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Gays

ABRIENDO LAS ALITAS 13

HISTORIA DE MI VIDA,,, verdadera, sensual, erótica y con cada vez mas sexo poniéndose mas caliente a cada relato…
HISTORIA DE MI VIDA,,, verdadera, sensual, erótica y con cada vez mas sexo poniéndose mas caliente a cada relato..

Les recomiendo leer los anteriores capitulos.

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15 AMOR CORRESPONDIDO (14-15 años)

Gavilancitos unidos en vuelo.

Y el sueño se veía más cercano cada día.

A finales de mayo de cada año se celebraba el “día del estudiante”. Por ese motivo, la escuela organizó un festival musical en el patio principal donde nos dieron comida y refrescos. El festival del último año de la secundaria incluyó la presentación de grupos musicales. David y yo, como ya era costumbre, estábamos comiendo juntos cuando la música empezó.  

El patio central de la escuela no era del tamaño suficiente para tanto estudiante y terminamos todos apretujados. David y yo decidimos subirnos a una banquita de cemento que estaba pegada a las paredes de los salones, para poder ver mejor a quienes cantaban.

La banca no era muy ancha y apenas cabíamos parados uno enfrente del otro. Yo me coloqué frente a David y a nuestros lados se subieron otros compañeros y compañeras.

En cierto momento sentí el cuerpo de David tan pegado al mío que pude darme cuenta de que su pene estaba medio duro pegado justo contra mis nalgas. Empecé a tener una erección, mi excitación me metería en problemas, pensé.

Fingiendo inocencia, mi diablillo movió discretamente mi mano para comprobar “qué era” el bulto que sentía en las nalgas. En cuanto lo agarré volteé y le pregunté quedito ¿qué traes ahí?

David no dijo nada, volteó a mirarme no sorprendido, más bien disfrutando mi atrevimiento, tan solo sonrió y pegó su pene más fuerte contra mí. Al ver que él disfrutaba de mi caricia, mi diablillo siguió me aconsejó y empecé a mover mis nalgas suavemente fingiendo que bailaba con la música para poder sobarle el pene. La energía que nos conectaba empezó a inundar mi cuerpo con un calor suave. Nada más existía para nosotros en ese momento. Su pene fue creciendo con el roce de mi cuerpo, nuestra respiración se aceleró. 

David, como siempre, me sorprendió, su excitación no iba a desaparecer así nomás, me tomó firmemente por la cintura con las dos manos y se movió, fingiendo también estar bailando al compás de las canciones, con lo que logró acomodar su pene justo entre mis nalgas. Luego, en un movimiento rápido, se acercó a mi oído y me dio una leve mordida.

–¡No! –protesté.

Algunos compañeros que estaban a nuestro lado lo tomaron como un juego y se rieron. De nada sirvió mi protesta, su pene, ya bien duro, se empezó a restregar lentamente contra mis nalgas aprovechando que los compañeros alrededor también bailaban la canción que el grupo tocaba. Era obvio que David estaba en el punto de excitación donde ya no te puedes detener, podía percibir su tibio aliento en mi cuello. Qué increíble sensación me producía el tener su cuerpo pegado al mío, deseaba que la ropa de ambos desapareciera como por arte de magia. Los dos estábamos en la luna. Tratando de disimular aún más lo que estábamos haciendo empecé a cantar la canción que el grupo estaba presentando.

–Qué rico –me dijo mi novio muy quedito al oído.

El tibio aliento de David se convirtió en fuertes soplidos en mi cuello. De pronto David se quedó quieto, me jaló más fuertemente de la cintura hacia él y me mantuvo así por unos instantes. Sentí como su pene se descargaba debajo de la tele de su uniforme, su cuerpo temblaba, y el mío también. Seguí cantando, como si nada, le acababa de provocar un orgasmo y yo estaba al borde del mío. Alcancé a percibir sus leves jadeos al momento de eyacular.  

No esperamos a que terminara la canción, disimuladamente caminamos hasta el baño entre los estudiantes. Yo me fui delante de él para que nadie pudiera ver la mancha de semen en su pantalón. Me daban ganas de reír pensando en que era la primera vez que cantaba al tener un pito en mi culo, bueno casi.

Al entrar al baño vimos que estaban dos sanitarios ocupados. Pensé quedarme parado junto a los lavamanos para esperar a que David entrara a una de las cabinas a limpiarse, pero él tomó la iniciativa, me tomó del brazo y me jaló para meternos en el sanitario del fondo. Intenté protestar, tenía miedo de que los otros estudiantes nos escucharan, pero de nada sirvió.  En cuanto entramos David cerró la puerta y sin más me tomó con ambas manos de la cabeza y se prendió de mis labios. Yo solo atiné a meter la mano en sus pantalones para acariciarle el pito, que todavía estaba caliente y duro. Sus besos se volvieron apasionados, bruscos. Si seguíamos así él tendría otro orgasmo y yo no podría evitar el mío.

Escuchamos voces de unos estudiantes que se acercaba y salí rápidamente. David se quedó en el sanitario y yo me quedé mirándome al espejo muriendo de excitación. En eso sentí algo pegajoso en la mano y al olerlo supe que era el semen de David que llegó a mi mano cuando le sobé el pene. Por supuesto que mi diablillo me convenció de probarlo, lamí cada uno de mis dedos para saborear su “leche”.

Mi felicidad no podía ser mayor, ¡le había provocado un orgasmo y había probado su semen! Lo que acababa de pasar entre David y yo era lo más atrevido e íntimo que habíamos hecho hasta entonces y eso me hacía muy feliz. Pensé que pronto, un día…tal vez.

Al salir del sanitario David me regaló una amplia sonrisa. No volvimos a comentar nada de lo sucedido en los siguientes días. Continuamos comiendo juntos durante el recreo y yo seguí cantándole canciones mientras él se recostaba en mis piernas. La confusión en mi mente sobre si nuestro noviazgo era cierto o no seguía presente, ya me había besado varias veces, pero luego pasaban días en los que todo parecía tan solo un juego para él.

Por supuesto que en las noches mi diablillo tomaba el control y me presentaba imágenes en la mente de nosotros dos desnudos acariciándonos descaradamente en medio de todos los compañeros. ¡Mm!  ¡Qué masturbadas tan ricas me di con esas imágenes!

La vida se compone de momentos, de experiencias, unas buenas, otras malas, unas planeadas, otras inesperadas, como el sexo.

Con gusto le sacaría chorros otra vez.  

Los gavilancitos se acurrucan.

Insaciable en lo sexual e ilusionado con el amor.

El final del curso se estaba acercando y empecé a sentirme triste en algunos momentos. Sabía que tendríamos que dejar de jugar a ser novios y eso me aprisionaba el corazón. En nuestros encuentros en el vestidor a la hora de la clase de deportes era común que nos quedáramos tarde para poder estar unos momentos cerca. Seguíamos jugando a tocarnos el cuerpo en cualquier parte. A veces eran simples rozones, a veces eran francos “arrimones” de parte de él, sobre todo en la fila de la cafetería. Siempre que me abrazaba, por cualquier motivo, sentía su pene duro.

A la hora del recreo a veces era yo el que se recostaba en sus piernas y a propósito aplastaba su pene para excitarlo y luego me las arreglaba para sobárselo un poco sin que nadie se diera cuenta, bueno, eso era lo que creíamos. No pasaba de ahí por miedo a que me rechazara si le proponía algo más “atrevido”. Sabía que tal vez no pasaría de ser un juego, al final del día David, invariablemente, se iba con su novia en turno. Yo de 14 años y el de 15, era normal que sus ganas de sexo, al igual que las mías, eran casi incontenibles.

–Se nota que son novios –me dijo un día Yolanda.

–Estás loca –respondí sorprendido.

–Como que no, tú lo ves con ojos de enamorado, y él a ti.

–Lástima que ya se va a acabar la secundaria –agregó.

–Nos podemos seguir viendo en la preparatoria –dije sin pensarlo.

–¡Ajá! lo sabía, si son novios.

–¡No grites pendeja! Te van a oír –dije.

Para las últimas semanas del semestre mi yo “machito” tenía una estrategia para no sufrir tanto a la hora de despedirnos. Pensé que era mejor irnos separando poco a poco y tomé una decisión, empecé a pasar más tiempo libre con mi amiga Yolanda en el salón o a poner pretextos para no estar con David. A la hora de salida me apuraba para irme a casa sin verlo. En verdad me dolía tanto pensar que perdería a mi “novio” que empecé a evitar encontrarme con él.  

–¿Dónde te metes? Ya casi no te veo fuera de clase –preguntó David un día que me quedé solo en el salón a la hora del recreo mientras Yolanda fue a comprar algo de comer.

–Haciendo la tarea –dije.

–Es que te espero en la cafetería y en la salida y nada.

¿Cómo decirle que evitaba encontrarme con él para irme acostumbrando a no tenerlo cerca? David se sentó en una silla muy cerquita de mí. Se daba cuenta de mi tristeza.

–¿O qué, ya no somos novios? –me preguntó quedito mientras me acariciaba la mejilla.

Sus dedos eran, sin duda, los puntos de conexión energética más sensibles que tenía. Siempre que me rozaba con sus dedos me electrizaba la piel. Sus palabras hicieron que mi corazón se desbocara. Volteé a mirarlo intentando entender sus intenciones y de nuevo me desarmaba con su tierna mirada.

–¿Ya no me quieres? –dijo quedito.

–Sabes que sí.

Estábamos solos, volteé a verlo y de pronto sentí el impulso de besarlo, pero no me atreví. Con tan solo su cercanía la tristeza que existía en mi corazón desapareció en ese instante, era suficiente para volverme a la vida. Nos quedamos mirándonos en silencio.

–¿Y si ya no nos volvemos a ver? –le pregunté quedito.

No contestó nada, sus ojos se llenaron de lágrimas y eso me preocupó. Nunca había visto a David llorando y no entendía por qué. Estaba a punto de preguntarle el motivo de sus lágrimas cuando de pronto descubrimos que Yolanda nos miraba muy complacida desde la puerta. Sin duda había visto todo.

–Ya vienen los demás –nos advirtió ella antes de entrar.

Los compañeros empezaron a llegar, David se limpió los ojos y se acomodó en su silla.

Pensé en buscarlo al terminar las clases y decirle que no importaba, que yo haría lo imposible por inscribirme en la misma escuela preparatoria que él para seguir juntos. La realidad me despertó del hermoso sueño ese mismo día a la hora de la salida.

–Necesito decirte algo. Vamos al parque –me dijo David muy serio cuando lo encontré.

Nos fuimos al parque hasta un rincón alejado entre los árboles donde nadie nos pudiera ver. Nos tiramos en el pasto. Presentía que algo malo sucedía y no me atrevía a preguntarle nada. La energía que captaba de él me incomodaba. Duramos varios minutos en silencio.  

–¿Qué me ibas a decir? –pregunté por tercera vez.

–Te tengo una mala noticia.

Lo noté serio, con los ojos húmedos y la mirada hacia el cielo.

–No te va a gustar –dijo.

–Ya, dime, ¿qué es?

–Nos vamos a ir a vivir a otra ciudad –dijo de pronto y empezó a sollozar.

No me imaginaba que me diría eso y me pareció que sus palabras no eran reales, mi cerebro se nubló. Pensé que lo más probable era que no lo volvería a ver nunca al terminar la escuela. ¡La tierra se hundía y me tragaba!

Me contó que su papá, que era ingeniero, había aceptado un trabajo en otra ciudad y que se cambiarían en cuanto terminara el año escolar. Si él se iba de la ciudad solo significaba una cosa: no había forma de volver a vernos. No pude contener mi llanto.   

David se acomodó junto a mí sollozando quedito, puso su mano sobre mí pecho y ya no dijo nada. Luego de unos minutos me puse de pie repentinamente, tomé mi mochila y empecé a caminar a prisa rumbo a la parada del autobús, como loquito, llorando en silencio, reclamándole a la vida el por qué me pasaban estas cosas. Cruzaba una zona del parque con muchos árboles cuando me alcanzó David.

–No te vayas todavía, quiero decirte otra cosa.

–¿Qué? –contesté bruscamente.

–No te enojes, no te vayas así –suplicó con esa carita de niño travieso que tanto me gustaba.

Colocó su brazo sobre mis hombros y caminamos juntos hasta una zona de descanso donde nos sentamos en una banca.

–Voy a hacer una fiesta en mi casa y quiero que nos veamos ahí..

–¿Te da gusto que ya no nos vamos a ver? –reclamé.

–No seas menso.

Me contó que sus padres estarían fuera de la ciudad por varios días arreglando cosas para el viaje y que él y su hermano René estarían solos el fin de semana. Dijo que le había platicado a su hermano de nuestra amistad. Le dije que tendría que inventar algo para lograr que me dieran permiso, y que no podría quedarme muy tarde.

–Tengo una idea –dijo con entusiasmo.

–Es el día de la última excursión del club, en vez de ir a la excursión nos vemos en mi casa y te quedas hasta el domingo.

Mi diablillo dijo que la oportunidad de dormir en su casa, tal vez en su cama y con él, era algo que no podía despreciar. Mi corazón empezó a latir más rápido y mi pene dio un brinco, pero no estaba seguro de poder ir.

–Vas a estar con tu novia y no me va a gustar. ¿Para qué voy?

–Ya no tengo ninguna novia… solo a ti. Ándale, la fiesta es para nosotros.

–¿Si, aceptas? ¿sí? –dijo en voz baja muy cerquita de mi cara.

No contesté, David limpió las lágrimas de mis mejillas y me sonrió. Mi dicha era tan grande como mi tristeza…que raro suena eso.

Acepté pedir permiso y en cuanto llegué a casa empecé la labor de convencer a mis padres de que me dejaran ir al “último campamento del club”. Al día siguiente David me dijo que tenía todo listo para que me quedara a dormir en su casa. Tendría que aplicarme más para lograr el permiso de mis padres.

El resto de la semana me aseguré de portarme como “niño bueno”, de llegar temprano, de no contestarle feo a mis padres. Al fin, mis padres aceptaron.

La conexión más fuerte que puede unir a dos personas es el amor.

¿Dormir con él? Aghhh…agonía de amor.

 Los gavilancitos revolotean juntos, alto, muy alto.

 Y al fin, mi sueño se hizo realidad.

El sábado salí muy temprano de casa. Para que mis papás creyeran que iría a la excursión llevaba mi mochila con un cambio de ropa, un pants para dormir, mi cepillo de dientes, una gorra para protegerme del sol, algo de comida y otras cosas más.

No había planeado a dónde iría tan temprano y solo se me ocurrió irme directo a la casa de David. Llegué como a las 9 de la mañana. Toqué a la puerta y salió David con tan solo un pants puesto.  

–¿Por qué tan temprano? –preguntó todavía medio dormido.

Le expliqué la razón y me dijo que no había problema. Pasamos a su recámara y me dijo que su hermano estaba todavía dormido y que él tenía mucho sueño, se acostó en la cama y yo me senté junto a él. Se veía como un tierno angelito dormido. Le acaricié el cabello. Pasé más de una hora admirando su belleza, escuchando canciones en mi radio e imaginando que se las cantaba a él. Luego, poco a poco, se despertó y me sonrió, se levantó y se fue a bañar. Yo me quedé sentado en una silla a un lado de su cama mirando un álbum de fotografías que me prestó.

–Hola –me sobresalté al escuchar una voz.

Levanté la vista para ver quién me había saludado y me quedé helado. Frente a mí estaba René, quien también se veía sorprendido de verme. Intenté, pero no lo logré, dirigir mi mirada únicamente a su cara. Mira nomás que lindo cabrón, dijo mi diablillo y bajé la vista al darme cuenta de que solo traía puesta una trusa de algodón, la cual, dejaba ver perfectamente la forma y el tamaño de su pene. No pude evitar admirar su cuerpo bien formado, ya de hombre, con mucho vello en el canal del abdomen que se perdía bajo su trusa para volver a aparecer a los lados de la prenda y esparcirse por sus piernas. Los dos, David y Rene, eran tan parecidos.

–Eh… ¿Tu eres Dany, verdad? –dijo sorprendido de verme ahí.

Le contesté que sí con voz bajita. Aunque ya lo había visto el año pasado cuando me llevó a casa, no recordaba su rostro por lo rápido que pasó todo. René se tiró en la cama a poca distancia de donde yo estaba. Su cuerpo, casi desnudo, quedó frente a mi vista.   

–David me dijo que te quiere mucho, que eres muy…“especial” para él –hizo énfasis en la palabra “especial” y eso me puso más nervioso.

No contesté nada, su mano estaba dentro de la trusa rascándose sus partes. René parecía no mirarme y yo intentaba hacer como que seguía interesado en las fotos.

–¿Y tú…lo quieres?

–Es mi mejor amigo –contesté.

–¿Nomás amigo, o…?

Me quedé sin aliento. ¿Acaso David le habría contado algo? No supe qué decir.

–Es que muchos de sus amigos se enamoran de él. Desde niño era muy guapo –agregó.

Mi diablillo no me dejaba concentrarme en lo que me decía, me obligaba a mirar la entrepierna de René. Empecé a mojarme los labios, mi pene se puso a mil al ver que su bulto había crecido debajo de la trusa. El pene se le dibujaba perfectamente recargado hacia un lado. No pude evitar que se diera cuenta que mis ojos estaban clavados en su pito.

–Si, es guapo –dije sin pensarlo intentando retomar la pregunta que no contesté por estar de morboso viendo “otra cosa”.

–Se parece a mí en lo guapo, ¿o no? –dijo al momento de poner una mano sobre mi pierna.

Me quedé viéndolo a la cara en silencio por unos momentos. Debió haber adivinado lo excitado que me tenía ya que mi mirada se desvió nuevamente hacía su pene. Se puso de pie frente a mí al escuchar que en el baño David cerraba las llaves del agua. Su cuerpo quedó tan cerca de mí que percibí su olor, su pene a centímetros de la cara.

–Más tarde me contestas –dijo al momento que me acariciaba el cabello y salía del cuarto.

No entendí sus intenciones, mi cerebro solo tenía espacio para guardar la imagen de su precioso cuerpo. Me recliné en el respaldo de la silla con los ojos cerrados pensando que René era la imagen de cómo sería David en unos años más, su cuerpo atlético, bien formado, masculino, hermoso.

–Hola, la tierra llamando a Dany –escuché la voz de David.

–Me quedé medio dormido –dije como excusa.

–Invítame ¿no?

–¿A dónde? –pregunté.

–A tus sueños.

–Ya estás ahí –le aseguré.

–Mentiroso.

En eso David se quitó la toalla que lo cubría y su pene medio erecto y desnudo quedó frente a mí. Mi pene no podía estar más duro. primero René y luego David. Su cuerpo era perfecto y con el cabello mojado cayéndole sobre la cara, definitivamente me gustaba más que René.

–Tápate, te va a ver tu hermano.

–Se metió a bañar –contestó.

En lugar de eso David empezó a bailar sensualmente frente a mí. Jugando, se montó sobre mis piernas y yo lo empujé para que se retirara, me preocupaba que nos viera René, aunque moría por acariciarlo. David solo se rio. ¡La fiesta pintaba muuuy divertida!

Alrededor de las dos de la tarde llegaron los primeros compañeros de la escuela, a las 3 ya éramos más de 30. Nos reunimos en el patio para conversar, contar chistes, y comer.  

La vida tiene altibajos, si el momento es para disfrutar, pues a disfrutar.

Si ese era el inicio ¿Cómo estaría el final?

16 AMOR EN EL ALMA Y EN EL CUERPO (14-15 años)

Los gavilancitos, por fin, unidos.

–Vamos a poner música –sugirió alguien.

David convenció a su hermano de que nos permitiera mover el tocadiscos hasta la puerta de la cocina para escuchar música. Algunos compañeros habían traído discos y en poco tiempo empezamos a bailar.

La música era muy variada, empezamos bailando cumbia y algunas canciones en inglés. Bailé con todas mis compañeras y luego bailamos todos en grupo. Como a las 5 René y su novia llegaron con unas latas de cerveza, nos dijo que si queríamos podíamos tomar un poco, pero sin emborracharnos. Algunos compañeros aceptaron, a mí en realidad no me gustaba la cerveza y si llegaba con aliento a cerveza a mi casa estaría en graves problemas.

Toda la tarde la pasamos platicando y haciendo bromas entre todos, recordando anécdotas vividas durante los 3 años de la secundaria. De vez en cuando me topaba con la mirada de David y me parecía que me miraba de una manera diferente, como más penetrante, los dos sonreíamos. A eso de las 7 de la tarde algunos compañeros se empezaron a retirar y conforme fuimos quedando menos se fueron formando las parejitas de novios. Cambiamos la música a melodías románticas para bailar pegaditos.

En cuanto cayó el sol, David encendió un par de focos y el patio se iluminó. Los novios aprovecharon para bailar despacito, acariciarse y besarse sin pena. De pronto sorprendí a David muy misterioso platicando con Yolanda, un poco apartados de los demás, mi diablillo me dijo que hablaban de mí.

Yo platicaba con una de las amigas de Yolanda cuando David se acercó.

–¿Quieres una cerveza? –me preguntó.

Iba a rechazar la invitación, pero vi que ya tenía la cerveza destapada en la mano, tomé la cerveza y le di un trago.

–Baila conmigo otra vez, ¿sí? –me suplicó Yolanda.

Acepté a bailar con ella mientras David bailaba con la otra chava.  

–Quiero decirte algo de David –dijo Yolanda en cuanto empezó la música.

–¿Qué cosa?

–Me acaba de confesar que son novios –dijo muy emocionada en voz bajita.

No dije nada, el comentario me tomó por sorpresa.

–¿Es cierto? –insistió mi amiga.

¿Cómo podría decir que no, negar lo que sentía por él? ¿Cómo reaccionaría Yolanda si decía que sí?

–Si…pero…es de broma.

–¡Iiiiiiii! que emoción, lo sabía, se les notaba a los dos –dijo la loca de mi amiga.

–Es como un juego, no es de verdad –insistí.

–¿Y tú,,, lo quieres? Porque él te ama, me lo acaba de confesar.

–No le hagas caso, está borracho.

Aunque eso yo ya lo sabía, me emocioné al enterarme de que David se lo confesaba a alguien más, ya no le preocupaba ocultar su amor por mí.

Para las 9 de la noche ya solo quedaba una parejita en el patio y otra más besándose en la sala, David, Yolanda, su amiga y yo.

Como yo había bebido unos 3 o 4 tragos de cerveza, me sentía muy relajado. David, que sin duda había tomado más cerveza que yo, se sentó en una silla en un rincón y se quedó callado escuchando la música.  

Entré a la casa y en eso la parejita que estaba ahí se despidió de mí y se fue. Busqué a René y vi que no estaba, regresé al patio y encontré a mis amigos sentados platicando mientras miraban bailar a la última pareja de novios. Arrimé una silla para sentarme junto a Yolanda, su amiga y David.

–¿Qué tienes? Estás muy callado –le pregunté quedito a David.

–Es que,,, te quiero un chingo –dijo sin importarle quién lo escuchara.

Sus palabras me transmitieron mucha paz y amor.

–René ya no está –dije intentando desviar la plática.

–Se fue con su novia, regresa muy tarde, que bueno, para estar solos –me dijo sin titubeos, yo solo me sonrojé.

–Cállate, que van a decir nuestras amigas – dije.

–A no, si quieren nos vamos –dijo Yolanda.

–No le hagan caso, es la cerveza.

Le hice señas a Yolanda pidiéndole que no se fueran todavía, aunque mi diablillo me pedía que las corriera, que tal vez “algo” podría suceder entre David y yo esa noche.

–Mejor pon más canciones –sugerí.

Aunque me preocupaba lo que Yolanda pensara de mí, el diablillo en mi mente ya tenía un plan. Les dije que iría al baño y aproveché para darme un regaderazo rápido y asear mi culito con la manguerita que llevaba en la mochila. Me pareció buena idea estar bien limpio y preparado por si se daba la oportunidad. Quería que, si “algo” pasaba, fuera algo inolvidable para David y para mí.

Regresé al patio como en 10 minutos, justo cuando Yolanda despedía en la puerta a la última parejita mientras David bailaba con su amiga. Me senté a esperar a que terminara la canción y en cuanto David y la chava dejaron de bailar se sentaron junto a mí. Yolanda puso otro disco y empezó a sonar la canción “Tu llegaste cuando menos te esperaba” del cantante Leo Dan.

–Le atinaste con esa canción –dijo David.

–¿Le atiné, a qué? –preguntó mi amiga.

–Dice algo que quiero decirle a Dany desde hace tiempo.

Yo no entendía y le pedí que me explicara.

–Tu llegaste cuando menos te esperaba –dijo David

David se puso de pie y me tomó de la mano como invitándome a bailar, me quedé impactado.

–Ve a bailar, ¡ándale! –dijo Yolanda emocionada.

–Estás borracho.

–Somos novios, ¿o no? –insistió David.

Sentía que la cara me ardía de pena, pero no me quedó más remedio que ponerme de pie. David me tomó delicadamente de la cintura con ambas manos, yo puse una mano detrás de su cuello y con la otra rodeé su cintura. Juntamos nuestras frentes, como el día que nos despedimos un año antes. Empezamos a bailar muy despacito y me pareció que el piso era de aire. Yolanda y su amiga nos miraban divertidas mientras yo le cantaba al oído.

Tu llegaste justo cuando menos lo esperaba.

Y te fuiste sin decirme ni siquiera adiós.

Me di cuenta que sin ti no podría ser yo nadie.

Si me faltas tu mi amor ¿para qué vivir?

¿Qué te pasa, corazón?

¿qué cosas tiene el amor?

yo no quise enamorarme

sorpresivamente así

La canción terminó y David continuó bailando conmigo con los ojos cerrados, se veía tranquilo, feliz.   

–¿Nos sentamos ya?

–Pon otra canción. La que te dije –le pidió David a Yolanda.

–¿Estás borracho? –le pregunté.

Se quedó mirándome fijamente por un momento.

–Te quiero –fue su respuesta.

Sin más, David fue acercando lentamente su cara a la mía y me besó. Yolanda y su amiga estaban a punto de estallar en gritos de júbilo, pero les hice señas para que se quedaran calladas. Mi amiga fue a poner otra canción y aprovechó para bajar un poco el volumen. Empezó a sonar la canción “No son solo palabritas”.

David me volvió a abrazar y volvió a colocar su frente recargada en la mía. Continué cantándole quedito mientras bailábamos.

Como nadie te ha querido, como nadie te querrá.

Yo te quise y yo te quiero, y por siempre te querré.

Te quiero, como nadie te ha querido,

Te quiero como nadie te querrá.

No creas que son solo palabritas,

Que se dicen nada más.

El ambiente que nos rodeaba nos trasladó fuera de este mundo. Ahí a media luz, una linda noche estrellada, bailando pegadito con el chavo más hermoso del mundo, que digo del mundo, del universo, nuestras almas al fin estaban unidas. Terminó la canción y David se fue al baño.

–No vayas a contar nada de esto, está borracho y le gusta jugar así –le supliqué a Yolanda.

–Él no está jugando, me confesó que te ama. No lo vayas a rechazar.

–¿Qué fue lo que te dijo?

–Me contó que hace tiempo se dio cuenta de que te gustaba y que le empezaste a dedicar canciones en la radio. Que poco a poco él también fue sintiendo algo por ti. ¡Lo traes bien enamorado! A ver qué pasa esta noche. Me platicas el lunes –dijo Yolanda antes de retirarse.

–¿Qué va a pasar? Nada, estás bien loca.

–Ni tanto… por eso andas bien bañadito ¿crees que no me di cuenta, eh?

David regresó del baño y preguntó por las chavas, luego puso otra canción.

Volvimos a abrazarnos para bailar pegaditos. Descansé mi cabeza en su hombro, aspiré su aroma. Mi mano jugueteaba con su cabello y sus brazos me rodeaban con firmeza.

  –¿Qué me diste? –preguntó quedito.

–¿De qué? –pregunté.

–¿Qué me diste para que me enamorara de tí?

Acercó nuevamente sus labios a los míos y nos fundimos en un largo beso, un beso sin prisas, sin contención. Volví a recargar mi cabeza en su hombro y nos quedamos callados mientras bailábamos hasta que terminó la canción.

–Nunca he estado con un chavo y contigo…no sé, me siento bien. Me gusta estar así, abrazándote –agregó.

–Déjame poner otra canción –le sugerí.

Me fui a poner el siguiente disco. “Algo de Ti” de Camilo Sesto. Volví a donde estaba David y esta vez él me empujó suavemente contra la pared, detuvo mis manos pegadas a la pared sobre la cabeza y empezó a observarme detenidamente a la cara. Ahí me di cuenta del momento que mi amigo estaba viviendo, poco a poco, David iba aceptando conscientemente que me quería, que me deseaba. Sin duda había una lucha en su interior por contenerse y por vivir la experiencia al mismo tiempo. El momento y la atmósfera, y la insistencia de mi diablillo, estaban a mi favor.

Después de observarme por varios minutos la pasión se desató, empezó a besarme efusivamente, mordía suavecito mis labios y pegaba su cuerpo al mío. Sosteniendo mis manos con fuerza se dedicó a besar y mordisquear mi cuello y mis hombros. Empezamos a elevarnos al cielo, por fin sería suyo, dijo mi diablillo.  

Al principio, por costumbre, evitaba que sintiera mi tremenda erección, pero luego me di cuenta de que era él quien se pegaba a mi cuerpo, al rato ya no me cabía duda, no solo no le incomodaba mi erección, sino que empezó a aprisionar su pene directamente contra el mío.

–Quiero contigo ¿quieres? –me rogó quedito al oído.

Me lo dijo con su voz de niño mimado y mirándome con sus tiernos ojos que solo atiné a mover la cabeza afirmativamente. Soltó mis manos y nos separamos de la pared. Torpemente empezó a desabotonar mi camisa a cuadros para enseguida meter sus manos y acariciarme la piel del abdomen. Me quité la camisa y luego le ayudé a sacarse la suya.  

Volvimos a abrazarnos, pero ahora sin tela de por medio. Con el dorso desnudo, el contacto de su piel con mi piel se sentía increíblemente bien. Era la piel más tersa que jamás hubiera acariciado. David continuó besándome mientras me acariciaba la espalda, yo imitaba sus caricias. El olor de su loción mezclado con su aroma varonil, que ya me era conocido, me acabó de hechizar.

Nos dimos cuenta de que la canción había acabado hacía ya un buen rato. Fui a poner otra canción y me encontré con una canción que me hacía soñar con David cuando la escuchaba; “Esclavo y amo” de los Ángeles Negros.

Estábamos como en otro mundo. En cuanto me acerqué David me abrazó y continuó mordiéndome suavemente el cuello mientras sus manos exploraban mis nalgas por encima de la ropa.   

No sé, qué tienen tus ojos.

No sé, qué tiene tu boca

que dominan mis antojos

y a mi sangre vuelve loca.

No sé, como fui a quererte.

Ni cómo te fui adorando.

Me siento morir mil veces

cuando no te estoy amando.

La excitación subía de tono. Entonces, David metió las manos por debajo de mi ropa y empezó a acariciarme suavemente desde la espalda hasta las nalgas, yo no me atrevía a detenerlo, hacía mucho tiempo deseaba sentir sus caricias. Su boca traviesa fue bajando por mi pecho y empezó a lamer tiernamente mis tetillas. Desabotoné sus pantalones y se los bajé un poco para hurgar su entrepierna, quise saber que tan excitado estaba él, me topé con su rico pene duro como roca.

Entonces David me dio la vuelta para abrazarme por detrás y nuevamente me empujó contra la pared. Mientras me mordía tiernamente los hombros y la espalda me desabrochó el cinturón y me bajó los pantalones y la trusa hasta las rodillas. Empezó a pellizcarme las tetillas con una mano mientras con la otra acariciaba mis nalgas. Restregaba su pene en mi trasero y de pronto la punta de su pene tocaba a las puertas de mi culito. No me quedó duda: David estaba decidido a hacerlo conmigo esa noche.

–¿Me concedes un deseo? –me preguntó al oído.

–El que quieras –dije ya jadeando.

–¿Lo que sea? –preguntó con su carita pícara.

–Lo que sea.

David le dio otro trago a la cerveza y luego me ofreció a mí, aunque me sentía un poco mareado lo acepté.

–Vámonos a la recámara.

Nos acomodamos los pantalones y tomamos nuestras camisas. Así, medio desnudos y agarrados de la mano, nos fuimos a la recámara. De pasada por la cocina apagamos la luz del patio y el tocadiscos. Por fin…pensó mi diablillo. Estaba seguro de que esa sería una noche maravillosa.

El amor, cuando es genuino, pasa por alto los prejuicios. El sexo, con amor, no sabe de géneros, se disfruta y se vive.

Qué cosas tiene el amor.

Los gavilancitos, se funden en un solo vuelo.

¡Al fin mío y yo de él!

Nada existía más que él y yo en ese fragmento de espacio-tiempo, el destino, o el espíritu creador del universo decidieron elevarnos hasta la morada de los dioses en el cielo, esto último no lo pensé en aquel tiempo, pero estoy seguro de ello ahora.

Tan pronto entramos a la recámara David sugirió que tomáramos un baño. Como la regadera del baño era muy pequeña lo haríamos de uno por uno, primero él y luego yo.  

Al salir del baño lo encontré completamente desnudo recostado en la cama y en cuanto me vio se puso de pie, me quitó la toalla que cubría mi entrepierna y me abrazó. Yo empecé a besarle el cuello, lo oí jadear y continué besándole los hombros, el pecho, y las tetillas. Continué descendiendo con mis caricias por su cuerpo hasta que me puse de rodillas y le metí la lengua en el ombligo. ¡Que delicia de piel! Con una mano le acariciaba las pantorrillas y los muslos y con la otra la espalda baja. Puse en juego todo lo aprendido en cuestión de acariciar.  

Al llegar a su entrepierna tomé su pene y lo empecé a masturbar. Volteé hacia arriba y me topé con la mirada penetrante de David, se le notaba la excitación.  

–¿Me dices tu deseo? –pregunté con voz suave.

–¿Lo que yo quiera?

–Somos novios. Tú dime –le aseguré.

La vista era maravillosa, ahí estaba junto a mí el ser al que tanto amaba, su cuerpo desnudo, su pene frente a mi cara, su sonrisa inocente iluminada por la luz de la lámpara del buró, los dos solos, excitados y dispuestos. David dirigió su mirada a mi boca mientras blandeaba su pene bien duro, entendí su deseo, abrí los labios y él mismo colocó la punta de su miembro en mi lengua hambrienta y lo empujó lentamente hasta el fondo. De inmediato mis labios y mi lengua se apoderaron del preciado manjar, dándole unas mamadas lentas que le provocaban gemidos largos y suaves. Lo hice por mucho tiempo, deteniéndome un poco cuando sentía que su excitación lo acercaba al orgasmo. Me puse de pie en cuanto me di cuenta de que estábamos listos para algo más intenso.

Nos recostamos en la cama uno junto al otro y lo seguí masturbando. Luego David me movió para que yo quedara sobre él y nuestras bocas se fundieron en un beso. Procuré que nuestros penes se presionaran uno al otro. Sus manos empezaron a acariciarme una vez más transmitiéndome una energía muy agradable por todo el cuerpo mientras mis dedos recorrían su cara y su cabello.

–¿Estás seguro? ¿Lo que yo quiera? –preguntó una vez más.

–Soy tu novio ¿qué no?

–Quiero más ¿sí?

Puso las manos en mis hombros y me fue empujando lentamente hasta que mi cara quedó nuevamente frente a su pene, comencé a chupárselo mientras lo miraba a los ojos. Vi en su mirada cuánto disfrutaba lo que le estaba haciendo. Pasé la lengua por la punta de su pene, y con los labios apreté firmemente la cabecita roja de su pito. Él cerró los ojos y abrió la boca, emitió un gemido profundo seguido de muchos más.

Lenta y efusivamente lamí su pito milímetro a milímetro provocando que su cuerpo temblara. Sentí que se estaba aproximando al clímax y solté su miembro para ocuparme de sus bolitas. Creo que lamí cada uno de los pelos que las cubrían. Metía una y luego otra completamente en la boca y los mordía suavemente. Sus jadeos eran ya gruñidos de placer.

–¡Ay, güey! Que rico lo haces Dany –dijo quedito.

Sabía que si continuaba con mis mamadas David terminaría pronto y no era eso lo que yo quería. Recordé que cambiando de ritmo y de lugar mis caricias podían prolongar el momento.

Sobre la cama, me puse de rodillas a su lado y le pedí que se acomodara de rodillas frente a mí. Nuestras piernas se entrelazaron y nuestras manos quedaron libres para explorar nuestra piel. Empecé a recorrer cada músculo de su cuerpo y él usó la punta de sus dedos para explorar cada rincón del mío. La energía empezó a fluir entre los dos colmándonos de una sensación de placer infinito. Nuestra piel adolescente se sentía como una nube, tibia, suave, viva.

–¿Sientes la energía? –le pregunté.

–Es como electricidad, de tu piel a mi piel.

–¡Sí, es cierto! –contestó de pronto, sorprendido.

–Eso es lo que más me atrae de ti –le dije.

Al llegar mis manos a su pene lo acaricié con ternura, lo apretaba suavemente y palpaba sus testículos. David siguió mi ejemplo, acarició mi pene y sobó mis bolitas. Yo no podía creer que estuviera acariciándome el pene, nunca me lo hubiera imaginado. Volteamos a mirarnos y nos besamos una vez más. Esta vez no me detuve, dejé que sus manos palparan a placer mis nalgas y yo acaricié las suyas, él solo me sonrió, nos aceptábamos el uno al otro.

–Nunca quise estar con un chavo, pero contigo es diferente –dijo.

–¿Cómo?  

–Me gustas, te amo, me excitas.

Mi enamoramiento por él era total. Se me quedó mirando unos minutos sin decir nada, pero sus ojos me decían lo mucho que me deseaba. Se acercó a mi oído y dijo quedito.

–Quiero estar dentro de tí, ¿sí?

No contesté, tan solo me recosté boca abajo a un lado de él. David entendió mis intenciones, se subió sobre mí y empezó a acariciarme la espalda y las nalgas. Mi culito estaba más que dispuesto a recibir su pene, su hermoso pene.

–Ponte crema y me lo metes despacio ¿sí? lo tienes bien grandote y grueso.

En cuanto se puso la crema colocó la punta de su pene en mi hoyito y lo empezó a empujar despacio. Mi culito lo fue aceptando poco a poco. Apretaba los músculos para fingir que mi culo estaba cerradito, no quería que, ni de chiste, pensara que muchos penes ya habían entrado ahí antes.  

Cuando sentí que su pito me llenó por completo, los dos lanzamos un gemido leve. David se recostó sobre mí y nos quedamos quietos sintiendo la conexión de nuestros cuerpos.

–Gracias –dijo en mi oído.

–¿De qué?

–Por esta noche.

Luego de unos minutos empezó a moverse lenta y suavemente dentro de mí. Su pene entraba y salí de mi culito haciéndome sentir tanto placer que no pude contener mis gemidos. Lo dejé que disfrutara de mi culito por un buen rato, luego decidí cambiar de posición, quería facilitarle las cosas. Puse las manos en la cabecera de la cama, separé las piernas y abrí mis nalgas lo más que pude para ofrecerle mi culito. David quiso ensartarme todo el pene de un solo golpe.

–Despacito por favor –me quejé.

–Perdóname, perdóname, si te duele mejor no.

–Solo dale despacio –le dije.

Su pene fue entrando con delicadeza hasta que su abdomen tocó mi espalda.

–¡Ah! –un largo gemido salió de mi boca.

–¿Te duele?

–No. Me gusta cómo me lo haces.

Luego me jaló hacia él, me solté de la pared y me dejé caer en su pene completamente. Esa posición me dio la oportunidad de besarlo mientras movía mis caderas para provocarle mayor placer. Sus manos quedaron libres para acariciar mi cuerpo. Con una mano se encargó de pelarme el pito y acariciarme los testículos. La excitación subió a niveles increíbles. No me había equivocado, muchas veces había soñado que este encuentro con David sería muy especial, intenso, como ninguno. Sentí que su pene unía en verdad nuestros cuerpos, su pene era mi pene también.

Conforme nos movíamos para buscar mayor placer él me fue acomodando para quedar yo en cuatro patas. Bajé completamente la cabeza hasta tocar las cobijas y subí mis nalgas para facilitarle la penetración. Fue entonces que David arremetió con fuerza contra mi culito con su rico pene. Bajaba el ritmo y luego se detenía, mordía mi espalda y volvía a acelerar el ritmo de sus embestidas. Nuestros gemidos eran fuertes. ¡No pensé que me lo pudiera hacer por tanto tiempo! Nunca había sido penetrado de esa forma, me tenía en la gloria y yo a él.

–Que rico, Dany, que rico –repetía entre gemidos.

–Dale, más, mételo todo, por favor, que rico me lo haces, así, cógeme rico –me sorprendí rogando.

No quería que se detuviera. Mientras me penetraba comparé mentalmente cómo se sentía su pene con cómo había sentido todos los otros penes que habían entrado en mi culito, ninguno se comparaba, no era el más largo ni el más grueso, pero era el pene de David, me lo metía con amor. Mi culo, mi cuerpo entero le pertenecían.

–¿Puedo pedirte otro deseo? –dijo en un momento en que se detuvo.

Me pidió que me acostara boca arriba en la orilla de la cama. Me acomodé y en cuanto él me penetró puse mis pies sobre sus hombros. Su ensartada fue profundamente deliciosa. Me propuse hacerlo muy feliz y comencé a apretarle el pene con los músculos de mi culito, ya me estaba haciendo experto en eso.

–Quería ver tus ojos mientras te lo hago. –dijo.

Pronto estábamos otra vez gimiendo de placer al ritmo de sus movimientos. Nos perdimos de la realidad, solo era disfrutar. En cierto momento David empezó a besar mis piernas y a masturbarme. De pronto, llevado por la excitación y sin dejar de moverse, bajó la cara hasta que alcanzó mi pene con la boca. ¡No lo podía creer! Era más de lo que nunca me hubiera imaginado. Ahí estaba David, el amor de mi vida, dentro de mí mientras me mamaba el pito. No pude más.

–¡Ah!, me voy a venir –le advertí.

No sé si lo dije muy quedito, si él no me escuchó, o si la excitación le impidió detenerse, en vez de parar parecía que lo animaba a seguir. A propósito, apreté nuevamente con mi culo el pene de David y estoy seguro de que con eso lo estaba volviendo loco de placer porque sus chupadas se hicieron más intensas. Por la inexperiencia o lo incómodo de la posición, sus dientes me mordieron varias veces la punta del pito. Aun así, no pude evitar llenarle la boca de semen al mismo tiempo que sentía el temblor de su cuerpo conforme se acercaba al orgasmo. Apreté mi culito más fuerte para que lo disfrutara mejor.

–Va, va –dijo.

–Ya, termina por favor –le suplicaba.

–¡Ag! Dany, ¡Ah! –dijo David al momento de descargarse.

–Así, así, dame tu leche, toda.  

Claramente sentí los chorros de semen caliente que su pene aventaba muy dentro de mi cuerpo. Por lo fuerte de sus gemidos me di cuenta de cuánto había disfrutado penetrarme. Nos tiramos de lado en la cama, exhaustos, unidos, su pene dentro de mí, su cuerpo seguía temblando de placer.

Mi dicha era inmensa, la energía que David me había transmitido todo ese día tenía una culminación maravillosa con mi cuerpo fundido con el de él. Me había concentrado en hacerlo sentir el máximo placer, y con eso yo había obtenido el mejor sexo de mi vida.

Después de unos minutos, David tomó discretamente la cerveza y le dio un trago, seguramente para quitarse el sabor de mi semen de la boca. Luego volteó a mirarme con unos ojos llenos de dulzura.

–Te amo, cabrón, te amo –dijo exhausto.

–¿Te gustó de verdad?

–Tienes un culito bien sabroso.

–Es tuyo, solo tuyo.

No sé cuánto tiempo duramos ahí abrazados. El pene de David tardó mucho en perder la erección y luego fue saliendo de mi culito mientras él se iba quedando dormido. Lo acomodé para recostarlo boca arriba y después fui al baño a lavarme un poco. Al regresar limpié su cuerpo con una toalla húmeda, quité los restos de semen de su abdomen y tuve cuidado de limpiarle las bolitas y el pene. El placer y la cerveza lo tenían completamente rendido.

Dispuesto a dormir me recosté a su lado y me pegué a él, necesitaba seguir en contacto con su piel y con su energía. Crucé una pierna por encima de sus muslos y con cuidado acomodé mi pene sobre el suyo. Pensé que el paraíso debía ser así, paz infinita, amor total, placer sin tabúes.

Cuando la entrega es total, con amor, sincera, la energía que se recibe y que se transmite es inmensa, revitaliza.

Al fin, lo que tanto había soñado,.. él de mí y yo de él.

622 Lecturas/8 agosto, 2025/0 Comentarios/por Martian25
Etiquetas: amiga, amigos, baño, gays, hermano, mayor, sexo, viaje
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