A los 14 con mi bully, parte II
Había estado esperando mucho esto, pero quería más. Dejé sus labios, quedó con la boca entreabierta, sin más me fui a su cuello. Comencé a desabotonar su camisa, la corbata fue lo primero que retiré. Él solo se dejaba, y soltaba algún gemido ahogado, lo que me prendía todavía más..
Yo continuaba estático, mientras Daniel no perdía tiempo y se agarraba el paquete por encima del boxer mientras lo agitaba, como quien le ofrece comida a un perro hambriento. Yo era el perro hambriento, por si no había quedado claro.
Me congelé — no mucho, pero el tiempo suficiente para que Daniel desistiera y volviera a subir su bermuda — así que el deseo había quedado hasta ahí al igual que mi oportunidad de ver su miembro por primera vez y, mejor aún, darle una mamada.
– Pff. Fenómeno — sentenció con un gesto que estaba entre el desprecio y la diversión. Ahora si había quedado en absoluta humillación, y Daniel no tuvo que hacer ningún esfuerzo. Lo hice yo solito.
Iba a tomar mis cosas para irme, pero fui interrumpido
– ¿Bebes? — al parecer no había notado que estaba por irme y me estaba ofreciendo alcohol. Sacó una botella de Whisky a medio beber de una estantería. Tiré mi mochila al piso.
– No — dije carraspeando — ¿Tú si, acaso?
– Obvio — dijo mirando con cara de extrañado, como si fuera de lo más normal
– ¿Y tus padres saben?, ¿Te lo permiten? — pregunté incrédulo
– No, no me dejan. Pero dudo que les importe — respondió con un tono de voz más bajo.
– No se llevan muy bien por lo visto — dije, intentando sonar empático.
– ¿Puedes dejar de meterte? — contestó. Su actitud cambió de 0 a 100 en un segundo — no es tu problema. No hagas preguntas.
– Vale, está bien, pero si necesitas hab — fui interrumpido por un puñetazo directo en la cara. Un poco aturdido me incorporé. — pero qué mierda haces — grité. En ese momento perdí la noción de todo y me lancé a golpearlo. La botella cayó, no se rompió pero casi todo el whisky se había derramado. Logré tirarlo al piso, pero me sujetaba los brazos con fuerza y no lograba asestar un solo puñetazo. Así que en la desesperación le escupí en la cara, y él me escupió de vuelta. Los puñetazos llovían, aunque ninguno llegabaPara ese entonces el estaba en el suelo mientras yo permanecía sobre su abdomen. Había olor a alcohol, ambos teníamos la cara escupida, uno semidesnudo y los insultos estaban a la orden del día. La escena estaba entre una peli porno y una pelea de bar de mala muerte. En un momento nos quedamos quietos, en la misma posición que estábamos, yo sentado sobre su abdomen. El gesto se nos relajó casi al mismo tiempo. Mi corazón comenzó a latir fuerte otra vez. Y en un acto impulsivo, lo besé. Fui con los ojos cerrados, así que no pude ver su reacción. No me quitó inmediatamente, el beso duro unos 5 segundos casi inmóvil, y luego comenzó a ceder. En cuanto abrió la boca metí la lengua, movió un poco la cabeza por la sorpresa, pero no lo dejaría ir tan fácilmente. Abrí los ojos solo para ver su rostro, Daniel tenía los suyos entrecerrados, casi a la fuerza. Sus labios temblaban y a mi me parecía tremendamente excitante. Sus manos presionaban mi pecho intentando separarnos, pero realmente no se notaba mucho esfuerzo para lograrlo. Estuvimos besándonos hasta que nos faltó el aire, y para cuando nos separamos y pude ver la cara de Daniel, fue impagable. Tenía los ojos aún cerrados, las mejillas con un tono carmesí encantador. Sus labios estaban húmedos y respiraba agitado. Una erección prominente habitaba ahora su entrepierna. Cuando abrió por fin los ojos, fue como volver a la realidad. Estaba evidentemente asustado. Se incorporó y se sentó. Miró avergonzado su entrepierna mientras su erección se mantenía. Yo no sabía que podía decir en esa circunstancia, así que no dije nada. Solo contemplaba el espectáculo de contradicción que estaba hecho Daniel. Sin mirarme y lentamente se puso de pie, limpió la boca y la cara, yo lo imité e hice lo propio. Me dió la espalda y se dirigió al baño. Pasaron casi 10 minutos y no habían señales. Comencé a preocuparme, pero entendí que quería estar solo. Seguramente había mucho que procesar para él, y para mí también. Según entendía era hetero, pero un hetero ¿Corresponde un beso de esa forma?. Tomé mi mochila, me arreglé lo más que pude, esperé un par de minutos más, me acerqué a la puerta del baño y solo escuchaba la llave de agua correr. Quise decir algo, pero no pude. Me sentía mal. Creí que cuando lograra alguna cosa con él se sentiría maravilloso, un «sacarse la calentura», pero no. Sentí que lo había forzado a un estado complejo que en algún momento de mi vida yo también había experimentado.
Me fui sin más, me puse los audífonos y caminé a casa intentando no pensar en nada.
———————
El lunes caminaba con miedo a la escuela como nunca antes. No le hablé, no fui a su casa, nada. Durante todo el fin de semana no quise hacer nada. Recordaba el beso, su cara, su cuerpo, el rubor de sus mejillas. Y recordaba que me comporté de la mierda.
Si, Daniel era una mala persona, o al menos conmigo se había portado como tal. Pero lograba entender que lo de sus padres, sentirse solo y esas cosas habían aportado a que fuera así. No lo justificaba, pero si me daba pena. Y ahora no podía sacarme la idea de que tal vez fuera gay, o bi, y que por eso me molestara tanto. Yo había encontrado un espacio seguro en mis amigos cuando salí del clóset, pero quizás el no había contado nunca con eso. En cambio tenía unos padres despreocupados. Los míos me vieron como un pecador al inicio, pero al menos se preocupaban. Los de el no parecían mostrar mucho interés en nada, ni siquiera en su cumpleaños.
Entré al salón e inmediatamente lo busqué. Nuestras miradas se encontraron, pero ninguno fue capaz de sostenerla. Al primer recreo quise hablar con él pero no me hizo caso. En el almuerzo lo encontré almorzando solo, así que me senté frente a el.
– Podemos hablar? — dije. Levantó la vista y tomó su bandeja con intención de irse — Porfavor — supliqué. Me miró con el ceño fruncido unos segundos pero se sentó de vuelta.
– Qué quieres – contestó seco
– Disculparme — dije. Y realmente era lo que quería hacer. Más allá de los caprichos masoquistas que tuviera, sentía que le había afectado más de la cuenta lo que pasó el viernes — y hablar — continué.
– No tenemos nada que hablar — sentenció
– Daniel, porfavor — se había cruzado de brazos y miraba a cualquier lado menos a mí. Saqué un cuaderno, escribí mi dirección en el y lo deslicé hasta su mano, produciendo un roce con sus dedos. Se exaltó y la quitó a los pocos segundos — si quieres te puedes pasar después de la escuela, mis papás irán a la Iglesia. Solo quiero que hablemos — dije con toda serenidad. Él solo tomó el papel y lo arrugó cerrando el puño.
Ya no había esperanzas. Si alguna vez tuve alguna chance, el momento ya había pasado.
El resto de tarde me estuve convenciendo de lo mal que estaba por sentir pena por quien me había estado acosando durante más de 1 año. Que era un mierdas y que se merecía lo peor. Pero luego recordaba que estuvo solo el día de su cumpleaños, que probablemente sus padres tenían la culpa de no darle amor, disciplina ni nada de lo que se supone que un padre debe entregar. Le conté a Sofía, la persona más cercana que tenía de mi grupo de amigos.
– Chico, yo creo que éste está en el clóset y ya — dijo totalmente despreocupada
– Ya, pero es que también es mala gente — dije intentando replicar
– Si, pero todos lo hemos sido alguna vez, ¿no? Padres de mierda y todo eso, terminas siendo una mierda, chico — Sofía tenía muy pegado eso de chico/chica. Lo vio en algún reality o algo así.
– Puede que tengas razón — dije pensativo
– Chico, siempre la tengo — sentenció soltando una risilla.
Con muchas cosas en la cabeza me fui caminando a casa. Iba enganchado con los audífonos hasta que vi una piedra pequeña pasar por mi lado derecho. Miré hacia los lados primero y luego hacia atrás. Daniel venía a unos 30 metros de distancia, con ambas manos en los bolsillos y caminando a un ritmo muy parecido al mío, aunque más casual. No parecía ir a un lugar en específico. Me hizo un gesto con la cabeza, así que lo esperé. Cuando estuvimos de frente me dijo
– Qué, vas a tu casa? — quedé un poco sorprendido por la pregunta y porque me viniera siguiendo
– Eeh.. s-si — respondí tartamudeando un poco. El asintió levemente con la cabeza mientras miraba detrás de mí, intentando parecer despreocupado — ¿Te vienes? — me miró, pero no respondió. Así que solo eché a caminar y a la par, Daniel comenzó a caminar al mi lado. Interpreté eso como un sí. Fuimos en silencio, lo que echó a volar mi imaginación. Pasé por todos los escenarios posibles; charla amistosa, charla de amigos y llorar, apuñalamiento, etc.
Llegamos a mi casa.
– Aquí vivo — dije. No obtuve respuesta, solo miró la estructura de la casa por fuera. Puse la llave y giré la cerradura. Entré y le hice una suerte de ademán para que entrara. Dudó unos segundos. Vi que exhaló fuerte, como cuando intentas calmarte, y entró. Una vez dentro analizó la sala de estar unos momentos. Pude ver el asombro en su rostro, pues aunque teníamos dinero la casa por fuera no era ningún lujo, era una casa promedio. El tesoro estaba dentro; mi madre trabajaba como diseñadora y se había especializado en interiores, y claro, la casa por dentro era un espectáculo. Pero no más detalles innecesarios.
En algún punto cruzamos miradas. Daniel tenía ahora las manos fuera de los bolsillos y mantenía los brazos a los costados, como un niño esperando ser regañado. No pude evitar sentir ternura. Desvió la mirada hacia abajo
– Mira, yo… me quería disculpar. No quise… No debí haber hecho eso en tu casa el otro día — seguía sin mirarme — y bueno, eso — realmente no tenía nada más que agregar.
– ¿Eso es todo? — dijo con una ceja levantada — ¿me hiciste venir para eso?
En ese momento se me activó una especie de sentido arácnido. Esa pregunta significaba algo más, mucho más. Lo miré entrecerrando un poco los ojos. Comenzó a ponerse nervioso y a desviar la mirada, sus manos volvieron a sus bolsillos.
– Mejor me voy — dijo casi con un hilo de voz
– No — sentencié. Me miró sorprendido — no te vas a ir — acto seguido, tomé su rostro entre mis manos y lo besé, esta vez con mucha más decisión y claridad que aquel día en su casa. Ahora estábamos en mi terreno. Ahora entendía que él estaba intencionado que esto pasara. Tenía cierta certeza de que la primera vez, aún con todo, le había gustado y a mí también. Al comienzo se mostró sorprendido, pero poco a poco se fue soltando hasta que sus labios comenzaron a moverse al ritmo de los míos. Sus manos se mantenían estáticas, así que cuando nos separamos para tomar aire, sin perder mucho tiempo, tomé sus manos y las puse en mis caderas, el sólo veía atónito mientras todo pasaba. Me lancé de vuelta a su boca mientras pegaba nuestros cuerpo lo más que podía. Pude sentir una erección en su entrepierna. Aclaré todas mis dudas con eso. Por mi parte, también tenía una erección prominente. Podía sentir su respiración caliente, su aliento fresco y con un poco de sabor a chicle. La piel de su cara era suave y sus mejillas ardían un poco. Comencé a bajar mi mano derecha recorriendo su espalda, podía sentir la tensión en su musculatura, llegué a su cintura y me detuve. No quise ser demasiado intrusivo, aunque para ese momento tenía mi lengua por su garganta. Mantuve mi mano a esa altura mientras con la que tenía libre comencé a acariciar sus pectorales y abdomen por sobre la camisa. No lo quería soltar, no quería que nos movieramos y se acobardara. Había estado esperando mucho esto, pero quería más. Dejé sus labios, quedó con la boca entreabierta, sin más me fui a su cuello. Comencé a desabotonar su camisa, la corbata fue lo primero que retiré. Él solo se dejaba, y soltaba algún gemido ahogado, lo que me prendía todavía más. Era mi gasolina. Cuando le quité la camisa por completo pude contemplar una imagen apoteosica; su torso desnudo y tenso, sus pezones, aunque pequeños, se veían erectos. Se podía ver una pequeña porción de su pubis que era un tono más claro que el resto de su cuerpo. En mi último momento de lucidez pregunté
– ¿Quieres continuar? — tímidamente movió su cabeza asintiendo. Ahora sí, Daniel sería mío.
Espero pronto tener la parte 3 que quizás sea la final, comenten si les gusta y si quieren que retome algún relato antiguo 🙂
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