Una de sexo con marcianos (1ª Parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Pinkiebaby.
Hola, soy Arky, una joven dantariana que trabaja como señora de la limpieza en la humilde estación espacial Zeus-82, siempre he aspirado a más, pero por ahora soy feliz, me entretengo por las tardes haciendo cálculos cuánticos y aprovechando mi gran intelecto, la Zeus-82 es un viejo puesto de vigilancia terrícola que ahora no es más que un satélite donde parar a repostar, no ganaba mucho dinero, pero allí nos conocíamos todos y cuando llegaban los suministros nos los repartíamos como una familia, aunque a pesar de tener amigos, yo me sentía sola, debía de sentirme así, pues nunca había conocido a ningún macho dantariano y a ojos de los terrícolas no era más que una chica delgada con la piel totalmente blanca (Pues mi sangre es azul), unos labios de zafiro y una melena de color turquesa, más un par de alas de mosca en la espalda que ya hacía años que no podía utilizar, pues se me habían roto por todas partes y hasta me habían tenido que amputar una y escondía la otra dentro del mono de trabajo de licra azul, añoraba los tiempos en los que de pequeña, cuando tan solo era una larva y ni siquiera sabía si iba a ser hembra o macho, quería terminar siendo una reina (Que me fecundasen y o me “coronasen”, como se dice en Dantar, mi planeta) si me convertía en hembra, pero eso ahora era imposible, estaba atrapada en la Zeus-82, había perdido mis alas (Que eran lo que atraía sexualmente a los machos) y la única persona dantariana en la estación era Erval, una chica en fase larvaria (Y digo chica por que los análisis lo determinaron así) con la que nunca había congeniado, ya que las larvas dantarianas son muy independientes y se pasan el día escabulléndose para que nadie sepa que están allí y les es muy incómodo hablar, aunque Erval es muy mona, tiene un pelo naranja suave y bonito que le servirá para engatusar a algún macho cuando por fin pueda desplegar las alas y salga de la fase larvaria.
Pero Erval estaba rara aquel día, me recordó a mi cuando empecé a salir de la etapa larvaria, no se ocultaba al ir por los pasillos de la estación e incluso me saludó al verme, pero no se la veía precisamente feliz, así que esa misma noche fui a verla a su camarote.
Al entrar, la vi llorando, desnuda, encima de su cama y empecé hablarle con aire cariñoso, diciendo que la madurez era una etapa llena de alegrías, cuando de repente vi su PENE. Ella, es decir, él, se sentía confuso, por que se había pasado toda la vida creyendo que iba a ser hembra desde el día que le hicieron la prueba. Yo intenté escucharlo con dignidad, pero ver aquel enorme pene entre sus piernas me estaba poniendo a cien, por primera vez en mucho tiempo estaba viendo un verdadero pene dantariano con mis propios ojos, los penes dantarianos tenían fama de ser descomunalmente grandes (Los nº 1 de la galaxia), pero el de Erval se superaba, medía medio metro de largo y tenía siete centímetros de grosor, todas las palabras que decía Erval gimoteando se convirtieron en un ronroneo de fondo que no entendía, mi vista se fue centrando hasta solo mirar aquel enorme pedazo de carne, blanquita y gruesa que tenía él entre sus piernas, estaba deseosa de meterme eso dentro del cuerpo, de disfrutarlo…
Me dio igual Erval, solo acerqué las manos a su cuerpo y le besé en la boca mientras restregaba mi cuerpo sobre el suyo, noté como su pene crecía y él se tranquilizó y se dispuso a disfrutar del momento, por fin iba a disfrutar de sexo con otro dantariano, ya había perdido mi virginidad hace tiempo y me había restregado a muchos jovencitos terrícolas que andaban desesperados, aunque aquello no me satisfacía tanto, yo no era terrícola, era dantariana, y había nacido para disfrutar del mejor sexo que nadie pudiese imaginar, los dos nos fundimos en un beso y él me penetró, llegándome a lugares tan profundos que nunca sospeché que tenía, su pene fue creciendo aún más, llegando a tensar los labios de mi elástica vagina, Erval empezó a contonearse haciendo que su pene me revolviese las entrañas, yo empecé a botar sobre su cuerpo y aquel enorme cetro me hizo sentir tal placer que me sentí profanando una sensación solo digna de los dioses, entonces lo entendí, los dantarianos somos los dioses del sexo. Vi la expresión de placer en la cara de Erval, estaba confuso, pero su excitación no tenía límites, empezó a eyacular dentro de mí, yo me puse a gritar y a reír a carcajadas y en pocos segundos también empezó Erval,
Estuvimos dándole al sexo durante horas sin parar, hasta que llegamos al orgasmo, cuando ya estábamos afónicos, nuestras voces se fusionaron en un canto angelical que resonó por toda la Zeus-82 durante más de cuarenta minutos, al final, el gran miembro de Erval se desinfló y pude sacármelo de dentro, él tenía la piel grisácea, se le veía deshidratado, y yo tenía el vientre hinchado por la cantidad de semen que me había metido dentro, me acaricié la barriga satisfecha, aunque sabía que no me iba a quedar embarazada ni me iba a convertir en una reina, pues solo ocurría eso cuando una hembra era copulada por una docena de machos o más, así llenando tanto de esperma el vientre de la hembra que le resultaba imposible caminar, perdía las alas y se pasaba la vida poniendo huevos.
Volví a mi camarote disimulando la barriga y una vez allí me abrí la vagina todo lo que pude para vaciar mi vientre de semen, para evitar problemas, aunque no pude evitar que me chorrease por las piernas, me limpié todo lo que pude y me fui a dormir.
A la mañana siguiente me sentía satisfecha, aquel había sido el mejor sexo de mi vida y teniendo en cuenta que Erval trabajaba y vivía allí, aquella situación seguro que se iba a repetir, acaricié mi vientre imaginándome haciéndolo cada noche y llenándome hasta arriba de su espeso y pringoso semen azul, entonces me rugieron las tripas, ¡que hambre que tengo! Fui corriendo a desayunar tras levantarme y devoré como una bestia aquella comida, no me dejé nada y aún me quedé con hambre, me resultó extraño, pues solía siempre dejarme medio desayuno, a media mañana, mientras fregaba, me entraron ganas de hacer pis, yo solía aguantarme fácilmente, pero no podía más y tuve que dejar la fregona ahí plantada en mitad del hangar y me fui corriendo a vaciar la vejiga al wáter, aproveché para beber un buen trago de agua y me dispuse a volver al trabajo, mucho antes de la hora de comer ya me estaban sonando las tripas, fui la primera de mi turno de comida en llegar, engullí todo como un auténtico monstruo y además repetí plato, y me sentí aun con hambre.
Mientras fregaba, durante el turno de tarde, hice pis tres veces y tuve verdaderos problemas relacionados con los gases, me empecé a tirar pedos casi descontroladamente, intenté disimularlo, pero unas cuantas personas se dieron cuenta, incluso, mientras hablaba con otro tripulante se me escapó un eructo, algo que me dio mucha vergüenza, pues yo siempre había sido una persona pulcra de buenos modales y educada con todo el mundo. Al volver me dieron ganas de hacer caca, aunque ya había cagado anteayer, y mi metabolismo dantariano no acostumbraba a hacerme defecar más que una vez a la semana, también me empezaron a dar ganas de orinar y casi no pude ni aguantarme, empezaron a salir unas gotas por mi vagina, incontrolablemente y se me manchó ligeramente el mono de trabajo, entré corriendo en mi camarote, me quité el mono y me senté corriendo en la taza, en décimas de segundo empecé a jiñar como una descosida, jamás había cagado tanto, y menos por segunda vez en una misma semana, estaba empezando a pensar que tenía una enfermedad grave, cuando un crujido me hizo girar la mirada, algo había caído al suelo, pronto identifiqué el objeto… ¡Mi ala izquierda! Acababa de perder mi ala, ahora todo tenía sentido: ¡ME ESTABA CONVIRTIENDO EN UNA REINA! No me lo puedo creer, mi primer polvo con un dantariano… ¡y me quedo embarazada!
Estaba súper cabreadísima con Erval, no sé porqué, pero tenía ganas de cargármelo, la bilis burbujeaba en mi estómago hambriento, estaba dispuesta a matar a Erval a mordiscos, me puse de nuevo el mono y me fui corriendo a su camarote, sin darme cuenta, me oriné encima durante el camino, abrí la puerta de la estancia a golpes y me presenté delante de él, la bilis me corroía por dentro y vi a Erval sentado en la cama, desnudo, luciendo un bigotito pelirrojo en su pálido rostro de facciones infantiles culminado por aquella melena naranja y rizada que le llegaba hasta los hombros, él se asusto al verme, pero supo qué hacer.
-Tranquilízate, tus compañeros me han dicho que hoy te comportabas de forma extraña, creo que estás embarazada, perdona, no fue mi intención…
-¡Hijo de perra, voy a acabar contigo! – Dije, mientras salivaba, dispuesta a comerme a Erval.
Por suerte, él sacó de detrás de la cama un montón de cajas de pizzas llenas de la más deliciosa pizza de salchichas de furling. De un saltó me tumbé boca abajo en la cama y me asomé por el otro lado babeando y empecé a comer como una cerda, engullendo más y más pizza, mientras él me acariciaba en círculos las nalgas. Me hice pis en sus sábanas sin casi ni darme cuenta, cuando yo había devorando hasta la última pizza (8 familiares, si mal no recuerdo), solté un sonoro eructo y Erval me empezó a hacer el amor, tras pasar tres horas de intensa penetración nos quedamos afónicos y dispuestos a cantar aquella canción que solo se podía cantar en ese estado.
Esta vez, no vacíe mi vientre de semen tras el coito, me encantaba la sensación de estar llena de aquella masa espesa de color azul que Erval había hecho para mí y solo para mí con todo su amor…
Durante la noche, me hice pasar por una tripulante con turno de noche y me infiltré en el desayuno para comer como un pozo sin fondo, me oriné encima mientras comía y me costó mucho esconder la gran mancha en mi mono de trabajo, al terminar fui corriendo a mi camarote y me dispuse a dormir.
Me desperté en mitad de la noche, con un hambre voraz, me había orinado en la cama y tenía unas ganas de cagar que no me aguantaba, me levanté de las sábanas calentitas y húmedas, me senté en la taza del váter y casi lo embocé de la cantidad de mierda que había soltado, entonces es cuando me giré y miré mi caca, amarillenta, blandita, de aspecto… delicioso… Me puse de rodillas, me aparté el pelo de la cara y empecé a comer de la taza hasta dejarla limpia, aún así me quedé con hambre, necesitaba más comida…
A la mañana siguiente estaba escupiendo mi propia bilis, necesitaba comer aún más, mi metabolismo se había descontrolado totalmente, devoré mi desayudo como una cerda mientras me volví a orinar en el mono de trabajo, repetí tres veces, hasta que por fin me sentí saciada, algunos compañeros me miraron de forma extraña, empezaba a tener barriga, cuando siempre había sido una chica delgada y acostumbrada a dejarse la mitad del plato en cada comida.
Aquel día tuve que fregar un montón de veces mis propios orines que se iban derramando descontroladamente por el suelo en torno a mis botas, ya que mi vejiga no podía aguantar más, los gases salían de mi cuerpo de forma incontrolable, por fin llegue a un pasillo donde no había nadie y pude vaciar tranquilamente mi vejiga en el mono de trabajo, noté como un chorro de orines bien calientes mojaban mi pubis y mis muslos, dándome una cálida sensación de desahogo, mientras dejaba salir los gases que tanto me habían incomodado durante horas, empecé a notar retortijones, total, que me cagué encima, intenté evitarlo, pero la caca caliente fue llenando lentamente mis apretadas braguitas por dentro del mono de trabajo de licra, quise ir al lavabo, pero no había ninguno cerca, y seguí orinándome encima durante cinco minutos, durante los que fregué los pasillos disimuladamente.
Por mi suerte, el hedor del excremento dantariano que llenaba mi ropa interior no era detectable para el olfato humano y nadie me llamó la atención, hasta que una pequeña nave aterrizó en el hangar y de dentro salió un dantariano, estaba avergonzada, se notaba claramente que me había orinado en el mono y una gran masa de color maíz abultaba y manchaba por detrás mi mono de trabajo, en vano fue mi intento de pasar desapercibida, pues nada más acercarse el dantariano, me vió apoyada en una esquina, sosteniendo la fregona con mis manos temblorosas, él acercó su rostro afilado a mí, tenía el pelo corto y de color clorofila, aunque pronto dejó de mirarme y pasó de largo, a mi me entraron ganas de hincarle el diente a la fregona del hambre que tenía, aunque en pocos minutos, aquel dantariano volvió con un filete de mamut tártico y me lo ofreció, yo estaba confusa.
-Para su majestad, que la veo pasar hambre – dijo con una sonrisa amable e inocente en la cara mientras me guiñaba un ojo.
Sin duda, él me había reconocido como una reina y me hizo el mayor favor que me podía hacer entonces. Yo intenté darle las gracias tímidamente, pero un sonoro pedo se me escapó y con él un chorro de excremento blando y caliente que me llenó aún más el mono de licra con un sonido similar al de chapotear en el barro, el dantariano se rió y se fue, noté como él se había empezado a empalmar por lo sucedido, aunque se fue igualmente.
Yo devoré en tres bocados aquel pedazo de carne y me relamí los labios, bien satisfecha. En pocos minutos llegó el turno de comida, yo fui al lavabo y vacié mi mono lleno de mierda en el váter, nuevamente me volvió a entrar hambre en el lavabo y me puse de rodillas delante de la taza llena hasta los bordes de mierda, y hundí la cabeza, tragué y tragué hasta vaciar todo el váter, me limpié el pelo y le cara en el lavamanos, me volví a poner el traje y me oriné encima de camino al comedor. Un tipo me llamó la atención por el lamentable estado de mi ropa de trabajo:
-Tienes el todo el traje hecho una porquería, ¿Cuánto hace que no lo lavas? – Dijo.
Yo quise responderle, pero solo solté un eructo, me tapé la boca avergonzada y fui corriendo a sentarme en mi mesa y a comer. Me comí toda la comida de la bandeja de una volada y luego pedí otra, y luego otra, a la tercera, un chorro caliente de excremento salió entre mis nalgas y llenó mi mono de trabajo de nuevo con un sonido realmente asqueroso, así que intenté irme del comedor disimulando.
La tarde fue horrorosa, iba dejando un charco de orines a mi paso y toda la parte trasera del traje estaba llena de excremento, por suerte las gomas del uniforme que me apretaban los muslos evitaron que la caca se me deslizase por las pantorrillas abajo, nada más terminar el turno, aproveché un momento para ir al lavabo, quitarme el traje y comerme mis deposiciones como un cerdo se comería su comida, fui corriendo al camarote de Erval con unas manchas de mierda aún en las mejillas, y el mono hecho una calamidad, cabreada por el mal día.
-¡Maldito desgraciado, me has destrozado la vida! – le dije.
-Arky, tranquila, tengo una pizza.
-¡Dámela, ahora!
Sólo era una pizza y eso me hizo sentir mal, aunque me la comí igualmente mientras él comenzó a apretar con las manos mis pechos hinchados para después penetrarme con aquel delicioso falo palpitante, tras acabar, me comí la caja de cartón. Cuando me di cuenta, Erval estaba eyaculando dentro de mí, yo había llenado toda la cama de orina y excrementos que se apilaban en montañitas, el olor dulce de la caca dantariana me dio más hambre y empecé a comerme las sábanas hasta no dejar ni una hebra, estaba comenzando a mordisquear el colchón cuando empezamos a tener el orgasmo, pero yo me clavé en la lengua uno de los hierros de los muelles que asomaban del colchón y eso interrumpió mi canto, la voz de mi amigo pelirrojo sonaba incompleta, yo estaba furiosa, la bilis volvió a corroerme por dentro e intenté agarrar a Erval para pegarle un mordisco, cuando empecé a hincarle el diente a su brazo, él me pegó una bofetada con el otro mientras lloraba y me pedía que me tranquilizase con su dulce voz infantil, él también había tenido que interrumpir su orgasmo, pero sabía que si no paraba, yo me lo iba a comer.
Tranquilicé mi instinto y me sentí avergonzada de lo que había estado a punto de hacer, él tenía el brazo ensangrentado y chorreando líquido sanguíneo de color azul oscuro. Yo lloré aterrada, nunca había herido a nadie.
-Arky… Sabes que estás cambiando el metabolismo y ya no podemos ocultarlo más, mañana diremos ante toda la tripulación que eres una reina y que ahora tienes ciertas necesidades… – Dijo él.
-Pero mírame, me estoy convirtiendo en un monstruo, no… No soy yo…
-Sí, sí que eres tú, y no eres un monstruo, eres la mujer más hermosa del universo. – Dijo mientras me acariciaba mi cara con su cálida mano que se había convertido en una mano robusta de un auténtico dantariano en los últimos días, aunque aún conservaba las facciones infantiles de su cara, su voz y su corte de pelo por los hombros, que resultaba tan chocante ante el mostacho aterciopelado que tenía sobre los labios.
Mi cara se ruborizó de color azul y me mordí el labio, complacida ante esas bonitas palabras. Él me acarició mis tetas, que habían crecido bastante pero se mantenían en su sitio, y luego mi regordeta tripa llena de grasa, en la que pronto empezarían a crecer mis pequeñines.
Antes de irme, Erval me dio una caja de pañales de astronauta extra elásticos que había robado, para que no manchase más mi hediondo mono de trabajo, que me apretaba por todos los lados ahora que empezaba a tener unas buenas curvas dignas de una diosa del sexo.
A la mañana siguiente estuve eructando, tirándome pedos y haciéndome todas mis necesidades encima tranquilamente y sin parar mientras fregaba, feliz por saber que siempre podría contar con Erval, la espesa mezcla de orines y heces calentitas acariciaba todo mi pubis por dentro de los pañales y me hacía sentir realmente cómoda.
A la hora de comer, Erval se pasó a mi turno de comidas para poder estar conmigo y sentarse a mi lado. Yo cogí mi bandeja con mucha comida y me senté, noté como mi trasero casi flotaba dentro de aquellos pañales súper llenos de heces calentitas que nadie podía casi ni oler, pero aún así se mantenían herméticamente cerrados, Erval me miraba orgulloso de lo mucho que había engordado en los últimos días, me abrazó de forma cariñosa mientras palpaba mis michelines a través del apretado mono de trabajo que ahora marcaba cada irregularidad de mi piel como si solo llevase los pañales por debajo.
-¿Está todo a su gusto, mi reina? –Dijo Erval con una voz dulce y cariñosa.
Yo asentí con la cabeza con una sonrisa mientras engullía la comida que había en mi boca.
Él se levantó y se subió encima de una mesa vacía que había en mitad del comedor, sé lo que pretendía hacer, quería decirle a todo el mundo que yo me había convertido en una reina y que necesitaba ciertos cuidados que antes no tenía.
-Hoy os quiero hablar de una persona muy importante para mí – dijo Erval. Los murmullos se oían entre la gente del comedor.
-Sube, Arky – Me dijo.
Me levanté con una clara mueca de ilusión en la cara y me dirigí hacia allí aun masticando un pedazo de chuleta de mi comida, Erval me cogió de la mano para ayudarme a subir, una sonora ventosidad se me escapó, con un notorio final líquido que sonó como cuando alguien se tira un pedo en una piscina. Yo estaba súper contenta y cachonda a la vez, me resultaba excitante tener todo el pubis rebozado en mis propios excrementos, mientras aún masticaba la comida con la boca abierta, ya arriba de la mesa, le guiñé un ojo a Erval y me di una ruidosa cachetada en el trasero, lo que hizo prestar atención a los rezagados que aún no se habían enterado de que había dos tipos subidos a una mesa.
-Sin querer dejé embarazada a Arky – Prosiguió Erval mientras unas cuantas risas se oían entre el “público” – Ahora se está convirtiendo en una reina dantariana y agradecería que me ofrecieseis vuestro apoyo para ofrecerle los cuidados que necesita. (…)
Unas cuantos terrícolas dijeron en voz alta frases de ánimo conforme me ayudarían en todo lo que pudiesen.
Ambos bajamos de la mesa y él me dio un beso en la mejilla mientras iba a hablar con el capitán, yo me senté una vez más en mi sitio mientras notaba como toda la caca caliente se revolvía dentro del pañal hasta acomodarse entre mis generosas nalgotas acolchadas por la grasa. Todo el mundo me preguntaba y no podía responder a todo el mundo, aunque me sentía genial, siendo el centro de atención como una verdadera reina. Intenté ir explicando todo a mis compañeros mientras iba haciéndome las necesidades encima y soltando los gases paulatinamente sin ningún tipo de vergüenza.
Por la tarde cogí mi fregona, me costaba caminar un montón, el mono de trabajo era muy elástico, pero el pañal estaba tan lleno que mi mierda me apretaba y me llegaba desde pocos centímetros por debajo de los pechos (Aunque estos caían por encima, dado que ni siquiera llevaba sostén y los pezones se hacían evidentes a través del traje de licra) hasta medio muslo, donde calculé que tenía más de ocho quilitos de excremento y orina acumulados.
Un terrícola de aspecto atlético pero con el pelo canoso que lucía un elegante traje de motivos granates se me acercó, era ni más ni menos que el capitán Edgar Moon, el jefe supremo de la Zeus-82, antes éramos buenos amigos, pero desde que se hizo capitán siempre está trabajando y a penas puedo hablar con él.
-Arky… Quiero que sepas que cuentas con mi total apoyo y si necesitas algo no tienes más que pedírmelo, creo que hablo por toda la tripulación de la Zeus-82 cuando digo que nuestra máxima prioridad ahora es lograr que te sientas cómoda en la estación.
Yo le agradecí su comprensión e intenté seguir fregando, pero Edgar me paró.
-Tranquilízate, deja el mocho, a partir de hoy ya no serás la señora de la limpieza.
-¿Q-qué…? – Respondí, confusa, pensando que me despedía.
-A partir de ahora serás la jefe de ingeniería y vicecapitana – Él seguía hablando mientras yo le escuchaba atónita – Erval me ha enseñado todos tus apuntes, conoces al dedillo el funcionamiento de casi todas las naves de la galaxia, y has hecho ecuaciones matemáticas que no creo que nadie que hay a bordo supiese resolver, realmente eres fantástica, contigo en cabeza del equipo de ingeniería, lograremos grandes avances en esta estación, aunque de momento, tú y Erval, tomaos las vacaciones que necesitéis.
Se despidió con un cordial saludo, y yo devolví la fregona a su armario y me dirigí al camarote de Erval.
En unos días iba a ser mejor que no me moviese, así que Erval me ayudó a quitarme el mono de licra y las botas mientras me metía en la nueva bañera de hidromasaje que había instalado Erval, me desabroché el pañal extremadamente lleno y todos los excrementos y orina calientes se desparramaron a mis pies en un espeso chapoteo, un olor fuerte lleno la sala y ambos respiramos hondo para notar a fondo aquella fragancia. Yo me senté en aquel pringue suave calentito y empecé a coger las heces con las manos y a llevármelas a la boca para comer, pero Erval me dijo que no hacía falta, que tenía comida para parar un tren, trajo una carretilla llena de pizzas y me dijo que yo solo tenía que relajarme y tragar, que él me iría metiendo la comida en la boca.
Estaba súper contenta de lo bien que me trataba Erval, así que me acomodé y él fue dándome la comida con la mano, partiendo cada trocito para que no tuviese casi ni que masticar, como una madre hace con su bebé, aunque pronto yo me cansé y le dije que vaciase las cajas encima de mí, y así lo hizo, el hidromasaje se quedó lleno de trozos de pizza rebozados en excremento que fui comiendo como una cerda mientras me orinaba y hacia más caca, los pedos burbujeaban en la masa turbia del fondo de la bañera, Erval se bajó los pantalones y sacó su enorme pene, con el que empezó a darme golpecitos por el cuerpo de forma pícara mientras devoraba un pedazo de pizza, yo le saqué la lengua y le guiñé un ojo mientras empecé a acariciarle el miembro, hasta que se me ocurrió la idea de masturbarle con mis ahora gordísimas tetas, los dos nos reímos bastante y me embadurnó toda la cara con su pringue de azul índigo, al terminar, le pedí que trajese más comida, y me trajo nada más ni nada menos que el extintor de nata montada de la cocina de postres, me lo metí en la boca y un chorro dulce a presión me fue directo al estómago, estuve casi tres minutos hasta que se acabó, la nata se me salió por la nariz, ya que no podía casi ni respirar, jadeé cansada mientras sudaba, en pocos minutos, toda aquella nata hizo efecto y una tremenda diarrea que me abrasaba el culo terminó de llenar hasta el borde el hidromasaje.
Entonces Erval entró totalmente desnudo para ir a hacer pis y le dije que me mease encima, él empezó a regar mi suculento cuerpo con un chorro caliente de orina, luego le invité a meterse, él, sin dudarlo, se sentó junto a mí, en aquella bañera llena con mi propia mierda, me aparté el pelo turquesa por el que aun chorreaban los orines y le di un beso mientras nos abrazábamos, me penetró y noté como esta vez su verga tocaba algo fuera de lo normal dentro de mí, mi útero estaba hinchado, había llegado un momento muy importante, era el momento de la segunda ceremonia de copulación fecundatoria, cuando un montón de machos (Y hembras) han de copular con la reina, por lo que debía de volver a mi planeta para la gran orgía, aunque de momento disfruté de aquella penetración en el hidromasaje lleno hasta los bordes de excremento.
Continuará… Pero solo si comentas 😉
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