Un baño de chocolate
Segunda parte del relato «Litros de placer», sobre mi segunda cita con la misma chica. Esta vez con algo menos de pipí, pero con mucha más caca (y mucho más olorosa), realmente me dio un baño con su «chocolate». .
AVISO: Este relato tiene contenido de watersports y scat muy explícito.
NOTA: Por si a alguien esto le da algún morbo adicional, la historia es completamente real, no contiene ninguna exageración, sólo los nombres y lugares son ficticios.
Por fin era el día de volver a ver a Marta. La primera cita había sido una de las mejores experiencias sexuales de mi vida (ver el relato «Litros de placer», para más detalles), así que no me lo pensé dos veces cuando me propuso de volver a quedar para ser su W.C. de nuevo. Aunque factores externos estuvieron a punto de obligar a aplazarlo (esta vez fue culpa mía, que me torcí el tobillo, y no me recuperé hasta casi el día de la cita), al final por suerte pudimos quedar el día previsto.
Al llegar el día, esta vez decidí aparcar el coche en el centro de Zaragoza, en lugar de en las afueras, para no tener tantos problemas con llegar a la hora. Ya había llegado tarde el otro día, y no podía convertir esto en una costumbre, ella se merecía un respeto, y más viendo como fue la primera cita. Ese día tenía mil preocupaciones externas, y mientras iba de camino, pensaba más en estas cosas que en la propia cita, lo que era una pena. Ella no se merecía que yo pensara en estas otras cosas, y que no estuviera centrado. Con lo bien que me trató ella la otra vez… No bastaba con entregarle mi cuerpo, para que saliera todo bien, tenía que entregarle mi alma, como hice la otra vez, ella se lo merecía. En cualquier caso, esta vez sí sabía con quién estaba quedando, y una cosa era segura: iba a ensuciarme, mucho; deseaba volver a sentir sus fluidos en mi piel, en mis labios, dentro de mi boca…
Llegué puntual al sitio, ella todavía no había llegado. Mientras intentaba reconocerla entre la gente (con la mascarilla me costaba mucho reconocer las caras), llegó una chica delgadita, pequeñita, como a mí me gustan, con unos pantalones muy cortos y que dejaban poco a la imaginación. Llamaba mucho la atención, estaba muy buena, y por el corte de pelo podía ser Marta. Como no estaba seguro de si lo era, antes de tirarme encima de una desconocida y crearme una escena incómoda, le mandé un whattsapp. Enseguida mi corazón latió con fuerza al ver que se sacaba el móvil, efectivamente era ella, me acerqué… Bromeó con la dificultad que tuve en reconocerla, me sonrió y me dio dos besos.
Pedimos las bebidas (ella se pidió un café), y esta vez sí nos sentamos. Al quitarse la mascarilla, me quedé mudo por un momento. Ya no recordaba que al natural era tan guapa… Igual que la primera vez, la conversación fluyó muy fácilmente. Apenas era la segunda cita, pero parecía que estaba hablando con una amiga de toda la vida. Me sentía muy cómodo con ella, en unos minutos había olvidado todas mis preocupaciones, mi mundo se reducía a ella y yo. De vez en cuando no podía evitar quedarme un momento embobado, mirando su cara, era tan bonita… Una vez se terminó el café pidió un té, seguimos hablando un rato más, y antes de irnos al hotel se pidió otro té, éste para llevar. Dijo que estaba haciendo una mezcla que ya vería cuando saliera, y me miró con una sonrisa muy pícara, me estaba poniendo muy caliente.
Fuimos al hotel, mientras ella se iba bebiendo ese 2º té. Yo estaba muy excitado, consciente de que todo eso que se estaba bebiendo, más pronto que tarde, acabaría en mi boca, a través de su coño. Tras unos minutos más hablando en la puerta, se terminó el té, hicimos el check-in y subimos. Como la otra vez, preparamos bolsas de basura, alcohol, y flúor para cuando terminásemos, cubrimos la cama con plásticos, de manera que nadie iba a saber lo que había pasado ahí dentro, el «crimen» perfecto. Probablemente nadie quería saberlo, o quizá sí, quién sabe. La preparación tenía su morbo, sabiendo lo que iba a pasar ahí encima (los últimos momentos antes de que llegue la tempestad), y así evitamos el tener que ponerse en posturas imposibles en la ducha y terminar con dolor de cuello.
Una vez protegida la escena (la experiencia anterior me decía que toda protección era poca), nos empezamos a quitar la ropa, hasta quedar en ropa interior. Esta vez llevaba un sujetador y unas braguitas negras, tipo tanga, que dejaban al descubierto esas nalgas tan firmes y bien puestas. Me volvía loco ese culo…
Todavía con las braguitas puestas empezó a enseñarme su barriga, un poco hinchada con todo el pipí y la caquita que me había guardado. Me dijo que llevaba más de 3 horas sin mear, que tenía muchísimas ganas, y que una vez empezara no podría parar. Casi parecía que estuviera embarazada, y ponía unos posados de modelo, muy sexys, se me levantó de inmediato, qué cuerpo tenía, era imposible estar más buena… No era la primera vez que la veía, pero seguía impresionando como la primera vez. Tras pedirle permiso empecé a besar su barriga, con mucho cariño, fantaseando con todo lo que habría dentro. Además, su piel era tan bonita… Me encantaba besarla, estuve unos minutos disfrutando de ese momento.
Me dijo que si estábamos más se lo hacía encima, que teníamos que empezar ya. Si el otro día había estado bajo una tormenta tropical, me avisó que lo de hoy sería un huracán que iba a arrasar conmigo. Me quité la ropa que me quedaba puesta, y me apresuré a estirarme boca arriba y acercar la boca a su coño.
Nada más ver su coñito tan de cerca, ya tenía algo de líquido preseminal saliendo de mi pene (si me llego a tocar, me corro de inmediato), estaba muy excitado porque esta vez ya sabía lo que significaba ponerse debajo de Marta. Le pedí que me destrozara, y al instante (casi ni me dio tiempo a acercar la boca a su coñito) empezó a mear, de momento todavía podía aguantar el ritmo. El gusto era más fuerte que el otro día, con el calor la orina era más concentrada. cuando ya me había meado algo me miró a los ojos. Me di cuenta de que no conseguía identificar el gusto en su orina. Había un toque de coco, pero muy leve, seguramente no era eso lo que yo debía encontrar. Le pedí un poco más de cantidad para intentar adivinarlo, me llenó la boca otra vez, tragué lo que me iba meando, pero yo era incapaz de adivinarlo, me rendí y le pregunté qué era. Había bebido un té con menta. Me hizo algo más de pipí en la boca, pero no era posible identificarlo, parece que su cuerpo lo había destruido y no se notaba el gusto, pero, aun así, esto no era excusa, había fallado y evidentemente tenía que castigarme.
Empezó a mearme a chorros, yo tragaba lo que podía, pero tanta cantidad ni siquiera me cabía en la boca, se estaba haciendo pipí por todo mi cuerpo, pero sobretodo en mi cara, se meaba en mi boca, en mis ojos y en mi nariz, cegándome y casi ahogándome.
Bajó algo la intensidad, y me ordenó que antes de tragarlo lo mantuviera un rato en la boca y lo saboreara, hasta que estuviese a rebosar. Cuando lo estaba ya, me lo tragaba todo, y ella me volvía la llenar hasta rebosar. El gusto a pipí era más fuerte que la otra vez, pero me gustaba el sabor, y me gustaba aún más que fuera una chica tan guapa la que me lo estuviera meando, directamente de su coño a mi boca. Tras llenarme la boca un par de veces más, dejó de mear, parecía que había tragado menos cantidad que la otra vez, y que me había costado menos. No sabía que todavía no había terminado…
Me dijo que no tenía más pis, pero que antes de seguir, primero debía beberme todo el pipí que había quedado alrededor de sus pies, esta vez no íbamos a usar papel para secarlo sino mi boca. Era lógico, no había acertado de qué era el gusto de su pipí, y tenía que castigarme. De hecho, era un castigo muy leve para lo que había hecho, está claro que merecía un castigo más ejemplar, pero ella fue buena conmigo.
Lo lamí del «suelo», como un perrito a los pies de su ama. Por suerte (como todo en ella) tenía unos pies muy bonitos. La posición era un poco humillante, pero muy excitante al mismo tiempo, lamiendo el pipí del suelo, arrodillado a los pies de mi Diosa. Bebí casi todo lo que tenía alrededor del pie, el gusto era más intenso que al recibirlo directamente en la boca, aun así, no me daba ningún asco, pero empezaba a estar algo lleno y empezaba a costarme algo de esfuerzo. Me ordenó que le terminara de limpiar el pie, que aún quedaba pipí ahí. Le lamí el pie, dejándolo lo más limpio que pude. Apartó el pie, y me ordenó que limpiase hasta la última gota, así lo hice. Una vez terminé, me ordenó que limpiase el otro pie. Bebí todo el líquido alrededor del pie, luego se lo limpié, y finalmente terminé de limpiar el pipí con mi lengua, hasta la última gota, tal como había hecho en el otro lado. Así, con mi lengua lo dejé todo casi seco, sin necesidad de papel. Seguramente, en ese mes, su pipí fue la 2ª o 3ª bebida que tomé en más cantidad, me lo bebía como si fuera agua
Me dijo que pronto no podría aguantarse ya las ganas de cagar. Me hubiera gustado comerle antes el coño, pero no quería perder la ocasión de lamer ese culito antes de que se hiciera caca, y me quedaba poco tiempo antes de ese momento. Le pedí si le podía comer el culo antes, afortunadamente para mí, me lo permitió. Se apoyó sobre el cabezal de la cama, de pie, con el culo hacia mí y las piernas algo abiertas. Aparté un poco sus nalgas, y le di varios besos en el ano, con toda la pasión que pude. Me explicó que llevaba día y medio sin cagar. Me excité mucho, pensando ya no sólo en la cantidad, también en el olor que haría tras tanto tiempo dentro, lo que me motivó a lamerle el ano aún con más pasión. Me preguntó si olía a caca. Acerqué mi nariz, respiré tan profundo como pude, era un olor muy leve, pero muy excitante, se lo dije. Otra vez la calma que precedía a la tempestad. Vi algún movimiento alrededor de su ano, seguí besando y lamiendo, cada vez más excitado por lo que se me venía encima. De vez en cuando ella me preguntaba si ya olía a caca. Mi nariz todavía no podía detectarlo, pero mi cerebro ya veía lo que se me venía encima. Tan poco a poco como podía, Marta iba acercando la caca a mi boca. Muy leve, pero ya empezaba a oler algo. Tras varios movimientos más en su culo, vi un líquido en su ano, que parecía venir de dentro, lo respiré excitado, ahora sí empezaba a oler a caca, y parece que iba a oler más fuerte que la otra vez.
Me preguntó si tenía la boca preparada. Como respuesta le di un beso en el ano, y pegué mi nariz para sentir todo el olor cuando empezase a salir la caca. Su ano empezó a dilatarse, algo más que la otra vez, sentí la caca sobre mi nariz, esta vez estaba durita, y el olor a mierda iba a ser más intenso, más «sucio», que la otra vez. Pegué mi boca al ano, y al momento un pequeño pedacito de caca dura tocó mis labios y avanzó hacia dentro de mi boca. El sabor tenía un toque amargo, como la otra vez, pero un poco más intenso, sabía más a caca que el otro día. Su ano se volvió a abrir enseguida, salió un trocito de caca, que quedó colgando de un trocito de «fibra», se desenganchó de la «fibra» y esa caca terminó de caer en mi boca. Quedó colgando el trozo de «fibra» de dentro de su culo, un hilillo marrón colgado de su ano «cerrado». Esto lo había visto a veces en vídeos, pero era la primera vez que lo veía en persona, era muy excitante.
Me preguntó si había salido caca, y si la había recibido en la boca. Abrí la boca para que viera que la tenía llena de caca, me sonrió.
No había acertado el pipí, así que esta vez tenía que intentar como fuera adivinar qué había comido, si no iba a caer sobre mí un más que merecido castigo. Saboreé lo que pude, mastiqué algo (llegué a tragar algo), y detecté alguna hoja a medio digerir, estaba claro que había comido o ensalada o verdura, se lo dije y me confirmó que había comido espinacas, como mínimo había acertado algo.
Su culo se volvió a abrir, abrí la boca lo más que pude y la acerqué a su ano, y cayeron dos pedacitos más de caca (estaba algo dura, pero tampoco como una piedra) que, ahora sí, me la llenaron a tope. Me miró otra vez, le enseñé mi boca completamente llena de caca, y me sonrió otra vez. Me saqué un poco de caca de la boca, para que pudiera volver a llenármela otra vez. Tragué algo, de lo que quedaba, y acerqué otra vez la boca al ano de Marta, que enseguida se abrió de nuevo. Soltó varios pedacitos, todavía duros (pero ya no tanto), que me volvieron a llenar la boca en pocos segundos, el olor (y el sabor) a mierda era cada vez era más intenso y excitante. Con la boca llena de nuevo, puse la cara detrás de su ano, y cagó algún pedacito más en mi cara (aunque alguno de ellos luego cayó sobre mi pene). Me encantaba como se cagaba, me encantaba ver cómo se abría ese ano, me encantaba el olor y el sabor, me encantaba servirle de W.C. a esa princesa… Le enseñé de nuevo mi boca, llena de su caca otra vez, me miró sonriente, como mínimo ahora sí estaba siendo un buen perrito.
Al cabo de unos minutos me dijo que tenía más, y volví a acercar la cara. Incluso con la boca llena de caca, el olor de su culo lo noté muy intenso, no sé si por la caca que tenía pegada aún o porque se había tirado un pedo silencioso en mi cara. Cualquiera de los dos casos era muy excitante y agradable para mí, así que me limité a respirar a fondo y disfrutar del olor de su culo. Vi otra vez ese líquido blanco mojando su coño. Evidentemente no iba a poner mi sucia boca en su maravilloso coñito, pero me encantó ver que se estaba corriendo mientras se cagaba en mi boca.
El culo de Marta se abrió un poquito, y empezó a salir una caca blandita, marrón clarito, de esas tan olorosas. El olor había cambiado, era un olor mucho más sucio que antes. Nada más verlo tuve claro que lo quería en mi nariz. La caca en la boca excita mucho, pero es en la nariz dónde se nota el olor en toda su intensidad, por eso quería que esa tan olorosa me cayera en la nariz, quería intoxicarme en ella. Me cayó encima, pero no en mi nariz, lo cogí rápido con la mano y me lo puse en la nariz, para disfrutar del olor. El olor era muy intenso, y al mismo tiempo muy diferente de lo que había salido antes, casi parecía que lo hubieran cagado dos personas diferentes.
Se puso en cuclillas sobre mi cara, para terminar de cagar lo que le quedaba dentro. Procuré poner mi boca justo debajo de su ano. Tenía la boca llena de caca, pero mis labios estaban «limpios», y me apetecía que me los ensuciara de verdad. Cayeron varios pedacitos de mierda muy blanda sobre mis labios, sentí la caca blandita, pegajosa, pegadita a mis labios, el olor era como el de la última caca blanda, con un sabor amargo, muy perverso y sucio, ese olor a mierda blanda que tanto deseaba en ese momento.
Me preguntó si creía que había cagado medio kilo. No lo sabía, podía ser. Le di las gracias por guardarme tanta caca, que me encantaba el olor, que era la mejor caca que había recibido nunca, y encima de un culo tan bonito, y que para mí era un honor que una chica tan guapa se cagara en mi boca, me encantaba el olor y el sabor tanto de su pipí como de su caca.
Mientras yo me masturbaba, embriagado por el olor y el gusto de la caca que cubrían mi boca, ella bebió algo más de té, se me puso encima de nuevo, y según le venía me meaba en la boca, me escupía y ponía posturitas presumiendo de su perfecta anatomía, y enseñándome ese culo pequeño, firme y que tan loco me volvía. Me recordó que tenía el pene y la cara cubiertos con mucha caca. Tenía la boca llena de todo, ella estaba haciendo lo que quería conmigo, tuve la sensación de ser su juguetito sexual, y me encantaba serlo. Como la otra vez, yo estaba entregado totalmente, no sólo mi cuerpo, mi alma también era suya.
Mirándome con esa sonrisa de niña inocente, capaz de derretir a cualquier hombre, me preguntó si me gustaría quedar algún día que tuviera la regla, y si lo había hecho nunca. Yo no lo había hecho nunca con la regla, pero le hice saber que por ella me lo dejaría hacer, mi cuerpo no iba a rechazar nada que saliera de ella. Empezó a explicarme que, cuando quedáramos con la regla, «ahora» me estaría tirando un coágulo en la boca, y que además de caca, me dejaría cubierto de sangre, que me iba a ensuciar aún más que hoy. Le pregunté a qué sabría. Me dijo que tendría un sabor «metálico», aunque lo mejor sería que lo probara. Le pregunté por el sabor de la caca durante la regla (había leído que era un olor más perverso de lo normal). Me explicó que sí que es verdad que con la regla cagaba más veces. El gusto evidentemente ella no lo habría probado, esto me tocaría descubrirlo por mí mismo. Era increíble su poder de convicción, para forzar mis límites le bastó con una sonrisa y unas pocas palabras, ya había conseguido crearme la necesidad, ahora estaba ansioso por probar ese nuevo fluido todavía nuevo y desconocido para mí.
Cada vez tenía menos caca en la boca, casi me la estaba tragando toda sin darme cuenta, como un caramelo que se iba disolviendo en mi boca. Ya sé que en teoría en el scat se recomienda evitar tragar, pero con una chica tan guapa, con un culo tan bonito y una caca con un olor tan excitante, era imposible no caer en la tentación. De hecho, hubiera sido una falta de respeto hacia ella no tragar nada, con el cariño que le había puesto en preparármelo. Era el tipo de caca que todo fan del scat desearía recibir, por olor, por textura, por cantidad, y encima viniendo de una chica tan sexy, parecía demasiado bonito para ser verdad, me sentí muy afortunado de estar debajo de ella en ese momento. Con la cara, las manos y el pene llenos de caca, no paraba de tocarme, excitadísimo, me ponía trozos de caca en la nariz y la boca para disfrutar del olor, yo estaba en el mismo paraíso que la otra vez, con más marrón y menos amarillo que la otra vez. Mientras, ella me enseñaba cuánto había «adelgazado» tras vaciarse sobre mí. Me puse un trozo de caquita blanda en la nariz, y entre el olor, la visión de ese cuerpo tan sexy y toda la caca que cubría mi pene mientras me lo tocaba, pronto empecé a correrme.
Mientras ella se fue a duchar seguí ahí disfrutando un rato más de esos olores, buscaba trozos de caca lo más blanda posible para ponérmelos dentro de la nariz. Me excitó ver un par de trozos de maíz a medio digerir, que me puse en la boca enseguida. Mi nariz estaba cada vez más llena de mierda, el olor era increíble, muy intenso y sucio, y no tardé en correrme de nuevo. Tras volver de ducharse, me preguntó si me había corrido de mientras. ¿Cómo podía no correrme, con ese olor tan maravilloso que me había regalado?
Cuando me fui a duchar, esta vez me costó muchísimo quedar «presentable». Tuve que lavarme primero las manos, me costó mucho, estaban llenas de caca, que estaba pegadísima. Tenía la caca casi seca pegada alrededor de mi pene, solo con rozarla me dolían los pelos de tanta y tan pegada que la tenía, tras mojarlo mucho pude empezar a lavarme, pero había mucho que lavar, realmente me había dado un baño de su «chocolate», cada vez que me ponía a lavar algo de mi cuerpo, salía caca de los sitios más insospechados. Mi pelo también tenía un montón de caca pegada, me costó muchísimo dejarlo aceptable. Mi nariz estaba a rebosar, con los dos agujeros llenos de caquita, cuando me limpiaba los mocos no paraba de salir caca (muy blanda y olorosa) de ahí, cada vez que lo hacía me llegaba una explosión de olor que me excitaba de nuevo. La boca no pude lavarla del todo, pero ya daba igual, con lo que había tragado, ya no vendría de ahí. Esta era la parte buena, viniendo de quién venía, y con lo que había hecho ya, no me daba ningún asco ni ningún reparo, me bastaba con que nadie se diera cuenta de lo que había hecho.
Tras una (muy) larga ducha, cuando salí, Marta había recogido ya todos los plásticos, estaba todo casi impecable, visualmente parecía una habitación limpia, increíblemente limpia, preparada para un nuevo check-in, pero el olor se notaba mucho, me dijo que casi le molestaba y todo. Le pregunté cómo podía molestarle, si lo había cagado ella, si a mí no me molestaba su olor. Se rio. Me preguntó si era malo cagar con tanto olor. Le dije que eso era bueno, porque significaba que se había limpiado por dentro, y a mí me había encantado poder respirarlo. Me sonrió y me chocó la mano.
Abrimos la ventana y tiramos algo de perfume, ya no detectábamos el olor, pero quizá podía ser que estábamos acostumbrados.
Bajamos, hicimos el check out y la acompañé hasta la parada del tranvía, dónde nos despedimos hasta la próxima ocasión.
Terminé la cita muy relajado, casi en trance, con una paz interior que hacía tiempo que no sentía, casi mística. Quedar con ella era para mí la mejor terapia de relajación, mucho mejor que una visita a un spa. Parecía insuperable la primera cita, pero ésta no tuvo nada que envidiar…
Tiene que haber tercera cita, una tercera parte del relato, a poder ser con regla. Todavía no la he probado nunca, ese fluido que sólo el cuerpo de una mujer puede producir… Me pregunto a qué sabrá realmente, cómo lo aceptará mi cuerpo, espero estar a la altura…
También para esa tercera vez, quiero probar de tragar un poco más de caca. Si tuviera que hacerme daño ya me lo habría hecho esta vez, o incluso la anterior, así que, como mínimo con esta chica, ya sé que en este aspecto puedo ir sin miedo, puedo confiar en ella. No estoy preparado para comerme toda la cagada (y menos con las cantidades que me está dando ella), y también me gusta sentir ese olor y ese tacto en mi cara, en mi nariz, en mis manos, en mi pene… pero sí me apetece ir un paso más allá.
Aunque esa tercera cita la dejo para la tercera parte del relato, quizá ahí la realidad vuelva a superar a mi más perversa imaginación.
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