1,2,3… ¿Cuántos me usaron de niño? 4
Empieza la vida descontrolada de un niño.
Como ya apunté mi tío disfrutó de mi culo durante unos 3 años. Después de que mi culo se acostumbró a su tremenda polla, al menos para mí a esa edad, ya no me llevaba a lugares apartados para follarme. Cuando tenía ganas porque no había tenido suerte con alguna mujer se metía en mi cama, empujaba mi cabeza bajo las sábanas y a chupar como un desesperado. Digo desesperado porque era lo que más me gustaba y porque cuanto más tiempo trabajaba mi boca menos lo hacía mi culo, que aunque acostumbrado ya a su tamaño terminaba dolorido. Sólo recuerdo una ocasión en pleno día en el patio de la casa. Fue un domingo por la mañana, mi abuela como de costumbre se fue a misa de 10 y después solía conversar durante un tiempo con sus amigas y vecinos del pueblo. Calculado o no, la verdad es que mi tío dispuso de bastante tiempo para bajarse la calentura matinal con la que se levantó.
Yo estaba distraído en el patio y de repente apareció con una enorme carpa. Sin mediar palabra agarró una silla y me indicó con la cabeza que le siguiera. El corazón se me puso a mil por lo inesperado de la situación, por el lugar o por la posibilidad de ser descubiertos por mi abuela, no sé. Le seguí hasta debajo de una vieja higuera cuyas ramas llegaban hasta el suelo. Aparté unas ramas para meterme debajo y allí encontré a mi tío sentado con las piernas abiertas dejando ver sus huevos peludos y el mástil de carne que tanto me gustaba chupar. Encendió un cigarrillo y me dijo que me apresurara ya que no teníamos todo el día.
Me arrodillé y empecé a chupar aquella polla como había aprendido, chupadas bien profundas hasta que notaba que las arcadas no me permitían meter más. Es asombroso como el culo y también la garganta de un niño se ensanchan lo suficiente como para dar cabida a pollas invasoras deseosas de derramarse. Como decía chupé y chupé y con felicidad escuchaba sus jadeos mientras yo hacía mi trabajo. Cuando necesitaba una bocanada de aire apartaba su polla de mi boca un segundo y le miraba buscando algún signo de aprobación, pero él volvía a empujar mi cabeza para que continuara con mi labor. No sé cuanto tiempo estuve allí arrodillado. Me dolían las rodillas, la mandíbula y la garganta. Quería que se levantara y me empezara a follar para descansar las partes de mi cuerpo atormentadas, pero ese momento no llegaba. Cuando estaba que no podía más, a punto de rebelarme y decirle que estaba cansado empezó a soltar su leche que inundó mi boca, tragué y exhausto me quedé en el suelo mientras él se levantó y allí me dejó. Recuerdo en especial esa vez porque fue la única vez que me tragué toda su leche, Me encantó volver a saborear ese líquido espeso de sabor extraño y símbolo del trabajo bien hecho.
Durante esos años mi tío se ausentaba en ocasiones o tenía sus conquistas así que se podría decir que sus folladas eran más o menos frecuentes.
El verano en que cumpliría los 10 años mi vida sexual se incrementó notablemente, tanto que me resulta imposible llevar la cuenta o el orden de las pollas que pasaron por mi boca y mi culo. Ese verano comprobé la inmensa variedad de formas, tamaños, colores, olores y sabores.
Verán, el destino me llevó al bosquecillo donde mi tío me penetró por primera vez. Me sentía un explorador de película en aquel lugar, en mi imaginación buscaba el lugar ideal para construirme un refugio y jugar. Caminando, caminando llegué al final del bosque que lindaba con la carretera de servidumbre que corría paralela a la general. A unos metros de donde yo estaba había una zona que se usaba como aparcamiento de camiones, furgonetas y coches de paso además de los vehículos de los que trabajaban en la gasolinera y la cafetería.
Me impresionó el tamaño de un camión aparcado y fui a verlo de cerca. Al darle la vuelta por la parte de la cabina me llevé una sorpresa al ver a un hombre orinar. Para cuando se la sacudió yo ya estaba pasmado. Se la guardó y se fue a la cafetería. Me quedé en el lugar atontado, esperando no sé que. De repente salió de la cafetería y al verme me hizo un ademán con la mano y se metió entre los arbustos. Le seguí y obtuve mi recompensa, una polla dura de tamaño ideal para mi boca. La chupé con ganas, tanto que aveces me olvidaba de respirar. Me encantó obtener mi objetivo, una buena ración de lefa caliente y sabrosa.
-Espera aquí, te mereces un premio.
Esperé unos momentos y mi premio fue una botella de coca cola que trajo con su joven ayudante.
-Sé bueno y enséñale a mi amigo lo que sabes hacer.
El señor se fue y el joven se desabrochó el pantalón. Me agaché y nada mas meterme su polla en la boca empezó a suspirar.
Jadeaba con cada chupada que le daba y al poco rato me advirtió de que se iba a correr, me pareció un detalle por su parte, e hizo un movimiento como para retirarse pero yo seguí con mi trabajo, no me iba a quedar sin premio. Cielos, ¡qué corrida! Fue la vez que más me llenaron la boca, tanto largó que casi no pude tragar. Nunca más en mi vida encontré una polla que escupiera semejante cantidad de leche.
Ese lugar se convirtió en mi objetivo durante todo el verano. Debía estar en casa a la hora de la comida y la merienda y mi tío disponía de mí, si se le antojaba, por las noches. Así que nada mas desayunar me encaminaba al lugar y también iba por la tarde.
Muchos hombres y jóvenes ocuparon el verano. Hubo momentos aburridos, días improductivos, pero también momentos gloriosos y otros apurados.
Además de esa primera vez con los camioneros mis recuerdos mas notables son 2:
El primero tiene relación con el olor. En una de mis aventuras en el bosquecillo topé con un hombre cuyo olor a sudor fresco me encantó. Olía a sudor fresco, limpio. No creo que tuviera más de 30 años, un hombre normal, sin rasgos que le hicieran destacar, pero ese aroma me resultaba adictivo. Engullía su polla al máximo para que mi nariz tocara su bello púbico y su aroma me impregnara. No me veía harto.
El segundo tiene otros matices y fue el resultado de otra mala decisión. Me subí a la caja de un camión con un hombre con el que ya había estado. El camión se puso en marcha. Me asusté. El camionero me dijo buscaba un lugar más tranquilo y que me traerían de vuelta.
Cuando se detuvo ya nos habíamos desnudado y yo llevaba un rato chupándosela. Yo estaba a lo mío disfrutando de su polla y de como me untaba el culo con su saliva y zas sin previo aviso me enculan.
¿Cómo era posible si todavía se la estaba chupando?
¡Qué estúpido se puede llegar a ser! ¿Mi imaginación infantil me hizo creer que el camión andaba solo?
Ríanse, pero yo no entendí nada. Me adapté a la situación chupé con ganas y aguanté como un campeón el intruso invisible que horadaba mi culo. No estaba tan mal por delante y detrás a la vez. ¡¡¡tonto!!!
Qué rico ya se corrió el de atrás y este no puede tardar mucho y …
-AAAH
¿Qué pasó?
Otro invasor invisible a mis ojos intentaba adentrarse en un ojete cedido peo no apto para su tamaño.
A mi cuerpo y memoria volvieron recuerdos de tiempos anteriores, tiempos de adaptación y también un olor que me resultó familiar. Un pañuelo empapado en aquel olor tapó mi boca y nariz. Esa cosa que me dio mi tío tiempo atrás llegó a mi rescate. Obró milagros. Me dejé hacer, dejé que ese monstruo entrara en mí. Dejé es un decir… mi resistencia aminoró, las paredes de mi ano se ensancharon una vez más. Lo peor era cuando entraba y tocaba con algo en mi interior que ese líquido no lograba adormecer.
-Aaah, aah, ahh
Voces a mi alrededor que alientan a mi violador a enterrarla toda.
No recuerdo mas.
Que rico penetrar un culito de 10 años
me hubiera encantado ser ese niño violado y disfrutar de unas buenas vergas gruesas
Soy mujer y aun así me excito tu relato.