ABRIENDO LAS ALITAS 10
AUTOBIOGRAFIA sensual, erotica y sexual,,, 100 por ciento cierta.
Historia de mi vida, medio erotica, medio sensual, medio sexual.
Continua mi biografía poniendose mas caliente a cada relato.
Les recomiendo leer las anteriores entregas,, es historia real picara, medio erótica y francamente sexual conforme voy creciendo,,,es mi biografia.
Les recomiengo leer los anteriores capitulos de mi biografia,,, es erotica leve al principio y se va poniendo mejor.
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/abriendo-las-alitas-9/
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/abriendo-las-alitas-8/
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/abriendo-las-alitas-7-2/
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/abriendo-las-alitas-6/
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/abriendo-las-alitas-5/
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/abriendo-las-alitas-4/
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/abriendo-las-alitas-3/
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/abriendo-las-alitas-2/
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/abriendo-las-alitas-1/
DESEO CUMPLIDO (13 – 14 años)
El gorrioncillo cae al suelo, ya no quiere volar.
Pero el daño estaba hecho. El siguiente lunes desperté a la cruda realidad, supe que mi reputación en la escuela andaba de boca en boca.
–Oye Dany, te hago una pregunta y no te enojas –preguntó Yolanda a la hora del recreo.
–¿Qué?
–¿Es cierto que hiciste “cosas” con Nicolás en el campamento?
Me quedé al borde del infarto.
–¿Quién dijo eso? –pregunté con voz temblorosa.
–Una chica del grupo B, bueno, muchos dicen eso.
–No es cierto. Tú sabes que no soy “marica” –dije a punto de llorar.
Yolanda se quedó callada tratando de consolarme.
–¿Qué tienes? –escuché una voz conocida.
–Está triste por lo que andan diciendo de él –contestó Yolanda.
David, de pie detrás de mí, me abrazó pasando su brazo por mi hombro hasta el pecho. Yo no me atreví a mirarlo a los ojos, me quería morir de la vergüenza. Ese mismo día a la hora de la salida David encaró a Nicolás en la puerta de la escuela, los dos se hicieron de palabras y luego de golpes. David le reclamaba por qué había dicho que éramos “novios”, que eso era mentira y que, además, él conocía a mi novia.
Luego lo exhibió frente a todos diciendo que Nicolás se iba al río con otros chicos. Que él sí era “puto”. Un par de chavas, amigas de David, aseguraron que ellas habían visto a Nicolás “haciendo cosas” con otros chavos en los baños del parque frente a la escuela. Yo no podía creerlo cuando me lo contaron, no podía haber imaginado a David defendiéndome de Nicolás delante de todos. ¿Sentiría por mí algo más que amistad?
Pero en mi interior, mi autoestima estaba aniquilada. Haber descubierto mi sexualidad frente a David me hacía sentir inseguro, más por su sutil rechazo cuando le acaricié el pene, por haber sido humillado por Nicolás y haber sido exhibido por él ante mis compañeros, todo eso logró destrozar mi autoconfianza. Me sentía despreciado y despreciable. No soportaba fácilmente las críticas ni las miradas acusadoras.
Mi yo “machito” se impuso con determinación. La vergüenza era mucha, las miradas de los compañeros me parecían de burla, como si me juzgaran. Hice un gran esfuerzo para suprimir a mi diablillo y a mis deseos sexuales, no quería saber nada de ellos.
Mi yo “sensible” estaba tan dolido que no supo cómo reaccionar, no entendía cómo podía existir tanta maldad. Llegué a pensar en el suicidio en serio, no había cabida para mí en este mundo. ¿Por qué se burlaban de mí si yo no escogí ser así? No le hacía daño a nadie con mi sexualidad. No había nacido para estar entre el odio y la agresión. Solo me quedaba el aislamiento.
En fin, pronto terminaría el año escolar y tal vez todo se olvidaría, me dijo mi yo machito.
Las experiencias negativas también son parte de la vida.
¡Me defendió! ¿Pero de qué servía?
Dos gorrioncillos volando juntos.
Un giro inesperado de la vida me brindaría el escape perfecto a mi situación.
Mi familia había comprado una casa al otro lado de la ciudad y para el siguiente año tendría que acudir a otra escuela. Con ese cambio, todas mis preocupaciones y todo lo vivido quedaría solo en mis recuerdos, pensaba. Evitaría a toda costa encontrarme con David para no arriesgarme a ser rechazado otra vez.
–¿Qué pasa contigo? Te busco a la hora del recreo y no te encuentro –me reclamó David un día.
–Es que ando muy ocupado, nos vamos a cambiar de casa y ya no voy a venir a esta escuela el próximo año –dije sin pensar en el efecto que tendrían mis palabras en mi mejor amigo.
David se quedó callado, incrédulo, la noticia lo tomó por sorpresa. Se quedó perplejo, recargado en el barandal de la escuela como si lo hubiera golpeado con fuerza. Su mirada me transmitía desconcierto, tristeza, cariño.
–Dime que no es cierto, eres mi mejor amigo –dijo con una voz a punto de quebrarse.
Sentí ganas de abrazarlo, me acerqué y aunque parecía que él lo deseaba también decidí que mejor no, había tantos estudiantes alrededor. David me acarició la mejilla discretamente y se le humedecieron los ojos. Se nos fueron las palabras, no supimos qué hacer. Él se quedó parado afuera de la escuela completamente desconcertado y yo me retiré en silencio. Creo que en ese momento él se dio cuenta de que nuestra relación era más fuerte que una simple amistad.
Lo mejor estaba por llegar.
–¿Es cierto que ya no vas a volver a esta escuela el próximo año? –me preguntó Yolanda al siguiente día.
Asentí con la cabeza.
–No le vayas a decir que te dije, David anda organizando una fiesta de despedida para ti.
–¿Cuándo?
–Para el fin de semana.
–¿Dónde?
–En casa de Carmen.
–Te quiere mucho. ¿Verdad? –dijo, y yo solo fingí no oírla.
Con ansias esperé la fecha. No fue fácil convencer a mis padres, pero al fin me dejaron asistir a la fiesta el sábado en la tarde antes de los exámenes. Llegué a casa de Carmen como a las dos y me encontré con unos 20 compañeros.
Bailamos, platicamos y comimos. Toda la tarde David estuvo muy atento conmigo, me sonreía constantemente. Tal y como lo imaginé, mis compañeros me pidieron que cantara, yo iba preparado.
Nunca me dejes,
quiéreme mucho.
No sabes cuánto te quiero.
Que mi amor es tan grande
que es un deseo
de estar junto a ti.
Y yo tan enamorado
Te lo creí.
Al momento de estar cantando no pude evitar voltear constantemente a mirar a David. Solo él existía para mí en ese momento. En cuanto terminé de cantar Yolanda se acercó discretamente para decirme algo.
–Qué bárbaro, casi le declaraste tu amor.
–Estás loca, yo le canté a todos.
–Mm… pues por la cara que puso David entendió otra cosa.
Cante un par de canciones más y seguimos disfrutando de la comida. Contamos chistes y anécdotas vividas durante los dos años que llevábamos juntos. Ninguno de mis amigos mencionó nada del incidente del campamento con Nicolás.
A eso de las 6 de la tarde llegó la hora de retirarme. El viaje de regreso a casa era tardado porque los fines de semana había menos autobuses. Empecé a sentirme muy triste.
–No te vayas todavía –suplicó David.
–Es que los camiones ya van muy llenos a esta hora y si llego muy tarde me van a regañar.
–¡Resuelto! Le pido a mi hermano que te llevemos en su auto y así nos quedamos más tiempo.
Poco a poco los compañeros se fueron despidiendo hasta quedar solo David y yo ayudando a Carmen y a su mamá a recoger el tiradero. Como a las 8 dijimos que ya era hora de irnos a buscar a su hermano.
Para llegar caminando a la casa de David debíamos pasar por la escuela. Durante el camino yo iba muy callado.
–¿Estás triste? –me preguntó.
–Un poco.
–¿Por qué?
–No sé.
No me atrevía a decir que era porque ya no lo vería, pero no fue necesario. La energía que nos conectaba se hizo presente y nos hacía entender lo que el otro sentía con tan solo mirarnos, sobraban las palabras.
David también caminaba callado, con la mirada en el suelo. Al pasar frente a la escuela nos detuvimos un momento. David se recargó en un auto que estaba ahí estacionado y cruzó los brazos. Yo me paré frente a él y me quedé mirándolo. Se veía nervioso, sentí que me quería decir algo, pero no se decidía.
–¿En verdad estás enamorado de mí? –preguntó después de unos minutos de silencio.
Mi respuesta no fue con palabras, gruesas lágrimas rodaron por mis mejillas. David abrió los brazos y no me pude contener más, nos fundimos en un sincero abrazo. Acomodé mi barbilla en su hombro y pegué la mejilla fuertemente a la suya.. Sus brazos me rodearon con firmeza, como reclamando que yo le pertenecía. Podía sentir su respiración y sentir el calor de su piel.
Aprovechando la oscuridad de la calle duramos callados unos minutos así, descansando, desconectados del mundo. Nuestros cuerpos embonaban perfectamente, al igual que nuestras almas. Me sentía en paz.
–Y ahora que íbamos a ser novios –me dijo quedito al oído.
Sus palabras me llenaron de felicidad. Sentía en el pecho los latidos de su corazón. No había prisa, nada más existía, él, yo, y lo que sentíamos. Mi yo “sensible” captaba la energía que nos unía y mi yo sensible florecía. Solo se me ocurrió cantarle al oído.
No sé qué tienen tus ojos.
No sé qué tiene tu boca,
que domina mis antojos
y a mi sangre vuelve loca.
No sé cómo fui a quererte,
ni cómo te fui adorando.
Me siento morir mil veces
cuando no te estoy amando.
David interrumpió mi canción para preguntarme con voz muy bajita.
–Si te concediera un deseo, ¿Cuál sería?
No supe qué contestarle.
–Dime. Lo que quieras. Eso hacen los novios. ¿no?
Mi diablillo me llenó la cabeza de locas ideas, imaginé muchas cosas, besarlo, acariciarlo ahí mismo. Pero pensé que no había tiempo, y que no era el lugar apropiado, eran fantasías imposibles, no quería dejar de abrazarlo, no quería que el momento terminara nunca.
–Dime pues. ¿Qué deseo quieres que te conceda? –volvió a preguntarme al oído.
Pensé que me daría algo, un regalo. En eso escuchamos que un auto se acercaba, nos soltamos y me retiré un poco de él. Luego de unos momentos contesté.
—Lo que tú quieras –dije mirándolo directo a los ojos.
Volteó David a todos lados, me tomó de la cintura y me jaló nuevamente hacia él. Su cara quedó a milímetros de la mía. Nuestra energía se unió y se hizo tan fuerte que se me erizó toda la piel.
Topamos frente con frente, mi mirada atrapando la suya. Le correspondí el abrazo rodeándolo su cuello con mis brazos. Le acaricié el cabello. Intenté no pegar mucho mi duro pene al de él para no incomodarlo. La comunión sentimental entre los dos y el abrazo nos hacían uno solo.
Nos transportamos fuera de este mundo, sus lindos ojos me comunicaban paz, amor. Entonces, el destino se apoderó de nuestra voluntad, lentamente, nuestros labios se encontraron y se unieron con delicadeza, y con temor de mi parte, temor a que ese momento fuera mentira, tan solo un sueño. Su beso me supo como ningún otro.
Fue un beso de descubrimiento. Primero, sentir la piel, captar la energía, darnos cuenta de que lo necesitábamos. Luego separamos nuestros labios por unos instantes para reconocernos, para ver en nuestro interior a través de la mirada. Me sorprendí lo increíble que sentí sus labios, su reacción, su aceptación.
Nos quedamos suspendidos en el tiempo por unos segundos. Enseguida la pasión apareció, un beso en serio, arrebatado, sin miedo, aceptando el placer de tocar nuestros labios, de jugar con nuestras lenguas. ¡Su boca era completamente mía!
Después, sus labios empezaron a recorrer mi cuello y lo que me hicieron sentir fue indescriptible. Con sus labios y con la lengua exploró mi piel con suaves toques. Por supuesto que yo imité lo que me hacía. Con nuestras caricias nos provocamos suaves gemidos y leves espasmos en el cuerpo.
No lo podía creer. El corazón me resonaba loco en el pecho. Mi pene retozaba bajo la ropa sintiendo los embates del suyo ya endurecido, ya no me importó. Sus manos apretaban mis nalgas para casi fundir nuestras erecciones. Mi cuerpo se excitaba y mi alma renacía. Sentí su cuerpo temblar pegado al mío. Mi yo “sensible” y mi yo “sexual” aniquilaron a mi yo “machito” mientras mi yo “diablillo” bailaba en mi mente. Nada me importaba más que estar ahí con él, los dos abrazados, fundidos en un beso largo, firme y tierno.
Mientras sus manos recorrían mi espalda y encontraban el camino hasta mi trasero, mi mano traviesa se topó con su duro y tibio pene bajo la tela de los pantalones, lo acaricié desesperadamente. Sus labios me infundían vida y sus caricias me colmaban de placer. Nos separamos unos instantes para respirar y encontrar nuestras miradas una vez más.
–¿Te gustó? –preguntó quedito luego de unos instantes.
–Sí mucho. ¿Y a ti? –dije esperando su respuesta.
–¡Chingón! Te gusta besar ¿verdad?
Asentí con la cabeza mientras admiraba el brillo de sus ojos.
–¿Quieres que seamos novios? –preguntó con su carita de niño bueno.
–Estás loco.
–En serio, ¿quieres o no? –insistió.
–Pero ya no vamos a estar en la misma escuela –le recordé.
–¿Y eso qué? Te puedo ir a buscar y tú me puedes visitar.
–Está bien.
Continuamos unos minutos abrazados, al fin que no había nadie alrededor. Me fijé en David y me pareció diferente, su mirada me comunicaba sinceridad, se veía enamorado. Volvimos a unir nuestros labios. Un millón de besos no serían suficientes para saciar la sed que mis labios sentían por los suyos.
–¿Recuerdas que dije que si un día me animaba con un chavo sería contigo? Pues es cierto.
–¿Qué? –pregunté emocionado.
–Por hoy nomás el beso. ¿eh? –agregó mientras sus manos se posaban tiernamente en mis nalgas.
Caminamos agarrados de la mano una cuadra hasta que llegamos a una avenida muy transitada. Me sentía flotando en el aire. Fui yo el que soltó su mano al llegar a la esquina, en esa época la relación que se había formado entre nosotros no era bien vista por la sociedad y corríamos el riesgo de ser agredidos por aquellos que se sienten con derecho a juzgar a los demás. David, entendiendo por qué solté su mano, volteó y me sonrió con la sonrisa más maravillosa del universo.
En el auto, rumbo a mi casa, nos fuimos en el asiento trasero porque su hermano René iba acompañado de su novia. Aprovechamos para ir tomados de la mano todo el camino. Unas cuadras antes de llegar, en un momento que Rene y su novia no nos veían, nos dimos un beso breve de despedida.
Mi vida era perfecta.
Quedaban solo unos días de escuela, y aunque era tiempo de exámenes, se convirtieron en los días más maravillosos para mí. El siguiente lunes después de la fiesta pensé que todo sería como antes, que David y yo seguiríamos siendo solo los mejores amigos del grupo, que lo vivido frente a la escuela el sábado anterior había sido un hermoso arrebato, nada serio, un momento mágico de excitación.
No esperaba nada más, pero me equivoqué.
En lugar de eso David me sorprendió desde que nos encontramos en el salón. Movió su silla de lugar para estar a mi lado. Yolanda fue la única que se dio cuenta de que algo “serio” pasaba entre nosotros. Y no era difícil darse cuenta, David se volvió muy atento conmigo, me ayudaba a estudiar para los exámenes y me explicaba con paciencia cuando no entendía algo, me invitaba a ir con él a todos lados, hasta me confesó que ya no estaba saliendo con ninguna novia esos días. Por supuesto que no le creí.
Tampoco era nada difícil darse cuenta de lo que su cercanía me provocaba. Mantenía mis ojos en él todo el tiempo, le sonreía constantemente y le hablaba con voz suave. David me correspondía con un trato tierno, me tenía embobado. En verdad sentíamos unas ganas tremendas de estar cerca el uno del otro. Incluso en una ocasión, cuando estábamos en la fila de la cafetería sentí su cuerpo pegadito al mío, su duro pene pegado a mis nalgas, a propósito. Eso llevó a mi diablillo a soñar con …
El último día que fuimos a la escuela fue para limpiar el salón y pintar las bancas. David y yo casi no hablamos, tan solo lloramos durante toda la mañana, no sabíamos qué decirnos. Cuando algún compañero preguntaba la razón de nuestras lágrimas le echábamos la culpa al olor de la pintura.
A la hora de la salida nos encontramos en un lugar poco visitado al fondo del parque, ocultos por los árboles, lejos de las miradas de los demás. Nos tiramos en el pasto y nos fundimos en un abrazo sin decir nada, no encontrábamos las palabras. David se subió sobre mí, igual que el día que me ganó a las luchas.
–¿Quieres? –preguntó quedito.
–¿Qué cosa?
Entonces, sin más, me besó.
–Te amo –me confesó.
–Yo también –le contesté.
–Por favor, cuando empiecen las clases me dices en qué escuela estás –suplicó.
–Te lo prometo.
Sus manos sostenían mis brazos, el “machito” imponiendo su fuerza, me sentía dominado, suave y deliciosamente dominado. Restregamos nuestros penes uno sobre el otro, conscientes de que éramos dos hombres, y seguros de que eso no nos impedía desearnos, mientras nuestros labios seguían unidos.
Nos estábamos excitando demasiado y decidimos detenernos, porque alguien nos podría ver. Nos pusimos de pie y caminamos hasta la salida del parque tomados de la mano sin decir nada.
–Te quiero –le dije en la puerta del parque antes de irme.
–Yo, más –contestó y vi lágrimas corriendo por sus mejillas.
En aquel momento ni siquiera yo logré comprender en su real dimensión el fuerte sentimiento que nos unía. Tarde algo de tiempo para convencerme de que lo que nos conectaba entonces no podía ser otra cosa que verdadero y puro amor.
En mi mente hice un recorrido de los bellos momentos vividos con “mi novio” David. Fue casi mágica la forma en la que él fue cambiando conmigo desde que lo vi por primera vez en el salón. Recuerdo su primera sonrisa dirigida a mí cuando me lo topé en la puerta del salón el primer día de clases. Solo el amor puede explicar cómo fue aceptándome poco a poco, primero como amigo, luego como enamorado, hasta atreverse a besarme y pedirme que fuéramos novios.
Era tan inocente nuestra relación, tan sincera, tan fuerte y real, que, hasta el día de hoy, no tengo recuerdo de otra experiencia que pueda compararse en el nivel de comunión sentimental a la que llegamos.
El amor es la unión pura de dos almas.
Los deseos, a veces se cumplen.
LAS SIGUIENTES ENTREGAS SE PONEN MUY SEXUALES,,, YA LAS LEERAN
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!