A mis trece, me desvirgo mi perro y me cogió mi padrastro.
Poco a poco fui accediendo a un mundo desconocido para mi, pero muy subyugante.
A mis trece, me desvirgo mi perro y me cogió mi padrastro.
Me llamo Lucas, soy de argentina esto me sucedió, después de haber cumplido mis trece años, había comenzado la secundaria, no hice demasiadas amistades, era un chico algo retraído y tímido, no tenía una gran contextura física, y con mi blanca piel, mi aspecto no era muy agraciado.
En realidad, mi única gran compañía era Káiser, un pastor alemán, bastante corpulento, pesaba casi 40 kgs. que lo habían traído desde cachorro, cuando tenía 8 años. Jugaba con él, y acompañaba constantemente, era mi gran amigo.
Mamá me mimaba demasiado, era su consentido, mi padrastro Gabino, era un tipo bastante puritano, según parecía, un tipo morrudo, alto y muy riguroso, por lo general salía por las noches para regresar tarde, mientras mi madre se quedaba en casa, según mi hermana, me decía que engañaba a mamá.
Posiblemente de haber tenido un padre, al que perdí a mis tres años, mi vida sería otra, con Gavino no llegaba a tener una conversación fluida, ni era una persona a la que podría pedirle un consejo, no era un tipo malo, nos ha mantenido desde el día que mi madre enviudo. Es posible que bajo ese rostro “duro”, haya una persona más sensible, no sé.
Mi hermana Lucia de 22 años estaba de novia pronta a casarse, no simpatizaba demasiado con Gabino, creo que la había intentado besar, supongo que su figura de puritano era un disfraz.
Si bien vivíamos en total armonía, con el tiempo llegue a la conclusión que era algo ficticio, mi madre si bien me adoraba, era una sometida ante su esposo, mi hermana pronta a contraer enlace, estaba ajena a lo sucedido.
En general para la sociedad éramos una familia, diría “feliz”.
Mi vida la fui llevando como podía, sin llegar a recibir algún consejo, o alguna manera de encaminarme, cuando algo sucedió de una manera inesperada, una tarde mientras estaba en el jardín con Káiser, mi perro, comencé a juguetear con mi pie desnudo, en su hocico, hasta que, en determinado momento, comenzó a lamerlos, me produzco un cosquilleo, que misteriosamente, para mí, tuve una reacción muy estimulante, sintiendo que mi verga se rigidizaba, algo que jamás había experimentado, retirando mi pie, ante esa reacción.
Peo la curiosidad me llevó al ratito de intentar repetirlo, donde sus lamidas se intensificaron, llegándome a tocar a través del pantalón, cuando en escasos minutos, tuve mi primera eyaculación, impresionado y hasta temeroso de lo que me había sucedido, corrí al baño a limpiarme y ver que era, encontrando una aureola en el calzoncillo, oliéndolo para descubrir su olor.
Sin saber bien que hacer, con el único que podía comentar lo que me había sucedido era Gabino, que, por supuesto no tenía la suficiente confianza para pedirle consejo, mi madre y hermana imposible, carecía de algún amigo íntimo, así que con mi escaso conocimiento continúe adelante.
Días después pretendí repetirlo, bajándome los pantalones mientras Káiser, lamia mis dedos metiendo su lengua en los intersticios de ellos, me atraía ese contacto, que alteraba mi ser, optando por desnudarme, ante mi perro.
Continúe con esos juegos lascivos, pretendiendo que mi mascota, llegase a lamer mis genitales, algo que rechazaba o lo hacía apenas, esta nueva experiencia me había obsesionado, insistía en sentir su legua en mi sexo, con poco éxito, hasta que se me ocurrió, ponerme jalea entre mis órganos, donde por suerte dio resultado, llevándome esa intensa y súper lamida en poder tener una placentera eyaculación, donde aparentemente disfrutaba de mi cálido semen.
Me encantaba desnudarme ante mi mascota, adquiriendo una serie de posiciones mientras lo practicaba, pero lo que más me complació, fue cuando su rápida y áspera lengua fricciono mi esfínter, eso sacudió mi cuerpo, teniendo unas convulsiones que me llevaron a masturbarme de una manera exaltada y descontrolada. El contacto de mi cuerpo desnudo, donde mi piel se rosaba con su pelaje, me producía una agradable y estimulante excitación.
Así lo fui repitiendo casi todos los días, en general cuando quedaba solo, y a veces me arriesgaba a pesar de haber alguien en la casa, era algo que me atrapaba, que, por supuesto mantenía en total secreto, suponiendo que nadie llegaría a comprenderlo. Sabiendo que estaba obrando inadecuadamente, era tabú, algo que la sociedad no admite. Tampoco suponía que el perro, también tenía su estimulación, descubriéndolo cuando un día que estaba en cuatro disfrutando de su lengua, intentó montarme, que, por supuesto lo rechacé inmediatamente.
Esta especie de revelación, creo, que me fue impactando, donde no dudo que inconscientemente se fue creando una simbiosis entre mi mascota y yo, por mi parte me iban estimulando a algo más, y eso me sucedió una vez que lo estaba bañado, que me tenté en tocar su bulto, que por supuesto reacciono rápidamente, asomando una punta roja, llamándome la atención por su tamaño no muy grande, cuando en una segunda vez fui algo más atrevido, logrando descubrirla totalmente, asombrándome por su tamaño, y esas venas que la circundaban que si bien me produjo cierto rechazo, en una tercera ocasión, lo masturbe, eyaculando un fuerte chorro, quedándome asombrado.
Fue, donde comencé a plasmar todo el conocimiento que había descubierto, hasta que mi audacia llegó al punto de embardunarme con dulce mis órganos, volcándome bajo mi mascota, para comenzar a lamer su verga, hasta llegar a mamársela, quedándose apacible, disfrutando el sexo oral que le estaba proporcionado, en ese absurdo 69, hasta que su lengua me hacía expulsar mi lechita contenida.
Era obvio, que, ante esos momentos de estímulos, Káiser, trataba de montarme, que, por recelo, miedo o no sé qué cosa, lo evitaba. Pero me intrigaba saber cómo sería ser penetrado por un perro, no me parecía algo normal, lo veía algo aberrante, pero la tentación, la curiosidad, la virilidad de un chico de 13 años, hace que poco a poco va intentando encontrar otras salidas lascivas.
No dejaba de atraerme mi mascota, cediendo hasta convencerme, y por supuesto que él me buscaba, ya su intención de montarme era más que evidente, hasta que una tarde aprovechando que estaba solo lo traje a mi habitación, cerré con llave por precaución, desnudándome comenzando los jugos previos con mi mascota.
Estaba muy excitado, con mi verga erecta, jugando con mi perro, colocándome para que me montase, que cada vez que lo intentaba, me excitaba muchísimo, estaba dispuesto a sentir su penetración, lamia mi culo como tratando de lubricarlo, para inmediatamente montarme, subía bajaba, se la hacía difícil, me quedaba quieto para tratar de ayudarlo sin poder llegar a ensamblarse.
Una y otra vez, sin mayor éxito, hasta que creo que ese contacto y ese deseo frustrado, me hizo tener una eyaculación, que por supuesto lamio, pero de ahí no paso a mayores, no podía esperar demasiado por la posible llegada de mis padres, dejando todo para una próxima vez, más productiva.
Días después, se presentó una nueva posibilidad de quedarme solo, lo saque al jardín me desnude, y comenzamos con los jugos previos, corridas, besos de lengua, lamidas y todo aquello que nos estimulaba, creo que sentía una cierta morbosidad saber que alguien podría llegar a vernos, pero solamente desde algún edificio de altura y con prismáticos.
No tardó demasiado en tratar de montarme, pero parecía más obsesionado en hacerlo, subidas y bajadas, su verga roja salía y desaparecía, comprobando que su excitación era evidente, alterándome al comprobarlo, hasta que traté de ayudarlo teniendo su miembro, donde los empellones que me hacía rosaban mi abertura, aferrándose con sus patas delanteras, entrando en un estado de ímpetu intentando penetrarme, estaba emocionado, mientras mi corazón latía apresuradamente.
Hasta que se produzco lo buscado, sintiendo como su punta, entraba en mi cavidad rectal, ante ese arrebato canino, gran parte de su tronco, accedió a mi intimidad, donde el volumen de su miembro pareció adquirir mayor dimensión, gritando por la sorpresa y parte por la gran molestia, aferrándome más fuertemente, hasta que ante mi sorpresa, quedamos abrochados, sintiendo su esperma regar mi interior, intentado salirse, aunque su bola retenía su aparato en mi interior.
Realmente me asusté, pensando que podría llegar a venir alguien, sin saber qué tiempo estaríamos así, mientras Káiser, pretendía salirse arrastrándome como si fuese su perra.
Intentando detenerlo gritándole o detenerlo por sus patas, pensando que no lo volvería a hacer, prometiendo cosas, si podría liberarme de esa situación. Hasta después de casi 15 o 20 minutos logramos liberarnos, lamiendo mi ano, expulsando su simiente, hasta que se fue a un rincón a lamer su verga aun erecta.
En ese momento pensé que había sido una experiencia, que no volvería a repetir, por unos días intente no hacer nada con mi perro, aunque aparente a él, le debe haber agradado dado que me buscaba, haciendo movimientos propios de querer acoplarse.
Por supuesto que volví a caer en la tentación, no demoré en una tarde en desnudarme, montándome rápidamente para penetrarme, donde ese acoplamiento se fue haciendo más fluido, era como que ambos habíamos logrado adaptarnos perfectamente a ese coito zoo.
Una tarde todos habían salido, sabía que volverían tarde, hacía varios días, que no teníamos sexo con mi mascota, no sé porque decidí cambiar de lugar, y hacerlo en la cochera, había una colchoneta, así que preparé todo, trayendo a Káiser, que estaba bastante eufórico, presto a tener sexo, me fui denudando lentamente, mientras el trataba de saltarme, preparado para follarme, me encantaba esa preparación previa, llena de seducción.
Me coloque en cuatro, esperando ser penetrado por mi perro, se sube, se baja, demorándose más de lo habitual, hasta que se pone en posición en búsqueda de mi orificio, cuando entra mi padrastro, descubriendo mi intención, poniéndose como loco, por suerte aun no había sido penetrado, le grita al perro que salió corriendo, me tomó de la muñeca, diciendo:
“Putito de mierda, haciéndose coger por el perro, eres un degenerado”
Mientras me agarraba bruscamente, tirándome sobre la colchoneta, haciéndome levantar el culo, pero traté de acostarme, repitiéndome que lo levantase sino me iría peor, medio templando lo hice, cuando se quita el cinturón, aplicándome una serie de azotes, que me hacían gritar, tratando de escaparme de ese inmerecido castigo.
Mis glúteos debían de estar rojos, ante mis gritos de desesperación, había como un sadismo en ese castigo en mis nalgas, al punto que me orine, que pareció enardecer más a mi padrastro, aumentando los golpes.
Hasta que me mete un dedo en el culo, ante mis exclamaciones de dolor, diciendo:
“Esto es lo que te gusta putito?”
Ante mis gemidos y lagrimones, de golpe, se detuvo, acariciando mis nalgas y hasta besarlas, cuando se baja sus pantalones sintiendo la punta de su miembro en mi ojete, sin saber demasiado cómo reaccionar, cuando me expresa:
“Así que te gusta que te rompan el culo, vamos a ver si te gusta con esta”
Donde con un fuerte empujón, introduzco una parte hasta que termino introduciendo el resto, en un fuerte empellón, ensartado totalmente, haciéndome exhalar un gesto de dolor.
Sentía oprimir con su verga mis órganos, como succionándolas cuando la retiraba, era un bombeo impetuoso, diría sádico, mis gemidos lo incitaban, le encantaba “castigarme” de esa manera, yo no paraba de gritar y además muy asustado, hasta que me eyaculo, cuando la saca, mientras sentía que sus flujos salían de mi compartimento rectal, me quedé en el suelo tendido sin saber bien que hacer, hasta que se fue, me levanté corriendo a mi habitación, me bañé tratando de calmarme, sabiendo que esto no podía contárselo a nadie.
Pasaron un par de días, no hice nada con mi mascota a pesar que me buscaba, solo me alegró una cosa, cuando Gabino pasaba cerca mío, mi perro le gruñía. Pero un día me dice:
“Mejor que no me gruña más, sino algo le va a pasar”
Pero me era difícil convencer a Káiser a que dejase de refunfuñarle, cuando de una manera bastante agresiva, me dice:
“Te vas a quedar sin, perro, pendejo”
Así que sin saber bien que hacer, le digo una tarde:
“No es fácil, que deje de odiarlo, pero que puedo hacer para solucionarlo”
“Humm, buena idea, espérame esta noche desnudito, con la puerta abierta”.
No dije nada, ya lo había hecho una vez, no sé si por el perro o por volver a apreciarlo, pero esa noche, cumplí con ese pacto.
Lo esperé desnudo en la cama, boca abajo, estaba bastante nervioso, cerca de medianoche, llegó, sin decir nada, corrió las sabanas, destapándome, acariciando mi cuerpo, hasta que me gira, y viendo mi verga inerte, comienza a chuparla hasta lograr vigorizarla, a pesar de rechazarla no pude evitar una ligera excitación. Cuando veo por primera vez su miembro, que mantenía un tamaño como el de Káiser.
“¿Te sigue cogiendo el perrito, pendejo?” No le conteste nada, cuando vuelve a girarme, mientras sentía su miembro, comenzar a cobijarse en mi funda intestinal, cuando dice:
“No lo hago mejor yo?” Mientras comenzó a bombearme lentamente hasta acelerar los movimientos, para eyacular en mi interior,
No respondí, cuando se levantó para irse, diciéndome:
“Que duermas bien, lindo”
Me levanté de la cama para ir al baño, saliendo algo de sus flujos de mi culo, que de manera inconsciente, lo lamí, para conocer su sabor.
Así se fue repitiendo cada 3 o 4 noches, jamás le contestaba, aunque no parecía molestarle, hasta que a los quince días de la primera, vez, paso algo distinto, no sé bien qué, pero logró estimularme bastante, sus besos, la manera de acariciarme, pero creo que más bien fue cuando me rodeó con sus brazos, cobijándome en su pecho de ese corpulento cuerpo, me sentí como protegido, amparado, quedando quieto ante esa resguardo “paternal” era extraño, pero tendí a besarlo, hasta que lo monte, buscando su voluminosa verga, para sentarme sobre ella, mientras la iba incrustando en mi esfínter.
A partir de esa noche, comencé a esperarlo ansiosamente, llegando a mamar de su verga, algo que no podía negar que me obsesionaba.
Por supuesto que esta impensada relación, fue adquiriendo cierta dependencia, podría decir que me había convertido en su sumisa figura “femenina” por así decirlo, por una parte, dejé crecer mi pelo, llegué a pintarme y hasta usar vestidos de mi hermana que me quedaban algo grande, saciando los deseos de Gabino.
Su fuerte personalidad me sometía, tenía un cierto poder, que no podía dejar de evitarlo, cuando una tarde, me agarró en el estar, quise evadirme, por temor a que apareciese mi madre, pero haciendo caso omiso a mi precaución, comenzó a besarme, que a pesar de mis rechazos, fui cayendo en su intención, comenzando a desnudarme, que pretendí evitar, pero su insistencia, me llevo a desnudarme, donde comenzó a intentar penetrarme, que me fue imposible hacerlo desistir, hasta que logró hacerlo, donde mi excitación y el temor de ser descubierto, elevaban mi tensión y hasta aceleraban mis hormonas.
Un día le pregunte porque me había castigado, me comento diciendo:
“Realmente no lo sé, fue algo impulsivo, pero me había producido un placer y una excitación que nunca había tenido, y sin pensar demasiado termine follándote, era mi primera vez con un chico, y realmente me encanto, hasta sentí algo similar al pensar en que tenías sexo anal con tu perro.
Cuando le digo:
“Te gustaría verme haciéndolo?”
“Si me encantaría, pero ¿qué te llevo a hacerlo?” Fue, donde le conté paso a paso como fue mi experiencia
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!