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Gays

ABRIENDO LAS ALITAS 6

Continua el relato de mi vida, que he estado escribiendo desde la pandemia. .
Si les interesa seguir mi biografía les recomiendo leer las anteriores entregas

https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/abriendo-las-alitas-5/

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¿SERÁ AMOR? (11 – 12 años)

El pajarito crece y vuela alto.

Los cambios llegan inevitablemente a tu vida.

En el verano del 74 terminé la educación primaria y con tan solo 11 años cumplidos me llegó el tiempo de ir a la escuela secundaria. Me tocó asistir a un plantel tan alejado de casa que tenía que tomar un autobús muy temprano para poder llegar a las 7:50 de la mañana. La escuela secundaria era enorme y enfrente había un parque con varias canchas, muchos árboles, una alberca y un campo de béisbol. Todos los grupos tenían 50 alumnos o más ya que no había suficientes escuelas. Mi grupo tenía más hombres que mujeres. Yo era uno de los más jóvenes del grupo. Por un cambio que hicieron en el sistema educativo yo solo tuve 5 años de educación primaria por lo que entré a la secundaria sin haber cumplido los 12 años aún, la mayoría de mis compañeros tenían ya 12 o 13 años y algunos hasta 15. Afortunadamente no era uno de los de menor estatura.

El primer día de clases me sentía muy nervioso, seguía siendo muy retraído y no estaba acostumbrado a interactuar con tanta gente, además, en mi grupo había varios alumnos con una finta de pandilleros que me daban miedo. La nueva escuela estaba muy lejos del barrio donde yo vivía y no conocía ni la zona ni a nadie. 

Y las cosas se pusieron peor para mí en cuanto nos fuimos presentando frente al grupo. Por ser el más joven del salón y tener la voz de niño todavía, no tardé en ser el blanco de burlas y chistes. Uno de mis compañeros se atrevió a decir que yo sería la “mascota” del salón. 

Pero mentiría si dijera que todo fue malo para mí ese día. En cuanto empezaron las clases tuve la oportunidad de mirar detenidamente a mis compañeros de salón. De inmediato mi yo sensual se manifestó atraído por algunos de los chavos del salón que me parecieron realmente lindos. Uno de ellos era Nicolás, delgado, de cuerpo atlético, de cabello lacio y piel morena. Tenía unos ojos grandes de color café, con una mirada fuerte y de pestañas largas. Me gustaban sus labios gruesos, pero lo que más me encantaba de él era el fino vello que a sus casi 14 años ya se le empezaba a dibujar en el área del bigote.   

Otro chavo que llamaba mi atención era Valentín, también de casi 14 años. Era un chico nada bonito ni feo, de complexión un poco robusta. El emitía una energía que alborotaba a mi yo sexual, desde la primera clase noté que le gustaba andar hablando de sexo y se la pasaba acariciándose el pene. Algunos compañeros que lo conocían de antes decían que le gustaba tocarle el pito y las nalgas a los demás, que era puto. Pienso que él me atraía porque se atrevía a manifestar el gusto por otros chavos, algo a lo que yo no me animaba a hacer.

 Y las sorpresas que la vida me tenía reservadas no tardaron en llegar.

Ese mismo primer día de clase, a la hora de ir al recreo, me disponía a salir del salón cuando de pronto me topé en la puerta con un chavo que apenas llegaba al salón. Era un chavo tan pero tan hermoso que su imagen nubló mi mente e hizo que todo a mi alrededor desapareciera. Me pareció tan bello, que casi me muero de la impresión. Mi corazón dejó de latir, mi pito dio un brinco y se me puso tan duro que me dolía. Me quedé boquiabierto a medio camino, su cara a centímetros de la mía, mis ojos fijos en su bello rostro, hipnotizado.

— ¿Me dejas pasar? –dijo con voz muy suave.

Me di cuenta de que estaba estorbando como un idiota, el rostro se me puso rojo y él solo me sonrió. Su belleza y su sonrisa cimbraron mi cuerpo y mi mente de tal forma que hasta pensé que el chavo no era real. Me hice a un lado y pasó tan cerca de mí que un leve aroma a loción o perfume me transportó al paraíso.

Salí del salón como autómata y me dirigí a los sanitarios. Mi diablillo me señalaba insistentemente lo bonito que era el recién llegado. Me lavé las manos y me fui a la cafetería a comprar algo de comer sin dejar de pensar en el hermoso chico. Para mi buena suerte, ahí me lo volví a encontrar en la fila platicando con otro estudiante del salón. Poniendo atención a su plática no tardé en saber que se llamaba David y que tenía un año más de edad que yo. Fijándome más detenidamente en él me di cuenta de que se parecía a un artista de ese entonces, Donny Osmond, creo que así se llamaba.

Sin tardanza, mi diablillo me recalcó que David era el chavo más bello del salón, de la escuela, que digo de la escuela, ¡del universo! Era simplemente perfecto, tenía una sonrisa preciosa con una dentadura brillante y sin defectos, su abundante cabellera de cabello lacio y muy negro le formaba un rebelde copete que le caía por un lado de la cara y todo el tiempo luchaba para acomodarlo. Sus ojos tenían una mirada muy tierna, de niño bueno, su boca, que era en lo que yo más me fijaba de un chico, era de regular tamaño, con labios bien delineados. David tenía la piel muy clara y no mostraba ninguna imperfección en el rostro, me sorprendió ver que ya se le percibía algo vello en los brazos y tenía un cuerpo bien proporcionado, parecía un chavo de más edad. Por su plática supe que le gustaba hacer ejercicio a diario en casa con sus hermanos y jugar deportes. 

En ese momento surgió en mí, de la nada, el deseo de imitar a David. Debía intentar mejorar mi cuerpo y me propuse hacer ejercicio en casa. Fabricaría unas pesas iguales y empezaría a dedicarle tiempo en las tardes a hacer ejercicio.   

Deberías hacerte su amigo, sugirió mi diablillo, aunque no se me ocurría cómo.

A los pocos días de haber empezado la escuela noté que David y Nicolás ya eran los chicos más populares del salón por su carácter tan sociable. Y para mi mayor beneplácito, siempre que estaba junto a ellos percibía una energía tan positiva y agradable que bastaba tenerlos cerca para sentirme contento. Creo que no era el único que percibía esa energía y por eso ellos siempre estaban rodeados de amigos y amigas. También me di cuenta, por los comentarios que escuchaba, que casi todas las chavas del salón admiraban su belleza. Y noté que más de un chavo los miraba con “mirada de enamorados”, mirada que había aprendido en las novelas que mi mamá veía en la televisión. No me quedó duda de que no era yo el único chico que se sentía atraído por ellos.

Aunque mi yo sexual soñaba a diario con besar y acariciar a todos los chavos guapos del salón, en especial a David, mi yo “machito” me ordenaba no intentar hacer amistad con ellos para evitar ser el “hijo marica” que mi mamá tanto aborrecía. Una lucha silenciosa en mi mente me mantenía intranquilo, y alejado de David.

Desde el inicio de la escuela secundaria, los encuentros íntimos con mi amigo Jesús continuaron, aunque menos frecuentes porque sus padres lo inscribieron en una escuela privada. Ni Lalo ni Daniel asistirían más a la escuela así que nuestras actividades no coincidían. Los encuentros con José cesaron definitivamente cuando su madre lo envió a una escuela militarizada porque se empezó a hacer muy rebelde y ya no podía controlarlo. Empecé a extrañar el tener un pito en mi culito, me hice aficionado a explorar y acariciar mi cuerpo yo solo.  

La energía existe en el universo, a veces parece que se esconde y luego reaparece con más fuerza.   

¡Cuántos chavos lindos!

El gorrioncillo quiere volar por las nubes.

La primavera de 1975 llegó y para entonces empecé a notar que mi desarrollo físico se estaba acelerando. Tal vez por el ejercicio, poco a poco, me iba convirtiendo en un chavo más corpulento y despierto.  

El pene se había convertido en la parte más importante de mi cuerpo y de mi ego. Al ver que mi pito pasaba de los 11 centímetros bien parado, (me lo medía a diario) y ver como aparecían delgados pelitos en la entrepierna, intuía que me estaba convirtiendo de niño a muchacho, y eso me hacía sentir muy orgulloso.   

El aparentar mayor edad, por la estatura y la complexión, que el promedio de los compañeros del salón me daba mucha confianza. Algunos compañeros pensaban que les mentía y que en realidad tenía 14 o 15 años.

Empecé a relacionarme más con mis compañeros del salón, excepto con David, me trababa cada vez que lo tenía cerca, no sabía qué decirle ni podía apartar mis ojos de su linda cara. Seguía sin encontrar la forma de hacer amistad con él por más que mi diablillo me insistía, algo me lo impedía.

Y de pronto descubro un sentimiento nuevo en mi interior.

Un día, al estar observando detenidamente a David mientras estábamos en clase, me di cuenta de que su cercanía me provocaba un sentimiento diferente, me atraía de una manera nueva para mí, algo que no había sentido antes por ningún otro chico, ni siquiera por Pablo. Sentía la necesidad de estar cerca de él y de alimentarme de su energía. El aroma de su cuerpo me gustaba tanto y se grabó tan profundo en mi mente que puedo recordarlo claramente hasta el día de hoy.

Ese sentimiento vino a complicar mi vida aún más al aumentar la atracción que ya sentía por David. Pasaba el tiempo mirándolo, esperando a que él volteara a verme y me sonriera. Por las mañanas mi mayor motivación para ir a la escuela ya no era el estudio, era el estar cerca de David.

Al mismo tiempo, no quería que David se diera cuenta de lo mucho que me turbaba con solo tenerlo frente a mí. Mi yo “machito” frágil, temeroso, era un obstáculo en mi vida, me confundía, cada vez que pensaba en David, la maldita frase “yo no quiero un hijo marica” resonaba en mi mente y eso me hacía sentir miserable.

El amor llega sin avisar llenando tu entorno, tus pensamientos y tus sueños.

Me gustaba, me inquietaba.

Al gorrioncillo le rompen las alas.

Con el amor, también llega el dolor, la pena.   

–¿Ya te fijaste en Valentín? –me preguntó un día una compañera del salón.

–No, ¿Qué tiene?

–Es bien marica. Le gusta David y otros chicos del salón.

–¿Y tú cómo lo sabes?

–Fíjate como se le queda viendo.

–No me fijo en eso, a mí qué me importa –dije con desgano.

–Una amiga me contó que Valentín se va al río con otros chicos a “hacer cosas” cuando no entran a la clase de taller.

Mostré poco interés por la información y la chava siguió hable y hable. La verdad, lo que mi compañera me dijo le dio muchas ideas al diablillo en mi cabeza, y mucha presión a mi pene. Tenía que fijarme más en Valentín, con quién se juntaba, y qué “cosas” hacía en el río. Mi yo “sexual” se alborotó con solo imaginar lo que descubriría.

Las clases de taller eran martes y jueves de la 1 a las 3 de la tarde. El siguiente martes, aconsejado por mi diablillo e impulsado por el deseo de tener algo de sexo, me propuse no asistir al taller y averiguar más que hacían mis compañeros cuando no entraban a taller. El río estaba a unos mil metros de la escuela, cruzando un terreno baldío. Se me ocurrió vigilar desde el parque frente a la escuela y esperar a que Valentín saliera para seguirlo.

Pasó el tiempo y Valentín nunca apareció. Pasaron rumbo al río otros chavos de otros grupos, pero no me animé a ir tras de ellos. La excitación que me llevó a estar ahí desapareció. Cuando empezaron a salir todos los alumnos de la clase de taller llegó la hora de irme a casa. Apenas iba rumbo a la salida del parque cuando alcancé a ver que David iba entrando abrazado de una chava que no reconocí. Él cargaba las mochilas de ambos mientras iban a beso y beso, me quedé paralizado, el corazón se me hizo chiquito, me dolía el pecho, como si me hubieran dado una puñalada.

Escondiéndome entre los árboles los seguí, se adentraron en el campo de béisbol, se sentaron en las gradas y empezaron a acariciarse. La chava, descaradamente, le sobaba la entrepierna por encima de la ropa, ni siquiera se fijaban en las otras parejas que estaban en las gradas ni en los muchos estudiantes que corrían y jugaban en el pasto.

Sentía una envidia tremenda de la chica, era una chava muy bonita, pero mi diablillo opinaba que debía ser yo el que estuviera ahí disfrutando con David. En ese momento supe que el sentimiento que sentía por David era mucho más fuerte que solo las ganas de tener sexo con él o de disfrutar de la energía que irradiaba cuando lo tenía cerca. Entendí lo que eran los celos: una fuerte emoción dentro de mí que me hacía sentir mal al ver que alguien más lo tuviera y lo acariciara. Lo quería, lo necesitaba… lo amaba… estaba seguro, tal y como las canciones que escuchaba en la radio decían que dos personas se enamoraban, así me sentía yo. David era, debía ser, solo para mí.    

Sin previo aviso mi yo machito contraatacó; con abundantes lágrimas escurriendo por las mejillas decidí no sufrir más y largarme a casa. No me importo que alguien me viera llorando, la vida terminaba para mí en ese instante. Pude escuchar en mi mente a mi yo “machito” regañándome por estar ahí, hasta empecé a hablar conmigo mismo para recriminarle a mi diablillo por ser tan “marica” mientras me alejaba del parque.

Para colmo de males, al voltear a echar un último vistazo a la pareja vi que se levantaron y se metieron por un pasillo que conectaba a los vestidores debajo de las gradas del campo de béisbol. El lugar estaba medio abandonado y sucio. Yo no había entrado ahí nunca, pero había escuchado de varios compañeros decir que a ese lugar se metían parejitas a tener sexo.

Sentía que me iba a morir, caminaba con torpeza y no pude contener el temblor en mi cuerpo, sentía rabia, coraje, dolor. Me moría de celos nomás de imaginar lo que iban a hacer. Dejé el parque sintiéndome miserable, en el camino la confusión se apoderó totalmente de mi mente. Un montón de pensamientos e ideas se agolpaban en mi cabeza.

David tenía tantas chavas a su alrededor que, en realidad, ¿por qué se podría interesar en mí? me reclamaba yo mismo en voz baja. Si disfrutaba tanto estar con chavas, no le gustaría estar con un “marica”. David era tan “machito” que ni de broma haría algo conmigo. ¿Cómo podría vivir sin su energía, sin poder besarlo? David nunca me amaría …como yo lo amaba a él. La lucha entre mis yo´s internos era intensa.

Sabes que amas porque sufres.

En lo oscurito, pero no conmigo.

El gorrioncillo lame sus alas.

El sexo continuó buscándome.

Caminando como autómata, sumergido en mis pensamientos, se me pasó el autobús y solo me quedaba caminar hasta mi casa. El trayecto a pie era largo, más de una hora. A medio camino había un parque con una estatua enorme de un personaje de la historia, detrás de la estatua había unas columnas altas y entre ellas se formaban unos huecos. Ya más tranquilo después de tanto caminar, me senté a descansar cerca del monumento bajo la sombra de un árbol mientras miraba a la gente pasar.

Luego de unos minutos distinguí a dos personas jóvenes, un hombre y una mujer, que se metían entre las columnas detrás del monumento. Una vez más el diablillo en mi mente, que nunca descansaba, me advertía de la posibilidad de presenciar algo interesante. Me animé a espiarlos, caminé por un arroyo lleno de arbustos que pasaba por detrás de la escultura para acercarme sin ser visto. Llegué hasta unos 20 metros del monumento y descubrí a la pareja teniendo sexo. La escena era excitante. Volteé alrededor y no vi a nadie más, no podía creer que a plena luz del día estuvieran haciéndolo, ¡y yo ahí de mirón!

Claramente vi como el chavo, de unos 18 años, se movía detrás de ella y le introducía el pene en el cuerpo. La chava parecía disfrutarlo aun cuando el pene del chavo me pareció larguísimo. Él la acariciaba el pecho por debajo de la blusa. Al final vi cómo se fundían en un abrazo intenso y sus gemidos, especialmente el de la chava, se hacían más fuertes. Eso me excitó tanto que ahí mismo, detrás de los arbustos, empecé a masturbarme imaginando que la pareja eran David y su novia, luego que era yo a quién David penetraba, luego era a la chava a quién yo le metía el pene.  

Me fui a casa muy inquieto, en mi mente aparecieron imágenes de cuando mi amigo Chuy y yo lo hicimos con Queta, nuestra vecina. Esas imágenes le dieron ideas a mi diablillo; si el sexo con chavas podía ser tan placentero como con chavos ¿por qué no me conseguía una novia? Así me olvidaría de David y dejaría de sufrir. Mi yo “machito” aceptaba y apoyaba la idea.  

La vida es un proceso, alimentado de muchas experiencias.   

27 Lecturas/6 junio, 2025/0 Comentarios/por Martian25
Etiquetas: amiga, amigos, gays, hermanos, hijo, madre, mayor, sexo
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