1,2,3… ¿CUANTOS ME USARON DE NIÑO?

La infancia de un niño cualquiera entre hombres.
Podría decir que mi infancia transcurrió entre la escuela, las colonias de verano y la calle. Mi madre me dejó al cuidado de mi abuela y ella ya tenía suficiente con mi abuelo.  Del colegio a casa a comer y a la hora de la siesta iba a la calle a jugar solo o con otros niños. Pero la calle no fue el principio.

Todo comenzó el verano en que cumpliría 8 años. Fueron mis primeras colonias de aquel verano en que aprendí a nadar a aguantar y a callar.

Junto a las colonias había un vivero de plantas y uno de sus trabajadores pudo verme chupándosela a un monitor. Lo sé porque lo utilizó para sus fines.

Recuerdo que el monitor era un chico muy agradable de unos 19 años y creo que le fue muy fácil seleccionarme y convencerme. No sé cómo lo hizo, de él básicamente recuerdo su polla en mi boca y la extraña sensación de hacer algo prohibido.  Después de comer, a la hora de descanso, íbamos detrás de uno de los hinvernaderos del vivero de plantas. Se sacaba la polla por la pernera del short y yo ahí, agachado recibiendo su hombría hasta que me llenaba el culito con su leche.

De alguna manera quedé seducido por su personalidad o simplemente era tonto y me creí que con sus vitaminas iba a crecer fuerte y no tener miedo a nada, al menos la primera vez. Yo creo que nada más empezar a chupar ya me quedé dependiente de esa sensación que no sé describir. Me gustaba tanto el acto de chupar y recibir mis vitaminas como la satisfacción de ser valorado.

Como decía, detrás del invernadero me enculaba con delicadeza, supongo, ya que no conservo ningún recuerdo de forzamiento.

-Muy bien, lo estás haciendo muy bien. Aguanta un poquito que ya te doy mis vitaminas- Me decía

No protestaba, casi no lloraba esperando el momento en que el dolor fuerte se pasaba y llegaba otro mas soportable mezclado con un placer desconocido hasta entonces para mí.

A Homar lo conocí un viernes cuando fui a la zona de hivernaderos a coger algunas de las flores que desechaban. Homar me vio y me acusó de ladrón. Si no quería que me delatara sólo tenía que chupársela. Al principio tuve miedo pero su polla oscura me hipnotizó y me quedé embobado mientras veía cómo crecía en su mano izquierda.

-¡Dale, chúpamela!

No tuve que agacharme mucho para meter en mi boca su polla. Me supo saladita al principio e infatigable. Cuando me cansé no vi tan mal que quisiera acabar en mi culito. Calculé mal, la inexperiencia. No valoré la diferencia de tamaño en relación a la del monitor. Para cuando me di cuenta ya estaba a su entera disposición. Ya se había abierto camino con la punta de su polla, pero no, no podía conformarse con aquello, tuvo que enterrarla más y más.

Cómo calcular si te ha metido la mitad o no con 8 años por cumplir. Lo intenté. No pude mantenerme en silencio, pero mi grito inicial quedó amortiguado con su mano. Acercó su cara a mi cabeza y me susurró …

-Vi como el monitor te folla cada día fuera del hinvernadeo. Sé que ya la aguantas bien. Ya te acostumbrarás.

Imagina a Homar viendo a través de los plásticos una silueta adulta  en movimiento y otra, la mía, agachada temblorosa al compás de sus movimientos. Apretaba tanto mi cara que de mis ojos salían lagrimitas cuando me la enterraba.

Saberme descubierto bastó para que apretara los dientes una vez más y esperar a que llegara ese momento en que me empezaba a gustar y compensaba el dolor vivido hasta entonces, era increíble como se me olvidaba lo que me costaba aguantar cuando el placer llegaba.

Aquella primera vez con Homar no llegó. No terminé con ganas de más. Me quedé bien marcado. Digo marcado literalmente y de forma figurada. No entraré en detalles del estado en que quedó mi ojete, pero díganme ¿Cómo se explica que a los pocos días volviera al vivero con intenciones de encontrarle?