Shamady, mi putita de 11 años – Parte 1

Nunca tuve suerte con las mujeres de mi edad, bueno, en realidad llegué a tener un par de oportunidades. Sin embargo, mi cuerpo lo que deseaba no era una mujer, si no una niña..
Su delicioso perfume con aroma a rosas, presumiblemente proveniente de un frasco con las princesas Disney en la etiqueta. Su largo y ondulado cabello negro. Tus enormes gafas de niña nerd. Sus piernas largas y delgadas. Su estatura de 1.40. Su piel blanca, casi pálida, su sonrisa, esos ojos llenos de deseo. Mi verga palpitaba de solo mirar aquellos ojos.

Conocí a Shamady por casualidad en instagram. Ya era amigo de su madre, una mujer hermosa con el mismo nombre que su madre y su hija; Shamady. Conocí a la madre en la secundaria y, tras romperme el corazón, nos volvimos amigos lejanos. Más bien; conocidos. Más bien; no teníamos una relación definida.

Un día fuí a su casa, necesitaba ayuda con la instalación eléctrica, y yo, como el auténtico simp patético que soy, accedí a ayudarla a cambio de básicamente nada. Siempre fuí bueno con las manos.

La pequeña Shamady, de unos 11 o 12 años, me miraba pelar cables, desmontar piezas y atornillar tornillos como si yo fuese una especie de genio adelantado a su tiempo. Era raro para ella que hubiese un hombre en la casa, ya que su padre era el típico «chico malo» por la que su madre me había rechazado. La muy tonta lloró por meses cuando el tipo se fue con otra. ¿Qué más esperabas? Mujer.

La pequeña me miraba, me miraba, me miraba.

Como te llamas? Chiquita – Traté de esbozar una sonrisa.

Shamady – Dijo con una voz tan infantil, tan tierna, tan hermosa.

Mi cansancio físico era lo único que me evitaba una fuerte erección.

Encantado, Shamady. – Hice un gesto de saludo elegante. La niña me sonrió, al cabo de un rato su madre le llamó y se alejó.

 

Shamady. Shamady. Shamady. Shamady.

 

Que rica estaba esa niña… ya hacía tiempo me gustaban las menores, usualmente mayores de 9 y menores de 15. Nunca había tenido la oportunidad de hacerlo con alguna. Mi estúpida moralidad.

Cuando volví a casa me pegué una, dos, tres pajas. Todas y nada una de ellas con el rostro se aquella nena en mi mente. Era idéntica a su madre, pero mucho más joven, mucho más pura, mucho mejor en todo sentido.

Tras un tiempo, la encontré por instagram. Me agrego a close friends, subía un montón de tonterías dignas de su edad.

Hasta que un día, un hermoso día, subió una vistiendo unicamente su corpiño y unos shorts. Le di like.

Una screenchot, una paja, una noche después. Subí una foto de mi en el gym, soy un hombre fuerte, grande, se me podía notar el paquete; el cual no tenia nada que envidiarle a ningún otro.

La putita le dió like.

Estas hermosa, chiquita… tan hermosa.

Comenzamos a hablar. Charlar de forma coqueta con una nena de 12 era tan estimulante. No podía contenerme.

No sabes como me pones ~

Como?

Quieres ver?

Shi <3

 

Pum, una buena foto de mi verga, se apreciaban mis abdominales, la niña estaba fascinada. 22 centímetros es el número mágico para que una niña olvide que lo es y comience a mojarse.

 

Pero por que tan grande???

Te gusta? Mi niña

Si, muchísimo.

Te gustaría aun más si la tuvieras delante.

Ay Dios…

 

Tras algunas charlas eróticas, y muchas fotos de por medio, decidimos vernos. Un día que su madre no estuviese en casa yo iría, la destrozaría, y volvería a casa como si nada. Buen plan.

Viernes por la noche, la puta de su madre salía de fiesta y no volvería hasta el día siguiente. Era el momento.

Te amo. Me había dicho ya varias veces aquel par de palabras, par de palabras que solo me calentaban más y más. Una niña de 12 (u 11) años me decía que me amaba. A mí. A un cabrón de 34. Era idéntica a su madre.

Por suerte vivíamos cerca, unos pocos minutos en auto. No podía creer lo que ocurría. Era un sueño. Era el paraíso.

Llegué y toqué la puerta. Tras un momento, la pequeña me abrió. Tan hermosa y gentil como siempre.

 

Le sonreí, ella se veía tan… emocionada?

 

Pasé, le di un dulce beso en la mejilla y, sin pensármelo mucho, le agarré el culo.

Ese infantil culito, aún recuerdo su pequeño gemido.

Estas emocionada? Mi niña

 

Ay… si…

Se nota.

 

Ella no dejaba de verme el bulto. Mi enorme bulto apresado tras mi pantalón de mezclilla. La niña parecía hipnotizada por él. Yo, por otra parte, le morada los labios.

 

Me gusta mucho tu vestido, te hace ver tan rica…

Gracias… me gusta tu camisa.

Y mi pantalón?

Dudó un momento.

Si, también. Mucho.

Acércate, mi nena hermosa.

 

La tomé de la cintura, me arrodillé y quedamos cara a cara. No hubo más palabras. No había necesidad. Ambos necesitamos esto. Estaba por cumplir mi sueño y ella a punto de cumplir su mayor fantasía.

Los labios de una nena de 11 son muy suaves, aún no tienen la tristeza que causan los años. Mis labios y los suyos chocaron, un beso dulce. Nuestras narices dieron un golpe entre sí, un beso torpe. Nuestras lenguas se encontraron, un beso intenso.

 

Te dije que te enseñaría a besar… cierto? Te gusta?

Si… por favor…

 

Me cansé de estar de rodillas, mis grandes manos adultas agarraron ese par de nalgas de azúcar. La tomé con firmeza y la levanté. Ella, como la hembra que es, no pudo resistir agarrar mis pectorales. Te sorprendería lo mucho que a las niñas les atraen los músculos.

El apasionado beso siguió hasta que pude sentir como mi pantalón quería ceder ante la presión de mi verga. No podía más.

 

Vamos a tu cuarto.

Si… – asintió con la cabeza, le hacía falta aire.

Te gusta lo que sientes?

 

Comencé a restregar mi bulto en ella. Quería seducirla, volverla loca. Necesitaba que gimiera más. Y lo hizo. Esa fue suficiente respuesta.

Al llegar a la habitación la arrojé a la cama, me comencé a quitar la camisa. Ella, desesperada y con torpeza, se quitó el vestido.

Esa piel, esas tetitas, ese abdomen delgado y plano. Parecía una muñequita, una hermosa muñeca de porcelana.

Déjate los calcetines, también los lentes.

 

Shamady obedeció.

 

Continuará…