«A LOS CATORCE» PT.2 (LA DESPEDIDA)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por HornyBoy95.
Continuación…
Nuestra amistad seguía siendo completamente igual después de lo que pasó; llegué a pensar que Gonzalo había decidido olvidar todo lo que había sucedido, ya que en ningún momento demostraba interés en repetirlo, y yo me propuse hacer lo mismo: olvidar todo. Cuando cumplí dieciséis años entré a la preparatoria, pero ninguno de mis amigos (entre ellos Gonzalo) entro a la misma que yo, pero eso no fue motivo para dejarnos de ver. Algunas veces nos veíamos cuando salíamos de clases, otras simplemente nos reuníamos en un parque donde había canchas de soccer y juagábamos, aunque yo no fuera un crack del soccer, incluso cuando ya teníamos dieciocho años, y estábamos a punto de terminar la preparatoria, seguíamos viéndonos muy a menudo.
Un día llegué a aquel parque y vi a todos mis amigos menos a Gonzalo.
“¿Dónde está Gonzalo?”
“Ahora regresa” respondió uno de ellos, no recuerdo quien.
Al cabo de unos minutos vi que Gonzalo venía tomado de la mano con una chica muy guapa.
“Les presento a Ana, ella es mi novia” dijo tan pronto llegó frente a nosotros.
Sentí un gran vacío en mi estómago, no sabía que responder a eso, lo único que hice fue disculparme con ellos e inventé una mentira para poder irme lo más pronto posible de ahí, aunque en ese momento me costó aceptarlo, me estaba muriendo de celos. Cuando estuve dentro de mi auto no pude evitar derramar una lagrima, aunque lo intenté no había podido olvidarlo. Conduje a mi casa, al llegar me di cuenta de que no había nadie, subí hasta mi habitación y me encerré toda la tarde, quedé completamente dormido. Cuando desperté mi madre ya había llegado a casa.
— ¿A qué hora llegaste mamá?
— A las cinco.
— ¿Qué hora es?
— Las seis treinta.
Había dormido casi tres horas y aun no comenzaba a hacer mi tarea, pero no tenía ganas de hacer nada. Los exámenes ya habían finalizado y obtuve muy buenas calificaciones, no entiendo porque los profesores seguían encargando tarea, no la hice, una tarea menos ya no afectaría en nada mi promedio. A la mañana siguiente, mientras me preparaba para ir al colegio mi madre pasó por mi habitación.
— ¿Ya estás listo?— dijo mi madre.
Fue muy extraño, ya que mi madre nunca entraba a mi habitación.
— Sí, solo revisaba si llevaba todo lo necesario— le respondí, vi que mi madre se sentó en mi cama.
— Debo decirte algo.
— Claro mamá, dime.
— Hace unos meses atrás comencé a buscar una nueva casa, ya la encontré, esa fue la razón por la que no me encontraste ayer cuando llegaste.
— ¿Qué tal está la casa?
— Está muy bonita, es tan amplia.
— Y ¿Cuándo nos mudamos?
— ¿En serio quieres mudarte?— dijo mi madre un poco confundida—. Creía que te gustaba estar aquí.
— Sí, me gusta mucho esta casa, pero si tú quieres nos mudamos— sabía que si mi madre ya había ido a ver la casa era porque estaba muy interesada en comprarla y yo decidí darle gusto y mudarnos, aunque eso implicara sepárame de mis amigos, de la cuidad y sobretodo de Gonzalo.
Me dijo que nos mudaríamos después de la graduación, yo simplemente asentí con la cabeza. Esa misma tarde les informe, a Gonzalo y el resto de mis amigos, la decisión que habíamos tomado con mi madre. Fui muy directo y poco sensible al darles la noticia, incluso les dije que quizá no me verían por unos días ya que iba a estar muy ocupado arreglando algunos detalles de la noche de la graduación; eso era, hasta cierto punto, falso; sí, iba a estar ocupado pero no tanto como para ya no ver a mis amigos, pero era mejor estar ausente y que no notaran mi tristeza.
Durante casi dos semanas no hubo ningún tipo de contacto con ninguno de mis amigos, y mucho menos con Gonzalo, trataba de evitarlos a toda costa; al salir de “clases” simplemente subía a mi auto y conducía hasta mi casa, siempre tratando de no pasar por aquel parque donde solíamos reunirnos.
Mi graduación llegó pronto y con ello el comienzo de mi despedida de aquella pequeña y tranquila ciudad, durante la ceremonia traté de hablar al respecto con mi madre pero ella insistió que no era el lugar indicado para hablar del tema, al día siguiente, viernes, pudimos hablar durante el desayuno. Llegamos a un acuerdo, nos iríamos el domingo. Mi mamá hizo su parte, buscó el servicio de mudanza. Yo me encargaría de guardar todas las cosas frágiles, comencé por la sala, después la cocina y la habitación de mi madre y decidí dejar al final mi habitación, guardé desde platos y vasos hasta cuadros con fotografías de mi mamá y mías; de los muebles y lo electrodomésticos se encargaron los de la mudanza.
El sábado por la mañana mi madre tuvo que adelantarse hacia la nueva casa ya que había surgido un problema y tenía que resolverlo cuanto antes, se despidió de mí y salió en su auto. Ese mismo día, por la tarde, me encontraba en mi habitación; miré por la ventana y vi a Gonzalo, regresaba a su casa después de su partido de soccer, el uniforme le quedaba muy bien, sus piernas se veían fuertes, su camisa le quedaba un poco ajustada y se le marcaban unos brazos ya bien formados y un abdomen fuerte, su espalda se veía ancha, todo esto lo hacía lucir muy varonil y me hizo recordar la primera vez que estuvimos juntos.
Por un segundo creí que tocaría el timbre de mi casa, pero no lo hizo; se fue directo a su casa. Cerca de las 7:30 p.m. alguien llamó al timbre, mi sorpresa fue al ver por mi ventana, era Gonzalo, bajé apresuradamente para abrir, se veía muy atractivo, traía puesta una playera blanca con el logotipo de Nike en el costado izquierdo, unos jeans azules y unos converse. Su cabello estaba corto y peinado tipo cresta, como siempre lo había tenido desde el día que lo conocí. Su loción me enloqueció, era un aroma tan masculino e irresistible. Lo invité a pasar.
— ¿Cómo has estado?— preguntó con voz grave.
— Bien.
— Así que era cierto, te irás— dijo cuando entró a la sala y vio todas la cajas de mudanza
— ¿Acaso creíste que era mentira?— pregunté a la vez que subía las escaleras hacia mi habitación—. Yo nunca bromearía con esto.
— Admito que por un momento creí que se trataba solamente de una broma muy pesada— dijo después de unos segundos de silencio—. La forma en que lo dijiste fue tan fría y sé que tú no eres así de insensible.
Subimos las escaleras hacia mi recámara, Gonzalo caminaba lentamente conmigo sin decir ninguna palabra. Cuando entramos en mi habitación cerró la puerta detrás de él. Dentro era un total desastre, sobre mi cama estaba una caja llena de libros, cuadernos y demás objetos que en algún momento utilicé en el colegio, en mi escritorio solo estaba mi computadora y mi iPhone. Sobre el piso estaba una maleta de tamaño grande la cual estaba llena de toda mi ropa.
— ¿Te molesta si pongo un poco de música?
— No, para nada— respondí desde el lugar donde estaba mi maleta al tiempo que Gonzalo se acercaba a mi escritorio y abría la aplicación de iTunes; se comenzó a reproducir How to Save a Life de The Fray.
— Tus canciones siempre logran ponerme triste— dijo Gonzalo cuando terminó aquella canción.
— Creo que tengo un don.
Hubo un gran silencio entre nosotros. Un par de segundos después de que terminó aquella canción me puse de pie y me dirigí hacia el escritorio, Gonzalo aún seguía frente a la computadora buscando alguna canción que reproducir.
— ¿Puedo yo poner una canción ahora?
Él no respondió, simplemente se hizo a un lado quedando ambos de pie frente a la computadora. Con rapidez busque alguna melodía que reproducir. Mi mano continuaba sobre la laptop y de pronto Gonzalo puso su mano sobre la mía, lentamente dirigí mi mirada hacia él, tomo con delicadez mi barbilla y posó sus labios sobre los míos. Ambos comenzamos a besarnos de manera apasionada, era algo innegable, ambos deseábamos que pasara; permanecimos así por casi diez minutos, había pasado tanto tiempo desde la primera vez que me besó que disfruté cada segundo de aquel acto, sentía como mordía delicadamente mis labios, pasaba de estar besando mi boca a besar mi cuello.
— Tú, tienes novia— dije intentando, en vano, alejarlo de mi—. No deberíamos estar haciendo esto.
— Es cierto, tengo novia, pero desde la última vez no he podido dejar de pensar en ti y no sabes cuanto deseo esto.
Cuando terminó aquella frase comenzó a besarme nuevamente, pero con mayor intensidad y presionando con fuerza su cuerpo contra el mío. Aquello fue tan excitante, su erección ya era notoria sobre su pantalón. Se quitó la playera y yo hice lo mismo. Continuamos besándonos, lentamente nos dirigimos a la cama, Gonzalo hizo a un lado la caja que estaba sobre ella, se recostó y de nuevo nos besamos, yo acariciaba su pecho que estaba cubierto de pequeños vellos, otros pocos estaban alrededor de su abdomen y bajaban hasta esconderse bajo sus pantalones.
Comencé a besar su cuello, después pasé a su pecho y fui bajando lentamente hasta llegar a su abdomen; todo su cuerpo era como una droga para mí, brazos y piernas fuertes con vellos gruesos, espalada y pecho anchos, abdomen bien marcado, todo esto resultado del ejercicio y el trabajo tan duro que realizaba. Cuando estuve a la altura de su pene comencé a sobar lentamente su bulto por encima del pantalón, la erección era imposible de ocultar, su falo se había desarrollado mucho desde la última vez, quité el cinturón apresuradamente y lo tire al piso, después desabroché el pantalón y se lo saqué rápido, éste también terminó en el piso, quedó solamente con un bóxer ajustado de la marca American Eagle, color azul; su pene erecto estaba orientado hacia la izquierda, se veía muy grueso y media unos diecinueve centímetros; lo acaricié con delicadeza.
Gonzalo me acostó sobre la cama me quitó los pantalones dejándome solamente en ropa interior, yo traía puesto un bóxer color negro marca Calvin Klein. Se acostó sobre mí y puso su bulto sobre el mío y comenzó a moverse como si estuviera penetrando, me besaba y yo pasaba mis manos por toda su espalda y mis dedos entre su cabello. Podía sentir la calidez de su cuerpo y su pene duro como roca, le dije que se acostara de nuevo y lo hizo, yo ya no quería esperar más, ansiaba desesperadamente tener su pene en mi boca; besé su labios y después comencé a bajar hasta llegar a su bulto erecto, saqué su bóxer y lo tire al piso, el aroma de sus genitales me embriagó, no puedo describirlo exactamente, solamente diré que olía a hombre.
Su vello púbico era negro y grueso, parecía que lo había recortado recientemente ya que apenas estaba creciendo, tomé su pene y comencé a besarlo y después bajé a lamer sus testículos que eran grandes y cubiertos de vellos un poco delgados, escupí sobre la palma de mi mano y comencé a masturbarlo, embarré mi saliva por todo su pene, baje su prepucio y deje al descubierto su glande, justo en la punta había una pequeña gota de líquido pre-seminal el cual lamí por completo, metí su pene en mi boca hasta donde pude ya que su tamaño y grosor me lo impedían.
— Ya extrañaba tu boquita— dijo Gonzalo.
Mientras le hacía sexo oral lo miraba a los ojos, él acariciaba mi cabello y empujaba mi cabeza para que entrara más su gran pene.
— Para un momento— dijo—. Si sigues me voy venir.
— ¿Te gustó?— pregunté una vez que me detuve y me costé a un costado de Gonzalo.
— ¡Me encantó!—respondió—. No sabes cuánto extrañaba esto.
— Yo también lo extrañaba.
Estuvimos así por un largo rato y su erección no bajaba. Gonzalo me envolvió con sus fuertes brazos y me acercó más a él, me besaba y yo acariciaba su pene que seguía duro y con el glande descubierto. De pronto y con cierta rudeza (que me encantaba) me puso boca abajo y empezó a besar lentamente mi espalda y a bajar hasta llegar a mi trasero. Me daba pequeños besos, sobre el bóxer, en los glúteos.
Quitó mi ropa interior de manera rápida y un poco agresiva, y comenzó a lamerme, pasaba su lengua lentamente por mi ano, estuvo así unos minutos. Yo simplemente gemía de placer, lo hacía en voz alta ya que sabía que nadie nos escucharía.
— Me vuelves loco cuando gimes así— susurró en mi oído mientras ponía su gran pene en mi ano; su saliva hacía que se resbalara con facilidad entre mis glúteos.
— A mí me vuelve loco tu verga— le dije y me besó.
Embistió una vez y casi la mitad de su pene entró, yo ahogaba mis gritos de dolor y placer colocando mi rostro sobre mi almohada. Embistió por segunda vez y entro su falo por completo. Se quedó quieto por un instante, podía sentir su vello púbico rosando mi trasero.
— Lo siento— dijo—, creo que te lastimé mucho.
— No te preocupes, me encanta tener tu verga adentro— dije con cierto temblor en mi voz—. Acepto que me dolió más que la primera vez que lo hicimos.
— Obvio, mi amigo ha crecido mucho desde aquella vez — dijo refiriéndose a su pene.
Comenzó a meter y sacar su pene de mi ano, primero despacio a un ritmo lento y después de unos minutos aumentó la velocidad y comenzó a penetrarme más rápido, sentía que me iba a partir en dos, su pene era muy grueso y sentía un gran dolor cada vez que su verga entraba.
— Que rico culito tienes bebé— decía Gonzalo mientras me cogía.
— Tú tienes una verga muy rica, papi.
Después me puso boca arriba y mis pies en sus hombros, me penetraba y al mismo tiempo me besaba.
— ¡Ahhhhh!, ¡Ya me voy a venir!— dijo.
— Eyacula en mi boca— dije casi suplicando.
Saco su pene y lo dirigió a mi cara, se masturbaba justo frente a mí, me excitaba verlo mientras con su mano recorría su pene de arriba abajo, tras unos minutos acercó su pene a mi boca y eyaculo unas cuatro o cinco veces, su semen tibio y espeso cayó directo dentro mi boca, lamí su glande para quitar los últimos restos de su esperma, el rostro de Gonzalo era de total satisfacción. Se tumbó justo al lado mío, me abrazó y me besó. Me quedé uno minutos recostado sobre su pecho mientras platicábamos de algunas cosas que nos habían sucedido, nos besábamos y acariciábamos mutuamente. Sin darnos cuenta el tiempo se pasó volando, habían pasado casi tres horas, eran las 10:30 p.m. A Gonzalo parecía no preocuparle la hora.
— Le dije a mi papá que no iba a llegar hoy a la casa.
— ¿Es en serio?— pregunté.
— Sí, eso significa que aún tenemos mucho tiempo para estar juntos— dijo Gonzalo.
El resto de la noche no desaprovechamos ni un segundo, ninguno de los dos quería que la noche terminara; lo hicimos todas las veces que pudimos, a veces no había penetración sino simples caricias y besos que ambos disfrutábamos, pero lo que más disfrutábamos era en sexo oral, hicimos la posición del “69”, su lengua recorría mi pene creando en mi un sinfín de sensaciones nuevas y excitantes.
La luz tenue del amanecer que entraba por mi ventana iluminaba mi habitación débilmente, abrí lentamente los ojos pero no vi a Gonzalo, pensé que todo había sido un sueño, aquel pensamiento desapareció cuando vi el desorden que habíamos hecho lo noche anterior. La ropa de Gonzalo y mía se encontraba esparcida por todo el piso de la habitación, la cama era un total desastre: las sabanas estaban casi fuera de la cama, las almohadas estaban en el piso. Me levanté y me puse mis bóxers, fui a mi escritorio y tomé mi celular para ver la hora, Gonzalo abrió la puerta del baño y salió solamente con los bóxers puestos.
— ¿Qué hora es?—preguntó mientras me abrazaba por la espalda y ponía su bulto en mi trasero.
— Seis con quin…— un no terminaba de decirle la hora y Gonzalo me hizo callar con un beso muy apasionado.
Nos besamos por un par de minutos, me envolvió con sus brazos y lentamente me llevo, de nuevo, hasta la cama. Me recostó con delicadeza sin dejar de besarme y comenzó a sobar su bulto sobre el mío, yo tenía mis manos en su nuca y las bajaba hasta llegar a su culo.
— Quiero llevarme un poco más de ti— susurré a su oído.
Gonzalo entendió rápidamente y se recostó en la cama, baje besando lentamente desde su boca hasta su bulto, saqué su pene (aun flácido se veía muy grande) y comencé a masturbarlo hasta que estuvo totalmente erecto, lo metía casi por completo en mi boca, podía sentir su vello púbico rosar ligeramente mis labios y nariz, lo hice por unos veinte minutos hasta que eyaculó, no desperdicié ni una gota de aquel tibio y espeso líquido color blanco que brotó de su verga, lamí su glande hasta que el ultimo resto de semen estuvo en mi boca, podía oír claramente los gemidos de placer que emitía Gonzalo cada vez que rosaba mi lengua sobre la cabeza de su verga. Su esperma tenía un ligero sabor dulce, lo cual hizo que fuera aún más fácil de tragar. Cuando terminé mi felación me dirigí lentamente hasta su boca y lo besé de la misma forma en que él lo hacía, mordía ligeramente su labio inferior y metía mi lengua casi hasta su garganta.
— Te amo— dijo Gonzalo en voz baja, casi susurrándolo.
Nos fuimos juntos a la regadera y comenzamos a ducharnos mientras explorábamos nuestros cuerpos mutuamente, los besos no cesaban entre nosotros, parecía que no habíamos tenido suficiente con la noche que habíamos pasado juntos. Después de casi veinte minutos salimos de la regadera, nos secamos el cabello y el cuerpo, Gonzalo comenzó a ponerse la ropa, primero sus bóxers, después el pantalón y por últimos su camisa blanca, yo me dispuse a hacer lo mismo, una gran tristeza se apoderó de mí, aunque me negaba a aceptarlo, en lo más profundo de mi ser sabía que era el final. Bajamos las escaleras lentamente y, a menos de un metro de llegar a la puerta, Gonzalo de detuvo; se volteó lentamente hacia mí. Sin poder evitarlo me lancé hacia él, me abrazó fuertemente y un par de lágrimas rodaron por mi mejilla.
— Sé que es muy tarde para pedírtelo, pero por favor, quédate— dijo con voz temblorosa mientras seguía abrazándome, me besó nuevamente.
No respondí nada, salió de mi casa y cerré la puerta tras de él. Subí a mi habitación y arreglé todo el desastre, mi madre llegó a casa alrededor del mediodía, con los camiones de la mudanza, cuando mi madre entró a la casa bajé rápidamente a verla.
— ¿Qué tal pasaste tu primera, y última, noche solo en esta casa?
— Podría decirse que, bien— dije, vi una pequeña caja que mi madre traía entre sus manos—. ¿Qué es eso?
— ¡Por poco lo olvido!— dijo llevando una de sus manos a su frente—. Te lo envía tu amigo, Gonzalo, dice que olvido traerlo cuando vino a despedirse de ti.
Tome la caja y la llevé a mi auto con el resto de mis pertenencias, en el porta-equipaje metí un par de cajas de cartón llenas de libros y mi maleta. En el asiento del copiloto puse mi laptop y sobre ella la pequeña caja que había mandado Gonzalo. Casi a las cinco de la tarde la casa había quedado completamente vacía, mi madre subió a su auto, unos segundos antes de iniciar nuestro viaje mi madre fue a despedirse de los papás de Gonzalo, yo estaba ya en mi auto y mientras esperaba decidí ver el contenido la pequeña caja, la abrí lentamente, dentro había muchas fotos de mis amigos, algunas eran de cuando teníamos catorce años y otras eran más recientes, al fondo había un disco con un pequeño post-it pegado con el número catorce escrito con tinta negra. Introduje el CD en el reproductor de música de mi auto, comenzó a sonar The A Team de Ed Sheeran, un recuerdo asaltó mi mente, Gonzalo había creado una lista de reproducción, con todas las canciones que más le gustaban de mi biblioteca de iTunes y la grabó en un CD, e iniciaba precisamente con esa canción.
El auto de mi mamá comenzó a moverse seguido de los dos camiones de mudanza y por ultimo mi auto.
Adelanté a la canción número catorce: Que Lloro de Sin Bandera comenzó a sonar, cada palabra de aquella canción llegaba a lo más profundo de mí. Gonzalo nunca o pocas veces me había mostrado tanta vulnerabilidad en sus sentimientos. Ya estaba alejándome de la cuidad y vi por el retrovisor como la luz del atardecer dibujaba las siluetas de los edificios, fijé mi vista en la carretera y conduje hasta que la cuidad desapareció de mi vista.
***
Han pasado casi tres años desde que todo eso sucedió, ahora estoy estudiando mi carrera universitaria y todo ha ido muy bien, no puedo pedir nada más, muchas me he visto tentado a volver a aquella cuidad; pero me aterra lo que pueda encontrar allá. Lo último que supe de Gonzalo fue que no pudo entrar a la universidad ya que con la economía de sus padres no podía solventar los gastos y su sueldo no era suficiente; alguna vez platicamos sobre lo que haríamos si no entrabamos a la universidad, él me dijo que solo lo intentaría una sola vez, si no lo lograba dejaría de estudiar, se pondría a trabajar y después intentaría hacer su propia familia, esta es la razón por la que me aterra regresar. Aunque estoy pensando seriamente en enfrentar mis miedos.
FIN
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