Un Macho Camionero y un Inusual Niño
«Imagínense la escena: el niño apenas y me llegaba a la cintura, paradito frente a mí, sintiendo las salpicaduras de mi amarilla orina en toda su carita sonriente…».
Me llamo Fernando, soy un macho de 38 años, fornido y rudo, muy peludo y bien cabrón. Soy camionero, por lo que pasó mucho tiempo manejando de una ciudad a otra, días completos y hasta por una semana entera; siempre sentado en la calurosa cabina del camión, sudando de todos los pelos negros de mi cuerpo y aguantando las persistentes parazones de mi vergota. Es un trabajo monótono y cansado, aunque admito que también me ha permitido tener una vida sexual bastante activa e interesante. Siempre encuentro un sabroso coñito que calma mis pajas constantes y en cada ciudad me hallo una que otra putita que se traga a gusto mi leche de macho y pide ser mía siempre; pero pos yo tengo que dejarlas y volver a la carretera.
Pero lo más inusual me pasó hace poco, durante una ruta larga que me llevó por una zona árida y desértica del país. Llevaba varias horas de camino; eran pasadas las doce del mediodía y faltaba bastante para llegar a mi destino. Hacía un tremendo calor y el pequeño ventilador una vez más volvió a joderse; por lo que yo sudaba a chorros, que la camisa se me pegaba a los músculos. Me había tomado casi dos litros de agua que llevaba conmigo y ya tenía un par de horas de estarme aguantando, que sentía la orina caliente en la punta de la verga; así que en la siguiente gasolinera paré a mear.
Estacioné y bajé del camión. No se veía a nadie, apenas un auto parqueado en una media sombra y la vieja tienda de la gasolinera que parecía estar abandonada. Caminé directo a los baños que estaban a un costado, se veían en muy mal estado, abrí la puerta de madera rota por pedazos y entré. Había dos focos que alumbraban el asqueroso baño de hombres; apestaba a una mezcla de sobacos de macho y orina empozada en los urinales y el pegajoso piso. Me paré frente al urinario menos lleno, me desabroché el jean, metí la mano en la espesa selva de pelos dentro del ajustado bóxer, y saqué mi carnoso y grueso vergón junto con mis pesados huevos. La verdad es que traía la verga medio parada por las enormes ganas de mear que tenía y ya con la punta llena de baba viril, casi goteando orina del ojete, corrí un poco mi venoso prepucio oscuro y empecé a disparar un denso y poderoso chorro de meos bien amarillos.
Mientras me la sujetaba con la derecha y con la otra me rascaba los pelos de los huevos, tiré la cabeza hacia atrás por el alivio, cerrando los ojos. Sentía aquel imparable chorro de orina no acabar, por lo que volví a abrir los ojos y en eso me di cuenta que había un niño pequeño, de unos 5 años más o menos, de pie frente a mí, muy cerca del urinario, casi pegado, y claramente viendo con mucha atención cómo salía todo aquel voluminoso chorro de meos calientes y amarillos de mi verga morena. Me sorprendió mucho y más porque sonreía divertido. El niño era delgadito, bien blanquito y de pelo marrón claro. Quise parar de orinar, pero me había estado aguantando tanto y el alivio era tan placentero que no pude. Seguí meando y sólo traté de alejar al pequeño, le chiflé y le hice gestos para que se apartara. En eso me volteó a ver a la cara con sus ojitos verdes y se acercó más sin miedo, tanto que mi orina amarillenta le salpicaba su pequeña carita. No supe que más hacer, pos aquel niñito era muy extraño, que yo sólo seguí meando; aunque sin saber se me estaba ponía más dura la verga.
El niño apenas y me llegaba a la cintura, ahí paradito frente a mi vergón como si nada, sintiendo las salpicaduras de mi amarilla orina en toda su carita y camisetita ahora algo mojada, sonriendo y mirando como un macho peludo de 38 años hacia desbordar aquel urinario averiado. Le pregunté si le gustaba lo que veía. El pequeño no me dijo nada, sólo asintió con la cabecita. Entonces yo ya estaba muy caliente por alguna extraña razón, que mi vergota se había puesto completamente sólida, firme y venosa en mi mano; por lo que pude parar el chorro. Le di un par de meneadas, corriendo más el pellejo y haciendo que un par de gotas amarillas cayeran de la amoratada cabeza de mi gran y peluda verga. Se la acerqué al niño que tenía por delante, casi con la punta en su carita, y le dije que me la limpiara con la boca, usando su lengüita y labios. Para mi asombro el niñito me la agarró sin miedo, con toda normalidad; primero con una manito y luego se ayudó con la otra, pos mi vergón era muy pesado para sus 5 añitos de edad. Obviamente por lo gorda no podía abarcármela toda con sus cortos dedos y mucho menos con su boca. Le dio un par de olfateadas al ojete y obedientemente abrió la boquita, sacó su lengua rosadita y le dio varias lamidas, juntando las gotas de mi orina, y empezó a chupármela todo lo que le cupo dentro.
Yo estaba perplejo, aquello era algo tan insólito en todo sentido, el hecho de que un niño pequeño me estuviera mamando la verga y pos también el hecho de que yo me calentara y dejara. El niño blanquito chupaba la punta de mi vergota oscura con toda naturalidad; por lo que la mía no era la primera que probaba. Pude sentir como durante sus buenas succiones, aún salían gotas de tibia orina por mi pijota y el niñito se las tragaba a gusto; aquel pequeñín ya se había convertido en una más de mis putitas y ni sabía su nombre, quién era o de dónde había salido. El lindo niño resultó ser muy habilidoso para su corta edad, pos en lo que me mamaba todo el cabezón de la verga, con sus manitos se ayudaba y me la pajeaba rico, corriendo de adelanta a atrás mi venoso prepucio. Me desabroché la camisa y me quedé un buen rato viendo hacia abajo, maravillado de como el niño le daba placer a mi enorme pijón de macho peludo. Noté como se estaba cansando, creo que hasta le dolería la mandíbula, pos apenas y le cabía la punta de mi pijota hasta la campanita. Se la sacó de la boquita y la comenzó a lamer entusiasmado, como si fuera un dulce o una gruesa barra de chocolate sólido. Me la tenía bien ensalivada, que tenía toda la carita embarrada de su salivita y mis jugos viscosos de macho. Entonces le dije que pasara la lengüita por mis huevotes, grandes como dos naranjas para él, llenos de rasposos pelos negros; pero el niñito me los lamió sin problemas o asco, al contrario, parecía gustarle mucho, hasta como apestaban fuertes a sudor de hombre. La verdad es que sí era un niño muy inusual.
Esta vez sí escuché el ruido del crujir de la puerta de madera al abrirse, así que rápidamente me guardé la parada y engrosada verga con bastante dificultad, y luego me aparté del niño y la fila de urinales, y me acerqué a uno de los lavabos. Abrí el grifo, pero no salió agua, y en eso entró un hombre; era flaco, blanco, pero algo quemado por el sol, de barbita y pelo marrón claro; obviamente era el papá del niño. Traía la camisa por fuera mal abotonada, despeinado y desalineado, y al hablar sonaba algo ebrio. Agarró bruscamente al niño por el brazo y lo regañó por haberse salido del auto sin permiso, diciéndole que lo había estado buscando preocupado. Ahí se dio cuenta de que yo estaba frente al lavabo y los espejos empañados, por lo que se dirigió a mi disculpándose por si su hijo me había molestado de alguna forma. Yo le dije que no, que su pequeño sólo era muy amistoso, y que era un niño muy bien portado. Él sólo me quedó viendo en silencio, así que le pregunté si su auto era el que estaba parqueado enfrente. Fue ahí que se me acercó y con fuerte aliento a alcohol me contó que se les había arruinado el auto y como estábamos en medio de la nada, tenían varias horas de estar en esa vieja gasolinera.
En lo que yo charlaba con el hombre, el niñito se aferraba a una de las piernas de su papá y me veía fijo, sonriéndome como con picardía; lo que hacía que mi vergota dura se sacudiera debajo del pantalón y no pudiera disimularla. Él me dijo que se dirigían justo a una ciudad que quedaba de camino en mi ruta y que el encargado de la gasolinera le había dicho que en un par de horas más pasaría un autobús. Entonces me ofrecí a llevarlos, más que nada por el bien del pequeño, porque no me parecía dejarlo con su padre así de ebrio, siendo apenas pasadas de mediodía. El hombre no se lo pensó mucho y aceptó. Salimos del baño, pasamos por su auto y él sólo sacó un bolso, una botella de licor y le pasó al niño un osito de peluche café. Ya dentro de mi camión, el niñito se veía muy emocionado, se sentó en medio, muy pegado a mí, abrazando su peluche; mientras su papá se recostaba contra la ventana, se daba aire con la camisa desabotonada y me hacía plática. Ahí pude oír hablar al niño un par de veces, cuando le señalaba por la ventana cosas al papá y le preguntaba cuando iban a llegar a jugar.
El hombre no más bebía directo de la botella, chorreándose el puñado de pelos marrones del pecho, y no le prestaba mucha atención a su pequeño hijo, y para colmo siempre evadía las pocas preguntas que yo me animaba a hacerle; pos trataba de entender qué hacía él solo con el niño en esa carretera y porque bebía tanto desde tan temprano, pero eso es algo que supe después. En eso noté que él estaba cansado y el alcohol hacía que se le cerraran los ojos, hasta que se quedó dormido. Esperé unos minutos, cuando ya lo oímos roncar fuerte, le pregunté al niño su nombre. Se llama Jacobito. Luego le dije que si quería se podía recostar en mí. El pequeño lo hizo al instante, que su peluche cayó bajo el asiento, se acomodó pegado a mi costado bajo el brazo derecho y me abrazó. El niño era muy tierno, me acariciaba con sus manitos todos los pelos del pecho y la panza, jugando inocentemente con ellos. Yo no había parado de sudar toda esa jodida tarde, por lo que apestaba a sobaco de macho por cien. Le pregunté si le molestaba lo fuerte que olía, a lo que el negó con la cabecita y dijo que le gustaba como olía. Me dijo que olía rico como su papi. Eso puso mi vergota otra vez bien tiesa y babosa, que se me abultaba entre los muslos. El niñito curioso se dio cuenta y con risitas empezó a pasar sus manitos por encima del jean, sintiendo mi vergón duro y caliente debajo de la tela. Giré para la otra ventana y vi como el papá seguía bien dormido, mientras yo disfrutaba de como su hijito me tocaba.
Con una mano en el volante, usé la otra para desabrochar mi pantalón, bajar el cierre y sacar mi pijón peludo junto con mis tremendos huevos. Sin decirle nada, el niño me la volvió a agarrar con ambas manitos y comenzó a pajearme, corriéndome todo el pellejo y descubriendo la hinchada punta de mi verga morena, viendo calladito como me escurría baba viril del ojete amoratado por todo el tronco venoso, hasta dejarme pegajosos los pelos negros del pegue. Le pregunté si le gustaba mi vergota, a lo que él respondió asintiendo con la cabecita que sí, y luego dijo que le gustaba mucho, que era muy grande y peluda, y que por eso parecía un peluche. Algo explotó en mi cabeza, pos quería usar desesperadamente a ese niño de 5 años como si fuese una de las putitas que levanto siempre en carretera. Entonces el tierno pequeñín se agachó para poder lamérmela, pasaba su lengüita rosa juntando todos los jugos de mi pijota, como si fuera miel o azúcar viscosa, y luego se puso a darle unas gustosas chupadas, volviéndosela a comer todo lo que le entraba en la boquita, mientras yo manejaba viendo el camino.
El niño me hizo soltar varios jadeos fuertes y casi me salgo de la carretera. Giré otra vez y vi al padre mal acomodado contra la otra puerta del camión, pero aun roncando profundamente. El niñito había empezado a comérsela más, poco a poco se metía más verga en la boquita; tanto que cuando le empujé con una manota la cabecita hacia abajo, haciendo que se atorara con todavía más de mi tieso vergón dentro, el pequeño aguantó y sólo se atragantó un poco, pero siguió mamando a gusto. Era tan insólito e increíble. Lo dejé seguir feliz, así en cuatro patitas como estaba sobre el asiento de mi camión, con la colita bien paradita; por lo que moví mi mano y la puse sobre sus nalgas redondas y respingadas, pos para ser un niño tenía rico culito. Se lo estrujé fuerte por un rato y luego le bajé el pantaloncito corto que traía junto con su calzoncito y dejé al aire aquel pequeño y adorable culito, bien blanquito y sin un pelito. El niñito me la mamaba contento y yo le pasaba la áspera y ruda mano por la rajita. Me chupé el dedo índice y lo llevé a su anito, y cuando lo encontré se lo empujé, y mi gordo y nudoso dedo entró entero sin dificultad; por lo que su culo de niño no era virgen.
El niñito no paraba, seguía succionando con hambre, a la vez que se dejaba tranquilo meter mi dedo, meneando la colita como si pidiera más; en lo que justo yo sentí otra vez unas grandes ganas de mear, pos había pasado bastante tiempo desde que meé en el baño de la gasolinera y de hecho no había logrado orinar todo lo que cargaba. Entonces no me aguanté y sin importarme nada, caliente y duro como estaba, aproveché para soltar mi chorro de orina en la boca del niño, directo a su garganta. El niño siendo tan bueno no protestó ni hizo mala cara, la verdad es que no pareció sorprenderle o molestarle, al contrario, el pequeño se bebía mi orina caliente y amarga de macho como si eso era lo único que calmaba su sed. El niñito se tragó cada chorro que salía de mi vergota, hasta que yo comencé a mear con más fuerza y el chorro fue tanto que el niño por un momento se ahogó, y le salió parte de mi orina amarilla por la naricita y los costados de la boca. Así que con gran esfuerzo volví a parar a mitad de mi meada, se la saqué y dejé que el niño tosiera y agarrara aire; pero siempre con mi dedo bien metido hasta el fondo de su culito. Y de repente oí la voz del otro hombre, el padre se había despertado.
Obviamente el papá no se sorprendió ni molestó, él sabía muy bien que su hijito de 5 años era un putito que el mismo había entrenado, lo había criado para satisfacer machos desde todavía más pequeño. El hombre sólo me preguntó si su hijo me estaba complaciendo bien; a lo que yo contesté con la mera verdad, que su pequeño era muy buen niño y que sabía bien como mamar una vergota como la mía, mejor que muchas putitas mayores que él. Entonces el padre se echó una carcajada y le dijo a su hijo que siguiera comiéndome la pijota. Por supuesto que el pequeñín obedeció a su papá y sonriendo se volvió a meter el cabezón de mi vergón en la boquita, y empezó a succionarme tan rico, que hacía que yo botara más baba viril del ojete y el pequeño la chupaba gustoso. Agarré con ambas manos el volante y orillé el camión en esa solitaria carretera en medio del desierto. Ya cómodo puse mis brazos detrás de la nuca y observé como el niño de perrito en el asiento se atragantaba solito con mi gorda y maciza verga, usando sus manitos para ayudarse y pajearme rico, mientras con su boquita chupaba la punta y por dentro usaba su lengüita para hurgar mi ojete, buscando más de mis jugos de macho. El niñito seguía meneando la colita, como tentando a su papá. Así que me volteé y vi al padre quitarle al niño el pantaloncito junto con el calzoncito, y luego él se sacó la camisa y bajó el pantalón, dejando salir su pijón bien parado rebotando por el aire caliente de la cabina.
El hombre tenía buena verga la verdad, no tan grande o gruesa como la mía, y era blanca y más delgada, pero sí de buen tamaño y curva para abajo por lo larga. Él se colocó de rodillas en el asiento, detrás del culito de su hijito, se escupió la mano y se regó la saliva por toda la tiesa verga, y se escupió una segunda y con dos dedos comenzó a ensalivarle el anito rosa al niño; quien balbuceaba con la boca llena de mi pijón, como si estuviera ansioso de que su papá se la metiera toda. Y sí que se la clavó toda de un solo. Parpadeé y vi la mata de pelos marrones del hombre ya rozando las pequeñas y blancas nalguitas de su tierno hijo. Sólo pude pensar que el culito de ese lindo niño ya estaba tan acostumbrado a ser usado fuertemente por la vergota de su padre, que no ofrecía resistencia, al contrario, recibía a gusto las duras cogidas que su papá ya le daba. Hacía mucho calor y yo estaba muy caliente viendo como un papá reventaba sin cuidado el culito de su hijito de 5 años, que me saqué la camisa y agarré la botella de licor que había quedado cerca en el asiento y me la acabé de un trago.
Yo seguía sudando como regadera, y el otro macho igual, ambos apestábamos de los sobacos, pechos peludos, matorrales de pelos y huevos, a pura testosterona, lo que provocaba y dilataba más al niño. El pequeño aguantaba las cogidas de su papá como si nada, sólo se meneaba de adelante atrás con el movimiento de las caderas de su padre, haciendo que en ese vaivén sexual el niñito se atorara más de mi verga, ya pasada de su campanita, hasta la gargantita; mientras yo veía aquella insólita e inusual escena, y oía el sonido del choque de la pelvis del macho contra la colita del niño y sus peludos huevos rebotar con cada metida fuerte y rápida que le daba. Luego de un buen rato así, el padre no paraba de meterle y sacarle ferozmente el vergón a su hijo, a un ritmo cada vez más potente, que el pequeñín temblaba y ya no podía mamármela, pos gemía con la boquita bien abierta y la lengüita toda de fuera, con hilitos de saliva cayendo en mis huevotes. El niño se agarraba con fuerza de la peluda base de mi pijota con ambas manitos y su carita colorada chocaba con el venoso tronco de mi vergón con cada sacudida que le daba su papá a su pequeño culito. El hombre resoplaba como animal, disfrutando cada segundo de como cogía cabronamente a su hijito, de esa colita blanquita y bien redondita, sacudiéndole las nalguitas cada vez que se la dejaba ir entera hasta el pegue peludo de su pelvis.
Entonces vi como el otro macho llegó a la gloria y con un tremendo alarido comenzó a correrse dentro de las entrañitas de su hijo. El padre del pequeño al terminar de vaciar la leche viril de sus huevos dentro de su hijito, se la sacó semiparada y chorreando un poco de espero semen amarillento, y volvió a recostarse al otro lado contra la puerta del camión. En eso me dijo que era mi turno para darle duro al niño. Mi vergón moreno y peludo se sacudió solo, como emocionado por probar nuestro primer culo de niño. Y el niñito también estaba con ganas de que le siguieran partiendo la cola; pos solito se giró, siempre en cuatro patitas como estaba, dejando enfrente de mis caderas su culito, y apoyó la cabecita contra el sudado asiento, siempre con las nalgas bien levantadas y respingaditas. Yo me relamí el bigote la verdad. Seguido el pequeñín se separó bien las nalguitas con las manos y me dejó verle el anito rosado, sin ni un pelito, y ya todo estirado por la larga y curva verga de su padre.
Ese pequeño culito se veía delicioso, no creo que haya macho que se resista de meterle el pijón; así que apoyé el cabezón grande e hinchado de mi verga contra ese lindo anito de 5 añitos y con un fuerte empujón de caderas se la logré meter a la mitad de un tiro. El lindo niño gritó y el papá le preguntó si le gustaba jugar así con otro hombre; a lo que su hijo contestó entre quejidos que sí, que le gustaba mucho. Oírlo decir eso y ver como se retorcía con medio vergón mío por el culito, hizo que mis pesados huevos peludos se elevaran y empezaran a producir más leche viril de la que yo ya traía guardada. Entonces empujé otro poco y la verdad es que mi verga se deslizó entera hasta mi matorral de pelos negros; pos sentía como dentro del niñito estaba la corrida lechosa del papá, ayudando a que la mía más gorda y tremente le entrara hasta la pancita. Jamás imaginé terminar cogiéndome a un niño, y menos uno tan pequeño como ese, pero sentí tan delicioso haber podido ensartársela toda sin problemas siendo tan corto de edad y habiendo putitas mucho mayores que él quejándose y pidiendo que pare; pero no este pequeño. El inusual niño contenía completita mi pijota en sus entrañas, tan ricas y calientes, húmedas por la corrida del otro hombre, y cuando comencé a meneársela fue aún más rico. El semen del padre se salía y me salpicaba los pelos y huevos, dejándomelos embarraditos y pegajosos, mientras que el anito y colon del pequeño parecían envolver mi vergota, y con cada clavada me la estrujaba y retorcía por dentro de una forma que nunca había sentido. Aquello era tan insólito e increíble, que cuando volteé a ver al otro macho, este se sonreía y me miraba de una forma que me dio a entender que él compartía ese sentimiento de incredulidad y placer extremo causado por el culito de un niño de 5 años.
Yo me cogía al pequeño con toda confianza, duro y bien cabrón como siempre cojo a mis putitas, maravillado de lo bien que le entraba toda mi vergota tan cabezona y gorda. A veces se la sacaba del todo, sólo para ver cómo le quedaba el anito, ahora muy rojo, todo abiertito y tan estirado que le cabría mi puño. En lo que me cogía fuerte al hijo del otro hombre, él se volvió a levantar del asiento y se colocó frente a su hijito, se agarró la verga semiparada por el pegue peludo y se lo metió en la boquita al pequeño, y le dijo que se la tragara toda. Pero no se refería a su pijota; me di cuenta que hablaba de la orina que le estaba arrojando adentro, esa era la que se tenía que tragar toda. El macho papá había estado bebiendo mucho, así que le dio de beber una exagerada cantidad de meos calientes al niño, que pronto se le comenzó a salir y a mojar todo el asiento. Ver eso me puso aún más caliente y enfermo de lo que ya estaba, todo sudoroso y clavándosela bien brutal; pero pos también me dio muchas ganas de orinar a mí y como hasta ese momento no había podido mear del todo, aproveché y con la pijota bien metida en el niñito, entre embestidas, le empecé a orinar por dentro, arrojándole chorros intermitentes.
El adorable putito estaba siendo inyectado de orina amarilla de machos por ambas puntas, boquita y anito, y le encantaba, porque gemía entre balbuceos y tragadas, y meneaba más la colita para estrujarme desde adentro de su culito mi vergón; tan rico que cuando finalmente le solté el último chorro de mis meos, comencé a vaciarle dentro del colon mi leche de macho. La verdad no sé cuántos disparos de semen le habré inyectado, pero sentí que nunca antes me había venido tan intenso ni botado tanta leche en mi vida. Mis cargados huevos ahora colgaban a medio muslo aliviados. Pero lo más insólito fue que la pancita del niño se había inflado mucho, estaba bien brotadita y redonda, parecía que lo habíamos preñado entre su padre y yo. Se la saqué sólo para ver como un poderoso chorro de orina, mezclada con semen de ambos, le salía y me mojaba desde la panza hasta los huevos peludos, ensuciando todavía más el asiento de mi camión. El otro hombre se sorprendió y me felicitó, me dijo que era un macho bien vergón y cabrón, también que me admiraba, y luego me agradeció sin aclarar bien por qué.
Entonces los dos nos dejamos caer sentados, bañados en sudor, apestando tanto que los vidrios de la cabina se habían empañado. El niño como si nada se encaramó encima de su padre y él solito empezó a besarle en la boca, pero no eran besos como cuando un hijo le da besitos inocentemente a su papi; fue más como cuando una putita enamorada besa a su rudo macho. Yo disfrutaba viéndolos comerse las bocas, como el papá le quitaba la camisetita a su hijo pequeño y lo dejaba desnudito, mientras le hurgaba con tres dedos el anito todo roto y salido, y le hacía botar más de la mezcla viril que los dos le habíamos inyectado. Mi vergón se puso durísimo enseguida, como si no hubiera acabado de correrme hace unos pocos minutos, que me la comencé a jalar, ahora mirando como el hijito chupaba la lengua de su padre y se tragaba la saliva que este le escupía dentro de la boquita. Al poco rato el niño se giró y se lanzó contra mi pecho y panzas peludas, todo desnudito y sudadito como estaba, abrazándome, y sin más también me besó en la boca, justo bajo mi espeso bigote negro, buscando mi lengua y dejando que se la metiera y me lo comiera a besos apasionados.
Ahí el otro hombre le preguntó a su hijo si yo le gustaba, a lo que el dulce niño respondió que mucho, que quería seguir jugando siempre conmigo y con él, su papi. Entonces el papá me propuso quedarnos juntos esa noche en algún motel que encontráramos en el camino; a lo que yo respondí…
Continuará…
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Esta fue mi interpretación y re-imaginación de un relato de otro autor que nunca completo su historia (2022).
Relato original: “Yo 38 camionero vergón vs nene de 5”
Autor: ‘Machovergon’
El escritor más chingon de todos está de regreso a huevo, gracias cabrón me pusiste la reata a tope
Gracias por eso de «El escritor más chingón de todos» y claro, también por lo de «ponerte la reata a tope» jeje
Salu2!!
Excelente relato. Como sigue?
Como sigue?
Para los fieles lectores que disfrutan de mis relatos desde hace tiempo, les dejo mi contacto: @Naujg69.
(PD: No manejo, ni intercambio material CP)
Me encantó la historia, ya quiero que salga la parte 2
Vamos a ver como pienso en seguirla, tengo un poco de ‘Bloqueo de escritor’ de momento jeje… Y más porque no es original mía y no quisiera estropear lo que su autor original planeaba 😛
Qué bueno relato! Espero con ansias la continuación, me encantó, quedé súper duro
Gracias, que bueno que te gustó y dejó duro 😉
Salu2!!
Manden dm los de CDMX a mi telegram @Trinj1 o quien para morbo sin límites sin nada de límites
Wow en verdad me nha gustado más con ese chamaquito ufff
jeje que súper 😉
Salu2!!