ABRIENDO LAS ALITAS 8
Y le declaro mi amor,,,, y mi deseo..
Continua mi biografía poniendose mas caliente a cada relato.
Les recomiendo leer las anteriores entregas,, es historia real picara, medio erótica y francamente sexual conforme voy creciendo,,,es mi biografia.
Les recomiengo leer los anteriores capitulos de mi biografia,,, es erotica leve al principio y se va poniendo mejor.
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8 UNO EN LA ESCUELA (13 años)
El gorrioncillo revolotea con halcones.
Los caminos que la vida me ofrecía me llevarían a lugares insospechados.
Pasaron los días y las clases me mantenían ocupado. La siguiente semana, después de espiar a Valentín en el río, el maestro de taller me llamó a su oficina.
–¿Por qué no viniste a la clase la semana pasada? –preguntó el maestro.
–Es…que…yo… –intenté contestar.
No esperaba la pregunta y no tenía una respuesta.
–Voy a mandar un recado a tu casa, para avisar de tus faltas –dijo el maestro.
Me quedé muerto de miedo, si mi mamá se enteraba de que no había entrado a la clase de taller de electricidad no tendría una razón válida para justificarme. Antes de terminar la clase el maestro me llamó a la oficina.
–Este es el recado para tu mamá, lo traes firmado la siguiente clase –dijo sin quitar la mirada del escritorio.
Miré el papel doblado y me quedé inmóvil.
El maestro notó mi nerviosismo y volteó a verme, se quitó los lentes y me indicó con la mano que me acercara.
–Ya sé. Tu papá te pegará, ¿verdad?
–No, mi papá se fue a trabajar a Estado Unidos, pero mi mamá …
Sentí que la actitud del maestro cambió con lo que le dije. Su mirada me recorría de arriba a abajo.
–Bien espérame aquí y lo arreglamos, siéntate un ratito –me señaló una silla.
Salió el profesor y les indicó a los estudiantes que la clase había terminado, luego cerró la puerta del taller. En cuanto regresó se sentó en su sillón y me indicó que me acercara. Me pare como a un metro de donde él estaba sentado.
–¿Qué vamos a hacer con el recado? –preguntó suavemente.
–No sé.
–¿Cómo qué se te ocurre? –dijo mientras se tocaba la entrepierna.
Mi diablillo me dijo hacia dónde iba la conversación, sonreí, más de nervios que de otra cosa. Entonces el profesor me indicó que me acercara más, y di dos pasos hacia él. Luego el profesor separó las piernas y me jaló de la cintura para quedar parado justo frente a él. Me jaló tan fuerte que tropecé con uno de sus pies y casi me caigo. Estiré los brazos para tratar de detenerme, con tal suerte que una de mis manos fue a parar justo en el bulto de su entrepierna.
–Perdón –dije tímidamente.
No puede evitar voltear a ver lo que había tocado, su pene estaba bien parado porque lo sentí duro y muy grande. Volví a la realidad y alcé la mirada, me topé con el rostro del profesor que mostraba una sonrisa.
–¿Quieres arreglar este asunto? –me dijo casi al oído y yo asentí con la cabeza.
El diablillo en mi mente brincaba de gusto. El maestro no perdió tiempo, sus manos fuertes rodearon mi cintura y me jalaron hacia su cuerpo, su pene topaba con el mío, duros los dos. ¡Que energía tan fuerte me envolvió de inmediato! Me sentía colmado. Con las manos me apoyé en su pecho para no chocar mi cara con la de él.
Me estaba gustando la posición en la que estábamos porque podía sentir su respiración a través de mis manos, y también podía sentir la dureza y el largo de su pene aprisionando el mío.
–¿Quieres que mande el recado a tu casa, o no? –me preguntó casi murmurando.
–No, por favor.
–¿Y a cambio de qué?
–No, sé –dije con una vocecita de niño mimado.
El profesor tomó la iniciativa, se desabrochó los pantalones y llevó una de mis manos hasta su enorme pito. Yo no sabía qué hacer, estaba temeroso y muy excitado al mismo tiempo.
–Chiquillo bonito –me dijo suavemente y me dio un beso en la mejilla.
No puedes hacerle eso a un adolescente excitado, y en esa posición, sin que haya consecuencias. Sin más moví la mano para hurgar bajo su trusa en busca de mi tesoro. En cuanto lo sentí me di cuenta de su tamaño.
–¡Uy! –dije sin querer.
Ell solo se sonrió y me jaló aún más fuerte hacia él.
–¿Está grande? –preguntó y yo asentí con la cabeza.
Empecé a jadear sin dejar de sobar el tremendo pedazo de carne del profesor. El maestro no perdió el tiempo, empezó a acariciarme las nalgas con una mano y con la otra me desabrochó el cinturón. Luego, me bajó los pantalones con todo y la trusa hasta medio muslo. Enseguida atrapó mi duro pene y me lo empezó a pelar.
—No está nada mal, nada mal.
A los pocos minutos el profesor me dio media vuelta, me sentó sobre su pito y lo acomodó entre mis nalgas. Continuó masturbándome mientras me decía cosas al oído.
–Mm, chiquito que rico estás –me decía mientras mordisqueaba mis orejas.
Para mí, la excitación era como el aire para las aves.
Su pene se sentía caliente entre mis nalgas. Me empecé a mover con ritmo. Pensé en un momento que tal vez me penetraría, mi culito se abría y se cerraba pidiendo ser invadido, estaba más que dispuesto.
Eso era demasiado para mí y el orgasmo no tardó en acercarse, mis jadeos se hicieron más fuertes y empecé a temblar. Sabiendo lo que seguía, el profesor me puso de pie, me dio vuelta para quedar frente a frente y sin más se metió mi pene en la boca. Sentí su lengua jugueteando con mi pito. Su chupada solo podía tener un resultado, cerré los ojos y respiré profundo, me concentré en el orgasmo y lo demás lo hizo mi cuerpo. Con abundante semen le inundé la boca y ni así el profesor dejó de chupar. Mis piernas se debilitaron y tuve que recargarme en el escritorio para no caer.
–¡Ah! –un gemido largo y suave salió de mi garganta.
Al terminar no podía voltear a verlo a la cara, me sentía avergonzado por haberme derramado en su boca.
—Perdón profe –dije mientras intentaba limpiarme con la mano.
–¿De qué?
–Es que… no pude.
Tal vez por costumbre, o por simple inocencia, pensé que debía regresarle el favor. Me agaché y sin más metí la gruesa cabeza del pene del profesor en mi boca y empecé a mamárselo.
–Ah, que rico lo haces –susurró entre gemidos.
–Ya es tarde, mejor otro día –dijo después de varios minutos de dejarme lamer su pene.
Pensé que tal vez no había cumplido el trato y pregunté inocentemente.
–¿Tengo que llevar el recado? –dije todavía parado muy cerquita de él.
–Claro que no. No olvides que esto es un secreto entre nosotros, ¿ok?
Me sentía tan a gusto ahí que no quería irme, me quedé viéndolo directamente a la cara mientras me acomodaba la ropa, entonces algo sucedió. Hasta ese día yo asociaba la energía que me conectaba con David y con mis amigos como algo natural entre chavos de la misma edad. En ese momento percibí claramente la energía envolvente que emanaba del profesor. Quería perpetuar lo que estaba sintiendo, me sentía rodeado de mucha paz y seguridad.
Envuelto en esa energía, sin pensarlo, aproveché su cercanía y besé sus labios. ¡Tenía que hacerlo! mi yo “sensible” seguía ahí. El profesor me tomó del cuello para prolongar el beso, un sabroso beso.
–¡Uy! Y con propina.
–¿Me puedo ir? –dije mientras metía el pedazo de papel en mi bolsillo.
–Cuídate. ¿Ok? –dijo dándome una nalgada suave.
Salí de ahí contento, flotando. Nunca me hubiera imaginado que hacerlo con el profe, tan tosco, un hombre grande, fuera tan placentero. Antes de llegar a casa recordé que llevaba el recado del profesor en el bolsillo, lo saqué y al desdoblarlo vi que no tenía apuntado nada. El profesor lo planeó todo. Me sonreí.
Lo importante del sexo es disfrutar y hacer disfrutar, sin prejuicios, sin miedos.
Eso quería, eso obtuve.
El horizonte se abre frente al gorrioncito.
Conforme avanzaban los meses mis opciones sexuales se ampliaban.
Un día me di cuenta de que me concentré tanto tiempo en lograr la atención de David que me olvidé de Nicolás. Para finales de abril del 76 mi deseo sexual era tan fuerte que me mantenía excitado todo el tiempo.
Un día que faltó el maestro de deportes el prefecto de la escuela nos llevó al campo de béisbol para hacer algo de ejercicio. La clase era de hora y media; pero como el prefecto tenía que regresar a sus actividades en la escuela, la clase terminó antes.
Las niñas se retiraron pronto del campo de béisbol para cambiarse de ropa en la escuela. David se desapareció con su novia no sé para dónde. Varios chavos y yo nos quedamos a platicar unos minutos. Todos estábamos en pantaloncillos cortos y algunos se quitaron la camiseta, el día era caluroso.
El morbo y la excitación flotaban en el aire.
Uno de los chavos empezó a presumir que tenía “la verga” muy larga y los demás empezaron a retarlo.
–A ver, enséñala –dijo Valentín.
Nos sentamos en círculo en medio del campo para que nadie a nuestro alrededor pudiera ver lo que hacíamos. El chavo se abrió la cremallera y nos mostró un pene flácido de tamaño regular.
–¡Uy! No te enseño la mía porque te ofendo –dijo otro.
–Otro presumido –dijo Valentín.
El segundo presumido nos mostró un pene un poco más largo y medio erecto.
–Jajaja –todos nos reímos.
Me estaba excitando con la vista de esos lindos penes, pero no dije nada para que evitar que descubrieran mi erección. Los dos chavos presumidos empezaron a masturbarse en medio de todos y pronto estaban con el pene apuntando al cielo.
–Eso no es nada, vean la mía –dijo Valentín sacando su pene bien parado.
Todos exclamaron ¡uh!
–Vamos a comparar la de todos – dijo un chavo.
–Tú Danny, enséñala –dijo Nicolás.
–Estás loco.
–Tú, Mario, la has de tener bien chiquita –le dijo Valentín al de menor estatura.
Valentín hizo señas a otros compañeros para bajarle la ropa al pobre chavo. Su pene no medía más de 10 centímetros. Todos nos reímos.
–¿A poco tú la tienes más grande? –volvió a insistirme Nicolás.
Sin darme tiempo de nada, me tumbaron al piso y me desabrocharon los pantaloncillos, mi pene saltó al aire.
–Jajaja. La tiene bien parada –gritó uno de los chavos.
–¡Pero si la tiene grande! –exclamó Nicolás al momento de apretar mi pene con la mano.
Los chicos empezaron a levantarse para irse, Valentín les hizo señas a algunos y entre varios tumbaron a Nicolás al pasto. Mi diablillo me indicó el momento y la forma de moverme de lugar para ser yo el que le desabrochara la ropa. En cuanto le bajaron los pantalones surgió ante mis ojos un pene de buen tamaño, medio parado, un poco curvado hacia arriba.
–Sálalo, sálalo –gritaron todos.
“Salar” era tomarle el pito a algún chavo sin su consentimiento y untarle tierra mientras lo masturbabas un poco. Se “salaba” porque casi siempre los chavos se avergonzaban y el pene se les hacía pequeñito.
Sin pensarlo, tomé pasto con una mano y con la otra el pene de Nicolás, se lo froté con algo de tierra y en lugar de ponérsele flácido, se le puso durísimo.
–Le está gustando al cabrón –gritó Valentín.
Todos se rieron y empezaron a retirarse. Yo tuve problemas para esconder mi excitación.
La imagen que se proyecta hacia los demás tiene tanto peso en la vida, que se deja de vivir lo que uno quiere.
Difícil decisión ¿disfrutar o aparentar?
Le rompen las alas al gorrioncillo.
Y continué con mis intentos de conquistar a David.
Como parte de las actividades de la escuela podíamos entrar a diferentes “clubs”. Había de ajedrez, de matemáticas, de fotografía y otras cosas. Desde el inicio del año escolar me inscribí en uno nomás porque David estaba ahí.
Una vez al mes íbamos un fin de semana a recorrer los cerros cercanos para estudiar el suelo y recoger piedras raras. No era algo divertido para mí, la verdad era cansado y aburrido.
Al final del semestre, el maestro del club hacía un campamento de dos días en un cerro alto que estaba a varios kilómetros de la ciudad. Les rogué mucho a mis padres para que me dieran permiso, la idea de pasar una noche cerca de David volvía loco a mi diablillo, a mi yo sensible y en especial a mi pene.
El día del campamento nos llevaron en dos autobuses hasta el lugar. Durante el viaje David y yo nos sentamos en el mismo asiento, y como ya era costumbre cuando comíamos a la hora del recreo en la escuela, él recargó la cabeza en mi hombro para escuchar música juntos.
–Te dedico esta canción –le dije quedito sin pensar en las consecuencias de mis palabras.
David se colocó el audífono en el oído y en cuanto reconoció la canción volteó a verme algo extrañado. Con su mirada intentaba descubrir mis intenciones, comprobar alguna sospecha sobre mi amistad. Me di cuenta de que fui muy atrevido con la dedicatoria. Nicolás nos miraba detenidamente y se sonreía desde otro asiento. Canté la canción mirando para todos lados para que los demás no supieran que se la cantaba solamente a David.
Viviendo momentos
que no puedo explicar
bellos momentos que ya son eternos
como el verbo amar.
Mi buen amor
del mundo yo me rio.
Por hacer tu cuerpo mío
vale la pena vivir.
–Esa canción es para una chava ¿no? –me preguntó David en voz baja.
–Le cambiamos la letra –dije sin darle importancia.
–Estás loco.
Al llegar al cerro para acampar, le ayudé a David a armar una casita de lona que llevó para 3 personas, invitó a Gerardo, otro compañero del salón, y a mí para acampar con él. Luego juntamos leña para cocinar y para prender una fogata en la noche. Después de comer fuimos a explorar la zona para “buscar fósiles”.
Junto con el profesor iban dos maestros más, la maestra de biología y el maestro de matemáticas, además de dos madres de familia y los choferes de los camiones. Al oscurecer nos juntamos a cenar alrededor de la fogata. David, como siempre, rodeado de chicas, ¿y yo? muriéndome de celos a un lado de él. Los maestros se pusieron a tocar la guitarra después de cenar.
–Que cante Dany, que cante Dany –insistieron varios compañeros.
–¿A poco sabe cantar Dany? –preguntó el maestro.
Dije que no, que no tenía buena voz, pero los compañeros insistían. Les dijeron que yo me la pasaba cantando en la escuela y que no lo hacía mal.
–Ándale canta una –dijo David mientras me guiñaba un ojo.
–Está bien, solo una.
–¿Cuál va a cantar Dany? para acompañarlo –preguntó el que tocaba la guitarra.
–“Vivirás” de Los Terrícolas.
–¿Y esa por qué? –preguntó la maestra.
–Es para alguien que quiero mucho –dije mientras miraba discretamente a David.
Supe, por la expresión en su cara, que David había entendido que me refería a él, era una expresión, no de disgusto, más bien de confusión y aceptación al mismo tiempo. Luego me regaló una sonrisa y con eso me animé más a cantar.
Vivirás en la sonrisa
de algún chico vagabundo
Vivirás en la poesía
de una mañana de sol.
Tu vivirás sin mí
Yo viviré sin ti
Solo el recuerdo de la dicha perdida
de nuestra melodía testigo de mi amor.
La atmósfera se llenó de energía positiva. Era la primera vez que cantaba en público, ¡y ahí estaba David escuchándome!
–Canta muy bien Dany, cántese otra, ándele –me animaba el profesor.
–Otra romántica, las canta muy bonito –opinó una de las chavas.
David me hizo señas de que aceptara y canté la canción Mary es mi amor, de Leo Dan. En mi mente le cambié la letra para que dijera: David es mi amor.
Podría haber seguido cantando muchísimas canciones; pero ya era tarde y los compañeros se empezaron a retirar para dormir.
Mientras yo platicaba con los maestros David se me perdió de vista. Mientras ayudaba a guardar las cosas y apagar la fogata pensé, con gusto, que David y yo pronto estaríamos acostados muy juntitos, pero me equivoqué.
–Hazme un paro, ¿sí? Ya tengo una chava en la carpa, tú sabes –me dijo David en voz baja al acercarse a mí.
–¿Y Gerardo? –pregunté.
–Se va a ir a hacer bulto en la carpa de las chavas por si pasa la señora que las cuida. Así no se dará cuenta. Nos vemos mañana. ¿Sí?
–¿Y dónde me duermo? –pregunté, pero David ya no me escuchó, se había ido.
Triste y molesto, me quedé pensando en la mala suerte que tenía de no ser yo el que estuviera en la carpa con David mientras terminaba de apagar la fogata. ¡Miserable vida!
–¿Y usted dónde va a dormir? Hay espacio en los camiones –sugirió el maestro.
Me sentía tan mal que pensé que era mejor estar solo. Subí al autobús en donde no había nadie más. Me acomodé en un sillón y después de algún tiempo empecé a quedarme dormido.
Pero mi mala suerte no había terminado aún.
–¡Hey, despierta! –dijo una voz.
–Soy Nicolás. ¿Por qué estás dormido aquí?
–Ibas a dormir con tu novio David, ¿no? Está bien guapo –dijo al momento de sentarse junto a mí.
–¿Qué? –dije incrédulo.
–Que David es es tu novio, ¿o no?
No supe si lo que me decía era broma o qué. ¿Sería porque notó algo en mí o por la forma en la que me comportaba con David? Mi yo “machito” me llenó de miedo.
–Apuesto a que estarían acostaditos bien juntitos –dijo.
Mi mente confundida no entendía las intenciones de Nicolás. Después de unos instantes se sentó frente a mi y sugirió en voz baja:
–Si quieres, puedes entretenerte con esto –dijo mientras se sobaba el pene.
Mis ojos se toparon con su entrepierna que se iluminaba débilmente por la luz que entraba del exterior.
–Yo no soy “marica” –dije con fingida firmeza.
–Te gustó agarrarme la verga en el parque, ¿a poco no?
Se quedó mirándome con unos ojos sensuales tan lindos que me estaba animando a aceptar su sugerencia. Nicolás se pasaba la lengua por los labios y eso me calentó más. Mi diablillo intentaba convencerme. Al fin que David ya estaba con alguien más, me decía, solo hacía falta un empujoncito. Nicolás alargó el brazo, alcanzó mi pene y me lo empezó a sobar.
–Estás caliente cabrón, como yo –agregó.
Me desarmó con esa caricia, no dije nada. Luego se desabrochó los pantalones, me enseñó su pene bien parado y se lo empezó a pelar. Despacio, con la otra mano, me desabrochó la bragueta y buscó mi pito.
–Que rica vergota tienes, chúpamela tú primero y luego yo –sugirió mientras me acariciaba.
Miré por las ventanillas del autobús y no miré a nadie alrededor. Temblaba de la excitación que sentía; pero no me animaba a chuparle el pito por miedo que nos fueran a descubrir.
–Si no quieres, ni modo –dijo Nicolás haciendo el intento de retirarse.
El diablillo en mi mente no podía desperdiciar esa oportunidad, mi mano, como un rayo, se movió hasta alcanzar su entrepierna. Caí en la trampa, Nicolás sonrió y ya no dijo nada, con una mano guió mi cabeza hasta que mi boca absorbió un buen pedazo de su pene.
¿Decidí yo que me gustaran los chavos? No. Simplemente me sentía feliz de estar con ellos, de acariciarlos, de besarlos, de excitarlos para que su energía se hiciera más intensa, para alimentarme de esa energía.
Nicolás se recargó en el respaldo del asiento para permitir que le bajara los pantalones y la trusa hasta los tobillos. Su pene saltó rebelde frente a mi cara. Su aroma íntimo me llenó la nariz y con eso mi pito dio un brinco. Mi corazón estaba a punto de reventar y mi yo “sexual” se desataba, se ponía en modo animal.
Lo miré a los ojos unos instantes antes de agacharme nuevamente para lamer y mordisquear todo el tronco de su verga y sus peludas bolas. Lo hice con mucho empeño y de muchas formas mientras me masturbaba furiosamente. Los gemidos llenaron el silencio del camión, los dos lo estábamos disfrutando.
Luego Nicolás empezó a asaltar mi garganta con su pene lo más profundo que podía. ¡Qué largo la tenía! Aunque intentaba aguantarlo todo no me cabía completamente en la boca, la punta de su pene entraba hasta mi garganta y me hacía toser. Estaba seguro de que el ruido que hacíamos se podía oír desde afuera del camión.
–¡Ahhhhhhhh! –gimió Nicolás profundamente.
Sus Interminables chorros de semen llenaron mi boca y escurrieron por mi garganta, intenté tragármelo todo, pero no pude. Después del último chorro yo seguí pasándole la lengua por la base de la cabecita. Paré de masturbarme, no quería terminar, quería que Nicolás me hiciera lo mismo. Esperé unos instantes a que se calmara su respiración.
–Qué rica verga –dije al soltar su pene en cuanto Nicolás abrió los ojos.
Lo miré fijamente y vi sus carnosos labios, estaba seguro de que él seguía excitado. Me puse de pie y me acerqué a su cara con la intención de darle un beso, pero él se volteó y me rechazó.
–¡Besos no! No soy puto –dijo con desprecio mientras se acomodaba el pene bajo la ropa.
–Dijiste que primero yo y luego…
–¿Y me creíste pinche puto? –contestó y me empujó bruscamente a un lado.
Esas palabras las sentí como un golpe fuerte en el pecho. La magia del momento se disipó y la energía se apagó repentinamente. Él terminó de acomodarse la ropa y luego se puso de pie. Me dio un golpe en la cabeza y me lanzó una mirada burlona como despedida y se fue sonriendo sin mirar atrás. Mi diablillo se fue al infierno, toda mi excitación desapareció por el golpe demoledor de la humillación. Me quedé sentado recargado en la ventanilla y empecé a sentir un malestar fuerte en los testículos.
Me acurruqué en el sillón sin poder dormir. Me quedé despierto hasta el amanecer, en silencio, sintiendo un frío intenso por dentro y por fuera. Lloré en silencio toda la noche pensando en la agresión de Nicolás y en lo que pensaría David al enterarse, de seguro se enteraría.
Me empezó a dar mucho coraje mi sexualidad porque yo no escogí que me gustaran los chavos, pero no podía evitarlo.
Que error tan grande el utilizar el sexo para agredir y violentar.
¡Ouch! Eso dolió, y mucho.
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