TRANSFORMACIÓN DE PUTO EN PUTA Por Nita, la putita
La lectura de un relato me ha dado otro punto de vista para mi adicción a la lencería femenina y ya no tengo que ser travesti con nombre femenino, sino mujer con su identidad recién descubierta.
Un relato en este mismo lugar de encuentro de maricones asumidos y otros enclaustrados en el clóset, me ha sugerido que puedo dejar de ser lo que he sido hasta ahora: Juana, la loca para ser Nita, la putita.
Recuerdo uno de los colaless que me hizo sentir mina la primera vez que me lo puse. Había ido a hurgar entre los artículos de lencería que exhibían los colgadores de una tienda de ropa interior. Me llamó la atenciòn un colaless rosado y sentí un ardor que bajó de mis mejillas hasta mi sexo y sentí palpitar el ano.
Me imaginé luciendo esa prenda ante el amante de turno que me culiaría una vez que su verga se convirtiera en barreno que me destrozaría el canal del pecado y paraíso de los maricas como yo que lo único que esperan de la vida es ser culiados una y otra vez por la mayor cantidad de pichulas: grandes, chicas, gruesas delgadas, pero siempre duras, durísimas.
Ante el espejo, me di vuelta, para ver esa prenda brillar entre mis nalgas voluminosas que siempre han mirado y deseado muchos varones, así como también han envidiado las minas cuyos traseros enjutos y esmirriados no calientan a nadie.
Entiendo el ardor que debe haber sentido mi confesor cuando me sentaba en sus rodillas y de pronto su mano intruseaba por mis muslos, gruesos y duros, para vagabundear mis redondas nalgas de chico bien. ¡Cuántas noches de masturbaciòn con esa mano que apretaba mis nalgas y paseaba sus dedos por la entrada de mi culito que ansiaba algo más que caricias.
Solo ante la imagen del espejo admiraba el brillo delc olaless entre mis nalgas que lo devoraban. No pude dejar de sentir la elección y tuve que apaciguarla dándole algunos apretones para impedir que siguiera incomodándome. Solo me gusta sentir las palpitaciones de mi culo que se abre y se cierra, con las ansias de un estrangulador de… penes.
Ricky, el chef, fue el primero al que incité cuando fui a abrirle la puerta de entrada de la cabaña de playa. Me fui subiendo los peldaños de la escala que llevaba a la terraza. Me subí la polera y dejé a la vista del sorprendido invitado mis nalgas que lucían al rosado colaless como un prisionero entre ellas. Mis contorneos de mujer atrevida, lograron que Ricky me diera un agarrón de esos que hunden la ropa dentro del culo.
Al llegar al dormitorio donde sería usado por el chef para su solaz, me tendía en pelotas y solo ataviado con el divino y diminuto colaless. Parecía la modelo de un pintor tendida lánguidamente en espera de ser inmortalizada en la tela, pero yo solo queria el pincel de carne rígida que profanara mis entrañas con sus violentas erupciones de semen.
Ricky se desnudó y ante su verga enhiesta no pude menos que dirigirme con avidez a mamarla hasta sentir el sabor de su precum que me dacia que ya estaba listo para consumar el acto nefando de sexo contra natura condenado por todas las religiones del mundo que guardan celosamente ese coito solo para sus sacerdotes que les asegura de no dejar descendencia como evidencia de su lujuria.
Pero no solo fue Ricky el que gozó de mi pose de puta con prenda femenina en su cola, tambié lo fue mi amigo que vino de un puerto del litoral central, cuya verga tuve la delicia de mamar como borrego desprovisto de inhibiciones que solo buscaba libar una y otra vez la leche viril que tragaba con avidez.
Su verga apenas pudo hacer un lado el hilo del colaless para ingresar con rapidez y decisión en mi agujero delirante y ansioso que solo se calma con la presencia interior de un chuto que lo taladre con energía.
Me llegó a través del correo electrónico una imagen de mí, tendido boca abajo con el colaless rosado undido entre mis nalgas… Una nota decía: Para ti, mi nena caliente, con esta foto me he pajeado tantas veces que ya no recuerdo cuántes.
Hasta acá estas pinceladas de lascivia que me ha sugerido la lectura de naufragio de dos tripulantes: uno que es sometido por otro que le da nombre de mujer para cogérselo, hasta que el violentado se acostumbra y se decide a ser la putita que el macho quería.
Gozar de los placeres del culo es una adicción difícil de evitar porque no se supera, solo se rinde uno a aceptar que ese es un placer divino.
Soy Nita, la putita recién descubierta que yace en Juana,la loca. Solo dejaré el mail [email protected]
Valoren este relato para que me siga comunicando con ustedes a través de mi nueva identidad.
Su putita
Nita
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