Vida En La Ciudad
Sigo contando sobre mis experiencias vouyeristas, alcanzando la libertad me volví más pervertido.
Estoy de vuelta después de tanto tiempo. Continuando con mis anécdotas como vouyerista. En mis relatos pasados podrán saber como fue que me entro ese morbo de ver a las personas desnudas, ropa interior o situaciones incómodas para ellos que a mi me causan placer.
La vida en el pueblo me encantaba, porque la gente era más liberal, sin tantos tabúes. Ahí desarrolle mi lado morboso. Viví grandes experiencias que siempre voy a atesorar. Al llegar a la ciudad, la vida era totalmente opuesta. Aparte que las cosas eran más movidas, por el tipo de vida. Habían más asuntos legales, ahí si uno acosaba a una chica, rápidamente se sabía en cambio en los pueblos, podías hacerlo a gusto.
Llegué a mi nuevo hogar un día Viernes. Mis papás habían adquirido una casa en un barrio de clase media en mi antigua ciudad. Literal era el chico nuevo que empezaría su vida desde cero. No tenía conocidos o amigos cercanos. Y en aquel entonces comenzaban en su apogeo las redes sociales y medios de comunicación más sencillos para personas como yo. Al ser nuevos en el lugar, aun no teníamos internet, y no tenía computadora. Por lo que me distraía viendo televisión y subiendo al techo a hacerme tonto.
Con la llegada de la pubertad me volvía más morboso. Me excitaba ver colgada la ropa interior de las vecinas e imaginarme como se verían usándolas. Mi imaginación desde pequeño me ayudaba a darme autoplacer. Así que en el techo me masturbaba viendo las prendas. Cómo estaban algo lejos no podía robarlas.
Faltaban varios días para entrar a clases, hasta en la escuela podía hacer amigos. Mientras tanto me tenía que acostumbrar a mi soledad. Mis papás trabajaban y me quedaba solo en las tardes. Lo cuál era perfecto para buscar los medios de excitarme yo mismo. A veces con la ropa de los vecinos o con mi imaginación. Era tanto mi morbo que ya no solo me excitaban las prendas femeninas, también tuve cierta curiosidad por algunas prendas masculinas que pensé se verían sexys en algunas personas. Pero mi fuerte siempre han sido las mujeres. El género más dificíl para esta vida vouyerista.
Claro que era fácil ver mujeres desnudas o semi desnudas en televisión, redes sociales, revistas, fotos, pero nada se compara al tenerlas en vivo. Me genera un placer único. Para mi mala suerte, en el barrio parecía que solo había una niña de unos nueve años. La cuál su mamá lavaba sus calzoncitos con dibujitos, y moñitos. Colgaba en el tendedero y me ayudaban a inspirarme para hacerme una buena chaqueta como llaman a masturbarse.
Nadie en el barrio se imaginaba que un chico de trece con una mente tan pervertida estaba buscando la oportunidad de presenciar algo que le cause placer. Actuaba como un chico bueno con los vecinos, pero dentro de mí quería ver a las señoras desnudas o en calzones aunque sea. Me estaba volviendo un maníaco sexual.
Me estaba resignando que las cosas iban a ser así y que mi oportunidad llegaría al entrar a clases. Hasta que una tarde las cosas pintaron a mi favor. Como muy seguido, me encontraba en mi techo como a eso del medio día. El calor de verano era insoportable. Escuche un sonido de agua y algunas risas con algunas palabras groseras. Provenían de los vecinos de atrás. Como mi casa era alta, tenía la posibilidad de ver la casa del lado izquierdo y la parte trasera. La derecha tenía una enorme barda que no permitía ver nada.
Obviamente decidí asomarme y me encuentro con el hijo mayor de mis vecinos y un amigo de su edad, jugando en el tinaco de su casa. Los dos estaban en ropa interior nada más. Por fin después de tanto tiempo, podía disfrutar el ver a alguien en paños menores. Aunque aquello no era un asunto sexual, mi mente se programo para convertirlo en un show de perversión. Suficiente era verlos a ambos en esas diminutas prendas.
El chico que era mi vecino de nombre Oscar, tenía puesta una truza gris, que al mojarse tanto con el agua, se le pegaba al cuerpo, que se podía ver perfectamente la raya en su trasero y unas nalgas algo trabajadas. Tenía unas piernas enormes, que le lucían perfectas con aquella truza. Mientras que su amigo vestía un boxer negro con rojo, algo corto, pero mostrando menos piel que Oscar. Los dos eran flacos y altos, casi como Alex. Enseguida recordé a mi viejo amigo del Pueblo y a mi mejor amigo Felipe.
Los dos estaban jugando y refrescándose del calor. Repito que aunque eso no tenía ningún toque sexual, por mi mente pervertida comencé a excitarme. Me baje el short que traía puesto y mi truza. Para frotar mi pene contra el suelo del techo mientras veía a Oscar y a su amigo. Yo sabía que no era algo correcto lo que estaba haciendo y más el hecho de que los hombres no me atraían sexualmente. Pero no podía evitar aquel morbo. Las cosas subieron más de tono, cuando el amigo de mi vecino lo toma de la truza y le hace un calzón chino, levantando su prenda con fuerza y dejando ver su enorme par de nalgas. Sin saberlo me estaban dando un show. Oscar lo tomo como a broma, para luego golpearlo jugando como venganza. Ya tenía esa imagen en la cabeza y poco después me vine. Me limpie con mi ropa y después seguí viendo un poco más hasta que me aburrí y baje.
Ver aquello, me dio curiosidad por conocer a Oscar. Tenía que aprovechar a alguien tan cercano para poder verle en otras situaciones. Ya lo había visto cuándo iba a la tienda o algo, pero solo lo saludaba y ya. Así que una tarde me lo encontré yendo a la tienda y esta vez le hice algo de plática. Quería sacar como sea el tema de lo del techo para ver su reacción. Sin dudarlo le dije y lo primero que hizo fue preguntarme si lo había visto en calzones. Le fui honesto y se río con algo de pena diciéndome: «chale, me viste en tanga». También me reí para darle algo de pena, ese tipo de sentimiento avergonzante me encantaba. Le pregunto sobre su amigo y me contó de él. Eric su mejor amigo desde muy niños. Indagando más me entere que tenía dieciséis años y llevaba casi toda su vida viviendo en aquel barrio. Se notaba algo aburrido de mí y se despidió para volver a su casa.
Pero era tanta mi desesperación por ver más de él. Como que se volvió mi primera obsesión en el vouyer, no entendía el porque entre más se complicaba algo más me llamaba la atención. Me puse una meta que antes de volver a clases lo vería en una situación similar o de plano sin ropa. Eso solo sería mis primeros pasos al mundo vouyerista en la ciudad. Pronto les contaré más cosas sucedidas.
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