Una travesti colombiana me sodomizó y me hizo su perra. Historia real. Pt. 1.
Luego de haber sido culiado por una travesti colombiana, volví para ser culiado otra vez por ella, listo para chuparle la pija y tomarme su leche. .
Llegué a la casa del travesti, un departamento modesto en un subterráneo, pero bien cuidado en una calle tranquila del centro de Santiago de Chile. El sol se estaba poniendo, proyectando largas sombras que bailaban al ritmo de la suave brisa. Cuando me acerqué a la puerta, se abrió, revelando a la travesti, una figura llamativa con ropa deportiva ajustada. Mis ojos se sintieron inmediatamente atraídos por el prominente bulto en la entrepierna de sus leggings, un apéndice monstruoso que era inconfundible. De hecho, su ropa deportiva delineaba con perfección el contorno de su pene y la envergadura del mismo. Ya lo había tenido adentro mío antes, pero ver su bulto hizo que mis fantasías empezaran a girar en mi cabeza. Sentí deseos de arrodillarme en el umbral de su puerta. Se lo hubiese chupado ahí mismo, pero contuve mis ganas y pasé a su departamento.
No pude evitar seguir mirando la forma de su pene. Era algo hipnótico. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras trataba de procesar la idea de que el gran tamaño del pene que veía estuvo erecto y sin condón en mi culo. Me había preñado y quería que me preñara de nuevo. El recuerdo de su leche en mi me excitaba. Nunca había antes permitido ser sodomizado sin protección. El travesti, al notar mi mirada, simplemente sonrió y dijo:
-¿Te gusta lo que ves? Entra, he estado esperando por ti. Culiamos tan rico la última vez-. Empecé a recordar el sabor de su semen. No era ácido. De hecho, era muy agradable y no me costó tragármelo aquella vez. Mis ojos quedaron fijos en su bulto, grueso e intimidante.
Cerró la puerta detrás de mí, el clic de la puerta resonó. Sentí que estaba atrapado. Supe que no podría salir de ahí sin ser sodomizado y reducido a un esclavo sexual, a una mascota. Era una emoción que me excitaba. Imaginé como sería estar atado, contra la pared, su pija amenazando mi culo.
-Sígueme-, dijo ella, llevándome hacia la cama. Podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, y mi mente era un torbellino de pensamientos y preguntas. ¿En qué me había metido? Y lo más importante, ¿podría manejarlo otra vez?. Ya lo había hecho, no sin cierto dolor, pero esa sensación de dolor me había traído de vuelta a ella. A ser subyugado por su pija dominante. Fui su perra aquella vez. Y quería serlo de nuevo.
Cuando llegamos a la cama, mis ojos se desviaron hacia su imponente protuberancia. La habitación a la que me condujo era un estudio, con ropa desordenada, algo de comida en la mesa y una cerveza a medio beber, seguramente recuerdo de la noche anterior. Ella se sentó, la silla crujió bajo su peso, y me hizo un gesto para que tomara asiento frente a ella. Me senté al borde de la silla, sin apartar los ojos de los suyos, tratando de ignorar la vista distractora entre sus piernas.
-Volviste, chileno- Me dijo – Te gustó mi pija- Dijo con autoridad.
-¿Volviste por mi pija, chileno? preguntó, con voz baja y ronroneante.
No pude evitar sentirme atraído por ella, aunque sabía que no debía ceder a sus encantos. Pero, ¿cómo resistirme a su seducción? Mi cuerpo respondió por mí, sintiendo un cosquilleo en la piel que delataba mi excitación. Ella se dio cuenta y esbozó una sonrisa triunfal. «Sabía que no podrías resistirte», dijo, acercándose a mí. Su aliento era cálido y olía a menta. «¿Quieres tocarla de nuevo?», preguntó, guiando mi mano hacia su entrepierna. Me quedé helado, mi mano a centímetros de su cuerpo. La miré a los ojos, buscando alguna señal de duda o arrepentimiento, pero solo encontré determinación y un brillo de desafío. Tragué saliva, intentando mantener la compostura.
-Normalmente no recibo visitantes que reaccionen como lo hiciste tú. Te la comiste como un salvaje- Dijo. Tragué saliva con fuerza, mi boca de repente estaba seca.
-Jejeje… lo que tienes es increíble. Quería verlo otra vez. Dije con un tono sumiso. Ella se rió, recostándose en su silla.
-Oh, de verdad te gustó mi pija. Dijo. Luego siguió. -Cuando me ven la pija dura la mayoría de mis clientes o sienten curiosidad o miedo. Tú pareces… diferente, parece que verdad deseas mi pija. Lo notó en tu piel. Estás caliente- Dijo. Saber que había detectado mis ganas de chupársela me generó un poco de vergüenza, como si me hubiese desnudado en público. Respiré hondo, reuniendo el valor para expresar mi pensamiento.
-No soy como la mayoría de las personas. No estoy aquí de vuelta para mirar con asombro ni tener miedo. Estoy aquí porque… porque lo quiero. Quiero chuparte la pija como nadie antes. Quiero ponértela bien dura y metérmela en el culo-
Ella miró sorprendida con mi franqueza. Para darle a entender la seriedad de mis palabras, empecé a sobar su pene con mis manos. No separé mis ojos de los de ella. Quería excitarla de verdad, para que cuando llegara el momento ella fuera un animal celando a su hembra. Yo quería ser su hembra, ser sumisa, abandonar todo control.
Fin parte 1. En el próximo capítulo les contaré cómo la travesti colombiana me culió.
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