorrer mi pene.
-¿Leche?
…
Sigue por favor!!