¿TE GUSTA EL CHUTO, PUTITA? ¡TE DAREMOS POR ESE ORIFICIO PECAMINOSO HASTA LLENARTE DE LECHE BENDITA! Por putita trav
Soy Juana, la loca o Joana, la crazy, también Giovanna, la ragazza calda, Jeanne, la putain. Prometí contarles cómo me convertí en adicta al sexo anal con machos. Y cuando fui iniciada en el sexo grupal con frailes rijosos y pedófilos maracos, me exponía cada vez más a ser usada para deleite de los.
Soy Juana, la loca o Joana, la crazy, también Giovanna, la ragazza calda, Jeanne, la putain.
Prometí contarles cómo me convertí en adicta al sexo anal con machos. Y cuando fui iniciada en el sexo grupal con frailes rijosos y pedófilos maracos, me exponía cada vez más a ser usada para deleite de los machos que gozan culiando pollos iniciáticos con pleno consentimiento y complacencia.
Les traigo un relato de mis andanzas de putita que después de ser desvirgada por el padre Severino, entregué mi culo a cuanto fraile quiso hacerme la cola. El padre Fredy fue el facilitador de ese vicio delicioso que abunda en regimientos en que los concriptos son sodomizados u obligados a culiar a sus superiores; en largas travesías de embarcaciones militares o privadas, en internados varoniles, en que los primerizos eran sometidos a iniciaciones de sexo grupal; en las cárceles en que la mejor forma de protegerse es hacerse amante del jefe y dejar que te prostituya; y ,por supuesto, en…conventos. En todas aquellas partes donde la maquiavélica decisión de separar a varones de muchachas da como resultado que se cultive la homosexualidad y se dividan los fuertes que dan verga y los débiles y femeninos que la reciben gustosos de servir de descarga de sus rijosos compañeros.
Mi lengua recorrió la intrincada geografía del pene monstruoso que tenía sabores de los culos anteriores en que había depositado su lascivia. Ello me puso a mil y soltó las amarras de las últimas ataduras humanas.
Ya me sentía animal y Ramòn captó ese estado y me dio lo que sentía que estaba necesitando: el chuto hasta que mi esfínter no podía dilatarse más y la rigidez de su pichula hizo de quedáramos pegados como dos perros callejeros.
Ramòn no solo tenia una verga deforme y monstruosa, sino que padecía de ciclos de priapismo que le impedían que su verga disminuyera su tamaño y revirtiera su rigidez evitando que se pusiera lacio.
Ramón se convirtió en mi compañero de toda la mierda marica que se respiraba en ese convento y que había vivido en la celda pecaminosa del padre Fredy. Debo decir que lo mío con el cura siguió a pesar de que la llegada del padre Severino me exigió comportarme como su perrita sumisa dispuesta a todo lo que quisiera el provecto sacerdote.
Pero una vez que lo dejaba dormido, mi siguiente movida, ansiosa y acelerada, me llevaba a la celda de mi nuevo amo: el cachondo padre Fredy. En cuanto llegaba, me daba cariñosos golpes y nalgada:
-¿De dónde vienes, puta caliente? ¿No te cansas de recibir moco en ese culo diabólico que traga las descargas?
-No, padre. Quiero estar siempre bajo tu vientre y que me sometas con tu verga metida hasta que pierda el conocimiento…
-Eres muy maraca, perra.
-Tu perra, tu maraca, tu puta… No soportaba él ese diálogo en que me veía en estado de posesión del demonio de lujuria contagiosa a todo el que se halle a poca distancia y en estado de abstinencia.
Enseguida me arrancaba la ropa y no pocas veces me desgarró la tanguita que me protegía débilmente la entrada del hoyo del pecado nefando y procedía a meterme su chuto sin más lubricante que las gotas de premecum que se asomaban como perlas sagradas que bendecían la apertura al paraíso del placer marica que sentía cada vez que me ensartaban. Me sentía perla horadada por ese santo que exorcizaba al demonio acabando en mi culo.
Después sacaba violentamente la pichula y me dejaba con en ano salido como una boquita de bebé que se apresuraba en lamer y besar con su lengua rasposa que sorbía su propia agua bendita. Mis gemidos y quejidos inundaban el ambiente en una sonata de suspiros celestiales mezclados con rugidos de la zampoña del macho cabrío que resonaba cada vez que su penca llegaba al fondo de hoyo abierto y palpitante que cobraba vida propia y me exigía ser saciado con chutos y mecos…
El día a día y cada vez que volvía de la escuela, iba a la granja con el pretexto de ayudar a Ramón en sus tareas cotidianas. Por cierto, ese era el pretexto. Severino aprobaba mi actitud de laborioso y solidario muchachito. No sospechaba que mis intenciones eran del todo oscuras y para nada ingenuas.
Aprendí a ordeñar, a desmalezar, a labrar la tierra, sembrar, cosechar y muchas cosas más, pero mi interés era la zoofilia y fui de a poco introduciendo el tema como mera curiosidad. Ramón fue un poco reticente al principio, pero después que le expliqué que era para una tarea del colegio por la profesora de ciencias naturales, se sintió halagado y un poco con actitud de maestro en el tema.
-Primero, me dijo, te llevaré a ver como se aparean los animales.
-Yaaaa. Dije entusiasta.
– En la granja vecina hay un potro que cubre a las yeguas que le llevan los dueños.
-Ah, me gustaría ver eso.
Llegamos al fondo de la granja y me hizo subir a la pirca que separaba ambas propiedades. Desde allí se divisaba la caballeriza en que descansaba el potro. Su alzada era imponente y su pelaje negro azabache con manchas blancas que le daban aspecto de los caballos de películas de cow-boys. Me imaginaba el caballo de Cochise, mi héroe de ese tiempo.
El potro se alborotó y empezó a trotar y saltar mientras emitía roncos relinchos y bufidos.
-Algo pasa. Dije yo.
.Deben traer a una yegua para cruzarla. Por eso el potro se alborotó.
Efectivamente, el mozo de cuadra de la granja vecina venía cn una hermosa yegua alazana que dejó libre en el potrero. El potro relinchó, se alzó en sus cuartos traseros y levantó los delanteros rasgando el aire. Se acercó galopando a la yegua que sumisa se quedó quieta, aunque se veía algo nerviosa. Levantó la cola que había sido amarrada para evitar que interfiriera en el coito que se avecinaba y largó chorros de cristalina orina. El potro de acercó a sumergirse en la vagina y absorbió esos zumos que le excitaban al punto de que su verga golpeaba su abdomen de lo tiesa que estaba.
Acto seguido, se montó en el lomo de la hembra y apuntó su larga verga a esa chorreante vagina que la recibió sin esquivarla, por el contrario, abierta a ser violentada por esa enorme trompa de elefante que parecía la pichula equina.
Mientras el potro se culiaba a la yegua, siento que Ramón me baja los pantalones, y se encuentra con mi culo listo, metió su pichula y me dijo:
-Ahora eres mi yegua, putito.
-Sí, amor, dame esa rica verga y métela, pero que no se quede pegada dentro de mì.
-No, putita, esta vez te culiaré tan seguido que no quedaremos pegados.
-Sí, sí, Ramón hazme tu yegua. Las palabras se me interrumpieron porque Ramón me enculó hasta el fondo y la sacó hasta casi afuera, mientras salia un hilo de semen…
-Ah, qué rico culeas, Mon. MMMMM dame chuto todos los días.
-Eso te gusta, puta.
-Sí. Quiero tu chuto todos los días, para que no volvamos aquedar pegados, porque será la cueva que busca tu pico.
-Sí, mijita rica, mi puta maraca culiá…
Se vino varias veces dentro de mi estrecho canal que se había dilatado al máximo, pero aun así era insuficiente para albergar esa callampa equina.
A todo esto, ya nos habíamos despreocupado del coito del potro. El mozo se llevó a la yegua alazana.
Bajamos de la pirca y todavía con el poto al aire, Ramón me puso en cuatro afirmado a las piedras y procedió a culiarme otra vez, con el cuidado de que no quedáramos enganchados pene y culo.
- – – –
Será hasta la próxima entrega de las historias en que voy contando a mis lectores cómo me hice puta adicta al chuto y a que me den por el culo. Quedó pendiente la siguiente vez que Ramón me indujo a probar la zoofilia, pero será pronto, si quieren mis seguidores.
Gracias a Alejandra699, que le gustó el capítulo anterior, me di tiempo para seguir con este hilo de la historia.
Valoren este relato y sigan los anteriores para conocer lo que les he prometido como llegué a sufrir la adicción al chuto y al placer de ser sodomizada.
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