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Gays

ABRIENDO LAS ALITAS 7

Continua mi biografía poniendose mas caliente a cada relato.
Les recomiendo leer las anteriores entregas,, es historia real picara, medio erótica y francamente sexual conforme voy creciendo,,,es mi biografia.
Les recomiengo leer los anteriores capitulos de mi biografia,,, es erotica leve al principio y se va poniendo mejor.

https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/abriendo-las-alitas-6/

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PRIMER ORGASMO (12-13 años)

El pajarito se convierte en gorrioncillo.

En octubre del 75, a punto de cumplir los 13 años, un sábado por la tarde vino el Chuy a buscarme a la casa.

–Te tengo una sorpresa –me dijo quedito.

–¿Cuál?

–Vamos a mi casa. Allá te digo.

Al entrar al patio de su casa caminamos hasta el fondo y subimos por una escalera al segundo piso que seguía en construcción. Nos metimos al rincón de siempre, donde nadie nos podía ver y empecé a desabrocharme los pantalones. De pronto Jesús dio un silbido suave.

–¿Para qué silbas?

–Espérate –me contestó en voz baja.

Desde la azotea vecina, apareció Daniel, quién vivía a un lado de la casa del Chuy.

–¿Los tres? –preguntó sorprendido al verme ahí.

–Sí –contestó Jesús.

–¿Cómo descubriste nuestro escondite? –pregunté.

–Una vez subí por una pelota y los vi –dijo Daniel.

–Ándale, empieza tú –sugirió Jesús.

Daniel no dijo nada, pero poco a poco se empezó a dibujar una sonrisa en su rostro.

–¿Mi tocayo y yo? –preguntó.

Daniel se abrió el cinturón y se bajó un poco los pantalones para mostrarme el pene bien parado.   

–¡Qué grandote! –dije con entusiasmo.

Me acerqué a verlo mejor, lo que más me sorprendió fue la cantidad de vello que le cubría las bolas y la base del pito, se lo acaricié por un momento.

–Mámaselo –ordenó Jesús.

Tomé el pene de mi tocayo, lo sentí palpitante y caliente. Volteé a verlo a la cara y vi su amplia sonrisa, como pidiéndome que lo hiciera. Noté que sus ojos parecía que echaban chispas. Sobre todo me fijé en sus carnosos, lindos e invitantes labios. El momento era mágico.  

Me arrodillé frente a él y en cuanto metí el pedazo de carne en la boca lo empecé a chupar y a lamer. Olía a jabón, estaba recién bañado.

–¡Oh! –exclamó Daniel, quedito.

–¿Se siente rico? –preguntó Jesús.

–Siiiii…, mucho.

—Deja que te la meta –ordenó el Chuy.

–Le va a doler, ¿que no? La tengo muy grande.—dijo Daniel.

–Si me entra –aseguré con firmeza para sorpresa de mi tocayo.

Su sonrisa, su mirada, y su lindo pene me motivaron, estaba listo. Me recargué en la pared y Daniel se colocó detrás de mí, me saqué la camiseta y él me bajó los pantalones hasta los tobillos. Luego aprovechó mi posición para acariciarme las nalgas y la espalda suavemente.

–¿Seguro? Lo tengo muy grueso.

–Si me entra ¿verdad? –dije volteando a ver al Chuy.

–Con cremita, fácil –agregó Jesús.

Daniel tomó crema del frasco que le ofreció Jesús y se untó en el pene. Yo tomé algo de crema y me la unté en el culito. Luego mi tocayo empezó a buscar mi hoyito con la punta del pito, en cuanto lo encontró, me tomó de la cintura y empezó a empujar. Jesús se puso a vigilar la escalera.

Muy despacio mi culito se fue dilatando, su pene abría lentamente mi carne brindándome una sensación muy agradable en todo el cuerpo, aflojé mi culito, me dispuse a disfrutar al máximo, de algo sirvieron los encuentros con José, en instantes tenía todo el pene de Daniel adentro, y si, era lo más grande que me había penetrado hasta entonces. 

Para nada me hubiera imaginado la experiencia que estaba a punto de vivir.

Las sensaciones en mi cuerpo empezaron a cambiar de agradables a muy placenteras. Al principio Daniel se quedó varios minutos quieto dentro de mí mientras me pelaba el pito y pellizcaba mis tetillas de una forma tan suave que lo único que quería era que no se detuviera. Su lengua en mi espalda y en mi cuello incrementaron la intensidad de las sensaciones.  

–¿Ves? ¡Ya le entró todo! –dijo Jesús emocionado.

Luego, Daniel empezó a mover su pito con ritmo, primero muy despacio, hasta el fondo, y después más rápido, nuestra respiración también se fue acelerando. Sus manos movían mis caderas y acariciaban mi piel, así estuvimos por no sé cuantos minutos. Fui sintiendo como el pene se le ponía durísimo y más caliente conforme empezó a penetrarme más brusco, eso me puso el pito como de fierro a mí también. Nuestros cuerpos temblaban. Instintivamente mis manos volaban pelando mi pene, me di cuenta de que al pelarlo la sensación placentera en mi culito se desparramaba desde los dedos de los pies hasta mi cabeza. Daniel se retorcía mientras mordía suavemente mis orejas y mis hombros. Los dos jadeamos quedito.

Entonces algo sucedió, mi cuerpo se empezó a sentir extraño, mis sentidos se agudizaron. Quería que el pene que me invadía lo hiciera más rápido y más profundo.

–¡Así,así, dale, más, más! –me sorprendí diciendo.

Al entrar y salir, el pedazo de carne rozaba una parte de mi interior de una forma que nunca había sentido antes. Las cosquillas que recorrían mi cuerpo se convirtieron en sensaciones agradables de una intensidad desconocida. Mi piel estaba tan sensible que el menor roce de los dedos de Daniel me hacía temblar más. Abrí la boca lo más que pude, tomé aire, arqueé la cabeza hacia atrás y de pronto moví las caderas hacia el frente y apreté involuntariamente mi culito, mi cuerpo hizo lo demás.

Cerré los ojos justo cuando sentí que algo recorrió mi pene por dentro y al expulsarlo me provocó una explosión de placer como jamás había sentido, mi mente voló al infinito. Lancé un gemido fuerte que obligó a Jesús a taparme la boca con la mano para evitar que alguien nos escuchara. Varios chorros de líquido blanco salieron con fuerza de mi pene y terminaron embarrados en la pared y en el piso. La expulsión fue tan potente que me dejó sin fuerzas, sentí que me desmayaba, mis piernas temblaban y mi cuerpo se retorcía de placer. Daniel me sostuvo de la cintura para detenerme y evitar que su pito abandonara mi culito. Seguíamos gimiendo.

Cuando terminé de aventar los chorros de “mecos” pude sentir que Daniel todavía estaba llenándome el interior con los suyos, sentía su agitada respiración en mi espalda. Luego se detuvo y se mantuvo abrazado a mí hasta que su pene fue saliendo de mi cuerpo poco a poco. La felicidad que sentía no podía ser mayor, sentía que mi piel estaba unida a la piel de Daniel, que nuestros cuerpos eran uno solo y que flotábamos libres en el aire.

Abrí los ojos y me encontré con la cara de Jesús que me miraba fijamente.

–¡Te salieron muchos mecos! –dijo emocionado.

–¿Por qué a mí no me sale nada? preguntó.

Daniel se rió y dijo: es que estás chico todavía.

Mi tocayo nos dio una breve y clara explicación sobre lo que era “venirse” y nos dijo que a eso se le llamaba “orgasmo”.

Sin darle tiempo de hablar más, movido por la excitación, me di la vuelta buscando la cara de Daniel, lo besé por primera vez. Sus labios se sintieron tibios. Daniel se sorprendió, no hizo nada para evitarlo, le gustó. Me quedé mirándolo, esperando su reacción. Mi tocayo me miró fijamente, me tomó suavemente del cuello y me jaló hacia él. Volvimos a fundirnos en un beso largo, lento, mientras Jesús aprovechaba para colocarse detrás de mí y ensartarme su pene. Seguía con la piel tan sensible que no recordaba haber sentido una penetrada del Chuy tan intensa y agradable, volví a gemir quedito al sentir la lengua caliente de mi tocayo lamiendo la punta de mi pito.

Yo seguía aturdido. Todo el cuerpo lo sentía extraño, como dormido. Escuchaba los sonidos más claramente y las imágenes que me rodeaban eran más brillantes.

–¿A qué saben los mecos? –preguntó Jesús al ver lo que mi tocayo me hacía.

En un movimiento rápido Daniel se puso de pie, acercó su cara a la nuestra y entreabrió la boca. Jesús y yo entendimos lo que debíamos hacer. Nos fundimos en un beso los tres mientras saboreábamos mis “mecos”.

–¡Mm!, rico, rico, me gustan.

Los tres nos reímos, juguetones, inocentes. De esa forma me tocó vivir uno de los momentos más importantes y fascinantes de la vida de un hombre, y nunca me he arrepentido de haberlo vivido como lo viví.

A los pocos meses la experiencia se repitió con Jesús. Después de eso los tres nos sentíamos “más grandes” porque ya teníamos “orgasmos”, ya nos “veníamos”.

De ahí en adelante, cuando sentía deseos de ser penetrado, lo cual era casi a diario, tenía a Jesús y a Daniel para darnos placer, lo cual por desgracia no podíamos hacer tan seguido. La experiencia me hizo olvidar por completo a José, lo que me había hecho sentir por años cuando me penetraba no se comparaba para nada con lo que había experimentado con Daniel. Fue al mismo tiempo intercambio de energía y placer en todo el cuerpo.  

Los momentos llegan, estar preparado para vivirlos y aprender, eso es lo importante.

Y viajaría al infinito muchas veces más.

El gorrioncillo descubre parvadas.

¿Quería sexo? Pues sexo llegó.

Un martes durante las clases, excitado como de costumbre, mi diablillo me recordó que era día de taller y tal vez podría volver a ver a David con su novia a la salida y espiarlos para ver qué hacían. 

David se había convertido en un chavo cada vez más atractivo y popular en toda la escuela. Su figura era increíble, destacaba su altura y sus ademanes masculinos. Me encantaba cómo pasaba constantemente la mano sobre su pene, que casi siempre se le notaba medio erecto, en mi imaginación, era mi mano la que lo hacía. Me tenía embobado.

–Uy, cierra la boca o se te sale la baba –me dijo Yolanda durante el recreo.

–¿Qué dices? –me puse nervioso por el miedo de haber sido descubierto.

–Ya vi como miras a esas chavas que están con David.

–Ah… sí, están bonitas –¡uf!, me relajé.

Yolanda se sentó a un lado y yo seguí, disimuladamente, admirando a David.

A la salida, decidí llevar adelante mi plan, me escondí detrás de un árbol en la entrada del parque y esperé. Ese día estaba tan excitado, que me imaginé masturbándome mientras miraba a David y a su novia teniendo sexo.   

No era fácil distinguir entre todos los alumnos que salían de la escuela, ni David ni Laura se veían por ningún lado. De pronto, distinguí a Valentín y a dos chicos caminando rumbo al río. No estaba seguro si se dirigían al río a “hacer cosas” o si ese era su camino habitual a casa, decidí seguirlos. La curiosidad y el diablillo en mi cabeza movían mis pies.

Los seguí hasta que se metieron entre los matorrales que crecían a un lado del río. Había algunas veredas entre la maleza y me puse a seguirlos de cerca por una de ellas sin ser visto. La vereda por donde iban terminaba en el río, justo dónde la hierba se hacía más densa y alta. Vi dónde se habían escondido y rodeé por otro lado para no ser descubierto.

Por entre la maleza alcancé a ver sus siluetas bajo la sombra de un árbol. Ahí estaban, los tres con los pantalones a la rodilla jugando con sus penes muy cerquita uno al otro. Alcanzaba a escuchar sus murmullos y risas. Los tres chavos volteaban de vez en cuando a su alrededor para asegurarse de estar solos, por suerte no esperaban que alguien los estuviera viendo desde el punto dónde yo estaba y nunca voltearon para allá. Mi corazón se aceleró al máximo.

Vi como los tres se abrazaban y se acariciaban. De pronto Valentín se puso de rodillas y empezó a mamarle el pene a los dos chavos alternando entre uno y otro. Luego se recargó en el árbol y uno de los chicos lo penetró. Toda la situación me tenía super excitado, si seguía ahí me iba a “venir” sin siquiera tocarme.

Tenía una erección tan fuerte que abrí la cremallera de mis pantalones, saqué el pene y empecé a masturbarme ahí mismo. Mi yo “machito” me decía que me fuera, mi yo “sexual” me lo impedía, de hecho, mi diablillo intentaba convencerme de unirme al trío. Estaba casi a punto de lograr el orgasmo cuando escuché pisadas en la hierba. Me asusté y salí de ahí lo más rápido que pude.

En el camino a casa intentaba reconocer, sin éxito, a los chavos que vi con Valentín. Pensé que valió la pena haberme saltado la clase de taller, no había visto a David, pero había comprobado, al fin, lo que Valentín hacía en el río con sus amigos. El diablillo en mi mente se puso creativo con ideas muy atrevidas, ahora ya tendría más opciones para calmar mis ganas de sexo.   

El instinto sexual es una de las fuerzas más poderosas que mueve al ser humano.

Más chavos y más lugares para divertirme.   

17 Lecturas/14 junio, 2025/0 Comentarios/por Martian25
Etiquetas: amigos, culito, gays, mayor, orgasmo, parque, sexo, vecina
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