«A LOS CATORCE»
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por HornyBoy95.
Cuando tenía catorce años mis padres decidieron separarse, yo quedé a cargo de mi madre y cuando hubo terminado el juicio de divorcio no mudamos a otra ciudad; mi padre, por su parte, rehízo su vida junto a la mujer por la que dejo a mi madre.
Aún recuerdo cuando llegamos a la nueva casa que era un poco más pequeña comparada a la otra donde había vivido; el inmueble constaba de dos plantas (pisos), en la primera planta estaba la sala, el comedor, la cocina y un baño para las visitas. En la segunda planta había cuatro habitaciones, una para mi madre, una para mí, una la ocuparíamos para guardar cosas que no utilizáramos con frecuencia y la última quedaría amueblada para ser la habitación de huéspedes.
Recuerdo que cuando pasaban los camiones de la mudanza (eran dos), la mayoría de la gente se quedaba mirando, ahora que lo recuerdo más bien, a donde nos mudamos no era una cuidad sino un pueblo que se estaba convirtiendo en ciudad, aunque había algunos edificios la mayoría de las casas de concreto aunque pequeñas, supongo que pocas personas se mudaban a ese pueblo y esa era la razón (supongo) de sus miradas con un toque de asombro, pero el pueblo era hermoso y la gente muy cálida, cuando estábamos bajando todas nuestras pertenencias de los camiones algunas personas habían llegado a darnos la bienvenida, pero fue como a las seis de la tarde cuando llegó él con su familia. Era un poco más alto que yo, de tez morena clara, cabello castaño oscuro, ojos color miel y nariz un poco chata. Tenía unos brazos fuertes con las venas marcadas, manos muy varoniles y espalda ancha, pronto descubrí que su cuerpo de debía a que ayudaba a su padre en su negocio y tenía que cargar cosas pesadas. Yo me encontraba cerca de la puerta escuchando música en mi iPod mientras mi madre hablaba con ellos.
— ¡Ernesto, ven acá!, ¡te voy a presentar!— dijo mi madre casi gritando.
— ¡Ya voy!— respondí.
Al llegar mi madre me presentó.
— Él es Ernesto, mi hijo.
— ¡Uy, que jovencito tan guapo!— dijo la señora María—. Es un placer conocerte.
No es por presumir pero es que sí soy guapo, soy de tez blanca, cabello castaño claro, ojos verdes, tengo también el tan preciado perfil griego y unos labios un poco gruesos y de tono rojo, la mayoría dice que mis labios son “sexys”. Soy un poco delgado y bajito pero eso no ha sido impedimento para poder conquistar mujeres y hombres.
— El placer es todo mío— le respondí dejando escapar una pequeña sonrisa y después estreché su mano.
Estreche la mano de todos los integrantes de aquella familia, primero a la señora María que era un poco bajita y un poco gordita, después al señor Héctor, un hombre de tez morena, alto y con un poco de sobrepeso, de inmediato estreché la mano de Dulce, una niña de trece años, bajita de tez blanca y ojos muy negros; por ultimo estreché la mano de Gonzalo, al tocar su mano pude sentir que estaba un poco rasposa e imagine que recorría mi cuerpo con esas manos tan varoniles mientras me cogía.
— Hola, me llamo Gonzalo— dijo con voz un poco gruesa.
— Hola — le respondí.
Su madre le sugirió que conversara conmigo un rato e hiciéramos amistad, en mi mente deseaba que aquello fuera más que una simple amistad. Nos alejamos de los demás y nos dirigimos hacia dentro de mi casa, él iba detrás de mí, al entrar me di cuenta de que gran parte de las cosas se encontraban ya en su lugar, fuimos a la sala nos sentamos en los sillones.
— ¿Y qué me puedes contar de éste lugar?— pregunte mientras tomábamos asiento.
— Pues no mucho— respondió rápidamente—. Es un lugar muy tranquilo, estoy seguro que muy pronto te gustará.
— Pues ya me está gustando— dije— los vecinos han sido muy amables al venir a darnos la bienvenida.
— Pues muy poca gente se muda a este pueblo, en esta colonia es raro ver gente como ustedes llegar a quedarse— dijo.
— ¿Gente como nosotros?, ¿pues que tenemos de especial?
— Ustedes son gente rica, gente que tiene mucho dinero¬¬— respondió, casi antes de que pudiera terminar mi última pregunta.
— Ya entiendo— respondí
Hubo un momento de silencio.
— Y ¿Cuántos años tienes?— preguntó por fin.
— Catorce— dije
— Que coincidencia, tenemos las misma edad¬— dijo y sonrió un poco, su sonrisa me hizo perder el aliento, era tan perfecta.
— ¿Ya decidieron a que escuela vas a ir?
— Mi mamá me dijo algo de una escuela que es solamente para chicos
— Me imagino que te refieres a la secundaria José Antonio González, yo estudio ahí— dijo, al oír que él estudiaba ahí me alegré pero traté de no ser muy obvio con mi alegría¬—. De hecho es mixta pero solo nos juntamos a la hora del receso, durante las clases estamos separados por sexo, en los salones de la derecha están la mujeres y de los del lado izquierdo estamos los hombres.
— Supongo que ha de ser esa— dije.
— Si entras en esa escuela vas a tener mucha suerte con las chicas, a ellas le gustan los chicos como tú, ya sabes les gustan los güeros.
Al oír ese comentario yo simplemente reí con un poco de pena y nervios.
— Pero que dices, tú no estás tan mal— dije, como intentando hacer una broma y que no notara mi atracción hacia él.
— Ya lo sé— me dijo dejando escapar un pequeña risa— pero vas a ver que en cuanto entres me vas a bajar a todas mis novias.
Ambos reímos, pasaron alrededor de cinco minutos en los que platicamos de otras cosas y justo íbamos a comenzar a hablar de nuestras relaciones sentimentales anteriores cuando mi madre entró y dijo que la familia de Gonzalo ya se iba a su casa, y preguntó si quería quedarse un momento más, Gonzalo respondió que le gustaría mucho pero no podría porque ya era tarde y aún no había comenzado a hacer su tarea.
— Nos vemos, Ernesto.
— Hasta mañana —dije.
— Después seguimos hablando.
Cuando se fue mi madre y yo seguimos supervisando que los de la mudanza pusieran todos los muebles en su lugar; todo quedo tal cual mi madre había querido y como a las ocho de la noche ya los señores de la mudanza ya se iban a retirar, mi madre les pago y se fueron, subí a mi habitación y desde ahí tenía una vista muy buena de las demás casas, mi sorpresa fue que Gonzalo vivía justo en la casa del lado derecho, era una casa pequeña pero muy bien hecha y muy bonita. Baje por las escaleras y me dirigí a la cocina, todo en la casa había quedado perfecto, con excepción de un par de conexiones eléctricas, pero fuera de eso todo me gustó.
— Mañana mismo mando a arreglar las conexiones eléctricas de toda la casa¬— dijo mi madre—. Por cierto vi que se hicieron amigos tú y Gonzalo.
— Sí, es un chico muy buena onda
— Eso parece— hizo una pausa—. ¿Vas a querer cenar?, podemos ordenar algo.
— No, no tengo hambre, pero gracias ma’.
Subí rápidamente las escaleras y me dirigí a mi habitación. Me disponía a dormir pues estaba muy cansado por el viaje, no había dormido bien el día anterior. Entre a la regadera y me di una buena ducha, al salir me cepille los dientes y me sequé el cabello. Me enredé la toalla en la cintura un poco debajo del ombligo, busqué un par de bóxers, eran tipo short color azul con estampado a cuadros (eran mis favoritos para dormir) y mi pijama, me puse el bóxer y me tumbé en mi cama. Revisaba los mensajes que habían enviado mis amigos de mi otra ciudad, una vez que terminé de responder a todos me iba a poner la pijama pero de súbito la imagen de Gonzalo se vino a mi memoria, imaginaba aquellas varoniles manos recorriendo mi cuerpo mientras besaba mi cuello; desnudo, con un grande, tibio y suave pene que ponía en mi trasero. Eso pensamientos hicieron que mi pene comenzara a ponerse duro como roca, comencé a masturbarme, tenía tanto tiempo que no lo hacía que el placer era indescriptible.
Metí mi mano y comencé a acariciar mi pene lentamente y después lo saqué por la abertura del bóxer, escupí un poco sobre la palma de mi mano y comencé a lubricar mi miembro, lo hacía despacio para así prolongar lo más posible el placer; en mi mente, Gonzalo estaba penetrándome. Pasaron unos veinte minutos cuando un gran cosquilleo estremeció mi cuerpo, estaba a punto de eyacular, comencé a masturbarme más fuerte, el sonido que se producía la saliva al subir y bajar mi mano repetidas veces por mi pene me excitaba aún más. Eyacule mucho y con mucha fuerza que todo mi semen se derramó en mi pecho y abdomen mientras otro poco casi llego a mi boca, descansé por un momento de aquel excitante momento y me levante, fui al baño y con un trozo de papel higiénico limpie todos los restos de semen. De nuevo me fui a mi cama y me quede profundamente dormido.
A la mañana siguiente desperté a las ocho y treinta de la mañana y me duche.
— ¡Mamá!— grite mientras bajaba las escaleras, pero no contestó. Al llegar a la cocina vi que había una nota pequeña pegada en el refrigerador.
“Hijo, salí un momento, no quise despertarte.
El desayuno está en el microondas.”
Después de leer aquella nota rápidamente fui encendí el microondas y desayune. Me fui a la sala y encendí el televisor pero no encontré nada entretenido así que subí a mi habitación, tome mi laptop y de nuevo baje a la sala; mientras revisaba mis mensajes de Facebook vi que uno de mis amigos estaba conectado y le solicité una video-llamada, estuvimos platicando unos minutos cuando vi que mi madre llegaba en su automóvil.
— ¿Quién es?— preguntó mi madre cuando entró a la casa.
— Es Gustavo
— ¡Hola, Gus!— saludó mi madre
— Hola señora, que linda casa tiene— dijo Gustavo
— ¡Muchas gracias!, te dejo, ¡bye!
Mi madre se retiró hacia la cocina.
— ¡Ay, Neto!, tu mamá está bien guapa— comentó Gustavo
— Eres un idiota Gus— dije en tono de broma—. Acéptalo, tú no tienes ni una oportunidad.
Ambos reímos, me despedí y fui donde mi mamá. Al entrar a la cocina vi que mi madre bebía un vaso de agua. Le pregunté a donde había ido, me dijo que solo había salido a ver de la inscripción a mi nueva escuela y me entrego una hoja de papel blanca con un listado de útiles escolares, los cuales (en su mayoría ya tenía) y una fotografía de los tres uniformes que debíamos comprar. Me dijo, también, que entraría hasta la próxima semana; era jueves así que decidimos ir pronto a comprar todo lo que hacía falta. Primero fuimos a un centro comercial a comprar el uniforme escolar y los útiles escolares que me hacían falta. Mientras comprábamos mi madre me había dicho que en la escuela en la que estudiaría también estaba Gonzalo.
Los días siguientes se me hacían eternos, por primera vez en mi vida me emocionaba por ir a la escuela y pasar más tiempo con Gonzalo, apenas lo había conocido y ya era una obsesión para mí.
El domingo por la noche me fui a la cama antes de las diez de la noche, quería dormir muy bien. Al otro día me levanté súper temprano y me duché, me puse el uniforme y baje a la cocina, mi madre había ya cocinado pero estaba tan emocionado que no quise desayunar nada. A las siete con cincuenta minutos de la mañana nos subimos al automóvil para ir al colegio, pensé que estaría muy lejos pero calculé que caminando haría como mucho unos quince minutos. Al llegar, mi madre y yo pasamos a la dirección, el director me entregó un una pequeña nota para que se le entregara a cada uno de mis profesores básicamente ahí iban escritos todos mis datos para que pudieran agregarme a sus listas de asistencia. Me dirigí rápidamente hacia los salones de los hombres, mi aula estaba en el segundo piso, al entrar al salón vi a Gonzalo, estaba en el penúltimo lugar de la primera fila del lado de la ventana con vista al patio del colegio, se veía tan apuesto, el pantalón de vestir y saco le quedaban muy bien. Le entregué la nota al profesor y me indicó que el último lugar, justo detrás de Gonzalo, era el único disponible.
Las clases transcurrieron normalmente y fue tan fácil porque eran temas que ya había visto en mi antiguo colegio, a la hora del receso Gonzalo me presento a su grupo de amigos y dijo que a partir de ese momento yo formaría parte de sus amigos también, éramos en total cuatro chicos, unos minutos después llegaron dos chicas más. Durante el tiempo que tuvimos libre me hicieron preguntas como: ¿Dónde vivías?, ¿Por qué se vinieron a vivir aquí?, e incluso una chica pregunto que si tenía novia y yo decidí responder con toda sinceridad a todas sus preguntas.
Pasaron los meses y mi fantasía con Gonzalo crecía cada día más, llegó Enero y con ello su cumpleaños. Decidí que lo invitaría a comer y le daría un regalo. Se los comenté a quienes, para ese momento se habían convertido ya en mis mejores amigos y estuvieron todos de acuerdo. Quedamos de vernos en una cafetería, todos lo pasamos muy bien. Con el paso del tiempo mi amistad con Gonzalo se fortalecía más y teníamos mucha más confianza entre nosotros dos, él ya era casi uno más de mi familia, pasábamos más tiempo juntos.
Gonzalo y yo nos hacíamos amigos más cercanos, él se había ganado la confianza de mi madre, a veces iba a comer a mi casa y jugábamos algunos videojuegos pero nunca me atreví a confesar mis sentimientos hacia él, por el contrario, intentaba sobreponerme a ellos y dejarlo simplemente en una fantasía que nunca seria realidad o por lo menos eso creía.
Un día viernes, como todos los días, salí de mi casa camino a la escuela junto con Gonzalo. Caminábamos hasta la
escuela y platicábamos de cualquier tontería; las clases ese día fueron especialmente aburridas, no podía concentrarme en nada, me dolía la cabeza, las últimas clases fueron las de matemáticas y biología. En esta última el profesor dijo que haríamos una exposición y quien hiciera la mejor exentaría el examen, dijo que hiciéramos parejas para hacer la exposición. Gonzalo volteó a verme.
— ¿Quieres que hagamos el trabajo juntos?— dijo.
— Claro— le respondí tratando de esconder mi entusiasmo por estar con él.
— Ok, a la salida nos ponemos de acuerdo
Una vez que todos ya tenían pareja para realizar el proyecto, el profesor habló de nuevo.
— Chicos, como veo que ya todos tienen compañero, quiero que pasen a mi escritorio para que les dé el tema de su exposición.
Yo me levanté de mi asiento y fui al escritorio, había varios pedazos de papel doblados y dentro venía escrito el tema. Tomé uno y se lo entregué al profesor, éste anotó el tema en su computadora y me entregó aquel papelito.
— ¿Qué tema nos tocó?— preguntó Gonzalo mientras me dirigía a mi lugar.
— No lo sé— dije y le entregué aquel pequeño pedazo de papel, lo abrió y soltó una pequeña risa—. ¿Qué sucede?
— Ve que tema nos tocó.
Me entregó el pedazo de papel, lo abrí rápidamente y vi lo que dentro venia escrito.
TEMA: Aparato reproductor masculino.
Al leer aquello también solté una risita. Ese día solo hubo esa tarea. Cuando salimos del colegio mi madre estaba fuera esperándome, invité a Gonzalo a subir y nos fuimos a mi casa, al llegar se fue a su casa, solo me dijo que después regresaba para para preparar la exposición. A la cuatro de la tarde llegó Gonzalo, mi madre lo recibió, yo estaba en mi habitación viendo un video en YouTube.
— Ernesto, Gonzalo está aquí— dijo mi madre—. Te aviso que voy a salir, al súper y también voy a pasar al centro comercial a comprar algo de ropa.
— Está bien, mamá
— Que le vaya bien señora— dijo Gonzalo.
Mi madre salió de mi habitación y pude oír cuando se fue con su automóvil.
Gonzalo y yo comenzamos a hacer la tarea y después de casi una hora de trabajar decidimos darnos un descanso.
— ¿Quieres algo de tomar?
— Sí, claro
Bajamos a la cocina, abrí el refrigerador y saqué una botella de refresco de Coca-Cola, ambos nos servimos y de nuevo subimos a mi habitación, el día era caluroso y ya estábamos un poco cansados de estar haciendo tarea.
— Oye, ¿puedo recostarme en tu cama?— pregunto Gonzalo
— Claro— cuando dije esto se dirigió hacia mi cama mientras yo solo lo observaba desde mi pequeño escritorio que estaba frente a la ventana de mi habitación. Cuando se acostó sobre mi cama pude ver su bulto que se maraca prominente en su pantalón, el rosó su mano sobre aquel bulto de manera rápida, eso me excitó demasiado. Me levanté de mi lugar y fui hacia el librero que estaba a un lado del escritorio.
— ¿Qué tal te va con Paola?—dijo —. A ella le gustas mucho ¿lo sabías?
Paola era la chica con la que había estado saliendo para ver si así lograba sacar de mi mente a Gonzalo, claro que eso era imposible. Aunque pasaba muy buenos momentos con ella y aunque era muy guapa, mi atracción por Gonzalo era mayor.
— Bien— respondí como si nada— ella es muy buena onda.
— ¿Ya lo hicieron?
— No, casi no hablamos de eso, además a mí me gustaría esperar más— dije—. ¿Y a ti como te va con Ceci?
— Ya me estoy hartando de eso, ella es guapa y todo lo que quieras pero no ha querido tener sexo conmigo y yo ya tengo muchas ganas de estar con ella.
Nunca me esperé esa respuesta, ellos parecían estar muy bien. Decidí ya no hacer ninguna pregunta más y continué buscando un libro donde pudiéramos sacar más información sobre el sistema reproductor masculino. Un par de segundos después escuche que Gonzalo se levantó de la cama. Pensé que seguiría trabajando en la laptop, pero no fue así.
— He notado la forma en que a veces me miras— dijo en voz baja, casi susurrando.
Por un momento me quede congelado, no sabía que decir.
— ¿A qué te refieres?
— No te hagas el tonto, ambos sabemos a lo que me refiero— dijo a mi oído mientras que con sus manos, aquellas manos que tanto me gustaban, acariciaba mis hombros y brazos.
Aquella situación estaba excitándome aún más, sentir sus manos varoniles que me apretaban los hombros me encantaba, por fin mi más grande fantasía se hacía realidad. Sus caricias se hacían más intensas, yo no decía nada, permanecía en silencio cuando de súbito comenzó a sobar su bulto en mi trasero, se sentía muy bien, aun no estaba en erección y podía sentirse grande incluso sobre la tela de sus pantalones de mezclilla.
Comenzó a darme pequeños besos en la nuca, sus labios eran suaves, pronto sus besos pasaron a mi cuello y sus manos a mi cintura.
— ¿Te gusta?— preguntó.
— Sí— respondí con la voz un poco temblorosa— me gusta.
— No tengas miedo, yo sé que esto es lo que habías estado esperando— susurró a mi oído—. Yo también tengo muchas ganas de cogerte rico, como tú me pidas.
Al oír aquellas palabras no podía resistir más, estaba muy excitado y él también, su pene estaba ya erecto y podía sentirlo en mi trasero, ya se sentía más grande y grueso. Al cabo de un par de minutos de estar sobando su pene y besándome comenzó a desabrocharse el pantalón, lo supe cuando oí que bajaba la cremallera de sus jeans. Yo comencé a hacer a mismo y ambos quedamos solamente en bóxer, ahora podía sentir aún más cerca aquel pene.
La excitación me dominaba y decidí voltear y dar la cara hacia Gonzalo. Ambos nos vimos directo a los ojos. Él se quitó la playera dejando expuesto su cuerpo ya con músculos un tanto desarrollados para un chico de nuestra edad, se veía hermoso, yo también me quite la playera pero yo era más flaco. Ahora nuestras ropas y zapatos estaban en el piso por toda la habitación, ambos seguíamos en bóxers. Y por fin pasó, me besó en la boca, sus labios suaves y dulces, metía su lengua a mi boca y mordía mis labios. Yo también mordía ligeramente sus labios y al cabo de unos segundos comencé a acariciar su pene sobre su ropa interior.
— Vamos a tu cama— dijo en voz baja.
Yo accedí a su petición y ambos nos dirigimos a mi cama, el me recostó y se puso sobre mí y siguió besándome y sobando su pene contra el mío, yo acariciaba su espalda y su cabello, me encantaba sentir su cuerpo sobre mí.
— Quiero hacer algo—le susurré al oído—. Ponte de pie.
Cuando Gonzalo estuvo de pie su erección se notaba demasiado ya que sus bóxers eran tipo short. Yo me arrodillé frente a él y saqué su pene por la abertura de su ropa interior, era hermoso ese pene; media alrededor de quince centímetros, era un tanto grueso y poco más oscuro del color de su piel, su glande era de color rosita. Lo masturbé un par de segundos y me dispuse a hacerle sexo oral, metía su pene en mi boca tratando de chupar todo, lo miraba a los ojos, tenía en el rostro una expresión de placer, era evidente que lo estaba disfrutando demasiado, él empujaba mi cabeza para así su pene entrara casi completo en mi boca.
Pasamos de nuevo a la cama, ambos nos quitamos la ropa interior y pude ver su todo aquello que se escondía entre sus piernas y debajo de sus pantalones, se veía muy bien desnudo con su cuerpo con músculos un poca marcados, una piernas fuertes, ya que también practicaba fútbol, y cubiertas de vellos, la zona de su pelvis estaba cubierta de vellos gruesos al igual que sus testículos, todas estas características las había visto solo en hombres de mayor edad y nunca en chicos de quince años. Yo en cambio no eran tan velludo y no tenía ni músculos, yo aún tenía cuerpo de niño.
No parábamos de besarnos y explorar nuestros cuerpos mutuamente.
— Me encanta tu culito—dijo Gonzalo—. Quiero meterte mi verga.
Dicho esto me acostó bocabajo en la cama y comenzó a escupir en mi culo y a esparcir su saliva con su pene. Después escupió en su mano y comenzó a lubricar su miembro. Colocó su glande en la entrada de mi culo y compensó a empujar con fuerza, yo simplemente intentaba relajarme para facilitar la penetración, al cabo de unos minutos su pene entró en mí, el dolor era inmenso y simplemente mordía mi almohada para no dejar escapar un gran grito de dolor, Gonzalo me besaba en la espalda tratando de relajarme, al cabo de unos minutos el dolor comenzó a disminuir ye en su lugar solo había placer, el placer de por fin haber cumplido mi más secreta fantasía y todo era como lo había imaginado.
— ¿Te gusta cómo se siente mi verga?— dijo Gonzalo mientras comenzaba a meter y sacar su pene.
— Sí, me encanta como se siente— respondí entre gemidos de placer—. No pares.
Gonzalo seguía penetrándome y lo hacía muy bien, me volvía loco sentir cada centímetro de aquel pene entrando en mi ano, estaba yo tan dilatado que ya le penetración era muy fácil, me penetraba y me masturbaba al mismo tiempo. Yo eyaculé antes que él.
Siguió penetrándome y luego la velocidad aumentó más hasta que eyaculó dentro de mí. Cuando termino saco su pene y aún continuaba muy duro, pasaron los minutos y decidimos ir a limpiarnos al baño, nos dimos una ducha rápida juntos, cuando salimos nos pusimos solo los bóxers y así estuvimos un rato en mi cama. Después nos pusimos el resto de nuestra ropa y continuamos haciendo la tarea hasta que llegó mi madre.
Los días siguientes (sábado y domingo) tratamos de hacerlo nuevamente pero era más difícil ya que mi mamá no salió esos días. El trabajo no lo pudimos terminar, por ende no exentamos el examen, pero valió la pena. De vez en cuando buscábamos alguna oportunidad para repetir lo que había pasado antes, sin embargo la situación se volvía cada vez más difícil. Al cabo de cuatro años, mi madre encontró una casa más amplia pero estaba en otra ciudad y nos fuimos, pero la noche antes de cambiarme de casa Gonzalo fue a despedirse de mí de una forma muy especial.
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