A los 14 con mi bully, final parte I
El estaba un poco tímido, quizás asustado. Sus manos me recorrían la espalda, acariciando mis glúteos por sobre la tela; mis manos, un poco más hábiles y ganosas se fueron directo a desabrochar su pantalón, el cual bajé con bóxer y todo hasta justo debajo de su trasero….
¡Hola a todos! Muchos me pidieron que continuara con esta historia y hoy, año y medio después, les traigo la primera parte del final. Espero que les guste y perdonen la demora. A quienes leen por primera vez, los invito a leer primero los 4 capítulos anteriores. PD: prometo que la segunda parte tendrá más acción 🙂
Xoxo
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Ya entrada la madrugada del último día de clases, seguía yo sin pegar un ojo. Esa misma tarde Daniel me invitó formalmente, con flores y todo, a que fueramos juntos al baile de fin de año. ¿Se imaginan lo que fue eso? Daniel tocando el timbre de casa con una rosa en la mano derecha; todo nervioso. Se veía tan bello así, avergonzado. Menos mal mis padres no estaban porque el escándalo hubiera sido descomunal. Y claro que le dije que sí; que me encantaría que fuéramos juntos al baile.
Así que aquí estaba yo comprometido a ir al baile pero sin saber cómo actuar ahí entre toda esa gente. Y Daniel, el pobre, que todo el mundo lo daba por hetero… ¿En qué estaba pensando cuando me invitó? Seguro fue un momento de valentía; o seguro y me va a pedir que nos casemos en medio de la pista de baile… Aunque ni novios somos aún; a propósito ¿Qué somos?.
Y así me pasé un par de horas más, pregunta tras pregunta y sin ninguna respuesta; claro, si las preguntas me las hacía yo mismo. Temprano en la mañana tenía un mensaje suyo: que no olvidara que iríamos juntos al baile y que me quería. Daniel me quería; que cosa bonita.
Ya cerca del mediodía fui a comprar un traje a una tienda elegante pero ninguno me convenció. Gente pretenciosa, pensaba, mientras veía esos precios estratosfericos solo por tener una marca famosa tallada en una etiqueta que ni se veía. Me fui a otra tienda y vi un traje que me encantó porque lo había visto en una película; la chaqueta y el pantalón de color café, de esa tela que es como de viejito pero que a mi me encantaba. Pregunté si tenían de mi talla. Que mala suerte la mía, no quedaban. Así que me fui a otra tienda y allí compré un conjunto de lo más normal, pero me quedaba bien y con lo guapo que es uno cuando es adolescente, me sentía todo un Brad Pitt.
Ya cuando puse un pie de vuelta en casa, me agarró un apretón horrible en el estómago. Que mierda que es la ansiedad. Me preocupaba Daniel. ¿Que tal si lo molestaban por aparecer conmigo? ¿Y si se acobardaba de último minuto?… No me podía concentrar en nada más que eso. Sentía que iba a vomitar. ¿Como se puede vomitar por culpa de los pensamiento de uno?…
El baile comenzaba a las 8 de la noche; con Daniel nos íbamos a juntar en una heladería a las 7. Nos comeríamos un helado (claro, porque era una heladería) y nos iríamos juntos al baile. De ahí en más ya no había nada planeado. Que estrés, pensaba yo.
Llegué unos minutos antes de la acordado. Tenía una mano en el bolsillo del pantalón y con la otra sostenía mi celular; qué bonito traje se había comprado Daniel. Aunque el desgraciado no me mandó una foto con el traje puesto; que tendría que esperar a verlo en persona, dijo. Y obvio yo tampoco le mandé una del mío, cosa que descaradamente protestó.
Pasaron los minutos hasta que lo divisé a lo lejos. Debo decir que cuando llegó a mi lado me arrepentí de no convencerlo que me mostrara antes; era un ángel caminando por la calle. El traje era de un color azul muy, muy bello; debajo una camisa blanca y cerraba con una corbata delgada de color negro. Y porque era Daniel y así era el, en vez de zapatos llevaba unas zapatillas blancas. Era un modelo de revista; qué digo de revista ¡Un galán de cine! Y era mi pareja para el baile.
No sé cuánto rato me quedé mirandolo. Tenía las manos empuñadas a los lados y una sonrisa nerviosa en la cara. Tan tierno que se veía… Lo besé. Y me importó una mierda estar en la calle; no podía no hacerlo.
– Te ves bellísimo — le dije apenas solté sus labios. Estaba todo colorado el pobre, y me encantaba verlo así.
– Gracias — respondió medio tartamudo — tú también — mentira, yo iba con un traje negro común y corriente. Aunque dicho por él, me lo creía.
Entramos al local y nos dimos cuenta que de heladería solo el nombre; tenían apenas 4 sabores. Aunque habían muchos pasteles y cosas dulces. Nos miramos, encogí mis hombros y el los suyos; a comer pasteles se ha dicho.
Yo pedí un cheesecake de fresas, mi dulce favorito de toda la vida. Daniel pidió un pastel de trufa y menta; se veía riquísimo (y el pastel también). Pedí un café helado XL con dos bombillas. Intercambiamos una mirada cómplice. ¿Esto contaba como una cita?.
Nos sentamos y conversamos trivialidades como si fuéramos dos amigos de toda la vida. El tiempo se nos pasó volando y ya quedaban 15 minutos para el baile. Igual nadie llegaba temprano, pero decidimos apurarnos un poco. Nos bebimos lo último que nos quedaba de café casi como una carrera; sonó la espuma y todo.
Me apresuré a pagar la cuenta. Daniel me recriminó que el igual podía hacerlo, o mitad y mitad. Le dije que para la próxima invitaba él y pregunté si tenían baño. Obvio que si tenían, pero no sabía dónde estaba. Debí preguntar dónde estaba el baño. Que tarado.
Entré y me di cuenta que era un baño individual, aunque amplio. Y si…
Tomé mi celular y le escribí a Daniel. «Ven al baño». No pasó ni medio minuto cuando abrió la puerta. Me quedó viendo preocupado, el pobre pensaba que me había pasado algo. Le hice un ademán para que cerrara la puerta y apenas lo hizo, lo atrapé contra la pared. Sentía su aliento dulce y fresco en mi nariz. Que ricura cuando lo besé y sentí el sabor de la trufa y la menta inundarme toda la boca. El estaba un poco tímido, quizás asustado. Sus manos me recorrían la espalda, acariciando mis glúteos por sobre la tela; mis manos, un poco más hábiles y ganosas se fueron directo a desabrochar su pantalón, el cual bajé con bóxer y todo hasta justo debajo de su trasero, liberando esa rica herramienta que tenía Daniel. No había tiempo que perder así que así medio dormido me lo metí a la boca; que sensación divina hacerlo en un lugar público. Daniel se tapaba la boca para que no se oyeran sus gemidos y con la mano libre me tomaba de la cabeza intentando no despeinarme. Hasta de eso se preocupaba. Comencé a masturbarlo rápido mientras le comía los huevos; eran grandes y al igual que toda su intimidad olían a limpio. Daniel era un chico muy limpio. No pasaron ni 3 minutos entre mamadas y otras artimañas con mis manos cuando me avisó que se venía. Qué rápido; y qué bien, porque tiempo no nos sobraba. Vi esa última contracción fuerte en su abdomen y empujé su trasero hasta sentir su pubis en mi nariz. Con ese último estímulo, Daniel me descargó chorros y chorros de su leche dulce en la boca, era una cosa rica la leche de Daniel, que me la tragué toda mientras el recuperaba el aliento. Su verga perdió tamaño en mi boca y yo no la quería soltar, como un niño con una paleta. Claro que esta paleta era la más deliciosa del mundo.
Me puse de pie y le dí un beso en los labios; el descarado ahora me metía la lengua. Que bien besaba Daniel. Nos acomodamos nuestras ropas y salí primero yo y luego el, como si nada hubiera pasado, aunque una mesera creo que se dió cuenta. Ni modo, la deslechada que le había pegado a Daniel no me la iba a quitar nadie.
Nos pusimos rumbo a la escuela con una sonrisa boba en la cara. Qué deseos de tomarle la mano cuando pasamos por el muelle, y que lástima no atreverme.
8:25 y aún parecía temprano; apenas unos grupos por acá y por allá, los típicos amigos que van juntos y, por desgracia, los amigos (¿O ex amigos?) de Daniel; esos que le aplaudían las travesuras y malas bromas. Apenas nos vieron a lo lejos comenzaron a apuntarnos y a reír mientras decían cosas entre ellos.
– Si quieres nos vamos — le sugerí a Daniel. En el fondo el que se quería ir era yo. Él se irguió; vista alta.
– Entremos — ordenó.
Ay, Daniel; a su orden.
Y apenas entramos, más miradas. Que gente metida. Ni tomados de la mano íbamos; cualquiera que nos viera pensaría que eramos dos amigos esperando a sus chicas. O quizás eso pensaban pero nosotros nos sentíamos observados. Daniel estaba notoriamente nervioso aunque quería demostrar lo contrario. Lo veía en su mirada; una leve inclinación en una de sus cejas. Ya le conocía hasta los gestos. Y de pronto por la puerta veo a Sofía, mi salvación. Se veía bellísima, con un vestido negro hasta las rodillas, con un vuelo como de campana y unos tacos bajos pero muy elegantes. La acompañaba Felipe, un amigo de nosotros aunque más de ella. Y a ver si no era más que amigo ya; se veían muy juntitos.
Se acercaron hacia nosotros y nos saludamos; presenté a Daniel con Felipe. «Un amigo» le dije. Sentí que lo traicionaba con esa frase; aunque tampoco es que fuéramos algo más, no formalmente, y tampoco le iba a decir a Felipe «mira este es Daniel, nos llevamos deslechando y cogiendo como hienas hambrientas desde unos meses». No, que poco elegante, y eso era un baile.
Platicamos un rato y sin darnos cuenta el lugar se llenó. El DJ comenzó con los típicos jueguitos musicales y Sofía con Felipe se perdieron entre la multitud. Cuando divisé por última vez a Sofía me hacia un gesto de besarse con sus propios brazos, insinuando que me gustaba Daniel. Si supiera que besarnos era un paso, un pequeño estímulo para dar paso al sexo más desenfrenado que pudiera haber; o que hace una hora le había sacado hasta la última gota de leche en el baño de una heladería; o de aquella vez que en el salón comencé a acariciar su verga por sobre el pantalón y tuvo que esperar a que todos se fueran para ponerse de pie de la tremenda erección que tenía; o de los besos que le daba de sorpresa en los pasillos de la escuela; o las veces que lo hicimos tan rico en nuestro escondite… Si Sofía supiera que lo que sentía por Daniel era mucho más que…
– Así que un amigo — dijo Daniel en tono sarcástico, sacándome del tren de los recuerdos eróticos.
– Claro. No veo un anillo aquí — respondí mientras levantaba mi mano derecha, mostrándole el dedo del medio. Nos echamos a reír bien fuerte. Que lindo se veía riendo Daniel.
– Pues aquí tengo uno — se envolvió el puño con la mano izquierda y cuando la sacó, también tenía el dedo medio levantado.
Más nos reímos.
– Bueno, tocará seguir esperando el anillo — respondí y me encogí de hombros. Daniel solo sonrió y comenzó a mirar a todos lados.
– Qué somos, Samuel? — soltó de pronto. Miraba a cualquier lado.
No sabía que responder. Qué rápido había ido todo y de tan rápido no teníamos respuesta para algo tan simple.
– Tal vez somos buenos bailarines — el silencio ya se hacía incómodo, así que lo tomé del brazo y lo arrastré a la pista de baile; Daniel se hacía el que no, pero le gustaba bailar. O al menos lo hacía muy bien, como cuando me engatusaba con bailes eróticos cuando lo hacíamos con música de fondo. ¿Por qué estaba sonando Elvis Presley?. Que DJ pretencioso. No hubo más remedio que comenzar a mover el esqueleto. Daniel lo hacía muy bien e intentaba no reírse de mis pasos de baile que claramente estaban muy por debajo de los suyos. Siguió sonando música viejita pero muy buena hasta que llegó la primera pausa; ya estábamos un poco sudados y sedientos así que nos fuimos a la barra. Había bebida, agua y ponche sin alcohol. Yo me tomé dos vasos de agua y Daniel uno de ponche. Intercambiabamos miradas pero en silencio. Que incomodidad.
– ¿Pasa algo? — pregunté. De pronto, ví que su mirada se dirigía a su grupo de ex amigos, que seguían pendientes de lo que hacíamos. Qué imbéciles.
– Nada — respondió cabizbajo.
Me entró una rabia tremenda el bajón que le habían provocado, así que me fuí directo donde ellos. Daniel solo se dió cuenta cuando ya iba a mitad de camino.
– De que te ríes, imbécil — le dije a Ricky, que era el que más había estado hostigando a Dani. Estábamos a escasos centímetros; el resto del grupito se acercó instintivamente, desafiantes. Por dentro me cagaba, pero no me iba a dejar.
– Que sensible la nenita — respondió. Sus amigos se reían. En ese momento llegó Daniel. Unas cuantas personas ahora veían el escándalo que estaba por armarse; Daniel estaba ofuscadísimo, pero se contenía.
– Nenita tu puta madre! — grité. La música seguía sonando, pero como era un receso estaba mas bajita, lo suficiente para que todo el gimnasio nos oyera. Vi hacia los costados; estaba todo dispuesto para que se armara una pelea monumental, hasta que ví a Daniel. Toda esa atención sobre nosotros, el agobio en su rostro… Mierda. ¿Iba a llorar? Carajo, carajo, carajo, carajo.
– ¡A mi no me gritas, nenita! — escuché al tiempo que recibía un empujón. No fue nada del otro mundo; pero me desestabilizó por la sorpresa y caí al suelo. Qué golpe, caí de culo.
Me iba a parar y llevarme a Daniel de ahí, pero mi compañero ya se había lanzado sobre Ricky y su puño le daba una suave caricia en la mejilla derecha. En cámara lenta, aún en el suelo, ví como Ricky caía al piso mientras sus esbirros se iban sobre Daniel; 3 contra 1, ¡Que cobardía! Me puse de pie rápidamente y ahí comenzó la batalla campal; gente alentando la pelea; las típicas histéricas gritonas de siempre; algunos intentaban separar, otros grababan y otros aprovechaban de golpear al grupo de Ricky; toda la escuela los odiaba. Yo ya no sabía a quien ni con que estaba golpeando. Me detuve cuando ví a Ricky y Daniel rodando por el gimnasio, Dando y recibiendo golpes mientras se gritaban cosas bien feas. «Traidor» «Mal amigo» «Imbécil» «Hijo de puta» y así. Cuando iba a intervenir, Daniel le asestó un golpe seco nuevamente en la mejilla derecha que dejó a Ricky sin ganas de seguir y sangrando por el labio. Qué escándalo. Todos miraban en silencio; hasta el DJ había apagado la música y unos profesores se acercaban raudos.
Todo el traje de Daniel estaba arruinado y su rostro golpeado. Que hijos de puta, como lo dejaron. Así y todo, se me acercó y me preguntó que cómo estaba, y yo quería llorar de rabia y porque Daniel me parecía la cosa más bella del mundo.
– Estoy bien, no me pasó nada… Pero tú — le dije preocupado mientras tocaba su rostro.
– No es nada — soltó intentando bajarle el perfil. Así machacado y todo me dió una sonrisa. Yo me moría de ganas de besarlo. Que adrenalina.
Nos íbamos a ir cuando Ricky se puso de pie y comenzó a gritar cosas otra vez:
– ¡Eso, huye maricón!
– Jódete Ricky — respondió Daniel, ignorandolo.
– ¿¡Acaso ya te olvidaste de quienes eramos tus amigos!? Eres una mierda, vete con tu noviecito; ¡Vayan a follar!
Si supiera la de veces que ya lo habiamos hecho. Pobre chico.
En ese momento llegaron dos profesores y el DJ que se veía desilucionado por no alcanzar a ver los golpes. La señora Rivera alternaba su mirada entre nosotros y el grupo de Ricky.
– ¡Pero qué clase de comportami-
– El no es mi novio — soltó Daniel y se hizo un silencio horrible, tan horrible como el dolor en mi estómago. Está bien, no éramos algo formalmente, pero no era necesario que dijera eso. Los ojos se me humedecieron de una; bah, que tontería. Me sentí como una mierda. Tal vez Daniel no estaba listo, quizás no era lo que pensa-
– …No es mi novio — continuó — porque he sido un cobarde.
Y así, de golpe, ahora tenía una sensación bellísima en el pecho. Daniel se giró hacia mi. Su rostro reflejaba determinación y valentía. Daniel, acaso tu…
– … Te lo quise decir muchas veces pero no sabía cómo; todo esto ha sido tan extraño, tan rápido y tan… ha sido tan bello que no creí merecerlo. No creí merecer algo así de bello…
Ahora las lágrimas corrían por mis mejillas.
– … Estos meses han sido los mejores de mi vida, Samuel, y es gracias a ti. Te quiero, te quiero muchísimo y quiero que estés en mi vida siempre.
– Daniel… — susurré. Y entonces se acercó un poco más.
– Samuel, ¿Me harías el honor de ser mi novio?
En ese momento un suspiro simultáneo de sorpresa se escuchó por todo el gimnasio. La señora Rivera tenía las manos tomadas a la altura del pecho, tocando la figurita de su collar, al borde del llanto; Sofía y su acompañante me hacían gestos con los pulgares para que le dijera que sí; algunas chicas lloraban y otros chicos veían la escena como si estuvieran viendo una obra de teatro. ¿Y yo? Yo había esperado tanto este momento que ahora que estaba ocurriendo no lo creía; pensé que era un sueño o que quizás un carro me había atropellado y estaba en un coma muy bonito.
Que bella canción; el DJ había volado de vuelta al tornamesa. Que sujeto.
Amor, dónde quiera que estés
Deja la duda y vuelve a mí
Que yo estoy esperándote…
Yo solo tomé el rostro de Daniel con mis manos y lo besé como nunca antes. Entre los vitoreos y aplausos escuché un «ya era hora, chico» de Sofía y un «lo sabía» de la señora Rivera. Me sentí bien como nunca antes. Me despegué de sus labios solo para decirle que sí, que me encantaría ser su novio. Y nuevamente los aplausos…
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Qué cosa extraña toda esa noche; claro que el vídeo de la pelea se hizo viral y el de la petición también. Mis padres armaron un escándalo; a los de Daniel si acaso les importó.
Pero esta vez no dejaría que fueran ellos los que decidieran por mi, así que hice lo que todo adolescente haría en una situación de ese calibre.
– Si me prohíben verlo ¡Me voy de esta casa y nunca jamás volverán a saber de mi!
Y mierda, como funcionó. Sí me castigaron unas semanas en las que solo nos pudimos mensajear; ahora que ya eramos novios nos escribíamos pura cursilería, y después de la primera semana, algunas fotos subidas de tono. ¡Cómo lo extrañaba! Tener su bello cuerpo desnudo en mi galería me servía para calmar un poco la calentura.
Terminó el castigo y lo primero que hice fue ir corriendo a su casa; estaba solo y ambos sabíamos lo que eso significaba…
gran relato como sigue
Que pasó con el relato de diegoo 😭😭😭