Un maduro gordo me hace su puta
Un maduro gordo cincuentón casado me vuelve adicta su potencia sexual.
Don Luis y mi padre entablaron una amistad cuando se conocieron en un bar que los dos frecuentaban a menudo para beber y charlar.
Eran bebedores y también algo mujeriegos pero sin complicaciones. Recuerdo que en esa época mis padres discutían frecuentemente, y creo que era por otra mujer que mi padre tenía como amante. Aunque esto en realidad no importa, o tal vez si.
Don Ernesto le llamaban las mujeres que lo cortejaban, de manera muy erótica fumaba mi padre cigarrillo rubio sin filtro, y no utilizaba sino cerillas para encenderlos. Era un hombre masculino y fornido. Su pene era gordo más sin embargo algo pequeño, y unos huevos de escroto enjuto remataban sus genitales. A mi nunca me erotizo, aunque quizás me hubiera gustado tener a mi padre de amante en casa, pero no me excitaba como para ese descalabro.
Don Luis por el contrario me llamó mucho la atención . En un principio parecía de pueblo, hablando y refraneando a la vez. Era brutote pero vestía bien. Clásico eso si, pero bien conjuntado y ropa de calidad. Y, normalmente, a los pantalones clásicos de color oscuro y a las camisas de rayas, cuadros o blancas, las combinaba con una rebeca de hombre azul marino con coderas marrones. La zona de los bíceps y antebrazos la rebeca se tensaba por su corpulencia (más bien kilos de más) y si se la abrochaba ocurría lo mismo en la zona de su barriga. Por eso no se la abrochaba nunca excepto cuando hacía bastante frío. Las camisas sólo las abotonaba hasta la mitad de su torso, dejando al descubierto su erótico pecho del que se podía observar cómo asomaban sus tetas con sus anchos y rosados pezones y, en el centro un Cristo de oro colgaba de su grueso cuello. Con los años me enteré que era su mujer la que se encargaba de comprar su ropa. Y a decir bien le vestía como un señor de los de siempre. Clásico y formal. Zapatos negros con tacón bajo y cordones y pantalones oscuros lisos sin pinzas.
Mi padre me lo presentó y se acercó hacia mi y poniendo su voluminoso y fuerte brazo por encima de mi hombro me llevó caminando y achuchándome a la vez, hacia la mesa del salón y habiéndose sentado en una silla, me sentó en su gruesa pierna zarandeándome y haciéndome el caballito. Era duro no fofo, gordo pero fuerte con barrigón y bulto marcando debajo. De repente no pude evitarlo y le di un beso entre la mejilla y los labios. Estaba recién afeitado pero sentí su piel curtida de hombre maduro. Note que su bulto se hinchaba y se estiró esa zona de su pantalón. Yo tenía mi polla tiesa por primera vez y advertí que él lo notó mientras me miraba y sonreía.
Se levantó y me rodeó los hombros con el brazo otra vez mientras comentaba a mi padre algo de un alquiler o algo parecido. “Que me gusta Carlos eh!, muy buen chico” le alegó a mi padre mientras salían por la puerta después de despeinar mis cabellos con su mano en señal de despedida.
Me había topado con alguien que me inquietó mucho y, empecé a pensar que me había gustado como me trató y, tuve una potente experiencia con mi pene, para lo que mojé el calzoncillo en primera instancia y, con cuidado y sin hacer ruido acudí al cuarto de baño a soltar el resto. En realidad era mi primera paja y mientras soltaba la lefa recordé la escena del beso y todo lo demás y si, pensé que había sido lo mejor que me había sucedido y bueno, no sé…él tiene 46 creo, uno menos que mi padre y yo …bueno yo…pero me gustaría estar con él y hacer o casi…
Una tarde de invierno mis padres charlando en la cocina no se percataron de que estaba escuchando escondido tras la pared de la puerta. Hablaban de Don Luis y no lo dejaron en buen lugar. Mi madre le decía a Ernesto que era muy mujeriego y alcohólico. Por el contrario mi padre tiraba abajo esa premisa ya que según él Don Luis le aburrían las mujeres maduras y no estaba de buen ver para las jóvenes ya y por eso bebía pero nada más, según sus palabras. En un momento dado mi madre terminó la charla y se encargó de ir a buscar a mi hermana pequeña al colegio.
Todos aquellos datos me eran superfluos pero no los dejaba correr por el abrevadero tampoco. En realidad cogí algo de perspectiva sin dejarme atrapar por el deseo y la ansiedad funesta que asechaba mi cabeza..
Pasó tiempo, años y los tratos eran cada vez menos condescendientes y más firmes. Ya no se trataba del tío que juega físicamente con un sobrino. Sus y mis erecciones empezaron a necesitar aire y un día estando él sentado con las piernas abiertas y yo sentado en su pierna le desabroché el cinturón y nervioso saqué aquella maravilla de polla y unos huevos perfectos grandes y colgones rosados y casi imberbes. Me parecieron enorme sus dimensiones. Él me atrajo y me abrazó hacia si mientras me besaba con cariño yo le empecé a mover arriba y abajo aquella verga. Él me soltó y se bajó los pantalones hasta los tobillos y se acomodó en el sillón echándose hacia atrás mientras yo le besaba los huevos y, él me metía su enorme polla en mi boca. No comprendí cómo fue posible que aquel pollote entrara de repente en mi boca. Me atraganté me dieron arcadas pero de pie aprendí a mamar.. Me estaba sexualizando en las tareas. Enseñándome cómo debía hacerlo. Capturaba su energía de hombre maduro de 52 años, casado y con dos hijos. Yo era …Él era un hombre adulto y macho y me hacía entender cual sería mi futuro deseo sexual por un hombre. Dedicado a chupar aquel pollón rosado perfecto él llevo sus manos a mi cabeza y la hundía hasta que me entraba muy dentro de la garganta y con mis labios tocaba sus grandes pelotas. Siguió hundiendo mi cabezota hasta que un chorro de flujo espeso me atraganto. Se incorporó y me indicó que bebiera pero era tanta la cantidad que salió una gran parte escurriendo por mi boca. Fue mi primera lechada y pensé que siempre me la daría él en el futuro.
Un día que cumplía años fui a esperarlo a que acabara del trabajo. “Carlos, cómo tú aquí?” Me susurró en voz baja. “Hoy cumplo años” le dije. Me dijo que teníamos que salir a celebrarlo. Salimos en su coche y me llevó lo más lejos posible a una bodega vinícola y empezó a beber y yo hacía que bebía. Después de escudriñar la situación estaba claro que quería emborracharme para que no se notara tanto lo que iba a suceder pero el que terminó beodo fue él. Nos alejamos de la bodega en su jeep llegamos a una playa de piedras y arena negra. Bajamos del coche y nos acercamos a la orilla. Me abrazó fuertemente y me dijo: “ojalá pudiera hablar con mis hijos cómo hablo contigo” y me besó en los labios seguido de otro abrazo. Volvimos al coche, buscó un descampado. Paró el coche en medio de la nada y me soltó: “ven que te voy a enseñar a besar” y agarrándome por la nuca me acercó a su cabeza y me besó con lengua. Me dio unas breves explicaciones y mientras nos besábamos le empecé a desabrochar la camisa hasta el ombligo acariciando sus tetas y barriga prominentes. Mi instinto fue tocarle el paquete y estaba duro. Entonces se desabrochó el cinturón, bajo su bragueta y le pedí que no se quitara ni el pantalón ni los calzoncillos, que los dejara en los tobillos por si venía alguien. Su camisa estaba totalmente desabrochaba pero no se quitó la rebeca. Yo me había quitado los vaqueros y conservaba el polo. Me puso a mamar y me advirtió que no lo hiciera con los dientes. No debí hacerlo muy bien porque me dijo que parara y que ya aprendería. Me sentó en su pierna y me dijo que le pajeara mientras nos besábamos. Y así fue. Fueron como unos 5 minutos, tranquilos enlazando nuestras lenguas y pajeando su dura polla. Y se corrió encima de su barriga. Yo ayudado por el momento de excitación aproveché para correrme también encima de su vientre convexo ya que el asiento estaba reclinado. Cogí Kleenex que tenía en el salpicadero y le limpié.
Estuvimos quietos unos minutos y acto seguido me empezó a besar otra vez. “Sube que te voy a enseñar cómo se folla” Me subí encima de su barrigón y me metí el capullo. Le pedí suavidad y en cierta forma la tuvo pero el morbo de saber que me estaba estrenando le pudo, y cuando entraba por la mitad, la metió hasta el fondo. Me dolió mucho pero el dolor fue dejando paso al placer a medida que mi ano se adaptaba a aquella polla que tendría unos 17 cm de largo por 5 de grosor. Él me cogió por las piernas y empezó a acariciarlas como para intentar calmarme el dolor pero acto seguido empezó a follarme. Yo empecé a cabalgarle mientras apoyaba mis pies en sus rodillas y mis manos en su barriga. Me la saqué y me giré hacia su cabeza y me la volví a meter cabalgándole. Él se incorporó y me beso con lengua. Yo no podía más y me corrí. Él no, y siguió follándome 5 o 6 minutos. Era inevitable no sentirte mujer con aquel macho y me gustó. Paró su mete y saca pero me indicó que no me moviera dejándome su verga dentro de mi. La sentía palpitar y, allí encima de su polla admiré su viril cuerpo mientras él pacientemente esperaba, empalmado en mi interior, que yo volviera a cabalgarle. Al darme cuenta me excité tanto que me di la vuelta y me agarré fuerte al volante del coche con el que me ayudé a subir y bajar mi culo por aquella gruesa polla durante un buen rato. Yo eyaculé de nuevo y él finalmente me preñó. Sentí el chorro caliente a presión dentro de mi culo e imagine que afortunada sería la mujer que estuviera con él de manera fija. Yo quería ser esa persona. Por mi ojete salió esperma que empapó sus enormes huevos. Al sacármela sentí su verdadera dimensión porque mi ano era un túnel que escurría su semen. Me llevé por un momento los dedos de la mano derecha para palparlo y se me pintaron de rojo de un poco de sangre, pero ya un gran hombre de 1.74 y unos 98 kilos fuertemente apretados me terminaba de follar como sólo un macho puede hacerlo y entendí en ese minuto y medio de resaca que me había hecho su putita. Me había sodomizado pero yo aún no lo sabía.
Tenía el cuerpo de color blanco-rosado y apenas vello. El pelo castaño oscuro no muy ondulado con canas en las sienes y de la cara le colgaba una papada que aunque el quisiera disimularlo revelaba su extraordinario sobrepeso y edad. Era masculino, mucho. Pero el envoltorio que puntuaba bien alto, era simple al lado de sus genitales rebosantes de sexualidad. Mientras volvíamos me dijo que su matrimonio era de convivencia acordada, y no había sexo. Me planteo la posibilidad de alquilar un piso para estar yo como de uso y disfrute y para tener sexo con él. Eso me asustó. Mi padre podía enterarse y nos mataría por lo que desechó la idea. Una segunda opción que barajó fue la de ir a hoteles pero desistió rápidamente. Así que en principio era follar en el coche escondidos y a oscuras en sitios donde van los secretos amantes a lo mismo. A mi no me desagradaba. Así me había roto el virgo y había gozado. Tantas noches de sexo en lugares no transitados a oscuras entre un hombre de 52 años y un adolescente ambiguo. Por qué no seguir igual? Quedamos en eso.
Yo me volví muy dependiente de su polla y de su cuerpo y, también de su manera de ser con el paso del tiempo naturalmente. Se puede decir que éramos novios, empezando a compartir más que sexo a oscuras y a escondidas.
En casa Don Luis era como de la familia y yo les decía a mis padres que para mí era como mi tío dejándoles ver el cariño y admiración que le tenía y, ellos estaban contentos de que viera en él otro punto referencial aparte del de mi padre.
Él me presentaba públicamente como su sobrino. Quedábamos con frecuencia para hablar y tomar algo y siempre me follaba antes de llevarme a casa.
Un día que salimos a beber algo a un bar que frecuentaba él se nos hizo muy tarde. Yo contemplaba como Don Luis estaba hecho un toro ya que había subido de peso y parecía que iba a reventar de lo gordo, fuerte y duro que estaba. No podía evitar mi excitación al estar a su lado. Le había comentado que me estaba durmiendo y que nos fuéramos, pero él me dijo que esperara que acabara de hablar con un matrimonio.
Estábamos todos de pie en la barra y yo posicionado entre el matrimonio y él. Miré su bulto que siempre era considerable y para ocultar mi erección me acerqué apoyando mi cabeza en su pecho y me agarré a su cintura haciéndome el dormido. Él puso su brazo por encima de mis hombros y juntamos nuestros paquetes. Al notar mi empalme la polla de Don Luis empezó a crecer y yo con disimulo la sobé un rato. Me dio un par de besos en la mejilla con un tío a su sobrino y yo le susurré que me follara. Como siguió hablando y estábamos juntos me atreví a bajarle la bragueta y sacarle la polla y los huevos de toro allí mismo. La tenía morcilla pero le estaba creciendo cada vez más. Pareció gustarle porque me dio un par de besos más cuando escuché como se despedía del matrimonio que ya se iban. Entonces me dijo que ya nos íbamos y después de apurar su copa, agarró aquellos tremendos genitales y los introdujo dentro subiendo la bragueta de su pantalón sin que nadie aparentemente se percatara de lo sucedido.
Los dos salimos empalmados hacia el coche y cuando estuvimos dentro, volví a liberar su polla y sus huevos desabrochándole el cinturón y sacándolos de sus calzoncillos manejando. En ese momento sonó mi móvil. Era mi madre preocupada por mi paradero. Don Luis me dijo que quería hablar con ella y mientras le explicaba que no se preocupara que se nos había hecho un poco tarde hablando y le pedía permiso para que yo durmiera en su casa, me puso a mamar aquel grueso y duro pene.
“Hoy te quedas a dormir en casa. Ya sabes que mis hijos están en Irlanda estudiando inglés, así que dormirás en el cuarto de uno de ellos”. Me lo decía a la vez que subía y bajaba su pelvis del asiento follándome la boca encorajinado. Cuando lo hacía su barrigón chocaba con mi cabeza. Me incorpore y le desabroché más los botones de la camisa y empecé a darle besos en sus tetas pajeándolo. Con su fuerte mano me cogió la cabeza y la bajó en dirección a su polla para que mamase. Así estuvimos durante el trayecto hasta que me advirtió que ya llegábamos.
Cuando me recompuse se apuró a guardarse aquel tronco no sin dificultad y, yo le ayudé mientras aparcaba en el garaje. De una manera muy masculina se abrochó el cinturón y la camisa mientras bajaban nuestras erecciones.
Ya dentro de la casa le explicó la situación a su mujer que me preparo un sandwich para cenar junto a Don Luis al que le tenía guardada sopa. Mientras cenábamos ella se retiró a dormir indicándole a su marido que no tardara en acompañarla. Doña Celia era una mujer gordita con grandes pechos. Tenía el aspecto de una típica ama de casa aburguesada. Cuando acabamos de cenar, Don Luis me condujo hasta el dormitorio de unos de sus hijos y, se despidió dándome una palmada en el hombro.
La habitación se encontraba en perfecto orden. Destacaba en ella que habían posters enormes de jugadores de la NBA por toda la habitación y, un escritorio amplio de madera de nogal sin computadora. Me desvestí y comprobé la comodidad de la cama individual bajo los abrigos. Apagué la luz y súbitamente una sensación de fuerte vacío me angustió sin ningún motivo. Me calmé y cerré los ojos.
Miré el reloj de la mesita de noche que marcaba la 1:00 a.m. Habrían transcurrido 2 horas desde que me quedé dormido. Necesitaba orinar aunque no sabía donde habría un cuarto de baño, así que fui en busca de uno. Al salir de la habitación empecé a escuchar sonidos que provenían del final del pasillo. Llevado por la curiosidad me acerqué para ver de que se trataba. La puerta de una habitación iluminada estaba abierta y en ella pude ver como Don Luis tenía cogida a su mujer con los pies en sus hombros y, mientras la follaba al borde de la cama, ella se retorcía y emitía gemidos de placer. “Ooohhh…síííí…” Mi pollita se puso dura como una roca al instante. A los gemidos de Doña Celia se sumaban los sonidos que provocaban los enormes y colgantes huevos de Don Luis mientras la embestía fuertemente. Al hacerlo, las grandes y blancas tetas de su mujer se movían en todas direcciones. Era una delicia ver como el pollón un macho gordo y fornido de aquel calibre entraba y salía de ese coño peludo. “Tranquila…sólo es la segunda vez que lo hacemos. Todavía tengo para rato…” Le decía él mientras la acomodaba de lado acostándose detrás de ella y clavándosela lentamente en el culo. Doña Celia gritó de gusto y cuando estuvo toda dentro, Don Luis le cogió una pierna flexionándola por dejado de la rodilla, y la alzó mientras empezó a fornicar el ojete de aquellas considerables nalgas. Él tenía su barrigón presionando la espalda de su mujer y movía sincronizadamente su pelvis haciendo entrar y salir su verga toda lubricada de flujos a la vez que ella se tocaba los pezones y decía con los ojos cerrados: “siiii…aaayyyyy…ssiii…”. Yo me la estaba pelando y la tenía bien dura viendo aquello cuando Don Luis se percató de mi presencia pero lejos de parar de follarla, continuó embistiendo y me invitó a entrar.
No lo dude un instante y ni siquiera estaba molesto por las mentiras que me contó con respecto al sexo en su matrimonio. Sólo terminé de quitarme los slips y admirado y erotizado por la potencia sexual de aquel señor, subí a la cama y me acosté a su lado acariciando y adorando su cuerpo mientras le propinaba sensuales besos por su espalda y su grueso brazo. Lo hice mientras él la folló durante 10 minutos en aquella posición y Doña Celia tocándose sus erectos pezones, bramaba de placer al tener un tremendo orgasmo que regó de flujos la polla y los enormes huevos de Don Luis. Él aceleró el ritmo de sus embestidas y enroscó el muslo flácido de su mujer con su brazo para sujetarla mejor, y durante 10 minutos le perforó profundamente el ano a su esposa cuyo cuerpo inerte e inmóvil se movía al compás del sonido que emitían los colgantes huevos de Don Luis cuando chocaban con su blanquecino trasero.
En ese momento me sorprendí al comprobar como con aquella intensa follada no eyaculó, y sacó su gruesa y rosada polla impregnada de una mezcla de flujos chorreantes. Se giró hacia mi: “ve a dormir” me dijo de manera fulminante, y mientras recogía mis slips y salía de la habitación puede observar como incorporó a Doña Celia y le obligó a hacerle una mamada para limpiarle de sus líquidos.
Yo había soltado mi leche en su espalda al principio mientras le besaba pero mantenía intacta mi erección después de todo aquel rato de lujuria y placer indómito y, cuando llegué a la cama de la habitación no pude más que empezar a masturbarme libidinosamente con lo que había visto.
Mi pollita chorreaba y estaba dura como el acero a la vez que la agarraba firme mi mano subiendo y bajando por ella y, mi cuerpo se retorcía de placentero gusto cuando la puerta se abrió y entró Don Luis con pelo alborotado enfundado en una bata de baño blanca mal atada. Debajo de su voluminosa y redonda barriga su polla se notaba bien empalmada. Yo seguí tocándome y él se acercó a mi y cogiéndome por los brazos me levantó y me sacó de la cama con una fuerza pasmosa ocupándola toda él. “Ya sabes como se tiene que tratar a una mujer” me dijo, “no quiero que seas maricón” soltó muy serio y después sonrió haciendo hueco en la cama para que me acostara a su lado. Yo completamente desnudo lo hice y me aferré con mi brazo y mi pierna a su corpachón y le besé en los labios. Me rodeó con su potente brazo y reposé mi cabeza en su pecho.
Después de estar así unos minutos no pude más, le abrí la bata dejando que aflorara aquel voluptuoso cuerpo y lo empecé a pajear besando sus tetas y su barriga. Por su gruesa verga bajaba mucho líquido pre-seminal y yo admirado por aquella potencia sexual me subí encima y a horcajadas me la puse en la punta del ojete. Lentamente fue entrando con bastante dolor por el grosor pero me daba igual por lo excitado que me tenía aquel macho gordo y duro y cuando había entrado la mitad, me cogió por la cintura hundiéndomela toda dentro hasta que con mi mano acaricié sus flácidos huevos. Me corrí del gusto y entonces él lejos de darme un descanso me empezó a follar largo rato de manera profunda y dura hasta que un tremendo chorro de semen a presión me inundó las entrañas seguido de unos cuantos más que salieron de mi ano empapándolo todo.
Acto seguido me dió un azote en el culo y me dijo que le limpiara. Lo hice devotamente de rodillas. Se levantó, me dio un beso y con un: “hasta mañana” cerró la puerta del dormitorio. Aquella noche la recordaré siempre.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!