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Gays

ABRIENDO LAS ALITAS 7

Les recomiendo leer las anteriores entregas,, es historia real picara, medio erótica y francamente sexual conforme voy creciendo,,,es mi biografia.
Les recomiengo leer los anteriores capitulos de mi biografia,,, es erotica leve al principio y se va poniendo mejor.

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El gorrioncillo siente miedo de volar.

Ocultar o cambiar mis sentimientos. ¿Se podrá?

Los días siguientes después de ver a David con su novia intenté ignorarlo y reprimir mi atracción por él. Pero la vida me complicaba la existencia. Antes de terminar el primer año de secundaria, sucedió en clase algo inesperado que me llenó de confusión y miedo porque me hizo comprender lo mucho que me perturbaba la presencia de David.

–¿Me prestas tus escuadras? –oí su hipnotizante y varonil voz.

Fue tan repentina su pregunta que no atiné a contestar. Volteé y me topé con su tierna carita, sus hermosos y brillantes ojos, su mirada fija en la mía. Sus labios me parecieron tan pero tan apetecibles, y estaba tan cerca su cara de la mía, que mi diablito me aconsejó que lo besara. Mi corazón dio un brinco y mi pene reaccionó con una fuerte erección. El tiempo se detuvo, el mundo desapareció. ¿Cómo podía existir un ser tan hermoso como David? Su energía me bloqueó totalmente.

Mi yo “machito” apagó a mi yo “sensible”, recordé que mostrar afecto a otro niño era mal visto, sentía que valía menos que los demás por sentir lo que sentía, pero, aun así, sentía que lo amaba.   

Se me acercó Yolanda, una compañera. 

–¿Qué te pasó? –preguntó.

–¿De qué? –dije extrañado.

–Estás temblando –dijo tomándome del brazo.

No supe qué contestarle.

–Está bien guapo David ¿verdad? –preguntó al tiempo que me miraba fijamente.

Recordé las palabras “yo no quiero un hijo marica”, volteé a mirarla, no le iba a dar el gusto a la mugre gorda.

–¿Qué? No sé. ¿A mí qué me importa? –dije con desgano.

–Es que lo miraste con ojos de enamorado –insistió.

–Estás loca. ¡Yo no soy marica! –respondí haciéndome el enojado.

 

Mi yo “machito” intentaba tomar el control, resaltar la falsa imagen de hombrecito. La platica terminó, pero mi desasosiego no. Me encantaba sentir lo que sentía por David y al mismo tiempo me daba temor.

Al principio, David llamó mi atención por su forma de ser y su belleza física. Ahora estaba convencido de que la energía que captaba de él era tan necesaria para mi vida como el oxígeno. Mi corazón palpitaba acelerado cuando lo tenía frente a mí. Todo se tornaba bello, mis problemas o preocupaciones desaparecían. ¿Estaba realmente enamorado de David? ¿Por qué deseaba tanto estar cerca de él? ¿Cómo podría evitarlo? 

No solo me excitaba cuando tenía cerca a David, bastaba con que pensara en él para obtener una erección inmediata. Recordaba las cochadas que me había dado José y en mi mente imaginaba que era David quien me penetraba. Sin duda, lo deseaba.

Desde ese día me las arreglé, o más bien mi diablillo se las ingenió, para encontrarme “accidentalmente” con David en la fila de la cafetería a la hora del recreo. Salía rápido del salón para esperar a que él llegara. Estaba decidido a ganarme su amistad.

La vida presenta oportunidades de experimentar, otras veces, las impone.

Lo que es para ti, aunque te quites.

 El gorrioncito intenta volar por encima de las nubes.

Cambia el cuerpo y cambia la mente.

Terminé el primer año de la secundaria y pensé, bueno, más bien mi yo “machito” pensó que todo eso del amor que sentía por David desaparecería, o al menos disminuiría, al no vernos durante las vacaciones, pero no fue así.

Con el paso de las semanas, vi que mi cuerpo cambiaba poco a poco. Mis brazos empezaron a mostrar algo de músculo y mi espalda se ensanchó. Lo que más me gustaba era que el pene me había crecido y se me había hecho más grueso. La mata de pelos alrededor de mis huevos se hacía más visible. Me sentía más atractivo cuando me miraba desnudo ante el espejo.

Al igual que el mío, el cuerpo de David también debía estar cambiado, recordaba que los últimos días de clase lo veía más musculoso, más alto, y cada vez que estaba rodeado de chavas descubría su pene abultado bajo los pantalones y me parecía que lo tenía más grande. No por nada él ya iba a cumplir 14 años. Y para rematar, me había dado cuenta de que ya se le dibujaba más claramente el lindo bigote en el rostro. Me encantaba, me excitaba, lo amaba. ¿Olvidarlo? ¡Qué va! Lo recordaba más que antes. 

Al regresar a segundo año, me presenté con un radio portátil que me habían regalado mis padres. Era un radio AM-FM donde podía escuchar las canciones de moda. En ese tiempo escuchar la radio era el pasatiempo favorito de los adolescentes y había estaciones de radio donde se podían hacer dedicatorias. Se enviaba al locutor una carta con los nombres, la escuela, la canción y el programa en el que uno quería escuchar el mensaje.

El diablillo en mi cabeza ideó un plan para expresarle mi amor a David de manera anónima. Envié una carta a la estación de radio para dedicarle una canción en nombre de una supuesta enamorada. Pedí la canción: Contigo y aquí, de Elio Roca.

Pedí que la canción la tocaran en el programa de 10 a 11 de la mañana para escucharla durante el recreo. Pase varios días convenciendo a David de que escucháramos el programa para oír la supuesta dedicatoria.  

Un jueves, justo acabando el almuerzo, el locutor anunció que iba a leer un mensaje dedicado a un estudiante de nuestra escuela, de inmediato le pasé el audífono a David.  

—David, espero que cuando escuches esta canción comprendas lo mucho que te quiero –decía el mensaje. 

Sonrió con el mensaje y escuchó la canción con mucha atención. No se dio cuenta de que yo se la cantaba en voz bajita.

Contigo y aquí,

En este lugar,

Sintiendo tus besos

y viendo tus manos recorrer mi piel

Contigo y aquí.

Nos daremos ya.

Lo que tanto ansiamos.

Después Dios dirá. 

—Tú sabes quién me la dedicó ¿verdad? –preguntó con mucho interés.

–No.

–Claro que sí, dime quién es –exigía.

–En verdad, no sé.

–¿Cómo sabías que me iban a dedicar la canción?

–Me dieron un recado, pero no me dijeron el nombre.  

–No, es cierto. Tú sabes quién es –dijo mientras se abalanzaba sobre mí y me tumbaba en el pasto.

Y de nuevo la magia de la vida a mi alrededor me presentaba experiencias inesperadas.

David empezó por hacerme cosquillas y terminamos jugando luchas, algo que él hacía comúnmente con otros compañeros por diversión. En pocos minutos de juguetear me ganó. Yo quedé recostado boca arriba en el pasto y él sobre mí. Él era más fuerte que yo, con las manos inmovilizó mis brazos y con los pies inmovilizó los míos. Mi corazón se detuvo, nuestros cuerpos estaban tan juntos que podía percibir su aliento en mi cara, mi excitación era total.

Terminamos la lucha en silencio y, sin planearlo, nos quedamos quietos, percibiendo los latidos de nuestros corazones y mirándonos directamente a los ojos. David desvió la mirada hacia mi entrepierna al sentir mi tremenda erección bajo la presión de su pene, no dijo nada y tampoco intentó evitar nuestro contacto. Odié la tela de nuestros pantalones. Con la mirada yo intentaba transmitirle el mensaje que resonaba en mi mente: “espero que comprendas lo mucho que te quiero”.

Yo estaba extasiado con las emociones que provocaba el sentir su cuerpo sobre el mío, especialmente sentir como se le puso medio duro el pene a él también. El diablillo en mi cabeza, por supuesto, me dio muchos consejos, estuve a una centésima de segundo de atreverme a besarlo al tener sus labios casi rozando los míos. ¡Qué dicha tenerlo encima de mí! El gesto en su mirada demostraba sorpresa y tal vez un poco de confusión. Aun así, mi yo “sensible” captó, o creyó percibir, una chispa especial en la mirada de David antes de levantarnos. ¿Estaría él captando mi mensaje, mi energía, mi deseo? ¿Estaría sintiendo algo especial por mí? Esas preguntas empezaron a dar vueltas en mi mente una y otra vez mientras caminábamos de regreso al salón de clases.

Con el pretexto de escuchar música durante el recreo empezamos a pasar más tiempo juntos, las ideas que el diablillo me aconsejaba estaban dando fruto, sentía que cada día nos íbamos convirtiendo en amigos más cercanos.

A las pocas semanas volví a usar el truco de la dedicatoria de la supuesta enamorada y pedí otra canción: Por Ti.

Por ti, yo dejé de pensar en el mar.

Por ti, yo deje de fijarme en el cielo

Por ti me ha dado por llorar como el mar.

Me he puesto a sollozar como el cielo, me ha dado por llorar.

 

Por ti la ternura se niega conmigo.

Por ti, la amargura me sigue y la sigo.

Por ti, me estoy volviendo loco de celos.

Se vuelven contra mí mis anhelos, se vuelven contra mí.

–Ahora sí me vas a decir quién es la chava –insistió David.  

–Te juro que no sé. Solo me dan el recado.

–¿Quieres que te vuelva a ganar a las luchas? –dijo como amenaza.

–¡Mmmh¡ ¡Me encantaría! –dije quedito mirándolo fijamente a los ojos.

David se desconcertó un poco con mi respuesta, me sostuvo la mirada y se quedó callado un momento. Luego, me devolvió una de sus más lindas sonrisas. Mi diablillo, el que me aconsejaba, mi yo “sexual”, el que lo deseaba y mi yo “sensible”, el que se alimentaba de su energía, se unían para conquistarlo. El recuerdo de la sensación de su pene sobre el mío hacía volar mi imaginación, lo deseaba, a él, a su cuerpo, su pene, su amor, su energía, su todo.

Lidiar con mi yo machito, mi yo diablillo, mi yo sensible, y mi yo sexual no sería fácil. ¡Y David me lo hacía más difícil!

Las emociones intensas se apoderan del pensamiento, del espíritu y del cuerpo.

¿Más que amigos?

Le crecen las alas al pajarito.

Y ahora, a sentir su cuerpo.

En los siguientes días y semanas mi diablillo continuó ideando formas de estar cerca de David para conquistarlo. Aproveché que el maestro de deportes buscaba jugadores para voleibol para pedirle formar parte del equipo. Fui aceptado sin problema al ser uno de los estudiantes más altos del grupo. El voleibol se practicaba en pantaloncillos cortos y camiseta de tirantes. Mi diablillo se volvía morboso; estar en ese equipo tal vez me daría la oportunidad de ver penes y tal vez hasta de tocarlos, y lo más importante ¡David estaba en ese equipo!

Para cambiarnos de ropa los chavos usábamos el salón donde se guardaban los balones y las redes. Por lo general lo hacíamos muy rápido, solo te quitabas los pantalones y la camisa del uniforme. Por vergüenza, casi todos llevaban puesto desde casa la camiseta de tirantes y el pantaloncillo corto debajo de la ropa, uno de esos era yo, me daba pena que me vieran en trusa.

El primer día que fui a clase de deportes con el equipo de voleibol llegué al vestidor cuando la mayoría de los chavos ya se habían cambiado y estaban saliendo a la cancha. Entré con la idea de cambiarme rápidamente y salir a jugar. Detrás de mí entró David quien también se había retrasado. En cuanto entró se desabrochó los pantalones.

–Cuida la puerta y me avisas si viene alguien –me dijo.

No entendí por qué me pidió eso y solo obedecí, pronto lo supe. David se sacó despreocupadamente la camisa y luego se sacó completamente los pantalones ¡junto con la trusa! ¡Casi me da un infarto!

Por unos instantes se quedó completamente desnudo delante de mí y de otros dos compañeros mientras se ponía una trusa más ajustada. Los otros chavos estaban entretenidos cambiándose y no se dieron cuenta de que casi me desmayo por la impresión Dejé de respirar, aunque tenía la boca abierta, al ver su hermoso cuerpo adornado con un pene medio parado. ¡Qué increíble regalo me daba la vida! Solo David se dio cuenta de mi insistente mirada hacia su lindo pito, ¡no pude evitarlo! La imagen de su cuerpo perfecto se grabó para la eternidad en mi mente.

–¿Te gusta? –preguntó David quedito.

Me quedé helado y desvié la mirada. Me había descubierto mirándole la entrepierna.

–Otro día te lo enseño bien –dijo David en tono de broma, siempre bromeaba.

El maestro nos llamó y salimos de ahí. Durante todo el partido me equivoqué porque en mi cabeza solo estaba la imagen de David, de su pene, y sus palabras, su promesa. Tuve problemas para esconder mi erección, afortunadamente los pantaloncillos que usaba eran bastante holgados.

David se veía hermoso, sus piernas bien formadas tenían más vello que las de los demás chavos y eso lo hacía verse más masculino. Cada vez que volteaba a verlo lo imaginaba desnudo. Y eso fue solo el inicio.

En las siguientes clases de deporte algunos chavos se quedaron en pura trusa, o sin ella, en el vestidor para presumir su “hombría” exhibiendo su erección, todo en plan de juego, según ellos. No me equivoqué al inicio al pensar que vería muchos penes. Mi diablillo me convenció de ser más atrevido, empecé a llevar mis pantaloncillos en la mochila para pasar más tiempo en el vestidor cambiándome y tener más oportunidades de observar a mis compañeros, y a David.

Uno de esos días, David hizo nuevamente algo que de inmediato aumentó mi confusión.

–¿Qué te robaste? –dijo mientras me agarraba el bulto de mi pene debajo de la trusa al pasar junto a mí.

De la sorpresa solo pude medio sonreírle. ¿Fue solo una broma? ¿Lo hizo a propósito? ¿Acaso estaba fingiendo jugar conmigo cuando en realidad quería “otra cosa”? A pesar de la vocecita interna de mi yo “machito” que me ordenaba contenerme, la voz de mi diablillo era más fuerte y me dio una idea; intentaría algo para ver la reacción de David.

No tuve que esperar mucho para llevar a cabo mi idea.

A la siguiente semana volvimos a coincidir en el vestidor al terminar un juego. David se empezó a desvestir con calma mientras platicábamos sobre lo que había pasado durante el partido, no teníamos prisa porque deportes era la última clase del día. Me di cuenta de que nos quedamos solos y me animé, era el momento de devolverle la broma y me acerqué a él.

–Y tú, ¿qué traes ahí? –pregunté mientras estiraba la mano para alcanzar su pene.

Pero David tenía más experiencia, y menos vergüenza que yo, y adivinó mis intenciones.

–Esto, ¿te gusta? –dijo al momento de bajarse la trusa.

En lugar de la tela atrapé su pene duro y desnudo. Y para mi mayor deleite, él tomó fuertemente mi mano para evitar que lo soltara. Por unos instantes no supe que hacer, mi diablillo se negaba a soltar el preciado “tesoro”. La sensación de la suave piel en mis dedos, electrizaron mi cuerpo. No pude evitar masajear levemente el trozo de carne, se sentía terso, caliente, agradable. Volteé a ver a David a la cara y descubrí su sonrisa pícara y una mirada como queriendo adivinar mis intenciones. Mi yo “machito” atacó con fuerza y le di un fuerte apretón a su rico pito.

–¡Ey, duele! Era para que me lo acariciaras –protestó David.

Cuando vi su gesto de dolor estuve a punto de pedirle disculpas, solo pude fingir un falso enojo y una sonrisa de revancha. En eso escuchamos que el maestro se acercaba y nuestro juego terminó.

Una cosa era admirar su pene medio duro, otra muy diferente era palparlo, sentir su tamaño, su piel, su calor. El pene de David era, por mucho, más largo y grueso que el mío y con mucho más vello alrededor de la base.  El recuerdo de su pene en mi mano acompañó un montón de sesiones de masturbación en los siguientes meses.

La simple simpatía se puede convertir en amistad y ésta en amor de una manera sutil, si el universo pone lo suyo y las personas lo que les corresponde.

Ya tenía amor en mi vida, ¡lo que sigue por favor! 

76 Lecturas/9 junio, 2025/0 Comentarios/por Martian25
Etiquetas: amigos, compañera, escuela, gays, hijo, mayor, secundaria, vacaciones
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