Socialización en el Colegio Mayor
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por VampireGorilla.
La conserje le dio su llave, y la miró de un modo casi paternalista.
-Vienes nueva hoy, ¿eh?
-Sí, a estudiar Medicina-explicó con una sonrisa blanca e inocente en su morena piel-. Me costó bastante entrar aquí, ¿sabe? Es un colegio de prestigio, o eso tengo entendido.
-Sí, sí. Bueno, te quedan una semana de novatadas, ¿lo sabes?
Asintió con la cabeza, algo asustada: había oído hablar cosas terribles de ellas, al principio incluso había querido alquilar un piso en la ciudad para no tener que pasarlas. Por suerte, había visto comentarios en Internet sobre la realidad de esas prácticas: solo en algunos colegios eran tan bestias. En otros, como ese donde se encontraba, eran chorradas como besar a un chico, aprenderse los nombres de los veteranos… y no ese infierno de otros sitios.
-Sí, lo sé.
-Bueno, ten cuidado-dijo con una sincera preocupación. Luego, se despidió de esa colegiala, nuevamente aterrorizada.
Dejó su maleta y entró al comedor. Todavía no era la hora de comer, así que no había nadie. Era una lástima, porque quería conocer gente, pero ya vendrían. Miró a las cocineras, que la veían como a una oveja para el matadero. Se estremeció: ¿era ella o hacía frío? Sus pezones se endurecieron, y se dejaron ver a través de la camiseta.
También se dejaron ver una chica y un chico. La chica tenía una mirada dura, adulta, a pesar de que no parecía mayor que ella. Gateaba, y en sus ojos se podía ver cómo se le había corrido el rímel. Se movía de un modo mecánico, casi como una zombi que no sabe lo que necesita para vivir. El chico le iba dando ligeros empujoncitos con los pies. Era alto, con barba y una mirada que parecía babear con ella. Tuvo el impulso de salir corriendo de allí, pero se mantuvo allí. Sabía que esos rituales eran fundamentales para conocer gente.
-¿Eres nueva?-le preguntó él, con una sonrisa tranquilizadora, pero sin dejar de mirar sus pezones.
-Sí… sí, soy nueva-respondió nerviosa. Físicamente, ese tipo era repugnante.
-Bien. Preséntese, escoria nº 23.
La chica, una rubia preciosa vestida con una camiseta demasiado corta, se levantó y la miró con esos pozos negros en los que se habían convertido sus ojos.
-Soy escoria, una novata, lo más bajo de la humanidad. Soy Alicia, de Logroño, estudio Relaciones Internacionales. Me gusta comer pollas, muchas pollas-sollozó, y el veterano le dio una cachetada en el culo para que continuara-. Soy la más puta de to… todo el colegio, aunque espero que puedas superarme.
¿Por qué no huía? Su corazón se lo estaba pidiendo, pero su cerebro no se lo permitía: se tenía que tratar de una broma. Lo estaban haciendo para asustarla, ese lugar tenía buena fama.
-Escoria nº 24 será su nombre por esta semana. Debe añadir sus datos a la presentación, y más tarde debe añadir todo lo que sus veteranos les pidan. Por ahora, añada “los coños me gustan pelados.”
Asintió, tras tragar saliva. Tenía que preguntarle si podía renunciar a eso. Tenía…
-Perdona, ¿se puede…
-¡¿Perdona!?-se escandalizó. Loco de rabia, le agarró de los pezones. Una mezcla de dolor y un vergonzoso placer hicieron que chillara, y un empujón en las tetas terminó de tirarla al suelo. Él se acercó a ella desde arriba y puso sus labios demasiado cerca de su mejilla. Le echó su apestoso aliento-. A mí se me trata de usted. Deme el móvil y póngase a comer: usted no va a llamar a nadie.
Le hizo caso mientras la otra le miraba. Lo sentía por ella, pero había otra cosa en sus ojos: cierto placer secreto por ver lo que le habían hecho a ella.
Durante la cena, estaba aterrorizada. Veía a las demás ingenuas que se habían metido en ese lugar, convertidas en objetos para la humillación. Una… Dios, una asiática llevaba una correa. A una pelirroja le tiraban la sopa hirviendo en la cabeza, mojando su blanca camiseta de tirantes y dejando al descubierto sus enormes pechos… Temía por lo que le pudieran hacer a ella, era como un regalo sin abrir…
-Oye, tú-le dijo ese insufrible engendro-. N has asado todavía por el ritual de las novatas.
Se le había olvidado el “usted”, pero suponía que no sería una buena idea corregirle.
-¿Cuál… cuál es ese ritual?-preguntó, temiéndose lo peor. Quería llamar a esos padres a los que creía que no iba a echar de menos, quería marcharse…
Se sacó un pene grande y sucio que le dio arcadas.
-Chupa.
Quedó paralizada. No. No podía ser verdad. ¡No, tenía que irse de allí!
Intentó huir, pero otro veterano le puso la zancadilla. Escupió sangre en el suelo, y el primero la cogió de los cabellos. No chilló: sabía que era inútil.
-Solo vas a tener que chupar, no vas a tener que hacer nada más. ¡Chupa!
Con reticencia, con miedo, con asco, la cogió. Metió un poco la boca para empezar.
-¡Entera!-chillaba ese enajenado-. ¡Métetela entera!
Las lágrimas comenzaban a caerle por la cara.
-¡¿Eres una puta niña de tres años!? ¡Si no lo eres, deja de llorar de una puta vez!
Cerró los ojos, y se metió su miembro en la boca. Trató de no vomitar con todas sus fuerzas, pero ese glande le llegaba hasta la campanilla. Nunca había creído en Dios, pero ahora desearía que existiera para que la pudiera salvar.
Movió la cabeza hacia adelante y hacia atrás hasta que le dolió. Pensó en detenerse, pero sabía que las consecuencias podían ser peores.
Se ayudó con las manos para que ese monstruo se corriera antes. Podía sentir las venas cerca de su lengua, y le daba tanto asco…
-¿Te acuerdas de cómo lloraba la lesbiana?-preguntó otro veterano, entre risas.
-¡Joder, claro que me acuerdo! Se lo recuerdo todos los días.
-Y cómo se puso la feminista…
-Ya ves, que si nos iba a denunciar o nosequé… bueno, una amenaza a los padres y una violación preventiva siempre ayudan con estas cosas.
-Cuánta razón tienes…
Ella seguía metiéndose ese miembro en la boca una y otra vez, a pesar de las ganas que tenía de parar. Notó cómo le botaban las tetas hasta casi salirse por el escote, y cómo él la miraba y se relamía. Le dieron arcadas, pero sabía que no podía parar.
-Tranquila, que te aviso-le dijo el veterano con una sonrisa siniestra-. Pero, como dejes de chupar sin que yo te lo diga, te mato.
Le creía.
Él comenzó a tirarla del pelo hasta que le lloraron los ojos todavía más, para que sufriera intentando mantenerse en su posición. Trató de terminar rápido haciéndolo más rápido, más rápido, más rápido… hasta que toda su leche se derramó en su boca sin que le avisara nadie. Sintió el impulso de escupirlo, pero no podía abrir la boca hasta que se lo dijeran.
-Traga, puta.
Cerró los ojos y se tragó ese líquido desagradablemente salado. Él volvió a sonreír y le dio una patada en las tetas.
-Anda, vete de aquí gateando, mala perra. ¡Me das asco!
Fue al baño, a vomitar. Corrió hacia un váter como pudo, y descargó toda su frustración sobre él. Sollozó, lloró, chilló. No tenía ninguna escapatoria.
De pronto, oyó un ruido. Calló.
-Por favor, no me haga esto…
-¡Calla, puta!
Se oyó el sonido de un golpe.
-No…
-¡Que te calles, bollera de mierda! ¡¿Qué es eso de robar el móvil para avisar a tus padres!?
-Tenía miedo, me dijeron que…
-Podrías haberte librado de las violaciones, ¿lo sabes? ¡¿Lo sabes!?
-Obligar a chupar ya es una violación…
-Te voy a enseñar yo lo que es una violación…
Se escucharon gemidos y súplicas ahogados entre el sonido del cuerpo de la chica golpeándose con la pared una y otra vez. Se puso las manos en la boca para no hacer un ruido, pero su cuerpo seguía temblando. Sin embargo, en cierto modo, se sentía afortunada por no ser ella la que sufría ese castigo.
Cuando terminaron, se oyó una cachetada.
-Ahora, le dices a todo el mundo que hemos hecho el amor y te he curado de tu degeneración. Si le pregunto a alguien y no se lo has dicho, esto te va a parecer un besito de buenas noches comparado con lo que te voy a hacer.
Ella asintió con la voz temblorosa, y abandonaron el lugar entre la risa de ese animal.
Siguió llorando, no por una empatía ya perdida, sino por temor a que le pasara lo mismo. Por eso pegó un respingo en cuanto se abrió la puerta, y por eso respiró tranquila en cuanto vio que se trataba de una mujer.
-Perdona…-le dijo, sudorosa. Los pezones se le marcaban cada vez más. Esa chica era grande, con unos pechos descomunales y una cresta teñida de morado. Llevaba una chaqueta militar y botas con tacos. Su rostro mostraba un absoluto desprecio, quizás por las humillaciones sufridas, pero por lo menos no era uno de esos mandriles-. Es que he creído que eras…
Una de las botas de tacos le golpeó la cara.
-¡¿Perdona!? ¡¿Quién coño te crees que soy, una de las putas novatas!? Te vas a enterar, zorra. Dime mis datos.
-No… no los conozco.
-Maialen Ochoa Gutiérrez-explicó, como escupiendo sus apellidos-. Soy de San Sebastián, y estudio Turismo. Más te vale acordarte, zorra española. Ahora, cómeme el coño.
Pensaba que bromeaba, pero comprobó con horror que no era así. Ella le mostró con una sonrisa ese agujero rodeado de pelo, esa boca del león en la que tenía que meterse.
-No tengo todo el día, puta. Dame un orgasmo ya.
Metió la lengua dentro de su agujero: era asqueroso, repugnante. Ese coño mojado en su boca hacía que el vómito que había echado no le pareciera suficiente.
-Vamos, puta español, ríndete al poder vasco… así os acabaremos haciendo a todos… Sí, joder, me encanta que te humilles… Seguro que luego te sientes fatal contigo misma y te dan ganas de cortarte las venas… qué ganas tengo de comerle el coño a tu cadáver.
¿Dónde se había metido? ¿Por qué estaba tan enferma esa chica, tan mal la habían tratado en su primer año? Aunque esa mirada maniática le hacía pensar que ya venía así de antes…
En cuanto terminó, le ordenó que manoseara esos bastos pechos. Lo hizo mientras su cruel veterana le pellizcaba los suyos. Luego, la tiró al suelo y le dio una patada. Ella… le costaba reconocerlo, pero había leído relatos eróticos en los que las mujeres disfrutaban de la violación. Ahora era distinto: solo sentía una profunda humillación y un dolor causado por la incertidumbre acerca de su destino. Y, por supuesto, asco por todo lo que había tenido que meterse en la boca.
-Muy bien, putita, me gustas. A lo mejor probamos algo más fuerte otra vez… ahora vete a descansar a tu habitación, que luego vas a tener que beber.
Negó con la cabeza: ella no sabía beber, acababa borracha enseguida, y eso en un sitio como ese podía ser mortal.
-Si decides que no vas a beber, será peor. Es como las lesbianas que deciden que no van a chuparla y acaban siendo violadas por todos los colegiales. Sé de lo que hablo, pedazo de mierda.
La volvió a golpear.
…
Sus pesadillas fueron horribles, pero la realidad que le trajo el baño de agua fría fue todavía peor.
Un ejército de veteranas en ropa interior la rodeaba. Saltaban con un demente entusiasmo, la señalaban con sus puntiagudos pechos, la violaban con la mirada… y sostenían un embudo en su boca.
Intentó zafarse, pero la que había abusado de ella le sujetó la cabeza y le susurró:
-Eres muy sosa. Vamos a hacerte más entretenida.
Acto seguido, le pasó la lengua por la oreja y terminó mordiéndosela. El dolor no fue nada comparado con el miedo que sintió en cuanto una chica empezó a vaciarle una botella de vodka.
Mientras se volvía cada vez más vulnerable, pudo ver que estaba desnuda y que habían pintado en su cuerpo con permanente. Sobre su piel de gallina estaban todos los sinónimos de puta imaginables: golfa, guarra, fácil, zorra, furcia… Cada letra era una degradación, pero nada se podía comparar a esa frase que estaba justo encima de una flecha que apuntaba a su coño: “Violar por aquí.” Algo le decía que era una frase que también apuntaba a su boca y a su culo.
En cuanto terminaron, se tambaleaba. Cada paso que daba le parecía una carrera de cien metros lisos, cada palabra era como aprenderse una obra de teatro:
-¿Qué… qué me vais a hacer?
-No te preocupes, solo pasearte por aquí-mintió esa puta que le había dominado en el baño-. Enseguida te devolvemos aquí.
Mientras subían las escaleras hacia Dios sabía dónde, le iban dando palmaditas en el culo. Solo podía temerse lo peor.
La llevaron a un piso alto donde se encontraban los veteranos, y la tiraron al suelo. Cerraron la puerta que daba a las escaleras por las que habían entrado con llave. Estaba atrapada.
Tras dar un par de pasos, vio cómo iban saliendo de sus habitaciones. Todos desnudos, todos cachondos, todos dispuestos a violarla. Intentó huir, pero estaban por todos lados. Le gritaban insultos que no conocía, y señalaban a sus tetas. Corrió hacia un baño, su última esperanza. Pero nada iba a librarle de su destino.
Allí estaba Maialen, sentada en el retrete, con las patas abiertas y el coño visible. Se pellizcaba un pezón mientras se reía de ella a carcajadas. Le indicó que viniera hacia ella con el dedo, y la pobre novata fue a regañadientes: fuera sería peor.
-Anda, vuelve a comerme el coño.
Con lágrimas diluidas en alcohol, lo hizo. Acababa de mear, y la muy puta no se había limpiado… joder, qué asco… pero lo peor no fue eso. Lo peor fue el desgarramiento anal que tuvo que sufrir por poner el culo en pompa. Su veterana se reía mientras chocaba la mano con el animal que la había penetrado por detrás.
-Ah, putita, cuánto tienes que aprender de la vida… siempre va a haber alguien que te joda, y vas a tener que poner el culo siempre. No sé qué coño estudias, pero me da igual: sé que no vas a ascender si no se la chupas al jefe. ¿Esa mierda de la liberación de la mujer? Puro mito. La mujer sigue en su estado natural de esclavitud al hombre, y así va a seguir toda la eternidad.
Trató de negar con la cabeza, pero la muy zorra le dio un par de palmaditas y acabó tirándole del pelo.
-Sí, putita. Toda esa mierda del feminismo la financiaron banqueros ricos para poder cobrarle impuestos a más gente y adoctrinar a sus putos hijos. Nos quitaron la protección que teníamos, y nos hicieron pensar que podíamos valernos por nosotras mismas. Pero siempre hay un violador esperando, y ahora somos más vulnerables que nunca.
Trató de rechazar la realidad, pero la comprendió dolorosamente cuando el segundo colegial entró en acción, sin darle tiempo a descansar.
-Ahora… bueno, somos objetos para follar, nada más. Es triste, pero qué se le va a hacer: por lo menos follamos. Acepta tu lugar como puta comunal, anda. Yo lo hice, y no me fue tan mal.
Trató de chillar, pero ella la apretó contra su coño.
La estuvieron violando durante horas, tocándole y lamiéndole cada centímetro de su cuerpo. La obligaron a hacer todas las prácticas sexuales conocidas, comieron queso derretido encima de ella, se corrieron en su cara, la obligaron a tragar una botella de semen, la mearon encima. Por la mañana, despertó con el culo sangrante y tuvo que arrastrarse hasta su habitación.
Estuvo llorando hasta la hora de cenar. Allí, la volvieron a violar mientras obligaban a las otras novatas a aplaudir.
Un día, ayudó a una compañera a comer la mierda de otra nueva desnuda. Cuando tomó el último pedazo de su pezón, chocaron las manos. La miró, y sintió el compañerismo en sus ojos.
Luego las volvieron a violar, pero ya no importaba. Era la génesis de un grupo. Ahora estaban protegidas.
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