Una tía
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Claramum.
Hace menos de un año visité a mi hermana menor en su casa en pleno centro, cuando lo hago aprovecho para ir de compras, en esa ocasión había comprado un par de zapatos hermosos que quería mostrárselos. Al llegar a la casa me atendió mi sobrino, muy educado y siempre dispuesto ha provocar una risa. Le mostré mis zapatos nuevos en la caja por que todavía no me decidía por ellos y no quería ensuciarlos, el consejo de mi hermana me interesaba y esperaba su comentario para decidirme. Los zapatos eran sobrios, soy una mujer de 50 años, con unos tacos de 3 cm y un moño. Mi sobrino los miro y dijo que eran feos, esto era predecible ya que formaba parte de nuestra relación fingir que nos enojábamos por algo. Le dije que tal vez tenía razón, que todavía no me había decidido a quedármelos y le pedí ayuda para probármelos. Por supuesto- respondió. Inmediatamente se agachó me quitó uno de mis zapatos y colocó el nuevo con todo cuidado. En cuanto lo tuve puesto levanté la pierna y la apoyé en su hombro diciéndole “no quiero ensuciar la suela”. A mi sobrino la posición le agradaba y continuó tomando mi otro pie y remplazando el otro zapato. Al hacerlo levanté también esta pierna y la apoyé en el otro hombro. Así el chico había quedado de rodillas frente a mi con mis dos piernas apoyadas en sus hombros mientras yo movía mis pies viendo como me quedaban los zapatos nuevos. Al rato me dijo que tenía que verlos desde arriba como lo ven todos. “Tenés razón, pero no quiero ensuciar la suela” le contesté. “Apoyate en mi mano para no ensuciarlo” dijo él
-Muy buena idea” dije yo, con cierta sorpresa por su gentileza extrema; entonces baje una de piernas y la dejé colgando, hasta que el chico colocó la palma de su mano debajo de la suela, y fue cuando bajé mi pie hasta hacer contacto y luego bajé el otro y lo apoyé sobro su otra mano. Era gracioso verlo de rodillas frente a mis piernas y pisándole las manos. De a poco fui aumentando mi peso.
-No estoy convencida” le dije mientras balanceaba mis pies a los costados sabiendo que esto debía de provocarle algún pequeño dolor.
-“Los zapatos se ven si son cómodos cuando estamos parados” dije él. Su comentario era desafortunado porque con una sonrisa en mis labios le dije
– “Tenés razón” y me paré de golpe sobre sus manos. Esperaba que él se quejara e inventara que le había roto los dedos o algo asi. Pero para mi sorpresa aguantaba el peso sin la menor muestra de dolor. Desde arriba vi como me miraba arrodillado y con sus dos manos atrapados por mi peso y creí adivinar que él estaba disfrutando esto desde otro punto de vista. Imagine que algún deseo se estaba cumpliendo y me causó mucha gracia que fuera con su tía vieja.
“¿Cómo se sienten? ¿Son cómodos? me preguntó como si me los estuviera vendiendo..
Me causó mucha gracia y me reí le respondí “Yo los siento cómodos y vos como los sentís?
“Parecen muy suaves pero tendrías que probar caminando” dijo.
“No quiero ensuciar las suelas” le comenté con sinceridad mientras trataba de adivinar su estrategia a donde conducía
De repente se arrojó al piso y me dijo “podrías utilizar mi espalda”
Me tomó por sorpresa su oferta y solo atiné a decir “Estas seguro? No será mucho peso?”
-“En absoluto. Yo soy muy fuerte. Proba, si me duele te aviso.”
“Bueno, no quiero lastimarte” le dije casi preocupada realmente por su madre y apoyé uno de mis pies sobre su espalda y a los pocos segundos logré pararme haciendo equilibrio y empecé a caminar lentamente hasta su cintura cuando llegó ahí le pregunté “estás bien?” Supuse que ahí iba a rendirse y a confesar que lo estaba matando con mi peso, pero no fue así
-“Perfectamente, pero decime si son cómodos? No te duele al caminar?
– En absoluto pero dejame que pruebe un poco más” le dije y volví a caminar hasta sus hombros y retomé cada vez con mayor seguridad. Cuando me quedaba quieta sentía como se hundían mis tacos en su espalda. Caminé cerca de 5 minutos. Probando las puntas o hundiendo los tacos para provocar en él alguna reacción. Pero todo era inútil.
Y finalmente le dije “creo que están bien. Me gustan y son cómodos. Voy a bajar” Al decir esto veo que coloca su dos manos con las palmas para arriba para que me bajara , supongo que para no ensuciar la suelas, así lo hice. Luego giré sobre ellas como pude y me senté.
-Poneme los otros zapatos por favor “ le dije.
Se volvió a arrodillar, me quite los zapatos nuevos y mientras buscaba los viejos le preguntó “Y vos como los sentistes en tu espalda, no te dolió ni un poquito? Pregunté con cierta malicia
“No, son muy suaves, deben ser muy cómodos” respondió. “Y estos que traías puesto ¿Qué tal son, cómodos? Agregó.
¿Querés probarlos? Le pregunté mientras le sonreía irónicamente.
Claro que me gustaría. Pero mientras charlamos sentimos el timbre, era mi hermana que volvía y solía salir sin las llaves. Ya me había calzado los zapatos viejos, entonces me cruzó de piernas, levanté una de ellas, y le apoyé la suela en la boca tapándosela y le dije “no digas nada y yo arreglo para que vengas a casa a probarlos. “Te parece bien?” Respondió moviendo su cabeza afirmativamente.
“Entonces quedamos así, ahora dame un beso y anda abrir la puerta rápido que debe ser tu mamá”. Antes de incorporarse me besó el lateral del zapato; no pude evitar reírme; no dejaba de sorprenderme. Luego fue corriendo abrir la puerta.
Efectivamente era mi hermana que se puso muy contenta de verme. Charlamos toda la tarde y al despedirme le dije que mandara a su hijo para su casa que iba a invitar a mis hijas (sus primas) que nunca se veían. Así quedamos.
A los pocos días vino mi sobrino a casa a almorzar. Cuando estábamos en la cocina charlando llegó una de mis hijas (mayor que mi sobrino). Siempre tuvieron una relación hermosa, para mis hijas él es casi un sobrino por la diferencia de edad. El chico le contó un poco del colegio y mi hija hizo mención a que se había convertido en todo un hombre y que le había contado lo fuerte que era. Mi sobrino disimulaba, como si no supiera de lo que hablaba con la ilusión de que yo no hubiera contado nuestro secreto, pero la verdad es que si lo había hablado con mis dos hijas y él ya se estaba dando cuenta porque su prima dijo que quería probar sus botas para ver como se sentía. “Mamá dice que es una sensación increíble y que vos te comportas como un caballero que ni siquiera dejaste que se ensuciaran las suelas de los zapatos nuevos”.
El permanecía en silencio. ¿Si el calzado es usado te comportas igual? Continuó ella. “Sí, por supuesto” respondió- Yo las tengo un poco sucias, ¿me ayudás a limpiarlas? Eso de que la ayuda a limpiarlas me pareció casi una crueldad pero los chicos son así, parecía que mi hija había decidido tomarle el pelo y no pensaba interferir en la charla; así que me disculpé y me fui a hacer unas compras.. Bueno anda que yo preparo unos mates mientras –contestó mi hija-.
Para cuando volví mi hija me dijo que habían estado bailando y habían aprendido a sentir el ritmo en el cuerpo. Todo me sonó confuso y pregunté a que se refería
-Fácil uno cuando siente la música se mueve naturalmente el que no la siente se pone debajo del que la siente y así se va transmitiendo.- respondió mi hija-
-“mira esta altura cuando siento música lo único que muevo es un pie, eso sirve?” le pregunté con ironía.
Por supuesto que sirve. Sentate que te muestro. Escuchá está música y movete naturalmente. Me dijo mi hija. Me crucé de pierna y movía el pie que colgaba.
Dirigiéndose al chico dijo “acostate en el piso boca arriba, debajo de su pie”. Lo hizo de manera que su cara quedara cerca del pie que colgaba. Ahora mirá el pie de mamá y dejate llevar. Le dijo. Mi pie pasaba pegado a su nariz e imagino que podría sentir hasta el olor de la suela. En un momento mi hija que estaba parada a un costado apoyó uno de sus pies sobre su pecho y lo movía al ritmo de la música. Yo observaba sin dejar de sorprenderme y verificando que mi sobrino era un chico de lo más manipulable y viendo como su prima jugaba con él; mientras le preguntaba, vos en que parte del cuerpo sos más sensible a la música? En la boca respondió.
Y mi prima me hizo un gesto para que bajará mi pie, así lo hice y quedé apoyada sobre su boca. Cuando hice contacto comencé a moverlo sobre sus labios; imagino que provocaría en él deseo de besar. A los pocos segundos pudimos comprobarlo; él no resistió la tentación y empezó a besar la suela, primero con timidez y luego con pasión. Al rato mi hija dijo “este ritmo no ayuda” y puso música lenta. Cuando sucedió esto interpretando la idea de mi hija empecé a mover mi pie por sus labios con suavidad y arrastraba la suela lentamente para provocar algo en él. El chico abría su boca y lentamente introduje varias veces mi taco y lo sacaba con suavidad o a veces lo dejaba un rato adentro y lo rotaba para ambos lados. Todo le producía placer mientras mi hija seguía la música apoyada en su taco que hundía y rotaba en su pecho. .
¿Vos crees que así va aprender a bailar? Le comenté a mi hija.
“No se, pero no me digas que no te da ternura viéndolo besándote con tanta pasión.” Dijo ella. Dejame que pruebe algo. – agregó-
Le pidió que se diera vuelta boca abajo, cuando estuveoen esta posición acercó su pie a su cara y le dijo que si quería podía besarlo. Él lo hizo inmediatamente y en cuanto empezó mi hija con su otro pie en mi mejilla le aplastaba el rostro contra el suelo con violencia.
Pero él seguía besando como podía. La miré a mi hija como para advertirle que podía lastimarlo pero ella aumentaba su peso y giraba su suela en su mejilla como quien apaga un cigarrillo. En algún momento le preguntó si le dolía y el chico respondió que no. Luego si le gustaba y le dijo que sí. Estuvo varios minutos haciendo esto mientras él besaba su otro pie. Al rato le dijo que se de vuelta boca arriba, en cuanto estuvo en esta posición ella apoyó un pie en su boca y bailó con todo su cuerpo. Era todo un espectáculo ver la coreografía de mi hija bailar apoyada sobre su boca. Mi sobrino le besaba y lamía la suela con todo gusto, de vez en cuando ella retiraba su pie y él trataba de levantarse pero ella apoyaba su otro pie en su boca y le hacía una seña con la mano de negación mientras movías sus caderas.
En un momento dejó su cabeza entre sus dos pies y bailó mientras golpeaba su cara. Me asusté un poco y le dije “cuidado lo vas lastimar” pero mi hija me dijo que ahora estaba sintiendo el ritmo. De vez en cuando apoyaba su taco en su frente y la suela sobre la boca, provocándole besarla. Así estuvo durante 3 minutos luego de repente salió caminando sobre su pecho, y su presión provocó que el chico se doblara en dos. Grité “cuidado”. Pero mi hija pasó rápidamente y dijo “ya está bien, fue solo un susto”; y era cierto. Mientras sucedía esto empezó a llover. Me pareció que ya tenía bastante y que era momento de una charla así que invité con unos mates.
Una vez sentado en la mesa le pregunté si se sentía bien y me dijo que estupendo. Mientras la lluvia aumentaba y decidí ir a sacar la ropa que estaba colgada en el patio; salí bajo la lluvia sin un paraguas, atrás salió mi hija y el chico nos acompañó, Los tres bajo la lluvia rescatamos la ropa lo más rápido posible y corrimos a la casa, el primero en llegar a resguardo fue mi sobrino nos esperó. Nos quedamos bajo un alero sin entrar. Yo les dije “no vayan a pisar la cocina que está recién encerada, esperen acá que trato de conseguir un trapo para limpiarnos los pies. Pero la verdad es que no había un trapo cerca y no se iban ha quedar esperando todo el día hasta que se secaran los zapatos. Hasta que mi hija propuso “y si lo usamos a él (por mí sobrino) de felpudito y nos limpiamos las suelas en su espalda?”.
“Eso es muy cruel” comenté.
“No, me encantaría servirles”, respondió rápidamente.
Y se acostó en el piso delante de la entrada. Con mi hija nos miramos y ella con un gesto me cedió el paso. Primero pasé yo; me paré en su espalda y empecé a arrastrar las suelas para secarlas, mientras decía “la verdad que es una gran cosa tenerte en casa” obviamente estaba siendo irónica y no podía soltar la carcajada. Tardé menos de un minuto. Luego subió mi hija y repitió la operación agregándole algunos pequeños golpes para sacudirse el barro. “Vas a tener que limpiármelos igual, me embarre un poco. “ Le dijo. Se bajó y acercó un pie a su cara, de inmediato empezó a lamerle los bordes de la bota donde efectivamente había quedado barro. Lo hizo por todos lados de la bota hasta levanto un poco el pie y limpió las suelas.
Cuando quedaron limpias de barro, volvió a pararse en su espalda y dijo. “muy bien ahora solo hay que secarlas” y arrastro sus suelas hasta dejarlas secas. Luego se bajo y se reunió conmigo a continuar con los mates. Al rato llegó mi otra hija, ella es la mayor de las dos. No la dejé entrar porque la vi toda mojada y no iba a permitir que mojaran el piso. La detuve y le dije que antes se limpiara los zapatos en el felpudo. “pero si no hay ningún felpudo se quejó mi hija”. Lo miré a mi sobrino y fue a saludar a su prima afuera, la que lo recibió con un beso y un abrazo que casi lo ahoga (siempre fue muy cariñosa). Luego su hermana le dijo mirá lo que sabe hacer nuestro primito y este se arrojó al piso frente a la puerta. Mi hija menor se paró fue directamente hacia su hermana para saludarla pero se paró en la espalda de su primo para hacerlo. “Que hacés, estás loca? Reaccionó la mayor-”No ya lo hicimos varias veces y a él le gusta”, Además lo usamos de felpudo para no ensuciarle los pisos a mamá y ella contenta.
Mientras comentaba esto se encontraba parada sobre su espalda. Luego bajó e ingresó a la cocina invitando a su hermana mayor a que se limpiara en su espalda. Esta se subió y arrastró con fuerza sus suelas, llevaba opuesto unos zapatos cerrados de tacos de unos 7 cm. Los cuales imagino que el chico podía sentir en la espalda. Esto duró 1 minuto aproximadamente luego bajo le estiró sus brazos para levantarlo y lo abrazó como siempre mientras le decía “que dulce, mi hombrecito”. Fuimos todos a sentarnos y tomar unos mates.
Cuando estábamos reunidos alrededor de la mesa dirigiéndome a mi hija mayor dije ” no te creas que tu primo solo es fuerte además es todo un caballero. Hoy nos limpió a tu hermana y a mí el calzado”, mientras mi hija menor le mostraba su bota lustrada. “Que bien comento la mayor “ y mirándolo le dijo “me limpiarías los zapatos que se salpicaron con la lluvia?”
“Sí, me encantaría” le respondió. Se agachó y fue por debajo de la mesa. Las tres nos miramos y reímos. Ella estaba cruzada de piernas, mientras se asomó por debajo de la mesa para mirar a su primo y dijo con cara de sorpresa, está lamiéndome el zapato!.
En un momento el chico se tiro boca arriba para poder limpiarle la suela y ella apoyó su taco en su frente y la suela en su boca. Vimos como la besaba y pasaba la lengua por su suela con pasión. A veces levantaba su pie apoyándose sobre su taco que estaba en su frente, el cual se hundía. “te voy a dejar una marca de familia” dijo mi hija riéndose y comenzó a presionar con fuerza su taco en su frente. Yo no le decía nada pero me parece que eso debería doler y me preocupaba que quedara marcado. “Mira que no quiero que tu tía se enoje conmigo por devolverlo marcado” le dije a mi hija. Inmediatamente ella retiró su pie y le pidió que me incorporara. Mi hija menor dijo “esta un poco marcado pero para mañana ya no se le va a ver” y continuó “la idea de dejarle la marca de la familia me gusto pero no puede ser tan a la vista”. Luego le pregunto donde me gustaría tener una marca para acordarse de ellas y el dijo “en mi panza, así la puedo ver”. “Muy bien dijo mi hija mayor; acostate acá entre nosotras”. Así lo hizo quedando cada una de mis primas a un lado de su cuerpo y yo cerca de su cabeza. “Mamá apoyá tu pie sobre él como hiciste antes” me dijo mi hija menor.
Coloqué mi pie en la boca e inmediatamente empezó a besar la suela. Luego la menor le levanto la remera y ambas tocaban su vientre con sus manos acariciándolo (esto se que le gustaba mucho). Luego vi que un taco se hundía y rotaba, era el de mi hija mayor, luego sentí el otro que hacía lo mismo (era el de mi hija menor). “Haber quién llega más adentro” dijo la menor compitiendo con la mayor. Ambas hacían fuerza. Mientras el me besaba la suela y yo trataba de retar a mis hijas diciéndoles que tengan cuidado que tenía que devolverlo entero. Mientras yo movía mi pie sobre su boca pensando que esto ayudaría a soportar la situación de él. Esto duró como 5 minutos. Finalmente cuando consideraron que estaban bien las marcas empezaron a compararlas. Ayudaron a levantarlo. La menor lo abrazó con fuerza y lo besó en al boca y le dijo “es todo un hombre, ni siquiera se quejo”. “a ver mostrame tu panza” dijo la mayor, él se expuso delante de ellas levantándose la remera para que vieran las dos marcas que tenia; eran dos círculo colorados de diferente tamaño acorde al grosor de los tacos de mis hijas. “Están lindos, pero en unos días se van, ¿no querés algo que te dure más tiempo? Preguntó la menor. “Me encantaría” respondí entusiasmado. Me hicieron acostar igual que la otra vez y la mayor me dijo que lo sujetara como antes pero con más fuerza. Asi que primero apoyé un píe en su frente y luego el otro en su boca como antes. Ahora estaba debajo de mis dos pies. Realmente sentiría mi peso, además que los movia.
De repente vi que mi hija menor se había parado encima; desde esa posición busco la marca de su taco y lo hundió nuevamente para hacerlo más profundo. Así estuvo como 3 minutos. Luego se bajo y subió su hermana, la cual era más pesada y llevaba tacos más altos ; mientras continuaba pisoteándole la cara y arrastrando mi suela por su labios sin darle oportunidad de quejarse sin importaba lo que hicieran. Mi otra hija repitió la operación de su hermana y a los pocos minutos bajo de su pecho y dijo “creo que ya están; estas marcas le van a durar por un tiempo” ¿Y terminaron? Pregunté “Sí respondió mi hija menor mientras apoyaba un pie entre su piernas pisándole la ingle.
Entonces retiré los pies de su cara dejándolo con la lengua afuera en busca de mis suelas. Todas rieron y yo le dije “mira que te gusta, te voy a traer todas las semanas para que juegues con tus primas”. Mientras mi hija menor moviendo su pie apoyado en su ingle comento además no sufrió ningún dolor. “No por que soy fuerte” comentó el chico. Ella se río y dijo. “No es porque sos fuerte. Es por que te excitas y eso hace que no sientas el dolor” y retorció su pie sobre su entrepiernas
Me gusto mucho seguirás con el relato si es así me gustaría contactar contigo