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Fantasías / Parodias, Fetichismo, Gays

Un Macho Camionero y un Inusual Niño (2)

«Imagínense la escena: el niño pequeño todo desnudito, súper contento en medio de dos machos peludos y dotados, con las vergas paradotas comenzando a babear jugos seminales hasta el piso…».
Los dos nos dejamos caer sentados, bañados en sudor y apestando a macho toda la cabina de mi camión. El niño de 5 añitos se encaramó encima de su padre y él solito empezó a besarle la boca, pero no eran besos como cuando un hijo le da besitos inocentes a su papi; fue más como cuando una putita enamorada besa a su macho semental. Yo disfrutaba viéndolos comerse las bocas y como el papá le quitaba la camisetita a su hijo pequeño y lo dejaba desnudito, mientras le hurgaba con tres dedos el anito todo roto y salido, y le hacía botar más de la mezcla viril que los dos le habíamos inyectado hacía poco. Mi vergón se puso durísimo enseguida, como si no hubiera acabado de correrme hace unos minutos, que me la comencé a jalar fuerte, ahora mirando como el hijito chupaba la lengua de su padre y se tragaba la saliva que éste le escupía dentro de la boquita sedienta.

Al poco rato el niño se giró y se lanzó contra mi pecho y panza peludas, todo desnudito y sudadito como estaba, abrazándome, y sin más también me besó en la boca, justo bajo mi espeso bigote negro, buscando mi lengua y dejando que se la metiera y me lo comiera a besos apasionados. Ahí el otro hombre le preguntó a su hijo si yo le gustaba, a lo que el dulce niño respondió que mucho, que quería seguir jugando siempre conmigo y con él, su papi. Entonces el papá me propuso quedarnos juntos esa noche en algún motel que encontráramos en el camino; a lo que yo respondí que sí. Así que, tal y como estábamos, sucios y en bolas, continuamos juntos por la carretera. El niñito ya había encontrado mi vergota bien dura, por lo que sin que se le dijera nada se acurrucó en medio de sus dos rudos machos y con la cabecita sobre mi peludo muslo derecho, se puso a mamármela como un ternerito urgido por lechita. Yo manejaba el camión con el pequeño bien pegado a mi pijón, succionándolo bien rico, en lo que el papá finalmente me contó toda su historia.

El hombre, que se llama Jairo y tenía 42 años, junto a su hijo Jacobito se habían marchado de casa sin decirle a nadie; porque desde los 2 añitos el niño había comenzado a ser el putito de su padre y cada vez era más difícil ocultárselo a la mamá. Y como él ya no tenía vida sexual con su mujer, sólo con su hijito, decidió huir para poder estar siempre con su niño. Obviamente eso implicaba muchos problemas y una situación riesgosa, lo que explicaba que me lo haya encontrado ebrio en pleno día y dejara su auto en medio de la nada yéndose en un camión con otro macho. Él continuó contándome las complicaciones que había pasado y en una de esas la voz del hombre se quebró por un momento, y me dijo que esa tarde había estado considerando el regresarse y confesar lo que hacía con el niño; pero que el haberse topado conmigo lo cambió todo. No supe que decirle, sólo manejé en silencio, sintiendo las chupadas constantes del niñito a mi verga; hasta que poco a poco pararon. El pequeño estaba muy cansado luego de lo brutal que nos lo habíamos cogido su padre y yo, así que el pobrecito se quedó dormidito, acostado en el asqueroso asiento sucio y viéndose adorable con la punta de mi pijota aún metida en su boquita.

Ya había oscurecido del todo cuando encontramos un motel a orilla de camino. Me aparqué y cuando me giré le dije al hombre a mi par que los iba a seguir ayudando, que no sabía cómo, pero que lo haría. También le dije que no veía nada de malo con el amor que él y su hijo se tenían, que claramente el pequeño lo disfrutaba mucho, y que era maravilloso lo que hacían. El hombre se echó a llorar y yo le puse mi pesada mano en el hombro, y le dije que entre machos teníamos que apoyarnos. Él al instante se enderezó y con ojos rojos, ya sin llorar, se volteó y me abrazó. Yo soy bien cabrón, no me va lo romántico, ni lo sentimental, ni nada de esas mariconadas, y menos soy de abrazarme con otro hombre; pero pos me dejé y le devolví el abrazo entre machos y compadres. Justo en eso su hijito se despertó, se levantó y rascó los ojitos soñolientos con sus manitos, preguntándonos si ya íbamos a volver a jugar. Los dos nos separamos y carcajeamos al ver como al niñito realmente le encanta el “jugar con machos”.

Había un comedero junto al motel y como los tres traíamos gran hambre decidimos primero ir a cenar. Nos vestimos como estábamos y bajamos del camión. El lugar era poca cosa, como todos los comedores de carretera, y estaba casi vacío. Nos sentamos y en seguida llegó la mesera con los menús. La señora se extrañó al vernos, pos no éramos un grupo muy convencional la verdad. Yo con mi aspecto de macho camionero; fornido, moreno, barbón y peludo; y el otro hombre sentado frente a mí tenía al par un niño pequeño de 5 años, muy cariñoso y casi encima de él. Aparte que apestábamos mucho a sudor de sobacos y a puro sexo, incluso el niñito, cosa que seguro confundió mucho a la mesera. Al menos estaba claro que el hombre y el niño eran padre e hijo, ya que se parecen bastante, ambos blancos y con pelo marrón claro; sólo se veían diferente en que el papá era alto y algo peludo, y el pequeño obviamente lampiño y bajito, de ojitos verdes, mientras que el padre los tenía oscuros igual a los míos. Luego de hartarnos, hasta el pequeñín se devoró toda la hamburguesa con papas fritas y el helado que le pidió el papá, éste pagó todo y me invitó a modo de agradecimiento. Entonces caminamos al motel y ahí nos atendió un muchacho, quizás sería el hijo o sobrino del dueño, porque tendría 17 o 18 años como mucho y se veía demasiado joven para estar él solo en la recepción en el turno de noche. El chico también nos vio raro, y más cuando nos dijo que sólo tenía disponible un cuarto con una cama matrimonial y nosotros le dijimos que no había problema. Una vez más mi compañero de viaje pagó todo y noté que lo hizo sacando de su bolso un manojo de efectivo, pos seguramente ya no podía usar tarjetas o su identificación para que no lo rastrearan.

Cuando entramos al cuarto, que era bien sencillo y tenía lo justo, el papá llevó a su hijo al baño y yo aproveché a sacarme toda la ropa sucia y quedar cómodo en bolas. Encendí el viejo televisor y me puse a pasar los canales. No sé por qué, pero en ese momento esperaba toparme con una noticia de “desaparecen un padre y su inocente hijo”; los que ahora estaban metidos en el baño del cuarto de motel en el que yo estaba. Al rato salieron, los dos ya desnudos también, y en eso el tierno y pequeño niño corrió a donde yo estaba de pie con el control remoto en mano y me abrazó de las piernas peludas, quedando su linda carita justo en mi vergota y enormes huevos. El pequeñín al ser tan juguetón, enseguida se puso con sus manitas a tocar mi espeso matorral de macho, metiendo sus suaves deditos entre todos mis ásperos pelos negros, jugando con ellos. Yo le pregunté si le gustaba su nuevo peluche, a lo que él respondió sonriendo que sí, que ahora tenía dos peluchotes, refiriéndose también a la selva marrón oscuro que su papá trae sobre su larga verga blanca y redondos huevos.

Oírlo decir eso y verlo así desnudito, tan contento en medio de dos machos dotados, hizo que nuestras pijotas se pararan y comenzaran a babear muchos jugos seminales al piso. Su padre lo sentó al borde de la cama y nosotros nos pusimos de pie frente a él, con las vergas a tope, bien erguidas y duras; tan tiesas que las venas de ambas se levantaban del pellejo, como si estuviéramos haciendo fuerza. El niñito las agarró por los pegues peludos y las empezó a sacudir por el aire, y se daba golpecitos en la carita como si nuestros vergones fueran dos poderosos mazos de carne, tan inyectados de morbo y calentura de macho, que hasta se nos veían las vergas musculosas en las manitos del niño. El pequeño a pesar de su tamaño y corta edad sabía manejar muy bien nuestras pijotas, pos para el niño de 5 añitos eran sólo dos inocentes juguetes. De hecho, entre risitas nos dijo que ahora tenía dos para él solito, feliz de que podía jugar con dos a la vez. Entonces empezó a pasar su rosada lengüita por el cabezón amoratado de mi verga, juntando la viscosa baba seminal que me escurría como grifo, y con su manita me acariciaba todo el tronco peludo; mientras con la otra manito le corría el pellejo al largo y curvo pijón de su padre, subiéndolo y bajándolo en una buena paja.

El otro macho y yo cruzábamos miradas y entre jadeos nos pusimos a hablar morboso, diciendo lo rico que era recibir placer sexual de un niñito tan tierno y adorable como Jacobito. Yo le confesé al padre que le tenía envidia por ser papá de ese putito y que entendía perfectamente su decisión de haberse escapado con su hijito para poder estar con él así siempre, y que yo hubiera hecho lo mismo sin dudarlo. Noté como mis palabras conmovieron un poco al otro macho, diciéndome que para él yo ya era como su hermanazo, y con su delgado brazo izquierdo abrazó mi ancha espalda; así que yo coloqué mi musculoso brazo derecho sobre sus hombros, acercándonos más, que el hedor de pura testosterona de nuestros sobacos se juntó, revolviéndose por todo el cuarto. También eso hizo que su verga se pegara a la carita de su hijo, por lo que el niño dejó de lamer la punta de la mía y se puso a chupársela a su papi; mientras ahora pajeaba la mía grande y gorda.

Como todo bueno niño, por largo rato el pequeñín estuvo intercalando sus atenciones orales a nuestras vergotas, lamiendo y chupando una por vez, en lo que jalaba la otra con sus manitas, y sólo para volver a mamar la anterior y así sin parar; saboreando los jugos seminales que nos hacía botar a chorro, dulces y mielosos, que le embadurnaban toda su carita coloradita, viéndonos desde abajo y sonriéndonos enamoradito, contemplando para arriba a los dos dueños de su culito de 5 años. Nos las tenía bien ensalivadas, escurriéndonos saliva y baba viril hasta los pelos de los huevotes. En eso noté que el pequeñín se nos estaba cansando, pos al pobrecito le era difícil sostener con sus manitos nuestras pesadas pijotas y su boquita se tenía que estirar mucho para poder mamárnoslas bien, que seguro le dolía mucho su desencajada mandíbula de niño.

Entonces su papá se puso más caliente y rudo, que tomó con sus dos manos a su hijito por la cabecita y le metió su largo y curvo pijón pasando la campanita, y comenzó a cogérselo por la boquita hasta la garganta. El niñito se atoraba y daba arcadas, pero no se quejaba, seguía mamando y se dejaba tranquilito coger la carita por su padre, con sus ojitos verdes bien llorosos, pero bien sumiso y obediente, como el putito que su papá había criado desde los 2 añitos de edad. Luego fue mi turno de coger al pequeño por la boca, metiendo todo lo que le cabía al niño en la garganta sin cortarle el aire, dándole duro y sin cuidado, que mis pesados huevotes se meneaban con cada empujón de mis caderas de macho. El otro macho se pajeaba fuerte viéndome coger la linda carita de su hijito, diciéndome lo mucho que le gustaba compartirlo conmigo y que le diera toda mi gorda verga morena. Eso me puso más cerdo, que le saqué mi vergón al niño y lo hice comerme los huevos peludos, tan macizos que no le cabían en la boquita al niño, pero eso no lo detuvo de lamerlos y chupar los sudados pelos que los cubren; mientras yo miraba como mi pijota era más grande que la cabeza del pequeño.

De ahí el padre, otra vez todo sudado, tomó nuevamente su turno de gozar oralmente al pequeñín, pero pos esta vez no aguantó más ese intenso morbo y se corrió directo en la garganta de su hijo, disparando toda su leche paternal en la pancita del niño. Cuando se la sacó, el pequeño estaba muy colorado, con lagrimitas en sus largas pestañas, pero se relamía a gusto mientras tomaba aire. Entonces le pregunté al pequeño putito si quería que yo también le diera mi leche de macho, a lo que él me contestó que sí la quería, que la quería toda ya; y de ahí se giró para que su carita quedara justo frente a mi vergón, abrió bien la boquita y sacó su lengüita rosa, esperando bien ganosito a que yo le diera mi ración de semen, como si fuera a recibir caramelos. Agarrándome el vergón oscuro con una mano por la base venuda, con la otra mano me la pajeé hasta venirme bien rico.

Mis primeras lechadas salieron con tanta fuerza que le acabé embarrando varios espesos chorros en toda su carita inocente; para luego arrojarle el resto de mi leche viril directo en la boca y verlo tragársela contento. Y no más terminé de botar el último chorro blanco y caliente, el niño pasó su lengüita por mi cabeza amoratado e inflada, juntado los restos, como desesperado por acabársela toda y no desperdiciarla, y de ahí él solito me la agarró por el pegue peludo y se pudo a lamerme todo el resto que me había escurrido desde el ojete, por todo el tronco fibroso y ahora colgaba de los pelos negros de mis huevotes. El pequeño en verdad ya era todo un putito adicto a la verga y a la leche de los machos, algo increíblemente inusual en un niño de apenas 5 años. Entonces el padre se arrodilló para ponerse a la altura de su hijito y lo besó con mucha lujuria, todavía con restos de mi leche en la boquita y lengua del niño. Yo ahí aproveché a dejarme caer relajado boca arriba sobre la cama, sólo para sentir como el niñito se subía sobre mi pecho y panza peludas, y buscaba mi rostro tosco para besarme también.

Los besos del pequeñín eran una delicia. Yo me acomodé con los brazos tras la nuca como almohada y dejé que el niño bonito se deleitara de mí, su nuevo macho semental. Solito se puso a chuparme los pelos del pecho y luego su papá le dijo que hiciera lo mismo con los de mis sobacos. Claro que el niño obedeció de una. Comenzó lamiendo los ásperos pelos negros de mis sobacos, para también chuparlos y exprimirles el sabor salado por mi sudor de hombre. Yo apestaba demasiado fuerte, ninguna de mis putitas habría aguantado; pero al niñito no parecía darle asco, al contrario, el hedor y gusto a mi testosterona lo ponían más hiperactivo de lo que ya estaba. Mientras noté como el otro macho aprovechó ese chance y la forma en que su hijo estaba acostadito boca abajo sobre mí, que se subió a la cama y se acomodó detrás, de manera que pudo enterrar su rostro morboso en la redonda y paradita cola de su hijito. Mi compañero de cuarto le separó bien las nalguitas blancas y de una se puso a comerle el anito tierno y lampiño. El pequeño gemía de gusto y eso me calentó otra vez, que lo volví a besar metiendo toda mi lengua salivosa hasta su campanita.

Mi calentura insaciable puso otra vez bien paradota mi verga, y en eso sentí la rugosa mano del otro hombre agarrándomela, hasta me la jaloneó un poco, y de ahí hizo que su hijito se empezara a sentar en mi pijón, ayudando al pequeño a que mi vergón le entrara poco a poco, sentándolo despacio sobre mi poderosa pijota; la que en pocos segundos terminó desapareciendo en el culito del niño. El niñito ya estaba bien sentado sobre mi pelvis y la tupida mata de mis pelos negros, bien ensartado hasta el pegue púbico, que se le abultaba un poco la pancita por tener que acomodar todo mi vergón dentro, bien metido hasta el fondo de su colon diminuto. El papá le dijo que me cabalgara como él le había enseñado, cosa que el pequeñín hizo, dando él solito brincos con mi verga clavada más allá de su rectecito, subiendo y bajando por todo el tronco venoso, estrujándome desde adentro el pijón bien rico con su anito prieto. El culito y tripas del pequeño parecían envolver toda mi vergota, y con cada sentada el niño me la apretaba y retorcía por dentro de una forma insólita y gloriosa.

Mientras, el padre se jaloneaba su pijota como un desquiciado; imagino que lleno de orgullo paterno al ver a su tierno hijito cabalgar mi tremendo vergón venudo, todo bien metido en su colita, a la vez que se llenaba más de morbo enfermizo al ver de cerca como otro macho peludo cogía con un pequeñín de apenas 5 añitos, morbo perverso que él tenía y ahora podía compartir con otro, conmigo, a quien ya consideraba como su hermanazo. Todo eso llenó a mi nuevo compadre de lujuria, que volvió a besar apasionadamente a su niñito. Luego bajó para chuparle los pezoncitos rosaditos, haciendo que el pequeño gimiera mucho, sintiendo las mordidas de su padre en sus tetitas paraditas y duras, y haciendo también que el pequeñín brincara más fuerte y rico sobre mi vergota. Nuestro niño se apoyaba con una manito en mi panza peluda y con la otra se agarraba de la pijota larga y curva de su papá, pajeándolo de forma natural, pos así se había criado; y siempre sin dejar de saltarme y cogerse él solito con mi vergón gordo, que mi abultado cabezón de verga se le dibujada subiendo y bajando por su pancita blanca, a la vez que sentía como su macho padre le mamaba las tetitas rosas. En eso sentí como algo más entraba en el culito del niñito junto con mi pijón. En seguida me di cuenta de que eran dos dedos del oro hombre, que al mismo tiempo de mis clavadas de pelvis hacia arriba y los sentones para bajo del niño, le hurgaba el recto a su hijito y hacían que se le abriera todavía más el anito. El putito no paraba de gemir.

Entonces no pude más, no hay macho que aguante tanto morbo y placer, pos ese inusual niño me estaba ordeñando de una manera increíble con su caliente colita y esos incansables saltones. Yo nunca antes había sentido algo así, ningún coño o culo de putita le había dado tanto placer a mi pijón en mis 38 años; que comencé a correrme otra vez con una gran lechada. Pude sentir como cada uno de mis potentes disparos de espeso semen le entraban directo en la pancita al niñito, a la vez que sentía como su pequeño culo me succionaba por dentro toda mi leche de macho como si fuera una bomba de ordeño, hasta que me drenó los enormes huevos. Cuando finalmente le terminé de arrojar toda mi segunda dotación de leche viril dentro al pequeño; su papá lo ayudó a desmontar mi enorme verga y de inmediato lo acostó boca arriba en la cama, lo abrió bien de las piernitas y agarrándolo por los tobillos le suspendió un poco el culito, para que quedara el anito y su pijón bien alineados, y de una se lo enterró hasta los pelos de la base; pos toda mi lechada le sirvió como manteca para deslizársela enterita hasta el fondo. El niño arqueó la espaldita y volvió a gemir mucho al sentir como ahora su macho padre lo cogía duro y sin cuidado, de una forma que parecía que quería meterle hasta sus peludos huevos adentro del culo al pequeñín.

Entonces mi compañero de cogidas comenzó con el mete y saca de su buena verga, cogiendo la colita del niñito como un animal embramado; pero en eso se oyó que tocaron a la puerta del cuarto. El otro hombre se asustó y paró en seco. Imagino que pensó que nos habían descubierto o algo así; pos los gritos del pequeño estaban siendo cada vez más fuertes, al igual que habían estado siendo las embestidas del padre. Yo le dije que se quedara tranquilo, que siguiera gozando a su niño, que yo me encargaba. Así que bajé de la cama y caminé hasta la puerta; así como estaba, en bolas, todo sudado y con el vergón semi parado, bamboleando a medio muslo con cada paso y con un viscoso hilo de baba seminal colgando de la punta. Abrí y vi que era el chico de la recepción. El jovencito se sorprendió mucho; primero por el fuerte tufo a sobacos de macho y sexo que salía del cuarto y parecía golpearle en la cara, luego al darse cuenta de que yo estaba del todo desnudo y como si nada, y de ahí al ver mi enorme verga oscura, muy gorda y venosa colgando como una tercera pierna; que se quedó boquiabierto mirándomela como hipnotizado y hasta se le olvidó a lo que iba, pos le pregunté qué era lo que quería a esa hora de la noche, pero él sólo balbuceaba sin sentido. Eso la verdad me divirtió mucho y más porque mientras el chico luchaba para encontrar las palabras y que decir, él no podía evitar bajar involuntariamente la mirada y ver mi vergón y tremendos huevos de macho adulto.

Imagino le era difícil pensar por culpa de lo que veía enfrente y los ruidos que oía atrás mío, de la escena que se estaba dando a mis espaldas; pos claramente se podía escuchar el rechinar de la cama y los gemidos del niño junto con los jadeos sexuales del otro hombre al cogérselo. Todo eso ponía más pálido y nervioso al flaco muchacho, que ya sudaba de la frente barrosa y sobre el bigotito tierno que tenía, de esos primeros pelitos de adolescente. Al final resultó que el joven lo que quería era avisar que la factura que nos había dado antes estaba mala y que nos tenía que hacer una nueva; por lo que le dije que estaba bien, que mañana temprano pasaríamos por ella y entré al cuarto cerrando la puerta detrás, sonriendo porque imaginaba que el chico había quedado muy confundido y a la vez súper duro. Luego volví a subirme en la cama y me puse sobre la cabecita del pequeño, que mis pesados y peludos huevos le quedaron justo encima de la carita, a lo que el niño por instinto se puso a lamérmelos y chuparle los pelos a cada uno de mis macizos huevos de macho; mientras el padre seguía bombeándole la colita a su hijito como un animal, que gran parte de la leche que yo le había inyectado se salía y le salpicaba la mata de pelos marrones y los delgados muslos igualmente peludos.

Como mi insaciable verga se puso nuevamente bien tiesa, se la metí en la boquita al niñito, empezando a cogérmelo por la garganta al mismo tiempo que el otro macho le embestía el culito, igualando el ritmo y potencia entre los dos; que el pobre putito de 5 añitos estaba bien ensartado por ambas puntas, boca y cola llenas de carne viril de machos dotados y enfermos. Al rato mi nuevo compadre se corrió su segunda vez con un tremendo alarido, arrojando toda su lechada de papá en las entrañitas de su dulce pequeño, mezclándola junto con la mía de antes. Eso me puso a tope, que se la saqué de la garganta al niño y con un par de pajazos le bañé la carita, pechito y pancita con mi tercera ración de semen, aún bien abundante, quedando él todo chorreadito con mis espesos y blancuzcos tallazos de leche. El adorable pequeñín abría la boquita y trataba de comérsela toda, pero lo que no pudo, su padre lo recogió con los dedos y se lo dio a chupar a su hijo, que insólitamente los comía con gran hambre, que parecía adicto a la leche de los machos. Con eso todos terminamos cansados y nos quedamos acostados en la cama, con el tierno niño en medio de los dos, los tres desnudos, bien sucios y apestosos a sexo, sudor y semen. Jacobito rápidamente se quedó dormidito abrazado a su papi, en lo que él y yo planeábamos lo que haríamos al día siguiente; hasta que yo también me quedé profundamente dormido.

A la mañana desperté con una rica y familiar sensación en la verga, bajé la mirada y hallé al niño mamando mi pijón duro, aprovechando mi parazón matutina como el buen putito que es. Noté que el padre no estaba al otro lado de la cama, seguro se despertó antes y nos dejó descansar más; pero como el pequeño despertó con hambre, buscó mi vergota para desayunar su ración de leche de macho. El niño estaba de rodillas sobre la cama, en medio de mis piernas peludas, mamando todo lo que le cabía en la boquita y agarrando mi vergón por el grueso tronco con ambas manitos, pajeándome también para así ayudarse a ordeñarme mejor. Lo vi correr para abajo bien mi pellejoso prepucio, descubriendo todo mi gran cabezón y poco más, encontrando grumosos restos de semen seco formar ese requesón de macho sucio, que el pequeñín juntaba con su lengüita y se lo comía a gusto, hasta se relamía y me decía lo rico y saladito que estaba. Luego volvió a su chupármela, pidiéndome desesperadito por que le diera ya mi lechita caliente, chupando y lamiendo mi pijota por un buen rato. Entonces el otro hombre salió del baño, desnudo y goteando agua al piso, con la toalla sobre los hombros. Nos dimos los buenos días y mientras él se vestía tranquilamente, yo dejaba que su hijito trabajara incansablemente por su desayuno de campeones. Finalmente me corrí y mucho, pos toda la noche mis huevotes se habían llenado nuevamente de una exagerada carga seminal. El niño como podía se la tragaba y me succionaba cada chorro espeso; aunque no pudo con todos mis disparos y buena parte de la lechada se le salió por los costados de la boca, escurriendo por toda la oscura base de mi verga hasta embadurnarme los pelos de los sudados huevos.

El pequeño ya estaba lamiéndome todo, juntando con su lengua rosa los restos de mi semen, pero yo lo detuve y le dije que era hora de ir a bañarnos. El padre estuvo de acuerdo en que yo me bañara con su hijo, así que nos metimos en la angosta ducha y antes de abrir la llave del agua le dije al niño que se hincara en el suelo, pos le iba a dar otra cosa que sé que le gusta mucho. El obediente niñito ya sabía lo que iba a pasar, su perverso padre lo había criado muy bien desde los 2 años, que abrió la boquita y con la lengüita de fuera espero ansioso a que yo lo orinara todo. Solté mi fuerte chorro de meados matutinos, bien amarillos, calientes y amargos; pero eso al niño le gustaba más, que con los ojitos cerraditos trataba de beberse todo el flujo de mi orina y con el resto que no podía tragarse, se dejaba bañar todito en meos asquerosos de macho camionero. Luego nos bañamos como se manda; que hasta ayudé al pequeñín enjabonando todo su lindo y suave cuerpecito, hasta se dejó meter tres de mis nudosos dedos en el anito, pos le tenía que hurgar bien dentro del recto para sacarle toda la leche que le habíamos inyectado su papá y yo anoche. Él también hizo un buen trabajo enjabonando todo mi fornido y peludo cuerpo, me restregó bien los sobacos y el pechote peludo, y me talló bien la verga y mi tremendo par de huevos.

Cuando salimos del baño ya limpios, su padre lo vistió en lo que yo me puse una segunda mudada de ropa que siempre llevo conmigo en el camión, y de ahí nos fuimos a la recepción. Todavía estaba el joven muchacho, que al vernos enseguida se puso nervioso, y más porque el otro hombre cargaba en brazos a su hijito y el niño se le prensaba del cuello con los bracitos y le daba besitos en los labios o jugaba con su barbita, preguntándole que más íbamos a jugar. Yo hablé con el chico y por eso me di cuenta que mientras me contestaba, trataba de no quedarse ido viendo al niñito con su papá, y en una de esas se acomodó la entrepierna por sobre el jean, pos claramente se le había puesto bien parada su verga adolescente. Me reí para mis adentros, porque sabía que el joven se había dado cuenta de que dos machos se habían estado cogiendo a un niño pequeño, y que incluso uno era su propio padre; cosa que, en vez de darle asco al muchacho, más bien lo había calentado demasiado. Ya se había hecho un machito morboso y enfermo como nosotros. Entonces me dio la factura corregida y sin más que hacer ahí, nos fuimos del motel para continuar viajando por la carretera en mi camión.

 

Continuará…

99 Lecturas/12 septiembre, 2025/0 Comentarios/por Nauj69
Etiquetas: baño, cogiendo, culo, hijo, padre, semen, sexo, viaje
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