Una niña llamada Kriem Hild
cuento erotico de un vikingo. espero lo disfruten .
por las gélidas tierras árticas, las auroras boreales me habían guiado sin tregua desde las altas montañas nevadas, hasta los fiordos en el sur de Worms, lugar de paisajes idílicos y de costas de fantasías, me adentraba a un extraño país, donde cabalgaba regiones de visiones poéticas y románticas, donde el viento invernal silababa una etérea melodía, tal cual arpa eólica, en medio de una región, que pronto me llevo a una pintoresca ciudad secreta de callejuelas medievales y rústicas, cercanas al mar, encajonada entre montañas, y espesos bosques blancuzcos, me daban la bienvenida con una suma delicadeza ,a esas tierras primigenias, tierras nunca ahondadas por un vikingo bandolero como yo .
Empezaba la nieve a caer de nuevo, y la noche sin luna iluminaba, casi con una claridad mortecina los pueblos .Fue ahí que busque cobijo en una taberna, que se divisaba por su humo en una chimenea, lejana entre las tinieblas, a las orillas del Rhin, que una vez ahí adentro, luego de unas bebidas calientes, trabe amistad con un viejo y retirado guardia quien sirvió a un tal Rey Ghunter, dicho caballero pasaba ahí las horas durante sus días de descansos y de ocio, siendo este, un adicto a la caza y a los juegos de azar, siendo este último, en que él había perdido ante mí, en una partida con los dados, dando como recompensa su uniforme de soldado. Esas ropas me fueron dadas al igual que su embriagante y reluciente armadura, yelmo y escudo de joyas preciosas incrustadas, mismas que mostraban signos de viejas batallas ganadas, como perdidas, y ahora, estas me pertenecían. Yo no tenía utilidad alguna ante un viejo uniforme de soldado del Rey en esa región, si no fuera por sus joyas en este, pero mi opinión cambiaba de poco en poco, en cuanto al guardia empezaba de boca floja, ante el abundante buen vino y el met* que se zampaba en su boca, una y otra vez. Narraba las viejas vivencias que había tenido con el uniforme, tanto dentro, como fuera del castillo. Contaba historias legendarias de su juventud, acerca de las batallas en Dinamarca contra sajones, de la espada sagrada de Balmurg, y finalmente la historia de ella, de la bella hija del rey Ghunter, cuyo nombre era KriemHild.
Yo, todo un putañero de corazón, cansado de las pelanduscas con sus carnes fofas en los tugurios lejanos de los pueblos aledaños, y de tierras ya transcurridas, lejanas ya por mis cabalgatas, opte por delinquir en el gigantesco inmueble, al escuchar las descripciones tanto del majestuoso castillo, como de la linda princesa quien ahí yacía. No tarde en poner manos a la obra, e infiltrarme con la intención de hurtar ahí dentro con todas las intenciones y precauciones de un ladrón experto, haciéndome pasar por un guardia real, a muy entradas horas de la noche, disfrazado de casco a botas como un soldado leal al rey, portando el uniforme recién recibido.
Fue a la noche siguiente, luego de horas cabalgando, en dirección rumbo donde el viejo de la taberna me había indicado, en que logre llegar en medio de la oscuridad y de la niebla, en medio de un solitario bosque, donde baje de mi montura y amarre a mi caballo, y lo deje ahí, una vez ya divisado el gran castillo, que era flanqueado por torrecillas adornadas al fondo por una arboleda negra que lo rodeaba, la tome como ventaja para escabullirme por allí. Los soldados montaban guardia a diestra y siniestra a todas horas, y sería difícil penetrar la fortaleza, pero no me tomare el tiempo de describir como logre la milagrosa hazaña en ese tramo, pues si es que llegaron a verme, no me prestaron la mínima atención, pues entre las tinieblas y la penumbra de las antorchas ofrecidas en los altos muros distantes, pensaban que yo era uno de los suyos.
Tal cuál pies ligeros entre soldados, y encomendándome al gran dios Loki, logre ingresar en la infranqueable fortaleza, lugar inaccesible para muchos, pues las sólidas puertas permanecían siempre firmemente cerradas a todas horas por orden decretada del rey, desde hacía unos seis meses. Me hacía cuestionar ¿Qué clase de misterio, o tesoro, guardaría hacía sus adentros ese castillo entre la noche?
Escale por uno de los muros, por donde sobresalían ligeros y escasos peldaños de roca, escondidos entre ramas, así como apoyando el brazo entre enredijos de lianas del follaje que reposaban en el muro, logre escalar uno a uno de estos, hasta lo alto de una pequeña ventana, para luego escurrirme dentro de ella, no sin dificultad, que una vez ahí dentro, llegue a una pequeña habitación, salí por la única puerta que había, y camine por un corto pasillo que me llevaba a una estancia espaciosa, en la cual contemple pinturas, bustos de bronce, y muebles de exquisitos acabados celtas que adornaban por doquier en sus paredes, así como pasillos, que se ramificaban a diferentes partes del castillo. Tome uno de los pasillos hasta llegar a u vestíbulo que tenía una larga escalinata en medio, y mis pasos no tardaron en guiarme por un sendero más amplio, por el cuál no me detuve, y escale varios pisos más arriba , hasta llegar a un pasillo que contenía una ornamentada puerta con acabados de oro, me detuve, y me di cuenta que mi estancia ahí me ponía en un peligro severo, pues tratar de ultrajar semejante pieza de oro, como la de invadir el territorio de la realeza, no era lugar para un habilidoso ladrón como yo, no obstante , entreabrí las puertas de manera silenciosa y lentamente asome mi cabeza, y fue que ahí vi a la única hija del rey, durmiendo al fondo de la habitación, cerca de una ventana.
Tratar de ultrajar a esa niña ,no se comparaba con el crimen de robar los acabados dorados ornamentales de esa misma puerta, y creo yo con ninguno de los crímenes anteriores que había hecho en mi vida podría compararse con eso, puesto que ahora, mi persona había sido traída aquí por el sentido y la necesidad de viajar hacía ya un par de meses, en busca de aventuras con mujeres públicas de pueblos aledaños al mío, sin embargo, toda la belleza de la naturaleza en Burgurdia, había sido opacada ante la suma presencia de la princesa, quien estaba postrada en el lecho gris, iluminada por las flamas de la cercana chimenea, y es que, por mi vida habían pasado doncellas apetecibles, mujeres provenientes de mercados de mujeres alegres, pero de carnes fofas, blandas, magulladas, y llenas de defectos. En mi vida como vikingo fornicador, añoraba una carne angelical tal cual manjar que saciara de una vez por todas los vicios de todo un garañón como yo, cuyo único dios, era el alcohol, las apuestas y las mujeres públicas. Muchos hombres al verla, le hubieran ofrecido el servicio del amor, y yo no fui la excepción.
La damisela en cuestión, tendría a los sumo ocho años de edad recién cumplidos, era toda una celestial musa cuyo cuerpo había sido dispuesto al ultraje, y tan pronto como la vi, me quite la pesada armadura, dejándola caer a un lado, para después introducirme suavemente bajo la sabanas con ella en el lecho, acción de un camino directo previo a mi muerte, si es que era descubierto al estar violando a una menor en los dominios del rey Ghunter, rey de los bundgurdios , pues si esto no es tener cojones, no sé que lo sea para el lector, pues me estaba jugando el cuello , y la suerte que sentía que me empezaba a menguar.
Una vez bajo las sábanas, mi pene erecto se asomaba en medio de mis sucios ropajes, y este podía sentir el calor de las nalgas a pocos centímetros de distancia de la niña, donde sería el inicio de un huracán de emociones que desemboco en una lluvia de besos en el rostro de la princesa, a lo cuál ella despertó entre mis brazos, un poco asustada y desconcertada, a lo que ella pregunto:
-¿Quién eres?
A lo cuál respondí:
-Soy el sueño de un sueño, soy una visión traída por las hadas en esta noche sin luna, déjame pasar este instante de bodas contigo mi lady, pues he venido a verte desde tierras muy lejanas, a estos territorios peligrosos, puesto que soy muy impaciente para esperar a tantos años por usted, soy su futuro marido y al mirar su belleza en una bola de cristal, no he podido contenerme.
-Mi padre, me ha dicho que me casaría joven, pero no pensé que tan pronto.
Respondió ella.
-solo será este noche amada mía, promete que guardaras este secreto entre ambos, y se silenciosa por hoy y por mí, pues una vez que las gélidas montañas que nos rodean, atrapen los débiles rayos del sol por la mañana, que dejan muy sangrientas la blanca nieve durante el alba, yo me habré desvanecido ya.
Cual no sería mi sorpresa, al verla acceder, pues mágicamente se había tragado la mentira de que yo, había aparecido en su sueño, en el como sería su “primer esposo”.
Nos encontrábamos solo los dos, era una estancia espaciosa y silenciosa. Las puertas habían sido cerradas previamente por mí firmemente para evitar interrupciones, y el fuego en la chimenea comenzaba a menguar, dando paso a una oscuridad reinante dentro de la habitación, dejándonos a ambos en una ligera penumbra eterna, en la cuál nos sentamos al borde la cama.
Sus ojos eran tan grandes a la luz de luna, eran de una belleza física sin igual. Kriemhild era una criaturilla graciosilla y mona, rematada con un ingenuo velo sensual y etéreo, cuanto más la miraba más saboreaba su piel, La tome de su fina mano para luego desabrochar su camisa, metí la mano por debajo de la mísera camiseta, y sentí su piel desnuda. Sus pechos aunque pequeños, tenían una bella forma bajo su blusa, y las caderas daban a su camisón una pronunciada sensualidad de mujer precoz, pues mostraba un muslo desnudo que asomaban una bonita carne virginal por debajo del corto vestido de la pijama. Sentí mi brazo caer por detrás de ella, y atrayéndola hacía mí, sentí su menudo cuerpecillo.
Acaricie con licencia la piel de porcelana por debajo de su falda, la rodie con un cálido abrazo y comencé a olfatear el suave perfume de su piel que emanaba a cada instante, logrando escuchar así, el suave latido de su corazón. Ella nerviosa a flor de piel, en un sí discreto, me dio permiso de despojar de sus ropas, mostrando así una figura angelical y de suave talle que acaricie una y otra vez, al tanto que yo besaba sus blancos hombros, me sentía fustigado por un súbito deseo demencial, y en una exhibición de mí fuerza de caballero temerario y magnifico, apreté fuertemente a manos llenas la firme carne rebelde de sus posaderas. Solo sus ojos brillaban vagamente, y su tez en las mejillas se tornaban de un matiz mucho mas rosado.
Yo, con el corazón inquieto, y el alma encendida, ella desencadenaba en mí un huracán de emociones, a lo que una lluvia de besos calló sobre su cuerpo de porcelana. No se cansaba de ser besuqueada, comportándose mansa y complaciente en todo momento, entregada obscenamente a todos mis deseos, le besaba en el cuello, al tanto que ella exhalaba bocanadas de pasión en una secuencia de vapor, enloquecida por mis manos de caricias furtivas, ella se abandonaba a la dulzura, y se sentía presa de un vacío mental .Yo recorría su carne ya excitada por los ardores que embargaban infinitos deseos de felicidad. Y ante mis súbitos impulsos de afecto, la puse a hurgar entre mis partes, y obligarla a masturbarme. Ella se negaba por mera formalidad a tocar el pene erecto de un desconocido, pero logre convencerla a los pocos minutos, embriagando sus encantos con mis cumplidos a su oído, así que desvergonzadamente, a pocos instantes, yo le exhibía mis genitales de fuera, a pocos centímetros del rostro, donde ella miraba con fijeza mi abundante miembro gigante de un hombre atrevido y fuerte.
Tímidamente, y con risitas, ella miraba el largo cuello venoso y rugoso de mi parte delantera, mismo que estaba cubierto de venas palpitantes y unas zarzas negras hechas marañas, ella lo tomó con su pequeña mano de forma abnegada, y deliciosamente, inicio a virar hacia arriba y abajo una y otra vez, en dirección hacía su pecho desnudo, tiraba con viro movimiento manual mi hinchada verga hacía ella, donde ruborizada con ojos relucientes y pícaros , veía sus acciones de fechoría, así como de vez en cuando soltar una que otra risilla nerviosa ante mis pequeños crímenes. Ella tenia una necesidad indefinida de gozar, era una niña magnifica que hacía maravillas con sus manos, maravillas tan bellas como se pudiera desear. La niña contemplaba con vivo entusiasmo sus masajes ante mi órgano, a lo cual yo exclamaba: “¡vamos muñeca, vamos! Ya casi lo tienes, ya casi lo tienes”. Y su rubio color de piel se enrojeció, al ver sorpresivamente en como yo arrojaba a presión varios torrentes continuos de leche espumosa sobre su pecho, y bella cara rojiza. De pronto toda la belleza en su rostro, quedó empapada por el líquido tan premiado por toda infante.
La tentación había entrado en mí, no había vuelta atrás, había llegado demasiado lejos como para retractarme y salir huyendo de ahí lo antes posible, antes de ser descubierto , mi misión había sido cumplida, sin embargo, no podía pasar esa ocasión de cortar la inmaculada flor de la inocencia esa misma noche, pues la naturaleza ama la eterna juventud, y me arrepentiría toda una vida y diez más de no hacerlo, fue así… que sin recibir autorización de gozar de ella, quien se miraba nerviosa a flor de piel a primera vista, descubrió en una sola mirada los misterios de mis intenciones, que yo, insensible a todo ultraje de cualquiera, me di por decidido a encularla de una vez por todas a la pequeña kriemhild.
El gran silencio de la llanura, a lo largo de una noche cerrada, en medio de una soledad de piedra y encajonaba entre las montañas, era el paisaje del drama que había sido preparado para mí esa madrugada, dando a pie la escena en donde me prepare para satisfacerla como si fuéremos un marido y su mujer.
La coloque de espaldas a mí, y la senté desnuda a horcajadas sobre mis rodillas, contemplando así, su dotado trasero, y ¡oh ¡ ¡por la buena espada de Balmurg!, ella poseía un culo tan bueno como un pedazo de pan recién horneado, que es dado a un vagabundo quien lleva varios días sin llevarse algún manjar apetecible a la boca. Era un verdadero monumento a lo divino, que asomaba un agujero revelador, soberbio y rebelde.
Al estar al fuego del amor, la abracé ardorosamente contra mí cuerpo, y su culo cayó pesadamente sobre mí, al tanto que ella era premiada por agradables caricias por todo su trasero y pechos, sabiendo yo que ella solo se resistía por mera formalidad ante las inclemencias de mis actos lujuriosos.
En un arrebato energético y con furtivos movimientos, me abalance tal cuál ave de presa a desflorar la inocencia de la pequeña rubia, la estrangule de la cintura, quien su cuerpo contraído, mostraba con una extraordinaria flexibilidad felina, se mostraba ancha de hombros y de caderas. Sus ricitos rebeldes en su cabeza tapaban su ojos llenos de sorpresa y deseo, y soltaba alguna que otra lagrima de felicidad, pues cosquilleos desconocidos recorrían todo su cuerpo ante mis deseos.
Su delicioso cuerpecillo llego a inclinarse de manera en que mi órgano cilíndrico, empuñado por el mismo Hades, arremetía furiosamente contra ella, con la más pura intención de llegar hasta el fondo de ese delicioso agujero, me adentre una y otra vez sin cautela ante aquella parte encajonada por blandas pieles y tiernos muslos rollizos de carne rubia, pertenecientes a aquellas firmes piernecitas torneadas, mismos movimientos que pronto hicieron, que exhalara un gemido tan hondo de su boca, que podría confundirse tan fácilmente con el adiós de un alma.
Con una nalgada, su glúteo ondulante contoneaba de un lado a otro, así como con mis arremetidas de pico, que luchaban por abrir la barrera bien cerrada en medio de sus posaderas, que sin cansancio, y cada vez más fuerte y sin perder el ritmo, arremetía mi pene, al tanto que yo le masturbaba el culo con uno de mis dedos pulgares, mi pulgar no se detenía hasta llegar a lo profundo de aquel hoyo inmaculado, siendo así hasta escuchar el gemir de la rubiecita otra vez, ante mi excesiva pasión desbordante.
Mientras yo estaba enviciado en mis actos de lujuria, logre alcanzar a ver que ella me lanzaba una enternecedora mirada, que entre sus sollozos y gemidos, mismos que inundaba toda la habitación, me pedían que me detuviera.
Ella lloraba nerviosamente, mientras yo disfrutaba de sus partes traseras y de su hermoso cuerpo infantil, que os confieso, fue un verdadero goce real del ultraje, un verdadero paraíso para los enfermos,
La encantadora rubia, ágil, encorvaba la desnuda espalda de placer, sabía yo que se estremecía de gusto, porque en su rostro se esbozaban unas sonrisitas involuntarias, ante mis incesantes empujes de mis partes contra las de ella, y es que ambos dábamos gruñidos gustosos en este juego perverso del diablo. Luego de ello, una segunda consumación había llegado, pues hice una pausa para colocarla en una posición diferente.
Pues mientras yo estuviera acostado boca arriba en la cama, ella me cabalgaría, estando frente a frente, mientras yo la sujetaba de la cintura.
Kriemhild comenzó a dar sentones de una manera endemoniadamente concentrada, y lenta. En aquel momento, la joya más preciada era su rostro, pues sonreía con una dulzura de ojos afectuosos y prometedores ante su pedófilo violador.
¡Oh gloriosa divinidad que reinas en los placeres mas extraños y sabrosos de la tierra!, ¿hasta donde me has empujado? pues he llegado aquí, debido a los cansados menesteres con las mujeres públicas, cortesanas mocetonas, secas tal cuál palo de escoba, y pelanduscas de mercados alegres, que apenas y saben preparar una sopa a los varones .
Me encontraba en esas cavilaciones, mientras mis energéticas manos sobaban los infantiles muslos, a los que yo daba palmadas y suaves pellizcos a diestra y siniestra sin tregua alguna, para después , y mas tarde, me habían inspirado a una tercera contienda en la que ella había sido puesta de bruces en la cama y , ahora con la intención de invadir el segundo agujero, empuñe mi verga y arremetí de nuevo contra ella, luego la tome de las caderas, alzando su cuerpo para una mejor posición, en un acto desmesurado, no pensaba dejarla ir tan fácil, estando así por varios minutos montándola, hasta que fui sacado de mi trance cuando la ceremonia sexual, se vio interrumpida por la celestial criatura, quien ahogada entre orgasmos, temblando de inquietud y exhalando largos suspiros dijo:
”Mi corazón ha llegado a su límite, no resistiré, soy muy pequeña, le pido que se detenga, pues soy tan frágil como una flor que usted puede aplastar fácilmente… Le pido que se detenga por favor!”
Terminando de decir eso, alzó sus ojos al cielo en una mueca orgásmica que cruzaba su rostro, crispando todo el cuerpo, agito las piernas al aire, y a través de los rectos pliegues de su vagina, terminó liberando varias tandas a presión de un fino líquido que salpicaba paredes, cortinas y viejos muebles que yacían a nuestro alrededor.
Lance una última airada final dentro de la criaturilla, y mi entusiasmo se aplaco al saber que había sido desflorada por un desvergonzado como yo, concluyendo con un aire triunfal en esa noche mi fechoría, donde una honda alegría inundaba todo mi pecho al ver el cuerpo de la princesa contraído, y aun ardiente, tirada sobre el lecho de la cama ante mis desvaríos de amor, y que sabia que había hecho cuanto quise con ella, la deje deliciosamente cansada y con una mirada aún radiante y lujuriosa, parecía una bella flor a la cuál había sobrevivido débilmente a una violenta tormenta esa noche, y no había duda, pues su angosto trecho había sido sofocado violentamente por mí.
Luego el clamor de la luna se debilitó, y el alba comenzó a aclarar, ella mustió entre las sabanas unas cuantas palabras que hasta el día de hoy, no puedo recordar, pues habló en voz muy baja. Y al aclarar el alba, supe que tenía que escapar de ahí a toda costa tal cual fantasma, o sombra, huyendo por la ventana entre las enredaderas que la naturaleza salvaje me había ofrecido, escapando como un desquiciado ladrón, baje por los nudosos
troncos y ramas que el follaje presentaba, y partí de ahí sin mirar atrás, dirigiéndome de nuevo a mi montura, y a cabalgar en dirección a mi pueblo natal, en las bahías de Asa.
Han pasado años, y embargado por la nostalgia, aún recuerdo con complacencia mis manías. De vez en cuando viajo de nuevo a ese sitio, y de vez en cuando paseo cercas del ruinoso castillo, vigilando escondido entre arbustos y altas copas de árboles, silencioso como una sombra, miro a través de las ventanas por donde logro ver a una princesa más adulta, en donde los cristales de la ventana, se ven opacados por un vaho espectral que ella exhala luego de un largo suspiro. Pálida, e inmóvil, sé que echa de menos cada noche sin mí, pues puedo ver aún en sus ojos azul hielo, una mirada nostálgica y llena de añoranza, que anhelan de nuevo aquella noche pasional, perdida entre el mundo de la realidad y el de los sueños, entrando siempre en duda en su mente, si realmente paso el encuentro con aquel desconocido onírico.
Cuando me retiraba de ahí, logre divisar a la lejanía, que ella desde la ventana, me miraba largamente con ojos melancólicos, con la expresión de como si yo fuera una sombra de un fantasma, perdido a la lejanía entre la niebla, alcance a ver que seguía sufriendo ante el desvanecimiento de mi partida, entonces logre ver, que en sus mudos labios, formaban las palabras “Yo pienso en ti todas las noches”.
Han pasado años y nunca he olvidado esos recuerdos tan preciosos y deseables, que yacen en mi mente aún, y que deben ser cantados por los trovadores y juglares por los siglos, de forma eterna, letras se serían sentadas sobre un aire triste, tallados sobre las roca misma, al saber que nunca más volveremos a tener un encuentro en las gélidas tierras de mi amada Kriemhild.
Han pasado décadas, han pasado años, y extraños y secretos recuerdos se avivan en lo mas hondo de mi ser, memorias que aún son evocadas de una manera casi insistente y casi perpetua. Amada mía, y de mi corazón, quien se niega aún a abandonar mi ahoyado corazón, en las gélidas tierras de Worms.
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