ATENCION: Contenido para adultos (+18), si eres menor de edad abandona este sitio.
Sexo Sin Tabues 3.0
  • Inicio
  • Relatos Eróticos
    • Publicar un relato erótico
    • Últimos relatos
    • Categorías de relatos eróticos
    • Buscar relatos
    • Relatos mas leidos
    • Relatos mas votados
    • Relatos favoritos
    • Mis relatos
    • Cómo escribir un relato erótico
  • Menú Menú
1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (33 votos)
Cargando...
Gays, Voyeur / Exhibicionismo

14 y 17 en el Vestidor

Ahí, frente a mí, que intentaba taparme como podía con las manos, los dos se quitaron sus trajes de baño sin ningún pudor y se metieron a las duchas contiguas: Leo a mi izquierda y Martín a mi derecha..
Hola morbosos! Este es mi primer relato. Desde hace algunos años entro a esta página para disfrutar de un buen momento erótico en el que puedo imaginarme todo a mi gusto. En esta ocasión, soy yo quien les trae una historia 100% real que me sucedió hace ya algunos años. Hoy con 41 años, aún la recuerdo y me excita como si hubiera sido ayer.

Que lo disfruten.

«EN EL VESTIDOR»

A mis 17 años, pesaba 105 kilos y mis papás me habían metido a clases de natación para bajar de peso a algo más saludable. Siempre he sido gordo, y ese era uno de mis tantos intentos por cambiar eso. Escogí el horario de las 7 de la tarde en un club de natación con una alberca semi olímpica, un lugar que apestaba a cloro y resonaba con el eco de las risas y los chapoteos. Me asignaron al grupo de 14 a 18 años, y ahí conocí a Leo y a Martín, dos morritos de 14 años que estudiaban juntos y también entrenaban juntos, eran mejores amigos inseparables.

Martín era muy blanco, casi fantasmal, y súper delgado, con una vibra tímida que lo hacía pasar desapercibido. Leo, en cambio, era todo lo contrario: más alto, medía como 1.75, con una piel morena que brillaba bajo las luces de la alberca, brazos fuertes para su edad y una pancita que le daba un toque especial, sexy, que me atrapó desde el primer día que lo vi. Su cabello negro estaba siempre mojado y despeinado después de nadar, y sus ojos café oscuro tenían una chispa traviesa que me ponía nervioso cada vez que me miraba.

Al principio, no les hacía mucho caso. Me sentía un poco fuera de lugar, con mi cuerpo grande y chubby, mientras ellos parecían tan seguros de sí mismos. Pensaba que no tendríamos nada en común, pero un día los escuché hablando de un grupo musical que a mí también me gustaba, que daría un concierto el siguiente fin de semana. Me acerqué a preguntarles los detalles, y ahí supe sus nombres. A partir de ese momento, cada día nos saludábamos en la alberca, entrenábamos cada quien en lo suyo, pero poco a poco empezamos a hablar más y más. Nos reíamos, hacíamos bromas, y a veces nos regañaban por echar desmadre y no hacer los ejercicios como debíamos. La confianza fue creciendo, y aunque Martín siempre estaba ahí, yo no podía evitar notar cómo Leo me miraba de reojo, con una sonrisa que me hacía sentir un cosquilleo en el estómago.

Ellos terminaban su práctica media hora antes que yo, así que cuando yo salía de la alberca, el vestidor solía estar vacío. Pero ese día los habían castigado por llegar tarde, y salieron 10 minutos después que yo. Entré al vestidor empapado, con mi traje de baño ajustado marcando que marcaba aún más el tamaño de mis nalgas, mi pecho que a los 17 ya tenía bastante pelo, goteanba agua y mi panza siempre a la vista. Me sentía cansado pero relajado después del entrenamiento, y me quité el traje de baño para meterme a las regaderas. Eran tres duchas separadas por paredes de cristal opaco, supuestamente para dar privacidad, pero que se volvían transparentes al mojarse, algo que descubriría de la manera más inesperada.

Estaba en la ducha del centro, dejando que el agua caliente cayera sobre mi cuerpo relajando mis músculos, cuando escuché la puerta del vestidor abrirse y las risas de Leo y Martín entrando. Me puse nervioso de inmediato, mi corazón latiendo a mil, pero no me dieron tiempo de hacer nada. Ahí, frente a mí, que intentaba taparme como podía con las manos, los dos se quitaron sus trajes de baño sin ningún pudor y se metieron a las duchas contiguas: Leo a mi izquierda y Martín a mi derecha.

A través del cristal borroso, podía ver sus siluetas mientras el agua comenzaba a caer sobre ellos. Leo, a mi izquierda, tenía esa piel morena que brillaba con cada gota, sus brazos fuertes flexionándose mientras se tallaba fuertemente la cabeza con el shampoo. Su pancita se veía aún más sexy con el agua corriendo por su abdomen, y sus piernas musculosas, cubiertas de un vello corto y oscuro, parecían más definidas bajo el vapor. Su pene, flácido pero imponente, colgaba con un peso que me dejó hipnotizado: unos 14 cm sin estar erecto, con una cabeza y tronco bastante gruesos y un prepucio que lo cubría parcialmente, rodeado de vellos negros que parecían perfectamente recortados. El agua resbalaba por su cuerpo, haciendo que cada curva y cada detalle se viera más sensual.

Martín, a mi derecha, era todo lo opuesto. Su piel blanca, casi translúcida, contrastaba con el vapor de la ducha, dándole un aire casi etéreo. Era muy delgado, con una cintura estrecha y unas piernas largas pero sin mucho músculo, cubiertas de un vello rubio casi imperceptible. Su pene era más pequeño, unos 11 cm flácido, con una cabeza rosada que sobresalía de un prepucio más ajustado, y unos vellos púbicos rubios y rizados que apenas se notaban bajo el agua. Aunque Martín no era mi tipo, había algo en su fragilidad que lo hacía atractivo a su manera, con esa piel blanca que parecía brillar bajo las gotas.

De pronto, Leo y Martín comenzaron a platicar conmigo a través del cristal, como si nada, mientras yo seguía intentando taparme, nervioso pero cada vez más intrigado. “¿Qué, te da pena, gordito?” dijo Leo con un tono burlón, riéndose mientras se tallaba el pecho que en ese momento se encontraba inflado por el ejercicio mostrando unos pectorales definidos. Martín se unió a la risa, y de repente, los dos empezaron a jugar, aventando agua a las paredes de vidrio con las manos. El cristal, que ya estaba húmedo, se volvió completamente transparente, y ahora podía verlos a ambos con una claridad que me dejó sin aliento.

Leo, a mi izquierda, me miraba de reojo mientras el agua caía por su cuerpo, sus manos deslizándose por su abdomen hasta llegar a su pene, que ahora comenzaba a endurecerse con el calor del momento. Creció hasta unos 17 cm, con esa cabeza rosada asomando por el prepucio, palpitando ligeramente con cada movimiento suyo. Martín, a mi derecha, también se reía, pero su pene seguía flácido, moviéndose ligeramente mientras se tallaba las piernas, su piel blanca ahora enrojecida por el agua caliente. La escena era demasiado: dos cuerpos tan distintos, uno moreno y fuerte, el otro blanco y delicado, expuestos frente a mí sin ningún pudor, mientras yo sentía mi propio cuerpo temblar de deseo.

Leo se dio cuenta de que lo estaba mirando y me dedicó una sonrisa pícara. “¿Qué? ¿Nunca habías visto a un vato así de cerca?” dijo con un tono burlón, pero sus ojos tenían un brillo que me puso aún más nervioso. Me reí, intentando disimular, pero mi voz salió temblorosa: “No es eso… nomás me sorprendiste.” Él se acercó un poco más al cristal, todavía desnudo, pegando completamente su cuerpo al vidrio que ahora era transparente y me dejaba ver la totalidad de la longitud y grosor de ese pene que se estrangulaba entre la pared y su obligo. Estaba secándose el cabello con las manos, y el olor de su piel limpia, con un toque de cloro mezclado con jabón fresco, se coló hasta mi ducha, envolviéndome por completo. “¿Seguro que no quieres ver más de cerca?” susurró, su voz baja y seductora, mientras Martín seguía riéndose del otro lado, ajeno a la tensión que se estaba formando entre nosotros.

Salí de la ducha, todavía empapado y con una erección durísima, pero como mi pene es pequeño, no tuve problemas en ocultarlo, por lo que me envolví rápido con una toalla, mi cuerpo temblando de excitación. Me senté en un banco del vestidor mientras Leo y Martín terminaban de ducharse y salían, todavía desnudos, secándose con sus toallas. Leo ya no estaba erecto, pero se acercó hasta donde yo estaba, se paró frente a mí tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo. “Agárrala si quieres,” dijo con una voz suave, en un susurro, girando su cuerpo para darme una vista completa. Bajo la luz del vestidor, pude ver cada detalle: su abdomen con esa pancita que me volvía loco, sus brazos fuertes con venas marcadas, y ese pene que ahora, con la tensión del momento, estaba completamente erecto nuevamente, su cabeza rosada brillando con una gotita de deseo en la punta.

No pude resistirme más. Me acerqué, todavía sentado, y con manos temblorosas comencé a acariciar sus muslos, sintiendo el vello corto y áspero bajo mis dedos. Leo suspiró, cerrando los ojos, y dejó caer su toalla al suelo. “Sigue… me gusta,” murmuró, su voz más grave ahora. Subí mis manos hasta su cintura, rozando esa pancita que tanto me había atraído desde el primer día, y luego bajé lentamente hasta tomar su pene con una mano, sintiendo su calor y sobre todo su grosor que me sorprendía. Era muy duro, pero suave al tacto, con un aroma limpio que me hizo salivar. Comencé a masturbarlo despacio, mi mano deslizándose por su longitud mientras él gemía bajito, “Mmm… sí, así… no pares.” Sus gemidos eran suaves al principio, pero se volvían más intensos con cada movimiento, y podía sentir su cuerpo temblar bajo mi mano.

De pronto, escuchamos a Martín acercándose desde el otro lado del vestidor, y Leo se apartó rápido, riéndose nervioso. “Nos van a cachar, wey,” susurró, mientras se envolvía en su toalla de nuevo. Yo me quedé ahí, con el corazón a mil, todavía sintiendo el calor de su piel en mis manos. “Esto no se queda así,” me dijo Leo antes de irse a cambiar, guiñándome un ojo con esa sonrisa que me había vuelto loco desde el principio.

Espero que te haya gustado esta primera parte del relato. Te puedo asegurar que hay una segunda parte que fue aún más caliente que esta. ¡Espero tus comentarios!

1013 Lecturas/28 abril, 2025/2 Comentarios/por daddybear
Etiquetas: amigos, baño, clases, concierto, ducha, duchas, gordito, gordo
Compartir esta entrada
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en X
  • Share on X
  • Compartir en WhatsApp
  • Compartir por correo
Quizás te interese
COMPARTIENDO A EDITH: De cómo inicié a mi esposa en el mundo de los intercambios y las orgías
El Misterio del Incesto.
Culiada por primera vez…
Inocencia perdida VII
Encuentro Prohibido
LA NOVIA DEL CHICO MALO Y POPULAR DE LA ESCUELA
2 comentarios
  1. barcelona22 Dice:
    29 abril, 2025 en 6:01 am

    gran relato con ganas de leer la segunda parte por favor

    Accede para responder
    • daddybear Dice:
      30 abril, 2025 en 5:04 pm

      ¡Muchas gracias por tu comentario! Me alegra que lo hayas disfrutado.

      Ya envié la segunda parte. No deben tardar en publicarlo 🙌🏼

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.

Buscar Relatos

Search Search

Categorías

  • Bisexual (1.094)
  • Dominación Hombres (3.271)
  • Dominación Mujeres (2.540)
  • Fantasías / Parodias (2.550)
  • Fetichismo (2.238)
  • Gays (20.324)
  • Heterosexual (7.151)
  • Incestos en Familia (16.275)
  • Infidelidad (4.015)
  • Intercambios / Trios (2.726)
  • Lesbiana (1.066)
  • Masturbacion Femenina (726)
  • Masturbacion Masculina (1.526)
  • Orgias (1.717)
  • Sado Bondage Hombre (406)
  • Sado Bondage Mujer (147)
  • Sexo con Madur@s (3.586)
  • Sexo Virtual (222)
  • Travestis / Transexuales (2.214)
  • Voyeur / Exhibicionismo (2.164)
  • Zoofilia Hombre (2.036)
  • Zoofilia Mujer (1.596)
© Copyright - Sexo Sin Tabues 3.0
  • Aviso Legal
  • Política de privacidad
  • Normas de la Comunidad
  • Contáctanos
Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba