A DON RICARDO LE GUSTABA DEDEARME EL HOYO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por logtree.
Don Ricardo, como le decían sus amigos era un hombre sereno, de vuelta de tantas cosas que creía que su vida a los 70 se limitaba a conducir su flete y volver a casa a sus tangos, el patio y ocasionalmente la visita de su hijo y su nieto.
Con mi llegada, entendió que había tanto más! Jamás pensó que el amor entre hombres era posible, no lo condenaba pero nunca le había llamado la atención, y le creía.
Era un hombre de placeres largos, tranquilo, disfrutón y sin urgencias, tolerante que siempre buscaba que el otro reciba también lo mejor de él.
Peludo por demás, todo pelo gris en todo su cuerpo, manos grandes, pene normal pero unas pelotas gigantes que se ufanaba siempre fueron así y colgantes, difícil de manejarlas al momento de sentarse.
Debía ser con cuidado.
Más de una vez se sentó en un huevo.
Ay!
Cuando cada semana llegaba su mensaje a mi teléfono decía Q-na.
Quería decir cuna.
Habíamos ya quedado que con ese mensaje preguntaba si podía en dos días .
El código era sin afeitar, sin bañar, con el ano limpio y los dientes lavados.
Hombre grande, fuerte que estaba aprendiendo a encontrar en otro hombre todo lo que había perdido con la separación de su esposa.
Habían pasado muchos años y algunas mujeres que le pedían plata, o cuidado no me aplastes, o mejor aféitate, o no me acabes adentro, o no me toques el cabello….
Harto de todo eso, se dedicó a las pajas alguno que otro día, por las mañanas.
A la noche no porque se quedaba dormido y se enojaba!.
Al segundo día, después del mensaje escuchaba el tango en el patio aunque fuera invierno, me asomé, me vió y me guiñó el ojo y se acercó para ayudarme a cruzar, me dio vuelta en el aire y me abrazó fuerte contra su pecho en señal de: te extrañé.
Le susurré: hola papi, estás hermoso sabés?
– Y vos también.
Lindo guacho!
Acercó su nariz y su frente a la mia y me besaba metiendo su lengua en mi boca y yo la chupaba mientras él cubría toda mi boca con la suya.
Me soltó y me dijo: cómo te voy a garchar pibe….
!!
Entramos, me llevó de la mano a su cuarto, cerró la puerta apagó el calefactor y empezamos a sacarle la ropa al otro , primero el pullover , después la camisa y él levantaba el brazo para que oliera.
Le gustaba y no le daba cosquillas que le lamiera.
De ahí iba a la boca y le pedía saliva.
Mientras el dorso de mis manos acariciaban sus pezones y se ponían duros y largos.
Cuánto más caliente, mejor el aliento, más macho, más intenso el de don Ricardo.
El cuerpo cubierto de pelos blancos y grises se erizaba.
Él lamía mis sobacos y acariciaba con la punta de sus dedos mis pezones.
Nos desnudamos del todo, él se sentó en la cama con las piernas en círculo y me extendió la mano mientras me decía: vení, sentate acá que te hago cuna.
Me sentó en el hueco de sus piernas, me puso un brazo alrededor de su cuello y apoyó mi cabeza en su hombro, con una mano me tocaba el hoyo y con la otra un pezón.
Todo muy suave y caliente.
Escupió en su mano un pollo y lo llevó a mi culo y suave pero firme fue untando la flema en círculos, mientras me trabajaba el pezón y dijo: Estás bien, lindo? Te gusta no? Querés saliva y beso?
-No sé lo que quiero pa, estoy tan caliente.
Con mi mano libre amasaba sus huevos, que le gustaba mucho.
Volvió a besarme y ya había metido uno y dos dedos en mi ano y con tanto cuidado que no sentía dolor, solo placer y el calor y aroma de ese cuerpo peludo y yo en el abrazo de sus piernas.
Me sujetó, sin empujar pero dominando la cama me puso boca abajo, separó mis piernas y se dedicó con lengua barba y saliva a trabajar mi ano, con las manos acariciaba mis bolas y mi pene.
-Don Ricardo, voy a acabar
– No lindo, aguantá….
Se puso encima mio, metió la cabeza en mi culo, suave pero firme hasta el fondo, con sus manos separó mis cantos y reempujó hasta arrugarme la piel arriba en la cintura.
Eso dolió un poco.
-Ay pa, despacito
-Sí amor, ya pasa.
Apoyó todo su peso sobre mi, trabó mis piernas con las suyas, puso mis brazos en mi pecho y con los suyos los sujetó.
Era todo suyo, todo de él, y me lo decía todo el tiempo
-Listo lindo, estás cojido, todo mio, todo trabado, te gusta? Te peso?
-Sí pa, me gusta y me gusta que me peses, y que no me dejes mover.
Voy a acabar….
Fui levantando la cola para pajaearlo.
El empujaba y yo levantaba y empezó a ir más rápido y comencé a acabar y acabar.
Don Ricardo me puso de costado, respiré más aliviado y con su pija dentro mío se acomodó en cuatro patas para acceder a mi boca.
Me beso un rato largo y me dice:
-Estás bien? Acabamos juntos querés?
-Si pa, dame un ratito y pasame pollos tenés?
-Sí bombón.
Te gustan?
-Sí, tanto como tu leche.
A veces es tan dura tu guasca que me parece que puedo morder los pescaditos
Él se reía porque se sentía muy macho eyaculador de leche gruesa.
Deslizó saliva y flema, y empezó el vaivén fuerte meta y saca, luego pasó una de mis piernas por delante suyo y quedamos patita al hombro.
Lo abracé con piernas y brazos , arremetí con mi culo y de pronto tuvo que alejar unos pocos centímetros su boca de la mia para poder inspirar.
El aliento era algo tan delicioso que enseguida que él acabó, volví a acabar en mi estómago.
Llevó la leche a mi boca con sus dedos y nos dimos un muy rico beso de guasca mientras su semen caía de mi ojete con el vaivén.
Don Ricardo no perdía erecciones ni dejaba de coger por haber acabado.
Él era un seguidor.
Para él coger no era acabar, sino que era todo el proceso, todo el viaje y tenía fin cuando su miembro iba perdiendo fuerza, después de un rato muy muy largo.
Caía de espalda, me llevaba encima mio para que ambos durmiéramos una siesta entre aromas, leche y besos.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!