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Gays

ABRIENDO LAS ALITAS 5

SI QUIEREN disfrutar mas mi biografia lean las primeras 4 entregas, se va poniendo mas interesante.
¿TAMBIÉN CON NIÑAS? (11 años)

El pajarito explora otros cielos.

El susto duró poco.

A los pocos días de lo que pasó con José en el basurero, Jesús y yo nos reunimos para pasear en bicicleta. Sentarme en el pene de mi amigo minentras paseabamos ya no era suficiente, ahora sabíamos que podíamos disfrutar el uno del otro.

–¿Vamos a cocharnos? –le dije de pronto a Jesús.

–Va –dijo emocionado.

Solo había un impedimento, mi mamá estaba lavando ropa en el patio y no podíamos pasar a nuestro escondite. Además, desde que José nos descubrió en la vagoneta ya no era un lugar seguro para nosotros. Decidimos ir a la casa de Jesús donde estaban construyendo unos cuartos en la azotea.

— Espérame arriba, te alcanzo pronto. -me dijo.

Chuy regresó preparado, traía su frasquito de crema en la mano. Encontramos un escondite en un rincón de los muros y de inmediato nos bajamos los pantalones y nos levantamos la camiseta.

Empezamos por abrazarnos despacio y a acariciarnos lentamente la piel del pecho, la espalda y los hombros. Me encantaba sentir en la punta de los dedos al acaricier su  piel. Luego de unos minutos de acariciarnos, mis labios encontraron los suyos y nos unimos en un beso suave y tierno. Nuestras manos no paraban de explorar nuestros cuerpos y no tardaron mucho en toparse con nuestros duros penes. Sin más nos dispusimos a usar nuestras bocas para algo más que besarnos. Después de unos minutos de chupar y lamer estábamos listos para más.

Sin tardanza dejé que mi amigo me penetrara en cuanto se colocó detrás de mí, me gustaba sentirlo dentro. En mi mente Chuy se transformó en Pablo, a quién creía olvidado. Deseaba que fuera el pene de mi primo el que estuviera dentro de mí. Luego cambiamos de posición, me fascinaba ver cómo mi pene desaparecía entre sus nalgas y me encantaba sentir como con cada milímetro que entraba mi excitación crecía e imaginaba que era el cuerpo de Palbo al que yo penetraba.

La tarde calurosa, el placer y nuestros rítmicos movimientos nos tenían sudando. Un aire repentino nos refrescaba y el canto de las aves acompañaban nuestros leves gemidos. Todo era felicidad, sentía tan agradable el estar unido al cuerpo del Chuy y estábamos tan ocupados en darnos placer que no nos dimos cuenta de que alguien nos espiaba.

—¡Hey! –escuchamos un grito fuerte.

Nos separamos bruscamente y nos acomodamos la ropa. Volteamos a todos lados y no vimos a nadie. Asustados, bajamos rápidamente de la azotea y regresamos al frente de mi casa sin decir nada. Desde ese momento me di cuenta de que el sexo ya no era solo un juego, era parte de mi vida, me agradaba y sentía que lo necesitaba, aunque no lo lograra entender.

Abiertos a la vida, a experimentar, es arriesgado, pero solo así aprendes.

Sexo con mi amigo. ¡Qué bien!

 

El pajarito se pavonea.

 

Nos escondíamos, pero nos descubrían.

Para mantener en secreto nuestros juegos buscamos otros sitios donde escondernos. Uno de esos lugares fue el terreno baldío atrás de la casa abandonada de la loma, donde mi hermano y su amigo habían penetrado a Jesús antes.

Nos metimos hasta el fondo de la finca, lo más alejado de la calle, apenas nos habíamos sacado el pilín de los pantalones cuando alguien llegó.

–¿Qué hacen? –escuche la voz de una niña.

Nos sorprendimos al ver a Enriqueta, una chava de 14 años que vivía en la misma  cuadra. Era una chava no muy bonita, algo regordeta y medio tonta que de seguro nos vio entrar al escondite y nos siguió. Varios chicos decían que a ella le gustaba cochar.

–Venimos a orinar –dijo Jesús.

–¿Los dos? ¿Aquí? –dijo incrédula.

–Pues sí –dije yo.

–Quiero ver.

–Si vas a estar de mirona pues ven y agárramelo –dijo Jesús envalentonado.

La chica, sin titubear, se acercó a nosotros y se paró frente a los dos. De inmediato agarró el pene de Jesús con una mano y el mío con la otra.

–Lo tienen duro. A ver hagan pipí –señaló.

Oriné un poco, pero a Jesús no le salió nada.

–Es que lo tengo parado y así no sale.

–¿Tú cómo haces pipí? –se me ocurrió preguntar.

–¿No sabes cómo hacemos pipí las niñas?

Queta, así le decían, se subió la falda y se bajó el calzón. Jesús y yo nos volteamos a ver y nos soltamos riendo, una mata de vellos se asomaba en su entrepierna.

–¿Y por dónde sale? –preguntó Jesús.

–Pues por un agujerito que tenemos aquí.

–A verlo –dije.

Sin más Queta abrió las piernas y nos mostró su vagina.

–¿A poco tienes un agujerito ahí? –preguntó Jesús.

–¿No me crees? Tócale.

Primero Jesús y luego yo tocamos su entrepierna hasta encontrar un orificio por donde se deslizó uno de nuestros dedos. Queta, que de seguro traía su plan, se subió la falda completamente sobre la cintura, se recargó con las manos en la pared y se abrió de piernas de espaldas a nosotros.

–¿Me lo quieren meter?

Nuestros diablillos se revolucionaron a mil, o el instinto hizo su trabajo. Acercamos un cajón de refrescos que estaba ahí tirado y lo pusimos detrás de Queta para subirnos y que nuestros pitos pudieran alcanzar su vagina. Jesús se subió primero y la penetró sin dificultad.

–Está resbaloso –dijo emocionado.

–Muévete –le ordenó Queta.

Cuando me tocó el turno de entrar en su colita pensé que se sentiría apretadita como sentía el culito de Jesús, pero la sensación era diferente, mi pene entraba con más facilidad por lo resbaloso que estaba su hoyito o porque mi pito era muy chico.

Esa tarde aprendimos algo más sobre el sexo; se sentía rico cochar con una niña. Esa no sería la última vez que incluiríamos a Queta en nuestros juegos.

¿Con chavas? ¡Qué bien!

 

El pajarito es atrapado.

La vida continuó y también las nuevas experiencias.

A principios del 74 llegó a nuestra casa el hijo de una pariente de mi mamá. Raúl, un chavo de 13 años. Lo encontraron teniendo sexo con un amigo y lo mandaron a pasar unos días con nosotros para alejarlos. Raúl era un chavo medio callado y tenía los dientes medio chuecos, pero fuera de eso no era feo.

La primera noche que estuvo él en casa, me enviaron a dormir a un sillón y a Raúl lo acomodaron en la cama junto con Marco.

A medianoche me dieron ganas de orinar y me desperté. Apenas había abierto los ojos cuando escuché un ruido. Moviéndome lentamente volteé hacia la cama de Marco y alcancé a distinguir dos siluetas. ¡No podía creer lo que descubrí! Raúl le estaba chupando el pene a mi hermano. Tuve que aguantarme las ganas de orinar por un buen rato, hasta que terminaron, y luego fui al baño fingiendo que no me había dado cuenta de nada.

Al siguiente día Raúl se miraba un poco preocupado, Marco no volteaba ni a verlo. Por la noche, Raúl le pidió a mi mamá que lo dejara dormir en una colchoneta sobre el piso con el pretexto de que hacía mucho calor. En mi mente mi diablillo saltó a la escena y me susurró una idea atrevida. Aprovechando la petición de Raúl le pedí a mi mamá permiso para dormir con Raúl en la colchoneta quejándome de que el sillón era muy incómodo.

Desde entonces la vida, estoy seguro, se ponía de acuerdo con mi diablillo para sus atrevidos planes.

La recámara donde dormíamos los hijos varones estaba separada de la casa, al otro lado del patio. Para pasar al baño mis hermanos mayores debían pasar por el área donde estaba la cama de Marco y por eso mi mamá sugirió que nos recostáramos junto a la pared, al lado de un gran ropero, para evitar que nos fueran a pisar si alguno quisiera ir al baño durante la noche. En ese rincón Raúl y yo quedamos fuera de la mirada de Marco y de mis hermanos.

Esa noche, después de muchos días de no “jugar” con Chuy y con mi yo “sexual” manteniendo mi pito duro, no me podía dormir. Sentía muchas ganas de acariciar y besar a alguien. Me quedé callado y quieto, con los ojos cerrados, hasta que mis hermanos se quedaron dormidos. Luego de varios minutos abrí los ojos y vi a Raúl junto a mí, acostado boca arriba, bien dormido. Miré su cara, su pecho desnudo, y pude percibir una energía agradable que emanaba de él. El diablillo en mi mente me aconsejó varias cosas.

Primero, quité la cobija que le cubría las piernas y vi el bulto de su pene bajo la trusa blanca de algodón. ¿Tendría pelos como José? Miré sus labios gruesos. Me sentía atraído por su desnudez, su cercanía, su aroma. Me empecé a acariciar el pene.

Ahora o nunca, me aconsejó mi diablillo. Sintiendo los fuertes latidos del corazón, me acerqué a Raúl y lo besé, tenía que hacerlo, mis labios me pedían acción. Fue un beso suave, un leve roce apenas, pero muy excitante. Me separé rápidamente, esperé unos segundos y vi que Raúl no se despertó.

El bulto en su entrepierna se veía grande. Acerqué los dedos a la tela y apreté suavemente el pedacito de carne por solo un instante. Retiré los dedos y vi que Raúl seguía dormido. Volví a usar mis dedos para acariciarle delicadamente el pene varias veces más y pude sentir como le empezó a crecer y aponérsele duro. De pronto Raúl se movió, como que se estremeció, me asusté, me recosté rápidamente dándole la espalda y cerré los ojos. Mi corazón estaba tan acelerado que pensé que el chico lo escucharía. Por fortuna no se había despertado, tan solo se dio la media vuelta.

Con la vuelta que se dio, el pene de Raúl quedó a milímetros de mis nalgas. Luego de unos minutos de espera, se me ocurrió bajarme un poco la trusa, como si se me hubiera bajado “por accidente” y pegué mis nalguitas desnudas justo al pene de Raúl. Al ver que no pasaba nada, empecé a moverme despacito para rozar su pito debajo de la tela varias veces, estaba seguro, y no me equivoqué, de que se sentiría muy agradable entre mis nalgas.

Raúl se movió de pronto y otra vez me asusté. Mi corazón se aceleró. Pensé en subirme la trusa, pero no tuve tiempo, me quedé quieto, no me moví para no delatarme. Se me ocurrió hacer ruido como de ronquidos para fingir que dormía profundamente.

Raúl se levantó y caminó a alguna parte. Podía escuchar sus pasos, me intrigaba saber qué estaba haciendo, pero ni siquiera me atreví a abrir los ojos. Luego de unos instantes volvió a acostarse y a los pocos segundos sentí la piel suave de su pito rozando sin recato mis nalgas desnudas, lo sentí resbaloso, más grande, duro y tibio. Raúl se había quitado completamente la trusa y el olor a crema llegó hasta mi nariz.

Entonces, el chavo puso una mano sobre mis caderas y me jaló suavemente hacia él, metió el pito entre mis nalgas hasta que con la punta rozó mi culito. ¡No lo podía creer! Me excité más al sentir que me acariciaba la espalda y la cintura pensando que yo estaba dormido. ¿Se atrevería a penetrarme? Pensé. La respuesta llegó pronto, la punta de su pene estaba presionando mi culito. El diablillo en mi mente me animó a seguirle el juego. Fingiendo que me acomodaba para seguir dormido y sin dejar de roncar, doblé el cuerpo y me acomodé de tal modo que mi trasero quedó más expuesto.

No sé si desde el principio Raúl tenía planes de penetrarme o solo rozar mi culito con su pene. ¿Cómo podría rechazar la oportunidad si mi culito estaba a su entera disposición? De inmediato sentí los dedos de Raúl untándome crema en el hoyito, luego me agarró de la cintura con firmeza y apuntó la punta de su pene a mi entradita. ¡Me iba a cochar! estaba seguro.

En cuanto sentí el empuje aflojé los músculos y su pito empezó a abrirse paso y a deslizarse dentro de mí hasta que entró todo, al fin que no era tan grueso como el pene de José. Una leve molestia casi me hace gemir, pero logré quedarme callado. Batallé para quedarme quieto sin hacer ningún ruido a pesar de lo que estaba sintiendo. Entonces Raúl empezó a moverse lentamente y con cuidado para no “despertarme”. Lo que no pude evitar fue que mi corazón se volviera loco dentro del pecho.

Raúl alcanzó mi pito con una mano y empezó a pelármelo muy lentamente. Tal vez se dio cuenta de que yo fingía dormir porque mi pito estaba bien duro. Luego de unos minutos su respiración se agitó y no tardé mucho en sentir las palpitaciones de su pene dentro de mí al momento de descargarse. Raúl se quedó quieto unos minutos hasta que su pene salió solito de mi cuerpo. Al siguiente día, durante el desayuno, Raúl estaba muy callado, a veces lo sorprendía observándome, pero en cuanto hacíamos contacto visual desviaba la mirada y una leve sonrisa se dibujaba en su rostro.

Todo el día mi diablillo me hacía recordar lo sucedido con Raúl, caí en la cuenta de que podía disfrutar del sexo no solamente con mis amigos. Me emocionaba pensar que podía excitar a otros chavos y disfrutar con ellos de nuestros cuerpos.

En la noche me acosté muy excitado pensando en lo que podí apasar. Me quedé dormido y volví a despertarme después de un par de horas. Me di vuelta para ver si Raúl dormía. Debajo de la cobija que lo cubría se marcaba el bulto de su pito y eso me emocionó bastante. Moví la cobija y para mi sorpresa descubrí que Raúl estaba completamente desnudo. Me sentía tan excitado al recordar lo que me había hecho la noche anterior que no pensé en el riesgo de que Raúl se despertara al sentir mis labios rozando su pito. Sin más, el diablillo en mi mente se apoderó de mi voluntad, su pene creció rápidamente con mis caricias y de pronto una mano atrapó mi cabeza.

–¿Te la meto otra vez? –preguntó quedito en mi oído.

Yo solo asentí con la cabeza.

–Voltéate –me sugirió.

No dije nada, solo obedecí, mi yo “sexual” se hizo cargo. Me recosté de lado dándole la espalda, Raúl me quitó la trusa y empezó a acariciarme. Después, con los dedos, tomó saliva de su boca y me la untó en el culito.

–Ponte crema –le sugerí.

–Ya la busqué y no encontré el frasco –dijo quedito.

Una vez más el diablillo en mi mente se adelantó a lo inesperado.

–Espera –dije.

No dejé un solo milímetro de su pito sin chupar o lamer. Me recosté boca abajo y paré mis nalguitas lo más que pude para permitir que me penetrara. Esta vez no había necesidad de fingir que estaba dormido. En cuanto tuve su pene completamente dentro sus embestidas se hicieron más y más rápidas y eso me hizo gemir muy quedito. Raúl me tapó la boca con una mano y nos dispusimos a disfrutar el momento, fue algo maravilloso. Antes de que terminara, volteé a mirarlo, acerqué mi cara a la suya y lo besé mientras descargaba su lechita dentro de mí.

–¿Me la quieres meter? –me preguntó al oído.

–Solo chúpamela ¿sí? -supliqué.

No contestó. En cuanto me recosté boca arriba su boca se prendió desesperadamente de mi pene, me lo dejó escurriendo de saliva.

–Todavía no te sale nada ¿verdad? –dijo.

–No –contesté.

A la mañana siguiente Raúl y yo nos sonreíamos en cuanto nuestras miradas se topaban. Una conexión invisible nos unía, sentía que lo quería. Me fui muy contento a la escuela. Por la tarde me animé a preguntarle.

–¿La otra noche, tu y Marco cocharon?

Raúl se quedó callado un momento.

-Él me descubrió espiándolo cuando se bañaba y me dijo que si no me dejaba cochar le iba a decir a tu mamá. Primero me hizo que se la chupara y luego me la metio rete brusco, me dolió un chingo. Me dijo que yo era un puto. Tu hermano es malo –dijo.

 

Desde ese día, Raúl y yo disfrutamos de nuestros cuerpos todas las noches que estuvo en mi casa. Fueron ocho noches muy agradables para él y para mí. Cuando Raúl se fue me fue difícil volver a dormir solo, me había acostumbrado a besarlo y a tener mi cuerpo unido al suyo antes de dormir.

El deseo sexual se manifiesta de manera intensa y nubla el pensamiento.

Noches tibias, sexo caliente.

 

19 Lecturas/22 mayo, 2025/0 Comentarios/por Martian25
Etiquetas: amigos, baño, hermano, hermanos, hijo, mayores, sexo, vagina
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